Capítulo 1.

-¡Adiós, Ciudad Esmeralda! ¡NO TE VOY A EXTRAÑAR!

En el último vagón de un tren, una chica se las había ingeniado para salir y mirar el paisaje que dejaban detrás, sosteniéndose con un brazo y despidiéndose con la otra de la ciudad que en unos momentos estaría tan lejana que se vería como un manchón verde más en el mundo.

Por eso ella estaba ahí, quería ver como Ciudad Esmeralda era cada vez más pequeña hasta que se perdiera en el horizonte, creía que de otra manera no podría convencerse de que por fin la había dejado atrás.

Por fin estaba fuera de esa ciudad gigantesca, que inexplicablemente era tan asfixiante.

Estaba lejos de las luces, del ruido, de las multitudes, de la moda cada año más absurda, de que todo fuera tan verde sin ser natural, insoportablemente verde.

Finalmente sentía como el viento libremente soplaba sobre su rostro y le despeinaba el cabello.

Por cierto, esa era su principal característica: un pelo larguísimo y rojo. Una característica que no podía hacerla pasar desapercibida, lo cual convertía la relación con su cabella en un eterno conflicto entre el amor y el odio.

Por supuesto que amaba su cabello, porque era del mismo color que el de su abuelo. Amaba verlo caer sobre sus hombros y su espalda, amaba cepillarlo cada mañana y cada noche, amaba como enmarcaba su rostro. Amaba la certeza de que una parte de lo que identificaba a su abuelo seguía viviendo en ella y de una manera tan notoria.

Pero odiaba que todo el mudo la notara, en esa ciudad en la que nunca estuvo a gusto, con esa sensación constante de que no pertenecía a ese lugar.

Y no solamente porque el rojo y el verde son la peor combinación del mundo, también porque ella sabía que debió nacer en el campo, o al menos en cualquier otro lugar que no fuera una caótica ciudad verde.

Miró con desprecio al camino amarillo que se destacaba en el paisaje, ese estúpido camino amarillo que le había despojado de su derecho a nacer en el campo, como lo habían hecho cientos de generaciones antes que ella.

Suspiró.

Ciudad Esmeralda ya era apenas un puntito verde a lo lejos, la chica sonrió.

-Está hecho, voy camino a Shiz.

Se quedó mirando el panorama hasta que su cuerpo pidió dejar de estar de pie y entró al vagón, donde regresó al ruido de las voces humanas, voces de chicos de su edad que se dirigían a comenzar una nueva vida.

Chicos de su edad que se habían embarcado a esa gran aventura de entrar a la adultez con un amigo o más y compartían ese viaje charlando sobre lo que dejaron y lo que esperaban encontrar.

Pero claro, ella no tenía amigos. No puedes hacer amigos en un lugar al que no perteneces.

-¡Pero mira! ¡Cabello de Menstruación salió de su cueva!

Aunque desafortunadamente, sí puedes tener enemigos.

-Amber.- sonrió la pelirroja, mirando a la chica rubia que acaba de aparecer frente a ella –Así que estás aquí. ¿Al fin aprobaste "Suma con Manzanitas 1"? ¿O solamente vas a dejar a tu hermano en la estación y regresarás a estudiar con manzanas?

-¡Cálculo! ¡Debía cálculo!- chilló una chica de cabello negro que apareció detrás de Ámber.

-Hola, Lyn.- agregó la pelirroja sin dejar de sonreír –Perdona, creo que la poca belleza que te quedaba se quedó en Esmeralda. ¿O la dejaste a propósito?

Ambas chicas la miraron con furia un momento, antes de que Amber volviera a sonreír altaneramente.

-Vamos a Shiz con una misión.-

-Que no es para nada estudiar.- interrumpió la pelirroja.

-¡Cállate!- gritó Amber –Debemos prevenir a toda la universidad de que una extraña plaga de molestos bichos rojos se acerca.

La morena rió.

-Eres una peste, Ochraine. Y debo evitar que el resto del mundo se acerque a ti. Especialmente mi herm...

-¡Ámber!

Las chicas voltearon asustadas al verse descubiertas, encontrando su mirada con la de un chico molesto.

Un chico rubio, alto, delgado, con ojos azules, que seguramente tendría cara de angelito en algún otro momento menos… fúrico.

La pelirroja agachó la cabeza, con la esperanza de que el color de su cabello disimulara el tono rojizo que violentamente había invadido sus mejillas

-¡Ya no eres una chica de colegio, Ámber!- regañó el muchacho -¡Eres una Estudiante de Universidad! Más te vale que te comportes a la altura y dejes de chismosear y criticar a los demás.

La rubia hizo un berrinchito y se fue, metiéndole un empujón al chico con el hombro, seguida por Lyn que no hizo ni el más pequeño ruidito.

-Lo siento, Selkis.- dijo el chico cambiando totalmente su expresión, sonriéndole apenado a la pelirroja que seguía muy ocupada mirando el suelo.

-Hola, Nathaniel.- respondió ella bajito, levantando la mirada un poco.

-Realmente no creo que mi hermana cambie por más que hable con ella.- dijo el chico con tristeza.

Selkis suspiró. ¿Cómo podían ser hermanos? ¿Cómo podía ser hermano de esa bruja el chico más lindo del mundo?

El único chico del que había estado enamorada.

-Seguirás ignorándola, ¿verdad?- preguntó el chico, mirándola preocupado con sus lindo ojos azules –Seguirá sin hacerte daño lo que ella diga.

La chica se encogió de hombros.

-Sabes que no me gustaría que ustedes tuvieran una pelea en serio.- sonrió Nathaniel –Puedes seguir respondiéndole groseramente, aunque yo cuidaría que no hubiera nadie cerca. Tú tampoco eres ya una chica de colegio.

-Debo ser una respetable Estudiante Universitaria, ¿cierto?- dijo Selkis contenta.

-Así es, señorita.- concluyó Nathaniel guiñándole un ojo. –Bienvenida a Shiz.

-¡Gracias!- exclamó la pelirroja mirando a Nathaniel dar la vuelta y alejarse

Estaba absolutamente contenta, había extrañado tanto a Nathaniel cada día desde que él se había graduado que la idea de estudiar de nuevo en la misma escuela la llenaba de entusiasmo.

Tal vez si era una respetable Estudiante de Secundaria, la más respetable de todas, finalmente sería suficientemente buena para él.

Fuera de Ciudad Esmeralda, el cielo era el límite, no habría muros verdes asfixiantes, ni multitudes con atuendos tontos, ni tendría que usar aquellas espantosas gafas verdes que le causaban dolor de cabeza.

-¡Prepárate, Oz!- exclamó Selkis, decidida -¡Ha comenzado mi búsqueda del lugar al que pertenezco!

-¿Qué te sucedeee?

-¿Estás locaaaaa?

Varias cabezas curiosas se asomaron al pasillo y la miraron con curiosidad o molestia, mientras la chica instintivamente bajaba la mirada, avergonzada.

Aunque no era normal que al agachar la cabeza encontrara algo en el suelo.

Selkis se preguntó que hacía un cuaderno tirado a medio pasillo de un tren, respondiéndose que seguramente no estaba esperando que el cedieran un asiento.

Así que lo recogió usándolo como pretexto para no mirar a nadie de regreso a su asiento, hojeándolo un poco.

Las hojas estaban llenas de garabatos y palabras escritas con una caligrafía preciosa, de las que alcanzó a leer algunas rimas antes de cerrar el cuaderno abruptamente.

"No debo husmear en las cosas privadas de los demás." se dijo "Seguramente algún estudiante lo perdió y debe echarlo de menos. Ya buscaré a su dueño."

Aún así, se quedó mirando el cuaderno cerrado con una mirada intensa, esperando que de alguna manera le dijera quien era su dueño.

Pero antes de que el misterioso objeto le revelara sus secretos, el sueño terminó por vencer a la curiosidad.

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Cuando terminé Convergencia me quedé en blanco. Tan en blanco que tardé meses en subir el último capítulo aquí en después de haberlo subido a DeviantArt.

Supuestamente empezaría mi primera novela original, pero más de un año después no tengo más que un par de páginas escritas.

Wicked reapareció en mi vida, y tras largas conversaciones sobre como este musical representa el racismo con los Animales decidí volver al mundo del fanfiction y este es el resultado.

¿Porqué CdM? Porque me apeteció salirme por la tangente sin inventar demasiados personajes originales, los personajes creados por ChinoMiko me agradan mucho (y porque posiblemente tenga más lectores de esta manera).

PD: Año y pico y todavía no arreglan el asunto "cuadro de texto infinito" ¬¬