Movimiento vacío

Las cosas han dejado de ser blancas y negras. Eso me entristece, Rhody, porque he perdido mi color característico. Adiós a la Oscuridad.

Puedo considerarme afortunado: Allen Walker no hizo muchos estragos, ni vaciló demasiado antes de darme fin. Eres tú quien me preocupa ahora.

Dejaste de reír. Siempre tú, toda tan alegre. Eres una hoguera a la que están sofocando. Te resistes, lanzas chispas crueles, carbón caliente. No les dejas.

Incluso cuando lograste matar a esa muchacha Exorcista que tanta rabia te daba, no has vuelto a sonreír. Es una pena. Tienes una linda sonrisa, especialmente cuando acabas de asesinar.

Ahora que te han derribado, no dejas de chillar. Ese chico pelirrojo, el Bookman, no es un caballero después de todo. De haberlo sabido antes, me hubiese comido su riñón. Te soy de poca ayuda, muerto como estoy.

Trataste de escapar y no pudiste. Eso hay que reconocértelo. Al menos, estoy seguro de que el Conde lo hará.

Incluso ahora, mientras que él hace tu ropa unos cuantos jirones, eres pudorosa y te cubres las partes nobles, sollozando, temblando, encogida bajo su peso pluma.

Tengo que admitirlo: esa no es la manera en que se trata a una damita cuando se la aprecia. Sus insultos varían con su resentimiento: va desde "puta calenturienta" hasta "niña endemoniada".

Te está dando duro, sin piedad alguna.

Haces lo imposible para que piensen que no te importa. Te burlas a viva voz de sus penes pequeños. Comienzas a reír a histéricas carcajadas oscuras cuando están rompiéndote. Tus ojos son brillantes en el dolor.

Tus uñas se han quebrado en sus túnicas oscuras. La sangre pinta sus cutículas. ¡Con todo el empeño que pusiste en la manicura de ésta mañana, para recibirlos! Es indignante.