Titulo: Desde mi corazón

Autor: Anyara

Fecha: 20 de Febrero de 2010.

Capítulo I

Inocencia

"Con los Gardiner estuvieron siempre los Darcy en las más íntima relación. Darcy, lo mismo que Eliza beth, les quería de veras; ambos sentían la más ardien te gratitud por las personas que, al llevar a Elizabeth a Derbyshire, habían sido las causantes de su unión."

Cerré el libro, lo apresé contra mi pecho y suspiré profundamente.

- Qué hermoso – dije para mí misma, sin detenerme demasiado en el señor que iba sentado en frente y me miraba con algo de curiosidad.

Aún me quedaba cerca de una hora para llegar a la estación de trenes de Nagato el lugar en el que había vívido toda mi vida, a excepción de los últimos años, en los que venía por vacaciones, navidad y alguna festividad, pero eso había sido suficiente, en ese tiempo lograba avivar la llama de el amor y continuaba esperando hasta que él se decidiera a confesar abiertamente el suyo.

Como en "Orgullo y Prejuicio", solo que a la inversa, yo era como Darcy, que esperaba por la decisión de Elizabeth. O como el coronel Brandon, en "Sensatez y Sensibilidad", que esperó pacientemente por Marianne, igual de paciente que esperaba yo. Un nuevo suspiro se me escapó, a veces dudaba de si mi espera tendría alguna vez recompensa, pero debía tenerla, todas las historias de amor la tenían. Además la última vez que visité Nagato, él me sonrió y me preguntó, ante todos, si me se encontraba a gusto en Kioto. Me sentí como si flotara en medio de las nubes, él siempre había conseguido ese efecto en mí. Aunque me mencionó también su necesidad de visitar Kioto unos días en primavera, esperé ansiosa, pero finalmente cuando él viajó no pudo verme, estoy segura que algo muy importante debió suceder.

Volví a suspirar, esta vez con algo de cansancio, apoyé el mentón en mi mano y me quedé mirando los árboles pasar, los campos y las casas a lo lejos, sin poder eliminar del todo esa leve sensación de duda que se mantiene en mí, pero dejé a mi imaginación volara y el temor desaparece, de momento.

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Cuando bajé del tren en la estación de Nagato, miré a mi alrededor buscando la figura que tanto deseaba ver, en su última carta me decía que quizás vendría por mí y en este momento sentía que el corazón me iba a explotar en el pecho de la ansiedad. Tiré de mi equipaje avanzando por el andén, las personas pasaban junto a mí, pero lo único que me interesaba era encontrar su largo cabello plateado, quería ver sus ojos dorados y deleitarme en ellos. El tren hizo su sonido característico, para avisar a los pasajeros que volvería a partir, pero no le prestaba atención.

Las personas comenzaban a vaciar el lugar, unas habían subido al tren y otras iban abandonando la estación. Yo me quedé un poco más en mi sitio esperando que ahora, con menos personas, si me viera. La ansiedad seguía ahí y por un momento sentí tanta tristeza de encontrarme sola que noté como las lágrimas comenzaban a agolparse en mis ojos. De pronto una mano se posó sobre mi hombro y la emoción que sentí era indescriptible, lo amaba tanto, lo había amado desde que era una adolescente, las mariposas jugueteaban en mi estómago, y estaba segura de estar temblando. Me giré

- Viniste Sesshomaru…

Lo vi observarme con sus ojos dorados, serenos, pero con un fondo que no logré comprender.

- Lo siento Kagome… solo soy yo.

- InuYasha… - dije sintiéndome desilusionada.

- Vamos, ¿no será tan malo? – Respondió dejando de mirarme, para fijar la vista en la maleta que arrastraba antes – déjame llevar eso.

InuYasha tomó el manillar de la maleta rozando levemente mi mano, pero apenas lo noté, no lograba salir de mi abstracción. Avanzó, y para cuando me di cuenta, tuve que apresurar el paso para alcanzarlo.

- ¿Qué tal viaje hiciste? – me preguntó una vez que lo había llegado a su lado.

- Bueno… - respondí algo distraída. Deseaba encontrar en mi cabeza una respuesta para su ausencia.

- ¿Estuviste leyendo? – continuó, inclinándose un poco hacía mí, observando el libro que continuaba sosteniendo contra el pecho, como una estudiante sostiene sus libros.

- Sí… este – Levanté el libro y le mostré la tapa.

- Orgullo y prejuicio – sentenció y continúo con el tono de voz algo cansado - ¿cuántas veces piensas leértelo? – desvió la mirada hacia otro lado y giró hacía una salida.

Me detuve un instante, arrugué un poco el ceño, InuYasha siempre tenía comentarios como ese, apresuré nuevamente el paso para no quedarme atrás.

- Es una historia muy bonita – defendí con algo de terquedad – Es sobre un noble inglés que…

- …que se enamora de una chica de clase social inferior – me interrumpió – ya lo sé, me lo has contado un par de veces ¿recuerdas?

No pudo evitar el sonrojo, esperaba que no lo notara, era verdad, InuYasha me escuchaba muchas veces cuando parloteaba sobre las historias románticas que leía y lo mucho que las disfrutaba.

- Son historias hermosas – dije escudándome, y soné como una niña, a pesar de no serlo ya.

- Pero son fantasías románticas, nada más – continuaba diciendo y sentía como si me atacara deliberadamente.

Me silencié un momento, no quería discutir con él tan pronto y tampoco quería interiorizar el argumento que me estaba dando, las historias románticas existían, debían existir en la realidad, de lo contrario no seguirían escribiendo sobre ellas ¿no?.

Miré adelante mientras caminaba levanté el mentón y puse mi espalda un poco más recta, intentando demostrar mi dignidad.

- Bueno… a mí me gustan – dije sin más, dándole al tono de mi voz la severidad necesaria para zanjar el tema

- Lo que tú digas – concluyó él.

Suspiré aliviada por el respiro que me estaba dando y lo miré de reojo, notando como una leve sonrisa se dibujaba en su boca.

Seguimos caminando un momento en silencio, avanzábamos en dirección a mi casa. Observaba, las calles que permanecían igual que hace seis meses, algunas personas que conocía me fueron saludando y yo seguía pensando en por qué no estaba Sesshomaru esperándome y miré a InuYasha a mi lado y me encogí de hombros sin más.

- ¿InuYasha? – pregunté con algo de cautela.

- ¿Si?

- ¿Y Sesshomaru? – Intenté parecer lo más normal posible, como si preguntara el estado del clima.

InuYasha no respondió de inmediato, dio unos pasos más y creo que notó mi mirada esperando su respuesta.

- No estoy muy seguro – dijo sin más – creo que tenía trabajo.

Debía suponerlo, su trabajo siempre había sido muy importante para él. Volví a suspirar, ya no llevo la cuenta de las veces que lo he hecho este día. Tenía tantos deseos de volver a casa, de estar cerca de él como antes de ir Kioto, quería que todo este amor que compartíamos saliera a la luz. Entonces InuYasha me sacó de mis pensamientos y en parte se lo agradecía.

- ¿Vienes para quedarte? – preguntó y noté en su voz algo de cautela.

Lo miré y me encontré nuevament con sus ojos dorados. Se parecían tanto a los de Sesshomaru, aunque había en los de ambos hermanos un fondo distinto. InuYasha parecía demasiado fácil de leer, era desafiante y algo inmaduro, más de alguna vez se había metido en problemas por ello, sin embargo Sesshomaru irradiaba experiencia, difícilmente lo veías romper su serenidad, pero estaba segura que en su interior había un fuego que no mostraba a cualquiera

- Sí – afirmé ya con más alegría – ahora que ya he terminado la carrera puedo establecerme.

Le dije y volví a centrarme en el camino, pronto estaría en casa y pronto podría verlo y él ya estaría en libertad de hablar a todos de nuestro amor.

- Eso está bien – le escuché agregar – tú familia se sentirá feliz de tenerte cerca nuevamente.

- Bueno, todos menos Souta que tendrá menos espacio – me reí.

De pequeños él siempre se quejaba por el lugar que ocupaba en la mesa o los horarios en los que quería ocupar el televisor. Incluso del tiempo que pasábamos con papá.

InuYasha rió también.

Para entonces ya estábamos en las puertas de mi casa que estaba dos calles antes que la de InuYasha y Sesshomaru.

- Gracias por acompañarme – le dije, después de todo él no tenía ninguna obligación conmigo, aunque estaba segura que de alguna manera Sesshomaru debía habérselas arreglado para convencerlo.

Recibí la maleta y volví a sentir el roce de su mano al entregarme el manillar. Esta vez no pude evitar mirarlo, él me observó un instante sin ninguna expresión extraña, por lo que seguramente no había nada particular en aquello, solo una coincidencia.

- Buenas tardes señora Higurashi.

Le escuché decir, y entonces me giré para ver a mi madre que salía a recibirme.

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Casi corrí las calles que me separaban de la casa de Sango, ella era mi mejor amiga, siempre lo había sido desde la escuela, ahora que había vuelto necesitaba ir con ella. La bienvenida se había alargado más de lo que esperaba y me sentía prisionera entre las paredes de mi propia casa, así que en cuanto pudo me escapé. InuYasha se había quedado un poco más y como en mi familia se le consideraba muchísimo, por la cercanía que había entre las familias de ambos, por una amistad muy larga entre nuestros padres, así que él se quedó.

Toqué al timbre en casa de Sango y ella misma apareció por la puerta, me miró y me sonrió.

- Hola Kagome – dijo con alegría desde la puerta, que estaba separada unos metros del sitio en el que estaba yo – espérame.

Volvió a entrar, para salir casi de inmediato.

- ¿Has llegado hoy? – me preguntó mientras me abrazaba.

- Sí, hace un par de horas – respondí a su pregunta y al abrazo que me resultaba muy familiar y afectivo.

- Me alegro mucho de tenerte de vuelta – dijo, mientras comenzaba a observarme con ese deje maternal que siempre había tenido conmigo, a pesar de ser solo dos años mayor que yo.

- ¿Qué? – interrogué riendo un poco.

- Supongo que no vienes solo por saludarme – se mofó ella.

- Bueno… - concedí – principalmente por eso.

Metió su mano en el bolsillo trasero del pantalón y me pasó un sobre. Mi corazón dio un vuelco que me dejó sin aliento cuando lo recibí y vi la letra con que estaba escrito mi nombre.

La apresé contra mi pecho y cerré los ojos sintiendo que recibía un nuevo regalo y la ansiedad de llegar a mi cuarto y leerla de inmediato. La voz de Sango me sacó de mi momento de ensoñación.

- ¿Estás segura de seguir con esto? – me preguntó y yo mordí mi labio antes de responder.

- Lo he amado siempre.

- Sí, pero no puedes esperarlo siempre – continuó ella, tomando una de mis manos entre las suyas.

Sabía que Sango tenía razón, pero también sabía que las cosas comenzarían a cambiar entre nosotros a partir de este verano. Sesshomaru me tendría más cerca y ya habíamos esperado el tiempo necesario. Debíamos estar juntos.

- Estaré bien Sango – le dije, intentando calmarla – te lo prometo.

Me miró en silencio un momento y luego agregó.

- Eso espero Kagome.

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Volví a casa, con la carta aún entre mis manos, habíamos acordado con Sesshomaru que las cartas que él me enviara cuando estuviera en casa, me las hiciera llegar a través de Sango, de ese modo en mi familia nadie se enteraría, aún, de la relación que manteníamos desde mis dieciséis años. Sabía que era demasiado tiempo el que habíamos mantenido esto en secreto, pero también sabía, que la recompensa a esa espera estaba próxima.

Deseaba estar pronto en casa y en la intimidad de mi habitación leer sus palabras lentamente, impregnarme de ellas y soñar con la vida que tendríamos cuando nuestros padres aprobaran nuestro matrimonio. Giré en mi calle y de pronto choque fuertemente contra alguien, cerré los ojos cuando salí despedida hacía atrás, sintiendo como me sostenían por la cintura. Abrí los ojos y ahí estaban sus ojos dorados.

- InuYasha… - susurré, con mis manos y la carta, apoyadas contra su pecho.

Me miró y sus ojos tenían un extraño brillo.

- No debería andar corriendo por ahí a tu edad – me dijo, mientras me soltaba.

- ¿A mí edad? – pregunté algo contrariada, a qué se refería con, a mi edad. – cumplí veintidós no hace mucho. – respondí molesta.

- No hace mucho – aseveró él - ¿ocho meses? – me preguntó

Me quedé en silencio un instante más molesta que antes, InuYasha tenía la capacidad de irritarme con muy poco.

- Nueve – confirmé y luego lo vi reír abiertamente – qué te hace tanta gracia – lo increpé

Rió un poco más antes de contestarme.

- Con tu edad muchas chicas ya tienen novio y están prometidas en matrimonio. – me dijo mirándome fijamente, no sé porque, pero tuve la sensación de que esperaba ver mi reacción ante aquello, así que no me quise callar.

- Quién te dijo que yo no tenía novio – lo increpé, mirándolo hacia arriba e increpándolo. ¿Sería posible que él hubiera crecido en los últimos seis meses?

- A sí que tienes novio – me dijo con serenidad, dejando de sonreír - ¿Y se puede saber quién es?

Su pregunta levantó todas mis barreras, eso era algo que no podía confiarle, me maldije a mí misma, pro que una de las peores cosas que tenía mi carácter era esa, la de responder ante las provocaciones.

- No lo conoces – dije sin más, sin poder mantenerle la mirada, sabía que le estaba mintiendo y las mentiras me gustaban muy poco.

- Ya veo – me respondió y note su incredulidad.

- Me voy a casa – me sentía descubierta en la mentira, ya no quería seguir ahí y esperaba que en casa las cosas se hubieran sosegado un poco.

- Ve, en tu casa ya está todo en calma – me dijo como si hubiera adivinado mi pensamiento.

Entonces volví a mirarlo y asentí en agradecimiento. Pasé junto a él y comencé una nueva carrera, pero antes de dar tres pasos, me contuve y caminé. Lo escuché reír por lo bajo, pero ya no me giré a mirarlo.

En cuanto estuve en casa subí directo a mi cuarto, la tarde se había convertido en noche con mucha rapidez, aunque aún había colores en el horizonte. Cerré la puerta de mi habitación para que nadie entrara sin mi consentimiento y me acomodé sobre la cama. Aquel había sido el segundo momento más esperado de todo mi día, el primero no había podido concretarse, ya que Sesshomaru finalmente no estaba en la estación de trenes.

Abrí con una tijera el sobre por un costado, siempre hacía de este momento una ceremonia, me tomaba mi tiempo, para de ese modo extender las sensaciones que se apoderaban de mí, ansiedad, alegría, emoción, mucha emoción. Metí los dedos dentro de la abertura del sobre y saqué la hoja que contenía. La llevé hasta mi nariz y percibí aquel tenue aroma almizclado que contenía, la desdoble, siempre venían dobladas en tres partes y comencé a leer con lentitud. Las novelas solía leerlas con rapidez, deleitándome con la historia y deseando llegar al momento en el que los protagonistas, por fin, podían estar juntos, pero sus cartas las leía con calma, regodeándome en la forma de su letra y en cada una de sus palabras.

"Mi amada Kagome…

Cuando leas esta carta, estaremos un poco más cerca, yo estaré soñando con el momento en que te estreche entre mis brazos y tú, mi preciosa, estarás soñando con nuestra vida junto., El tiempo que hemos esperado, tiene que darnos esa oportunidad. Solo ten un poco más de paciencia, mi amor, sé que te he hecho esperar demasiado, pero el momento llegara, te lo prometo.

Tuyo por siempre.

Memorare"

Memorare. Al principio firmaba con su nombre, pero ya no recuerdo bien cuando, comenzó a firmar con esa palabra, un día le pregunté qué significaba, me dijo que memorare era recuerda en latín, que jamás se me olvidara lo que me decía en esas cartas. Comprendí que era una especie de sello que él imprimía en ellas y que hacía que nuestras palabras se quedaran impresas en el alma. Me sequé las lágrimas que había derramado leyendo las últimas palabras, él tenía razón, habíamos esperado tanto, teníamos que estar juntos, como en las novelas que solía leer.

Luego de leer sus palabras por tercera vez, me puse de pie y avancé hasta mi maleta, aún no desempacaba, así que mi caja de tesoros estaba aún dentro, la puse sobre el escritorio y me llevé la mano al pecho en busca de mi colgante, en él mantenía una llave de color plateado que abría la caja de madera que parecía un pequeño baúl. La abrí y una vez que mi nuevo tesoro estaba dentro de su sobre, la dejé dentro junto con el resto.

- Pronto necesitaré una caja más grande.

Volví a poner llave a mi cofre y miré por la ventana, me acerqué un poco más, la noche ya había completado su transición y las estrellas brillaban vivaces en un cielo sin luna. Apoyé ambas manos en el marco de la ventana y miré en dirección a su casa, sabía que nos distanciaban unos cientos de metros, que aunque estuviera en la ventana de su habitación no lograría verle, pero de momento eso me bastaba.

No supe entonces, que desde la distancia, unos ojos dorados, también me miraban.

Continuará…

Aquí estoy con una nueva idea, nacida de mis deseos de escribir un romance sin más, que tendrás su historia, no podemos simplemente escribir un "y vivieron felices", pero la idea es que lleguemos hasta ahí.

Espero que les vaya gustando y me dejen sus comentarios que me interesan mucho.

Intentaré ir actualizando este fic entre lunes y martes y La Danza los viernes.

El trozo de lectura que puse al principio es la parte final de "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen.

Besitos y recuerden… su review es mi sueldo.

Siempre en amor.

Anyara