El Impacto

Disclaimer: I do not own Twilight Saga or Meyer´s characters.

Capítulo 2

EDWARD

-Bella Swan.-Y un brillo de triunfo apareció en sus ojos.

-¿No hay otro tema de conversación? ¿Es necesario hablar de ella?

-Vamos, Eddie, admítelo. Es de la única tía de la que te has colgado de verdad. Era guapa, inteligente y divertida. Lo tenía absolutamente todo.

-No me colgué de ella, más bien fue al contrario y ni se te ocurra volver a llamarme Eddie. ¿Podemos volver al tema de las ballenas moribundas y todo ese rollo del derecho ecologista?

-Ni de coña, este tema es más interesante. Además, sabes que tengo razón, y bueno no te culpo. Buff, estaba tremenda. Además de loca. Estaba loquísima. Era divertidísimo tenerla alrededor.

No me gustaba que hablase de Bella. En algún momento en los últimos cuatro años, mi cabeza había sido capaz de bloquear todos los recuerdos que tenía de ella. Mi terapeuta lo llamaba memoria selectiva y decía sobre ello que me hacía mucho daño emocional. Yo me reía de su memoria selectiva y me acordaba todos los meses de su padre y de su madre cuando me llegaba la factura. Ya casi no me acordaba. Al fin y al cabo habían pasado demasiado tiempo desde la última vez que la viese, y en mi caso para mí era una vida entera. Habían ocurrido muchas cosas en cuatro años. Yo ni siquiera era la misma persona.

-Recuérdame otra vez por qué rompisteis.

-No te lo puedo recordar por que no te lo he contado nunca, Jazz.- Repliqué. Esa había sido buena. Casi había picado.

-¿Tan mal acabasteis que no os volvisteis a ver? ¿Cuánto tiempo llegó a ser? ¿Cuatro, cinco meses? Vamos, en ese tiempo ni siquiera da tiempo a enamorarse, ni a odiarse.

-Que tú tengas la sensibilidad de un rollo de papel higiénico no es mi problema,- no quería ser borde con él, pero Bella no era un tema de conversación. Punto y final. De todas formas, con cinco meses había bastado. Cinco meses y diecisiete días. El tiempo justo para que absolutamente todo se fuese a la mierda.

-¿Sabes que tu madre la vio el otro día, no?

Paré en seco. Aquello era nuevo.

-¿Que qué?

-Tu madre la vio. De lejos, por supuesto, no se paró a hablar con ella ni nada. Iba con un tío. Además, eso habría sido raro.

-¿Desde cuando hablas tú con mi madre?

-Desde que es mi jefa, ¿quizá? Aunque no te niego que tu madre, para la edad que tiene, es una auténtica belleza, las prefiero con treinta años menos. Te recuerdo que me paso seis horas al día con ella. Algún tema de conversación tiene que salir en ese tiempo, y te aseguro que sé más de arreglos florales y tonalidades neutras de lo que puedas llegar a imaginar.

Me eché a reír. Jasper era genial, uno de los tíos más auténticos que había conocido en mi vida. Nos conocíamos desde la universidad, y desde entonces inseparables. Así, de guasa, retomamos el paso, ya quedaba poco para llegar al conservatorio. Jasper Withlock era licenciado de arquitectura por el MIT. Hacía medio año le habían nombrado el arquitecto norteamericano más joven reconocido por el colegio estatal de arquitectos. Después de que le entregasen el premio, cinco minutos exactamente, mi madre le estaba contratando para su nuevo proyecto; la nueva sede en Seattle del Wachovia Bank.

-No te quiero volver a oír a hablar de mi madre. Aunque te gusten treinta años más joven.

-No me cambies de tema. Estábamos hablando de Bella.

-No. TÚ estabas hablando de Bella. Yo solo trato de cambiar de tema. Sin éxito por lo que se ve.

-Está bien, hablemos de tu mujer.

-¿De Kate? ¿No sabías que hablar mientras se corre es malo?

-¿Conociste a Kate antes que a Bella no?

-Sí. ¿Por qué tanta curiosidad por mi vida sentimental?

-¿No puede un amigo preocuparse por otro amigo?

Le dediqué una mirada de soslayo que no creo que llegara a apreciar. Tenía toda la razón del mundo, en todo. Bella Swan era la única chica por la que había perdido la cabeza, y aun así no lo iba a admitir nunca.

-Y no es por nada, pero me caía mejor Bella que tu dulce mujercita, aunque Kate sea tal enorme, delicioso, dulce y encantador trozo de pan.

Su sarcasmo me consiguió arrancar una media sonrisa que se posó fugazmente en mi expresión. Katherine Hale era la mujer perfecta. Pelo rubio lacio hasta la cintura, ojos azules como dos trozos de cielo, cintura estrecha, maneras educadas, nacida en el seno de una familia adinerada. Era el sueño de todo hombre. ¿El pero? No había peros. Quizá ahí radicaba el problema.

-Yo creo que por eso te has convertido en el cabrón sin escrúpulos que eres ahora.- Habría resultado un insulto si no lo hubiese dicho Jasper. Él era el único capullo al que le permitía esas confianzas. Yo ya no era el mismo tío que hace cuatro años. Había dejado atrás todas las dudas, los peros y las inseguridades. En cierto modo me gustaba pensar que me había convertido en la versión mejorada de mí mismo. Ahora era el asociado más joven del bufete, en unos pocos años pensaba convertirme en accionista mayoritario. Eran buenas perspectivas de trabajo. Con el dinero que ganaría, mi mujer estaría lo suficientemente entretenida como para salvar a medio África de morir de inanición.

-¿Sabes?-Continúo Jazz,- el día que sonrías te voy a dar un premio. Me parece muy bien que mantengas esa fachada de hielo impenetrable cuando estás con tus clientes. Es más creo que es lo que te ha permitido ganarte toda esa buena reputación como abogado… pero ya sabes, ahora estas conmigo. Nos conocemos Edward, sé que pasa algo.

Quedábamos todas las mañanas para ir a correr. Entre semana no nos alejábamos mucho, pero los sábados madrugábamos para ir hasta el parque Volunteer. Un paraíso deshabitado a la hora a la que lo frecuentábamos, donde teníamos completa libertad para hablar de lo que quisiésemos. Jasper tenía razón. Algo había pasado.

-Es esa reunión con los Newman. No puedo defender a un cabrón así.

Alcanzamos el conservatorio, y finalmente paramos. Recuperé la respiración y bebía agua a tragos cortos, despacio. Jasper se encontraba apoyado contra un árbol y me miraba serio.

-Son buenos clientes del bufete y lo sabes.

-Son mafiosos.

-Pero mafiosos que pagan bien.

-Ya lo sé. Normalmente no me importa si roban, mienten o estafan. Esto es distinto, ese cabrón se ha cargado a su familia. A su mujer y a sus dos hijos. ¿Con qué autoridad moral puedo declararle inocente? ¿En qué me convierte eso?

-En un hijo de puta desalmado. Eso es lo que son todos los abogados. Incluido tú. Salváis el culo a la escoria como Felix Newman. Irás al infierno, pero por lo menos cobrarás por ello.

-No.- Respondí.

-¿No?- Jasper parecía confundido.

-Me negué a aceptar el caso. Por supuesto a Marco no le ha hecho ninguna gracia, pero no pensaba venderme de esa manera. He aceptado defender a la parte demandante, voy a meter a ese hijo de puta entre rejas.

-¿Que has hecho qué? Pero, ¿a ti se te ha ido la puta cabeza? ¿Sabes quien es ese tío? Controla medio Seattle, que digo, Newman es el Tony Soprano de Washington.

-Ya lo sé, no hace falta que me grites.- Cuando volvió a hablar, volvió a un tono de voz normal.

-¿Se te ha ocurrido pensar en las repercusiones de esto?

-¿En las repercusiones? Si te refieres a las amenazas, no te preocupes. Ya hemos pasado esa fase. Dijo que iba a acabar conmigo, pero no me preocupa. Kate está en de viaje en las Fidji para "desestresarse" del día a día, y ya ha pasado un mes desde la última. No creo que haga nada. Ya se sabe, perro ladrador poco mordedor.

-Yo que tú tendría mucho cuidado con ese hijo de puta, no creo que se ande con chiquitas.

-Da igual. Al fin y al cabo si todo sale como debería, esta noche pasará a disposición judicial, no habrá fianza, y el fiscal del distrito me ha asegurado que esta vez no habrá sobornos. Te puedo asegurar que duermo tranquilo.

-Si tú lo dices…

BELLA

Los tacones repicaron contra el suelo de roble. Miré el reloj; eran las diez y siete minutos y ya habían venido cuatro posibles compradores. La subasta sería un éxito en cuanto a recaudación, y los herederos de la difunta señora Murphy serían inmensamente ricos. Si ella levantara la cabeza… La increíble colección de arte que tenía esa señora en su casa era admirable. Yo no la había conocido en vida, pero ya la quería. Con respecto a sus hijos… Esos dos no sabrían ver la belleza ni aunque estuviera delante de sus narices. Deshacerse del Picasso, el Van Gogh, el Mondrian… Si tuviese dinero suficiente, el Klimt no saldría de la galería, sino que iría derechito al salón de mi casa. Ese si que era una auténtica maravilla.

Esta vez no se trataba de un cliente, ¿o sí?

Rosalie Hale estaba magnífica, como siempre. Pelo rubio hasta la cintura, ojos azules impresionantes, cuerpo de Vogue, piernas de escándalo. Cuando quedaba con ella evitaba mirarme en el espejo más tiempo del que era necesario. La autoconfianza cuando estabas al lado de Rose quedaba reducida a cero.

-¿Qué te trae por aquí?

-He oído que tienes una maravilloso Klimt.

Adiós a los sueños de verlo colgado en mi casa. Al menos sabría que quien lo iba a adquirir lo admiraba de verdad. Rose y yo nos habíamos conocido el año pasado. Alguien le había recomendado mi galería. Había abierto Avant-Garde muy poco tiempo antes de su visita. Gracias a ella me empecé a formar una clientela fija. Todavía estaba un poco verde, pero ni en sueños me habría imaginado que abrir una galería de arte en medio de Seattle iba a tener tanto éxito.

-La puja está en doscientos cincuenta.

-Esta vez no vengo como particular sino en nombre del Wachovia, y su nueva sede. Lo que me recuerda que deberías contratar a alguien para que te ayude con la galería. Es demasiado trabajo para una sola persona.

Sonreí. Había perdido la cuenta de las veces que Rose me había recomendado contratar a alguien.

-¿Ah sí? Eso es nuevo. Sígueme.

La conduje a través del largo pasillo de exposición y llegué hasta mi despacho. Era allí donde se efectuaba la compra. Más caro que la adquisición del local, había sido la instalación de la caja fuerte. Era una auténtica cámara acorazada, dónde guardaba las colecciones privadas que o bien ya estaban adquiridas y reservadas, o bien como en el caso de la colección de la señora Murphy esperaban a ser subastadas. Cogí el cuadro que estaba buscando. Una vez más, me enamoraba con tan solo verlo.

-Te presento a Adele Bloch-Bauer.

Se hizo el silencio. La imagen era en sí un auténtico milagro. La mirada traspasaba el lienzo y se clavaba en todo aquello que la rodeaba. Su piel era pura porcelana, tono que contrastaba con el ébano de su cabello y el manto dorado que se fundía con el fondo.

-Qué maravilla.

Como supuse, la cara de Rosalie lo decía todo. El amor al arte no se aprendía, se nacía con él.

-La primera compra se valoró en 135 millones de dólares, así que esta preciosidad es una auténtica ganga.- Le informé.

-¿Qué clase de persona se desharía de algo tan bello?

-Dímelo tú, sus actuales dueños se mueren por venderlo.

Rosalie lo miraba con pura admiración. Nuestra pasión mutua por el arte era lo que nos había unido. Lo primero que le vendí fueron unos bocetos de Joan Miró, un pintor español surrealista. A estos le siguieron un Henri Matisse fauvista y una maravilla cubista de Georges Braque. Con esta, sería la cuarta adquisición en poco menos de un solo año.

-¿Sabes donde quedaría realmente bien?

-¿Dónde?

-En el despacho del director del Wachovia. Imagínatelo, tiene ese gran vestíbulo, con una pared blanca justo en frente y dos aberturas a derecha e izquierda hasta la sala de reuniones. Lo primero que se vería sería a la señora Bloch-Bauer.

-¿Cómo sabes tú tanto de la nueva sede del Wachovia?

-Resulta que ahora me encargo del departamento de ventas del banco. Estoy al cargo de toda la contratación, así que aquí estoy, contratando.

-¿A qué te refieres con contratando? ¿A quién? ¿A mí?

-El presupuesto base para toda decoración, y me refiero a floreros, cojines y cuadros se eleva a la maravillosa suma de cincuenta millones de dólares. ¿Qué me dices? ¿Te apetece ser mi suministro de arte?

Desde luego que no hacía falta responder a esa pregunta.

-Me encantaría trabajar contigo.

-Así me gusta, el entusiasmo es primordial en los negocios. Escucha, mi familia organiza este fin de semana un evento en el Seattle 1000 Hotel. Está en la avenida…

-En la primera con Madison.

-¿Lo conoces?- Me preguntó muda de asombro.

Cerré la puerta de la caja fuerte y me giré para mirarla. ¿Por qué no me mordería la lengua?

-He estado allí.

-Ahora tengo curiosidad… ¿Con quién has estado allí?

-Eso no es de tu incumbencia, Rose.-Pero sin querer se me escapó una sonrisa. ¿Qué le iba a hacer? Tenía buenos recuerdos de aquel hotel.- Digamos que ese lugar emite… no sé como buenas vibraciones… o algo así.

-Sí, sí. Lo que te diga yo a ti, buenas vibraciones… sabes que me lo acabarás contando.

-Creía que estábamos hablando de un evento super importante.

-En efecto,- contestó y su tono pronto volvió a la seriedad previa.-Sabes que mi familia es el accionista mayoritario, y por tanto el que tiene mayor poder en el consejo de presidencia. Estará el equipo de arquitectos, y creo que sería bueno que hablases con ellos. Ya sabes, si conoces su trabajo, creo que será más fácil escoger las obras.

-Sí, sin duda.

-Te presentaré al coordinador que es el primer arquitecto.- La puerta se volvió a abrir y entró una señora envuelta en pieles de pies a cabeza, sin duda otro cliente potencialmente interesado. Mientras tanto Rosalie seguía hablando. -Es una pena que esté comprometido porque es un auténtico bombón. Además Alice, su prometida, es genial, tienes que conocerla… Te presentaré también a Katherine. Ella es la hija de la esposa de mi padre. No es santo de mi devoción, pero ya sabes que tengo que ser simpática y encantadora con todo el mundo… Su marido es más tratable, por cierto, aunque siempre está tan serio...

-¿Por qué tengo la sensación de que intentas presentarme en sociedad?

-Porque me has puesto la oportunidad en bandeja y porque te lo mereces.

-Rose, sé que Riley no te cae muy bien, pero es buena persona, y estoy con él, tienes que aceptar eso.

-Error. Te sientes segura con él. No es lo mismo. ¿Acaso estás enamorada?

-Meter la palabra amor en una frase es muy fuerte.

-Vamos Bella, simplemente le tienes cariño. Si tuviese pelo por todo el cuerpo sería como un labrador.

-¿Estás comparando a Riley con un perro?

-Sí, básicamente.-Se calló un momento, pensativa, sin ningún remordimiento por admitir aquello último.- Ni siquiera le cae bien a Aaron.

Vale, ahí tenía toda la razón del mundo.

-No creo que la opinión de Aaron sea muy importante ahora mismo. Quizá le pregunte en un par de años. Y ahora si no te importa, tengo que trabajar. Aquello señora me esta esperando.

-Vaya manera de echarme.- Dijo poniéndose el abrigo y echándose al hombre el bolso de Marc Jacobs. Ya estaba con un pie en la calle cuando me volvió a llamar.- Te llamaré algún día de esta semana, para ir a comprar un vestido. Y no quiero ninguna queja al respecto. Se puso las gafas de sol haciendo gala de todo su glamour.- Y por cierto, sabes que me terminarás contando por qué conoces tan bien ese hotel.

Me giré hacia la señora. Sin duda necesitaría ir bien vestida si iba a ir a ese hotel, y sabía que Rose no iba a dejar el tema del hotel así como así. Me esperaba un largo día de interminables compras y de preguntas indiscretas.

-¿En qué puedo ayudarla?

P.S. Busco Beta desesperadamente. Interesados dejad a review :D