Prólogo

-Vamos. Toma mi mano.

-¡Olvídate de mí! ¡Ve a prevenir a los demás!

El muchacho no titubeó. Su compañero intentó levantarse por sí solo. Él no miró atrás, siguió su camino lo más rápido que le permitieron sus piernas. Podía sentir como retumbaba la tierra. Las tropas invasoras estaban muy cerca. Si no se daba prisa, sus compañeros no tendrían oportunidad de escapar.

El cielo estaba oscuro como de costumbre, pero retumbaba con gran fuerza y lanzaba destellos aterradores, algunos incluso tocaban le tierra y causaban incendios. Eso nunca había pasado en el Reino Oscuro.

No recordaba haber visto antes tales calamidades. Todo empezó desde que llegaron las bestias del otro mundo, y su líder: él era el verdadero culpable. Los habitantes de las sombras hacían todo lo posible por defender su territorio, pero el enemigo era muy poderoso, había avanzado con gran rapidez. En poco tiempo tuvo a la mitad del reino bajo su dominio.

Y ahí estaba él, corriendo por su vida y por la de sus compañeros. No le importaba realmente lo que pasara con sus vidas, mientras pudiera conservar la suya. Sencillamente no iba a someterse. Jamás se dejaría gobernar, y mucho menos por un ladrón que ha venido de otra dimensión a usurpar su tierra. Pero no podía luchar solo contra el enemigo. Necesitaba aliados.

Al fin pudo ver la aldea en donde le esperaban sus compañeros. Subió al máximo su velocidad. Bajó por una ligera cuesta al final de la cual se encontraba su hogar. Cuando por fin la alcanzó, empezó a alarmar al resto. Había pocas "personas" afuera.

-¡Las bestias se acercan! ¡Váyanse todos de aquí ahora mismo!

-¿De qué hablas?-preguntó una criatura pequeña, con ojos brillantes y una voz chillona.

-¡Huye, Abi! ¡Y avisa a los demás! ¡HUYAN TODOS! ¡LOS ALIADOS DE GANON VIENEN A ATACARNOS!

E inmediatamente todo signo de calma y orden desapareció. La gente escuchó el aviso y sin prepararse para lo que viniera después empezó a abandonar la aldea. No todos seguían el mismo camino. Unos corrían en dirección hacia los Bosques de la Miseria, algunos como Abi usaban sus flores para escapar con las corrientes de aire. Los demás decidieron ir a ocultarse a las cavernas de los Montes de Dalús al noreste, muy cerca de allí. Era una aldea muy pequeña, por lo que fue cuestión de poco menos de una hora para que ningún ser viviente quedara en ella.

Las bestias arrancaban enormes cantidades de polvo con sus pesados trotes. Corrían veloces y feroces. Se detuvieron un momento en lo alto de la pendiente a la orden de sus jinetes.

-Es un sitio demasiado pequeño-se quejó uno de ellos- ¿Qué ganamos con asaltar un lugar así?

-Da igual. Son órdenes del mismo Rey de la Oscuridad-dijo el que superaba al resto en tamaño y rango. Llevaba una capa roja y un casco, al contrario de sus subordinados que prácticamente iban desnudos. Aunque no se podía decir que iban desnudos, después de todo, no necesitaban vestimentas. Eran todos unos esqueletos, sin piel, sin entrañas. Ninguno de ellos estaba vivo. Su descanso se había visto interrumpido por el llamado de aquél que en esos momentos intentaba proclamar este mundo para sí.

-¡Aaaarg!

Aquél grito fue la señal para avanzar hacia su objetivo. Arrasaron con todo, saquearon e incendiaron las casas, lanzaron amenazas a su alrededor, pero nadie apareció.

-Nada pudimos encontrar-informó uno de los Stalfos a su líder-. Todos escaparon.

-No podemos llevarle esta noticia a Lord Ganon. Ha pedido la cabeza del tal Shadow y se la vamos a entregar cueste lo que cueste. Los demás no importan. ¡Vamos! No deben andar lejos. ¡Aaarg!-al paso, tumbó un letrero que decía Bienvenido a Sevicea.

Así comenzó la cacería.

Mientras tanto, un pequeño grupo se adentraba en los tenebrosos y extraños bosques a los que sólo los ignorantes y los dementes se atrevían a entrar. Parecía que estuviera haciéndose de noche en tanto que corrían a las profundidades. Una niebla espectral descendía sobre ellos. Era algo casi sobrenatural, pero así era todo en el Reino Oscuro.

-Vamos… a detenernos un momento… ¿si?

-¡No podemos detenernos ahora!-gritó el muchacho de ropas negras- ¡Sigan corriendo si no quieren que los maten!

El chico siguió corriendo hacia los más negros rincones, seguido por un grupo de criaturas con las que no tenía semejanza alguna. Los árboles burlones los miraban al pasar frente a ellos. Uno de sus compañeros tropezó, no quería devolverse pero lo hizo.

-No hay que perder tiempo. Levántate.

Ayudó a ponerse en pie a su compañero. Una pequeña pero corpulenta criatura con un solo ojo, y un cuerno que sobresalía en su frente. Aún así apenas le llegaba a la cintura al muchacho.

-Gracias-dijo.

-Olvídate de eso-respondió el chico, mirándolo con sus ojos amarillos y brillantes.

De repente todos dejaron de correr. Se habían quedado mirándolo mientras se acercaba.

-He dicho que no se detengan. ¿Qué es lo que esperan?

-¿Hacia donde demonios iremos, Shadow? Jamás hemos estado en este sitio. Es de locos…

-He venido muchísimas veces desde que tengo memoria. Sólo síganme, conozco un escondite.

El muchacho corrió de nuevo hacia lo más oculto de los Bosques de la Miseria. Los demás lo siguieron, no porque tuvieran mucha confianza en sus palabras, sino porque no tenían otra opción. Eventualmente, llegaron a un espacio bastante despejado, en cuyo centro se hallaba un anciano y triste árbol. En verdad era de una altura impresionante. Tenía dos hoyos y una abertura en su tronco que daban la impresión de ser un rostro. Uno muy triste. Al verlo sintieron que se les estremecían las entrañas.

-Alto-dijo Shadow. En cuanto detuvieron la carrera, se tiraron todos al suelo. El cíclope había caído sin querer sobre uno de ellos.

-¡Quítate de encima mío, Fitus!-gritó la pequeña criatura, parecida a una rata, pero ésta tenía un pelaje rojo, andaba en dos patas y no tenía cola.

-Perdón. En esta oscuridad es muy difícil ver por donde va uno.

Todos oyeron un sonido extraño. Parecía un suspiro profundo. Había sido el gran rostro apenado que los miraba. Éste notó que tenía visitas, y dirigió su vista al chico de vestimenta y cabellos negros, tez pálida y ojos amarillentos, casi escalofriantes. Venía acompañado por cinco sujetos.

-Oh, has venido a verme Shadow, en un momento de gran angustia… Es una pena que me veas en este estado lamentable, ¡qué vergüenza! ¿Qué vas a pensar de mí?

-Nunca te he visto de otro modo, Anciano Llorón-le dijo Shadow al acercarse. Sonrió ligeramente y puso una mano sobre una de sus enormes y fuertes raíces-. Nos esconderemos un tiempo aquí ¿de acuerdo?

-¡Ah, mi pequeño y espeluznante amigo! ¡En qué embrollo te habrás metido para acudir a mí para pedir refugio!

Los que acompañaban a Shadow se estremecieron al oír los lamentos del Anciano Llorón. Era la primera vez que oían a alguien llorar de esa forma. El ruido lastimaba sus oídos.

-¡Cesa tu llanto, Anciano!-le exigió Shadow, e inmediatamente volvió la calma. Sin embargo el Anciano Llorón sollozaba.

-Cuanto lamento molestarlos. Me dan tanta pena. Han tenido que dejar sus hogares para proteger sus vidas.

-¿Y él como sabe?-preguntó uno de los compañeros de Shadow.

-Siempre al tanto de todo, querido amigo y protector-le dijo al viejo triste.

-Oh, Shadow, tú me conoces mejor que nadie.

Cuando cayó la noche, se arrimaron al Anciano Llorón y cayeron en un profundo sueño, aunque sólo después de algunas horas, debido a los extraños y escalofriantes ruidos. Habían decidido discutir su siguiente movimiento a la mañana siguiente. Sin embargo, Shadow permaneció despierto algunas horas más. No le molestaban los sonidos desconocidos ni la niebla fría que cubría los bosques. De hecho le gustaba. Le gustaba todo lo que los demás consideraban espeluznante, peligroso o siniestro. Al fin y al cabo, esa era su naturaleza. Así permaneció deleitándose con los suspiros del Anciano Llorón hasta que sus párpados se hicieron pesados. Tras luchar durante horas se rindió ante el sueño. Pero sabía que no podía esperar sino pesadillas.

-Quisiera no dormir nunca-murmuró semidormido. Finalmente, cerró los ojos.

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Espero que les guste. Mi primer fic sobre uno de mis villanos favoritos de Zelda, que me cautivó en el manga de FSA.