Disclaimer: Soul Eater y sus personajes son propiedad de Okubo Atsushi
Hola, gracias por entrar aquí n.n
Recientemente he recorrido este animé y, aunque no me enganché demasiado -sepan disculpar los fanáticos- hubo un personaje que me atrajo por su más que evidente fuente de inspiración: me refiero a Franken Stein y su relación con la clásica novela de Mary Shelley.
Es sólo un drabble, pero en él he vertido lo que en verdad siento. Disculpen por los posibles fallos y gracias por leer :D
Hecho de piezas
-¿Sabías que la criatura no tiene nombre?
-¿A qué criatura te refieres?
-Al monstruo de la novela –dijo Stein-. Su creador, el científico, se llamaba Víctor Frankenstein, pero la criatura, su creación, nunca tuvo nombre.
Marie lo observó con extrañamiento.
-Tú tienes uno –le indicó.
-Sí, lo tengo. Soy el científico y, al mismo tiempo, el monstruo.
La lluvia arreciaba contra los ventanales del laboratorio. Los densos nubarrones opacaban la luz de la tarde, hundiendo la estancia en penumbras. Pero Marie alcanzaba a ver la mueca en el rostro de su compañero, su ceño contraído ante el inefable descubrimiento.
A pesar de los años a Stein todavía le perturbaban, de ocasión en ocasión, aquellos enrevesados dilemas existenciales. A veces Marie sabía cómo manejarlos, otras no podía, otras se abstenía y, en ciertas oportunidades, vacilaba en intervenir. Pero como Stein era muy importante para ella, de todas maneras lo intentaba.
-Yo sólo veo a un amigo.
-Tú ves las piezas que me conforman, o que me deforman.
-No, eres tú el que ve las piezas, eres tú el que nunca quiere entender que eres mucho más que una acumulación de retazos.
Stein, molesto, ajustó el tornillo de su cabeza. Marie suspiró, molestándose también aunque sin saber por qué. Tal vez le doliera que ese sujeto fuese tan inalcanzable, o quizá simplemente se sintiese cansada. La agobiante lobreguez de aquel día desapacible comenzaba a afectarle.
-Para el caso, todos estamos hechos de piezas –dijo ella después de una breve pausa-. Cada uno de nosotros nos pasamos la vida recogiendo los pedazos que nos permitan mantenernos enteros a pesar de decepcionarnos, de enojarnos, de llorar, de lastimarnos, de dudar. Sólo que no a todos se nos ven las costuras.
Stein guardó silencio. Parecía ido. La lluvia continuaba precipitándose sobre Death City de forma incesante, perpetua, como si ésa fuese la única realidad posible.
-Entonces todos somos monstruos –concluyó él, sonriendo sin ganas.
Marie meneó la cabeza con resignación. Su amigo no tenía remedio.
-Todos somos humanos, Stein –le corrigió. Algún día, pensó, esa lógica lo mataría-. Fatalmente, irremediablemente, eso es lo que somos. Me gustaría decirte algo mejor, pero no puedo.
El científico se enfocó en el espeso manto de lluvia que le impedía ver el paisaje de la ciudad. Le dio otra vuelta a su tornillo, pero ni siquiera de ese modo consiguió ver.
-Por eso me agrada tanto diseccionar; es mucho más fácil que reunir los pedazos. Nunca puedes armar la figura como era antes, sino que siempre queda defectuosa, equívoca. Es frustrante.
La joven lo miró y, por primera vez en aquel sombrío día, sonrió.
-Ojalá pudiera decirte algo mejor –repitió-. Quizá seamos eso, Stein. Quizá seamos un acopio desprolijo y fatídicamente inexacto de fragmentos, aquellos a los que nos aferramos para evitar quedarnos sin nada.
-Entonces somos monstruosamente humanos –insistió él, sardónico.
Marie no se dejó vencer.
-Entonces somos humanos, Stein. Y ya bastante tenemos con eso.
