Disclaimer: Harry, Draco y compañía son propiedad de JK y sus socios. Yo sólo comparto mis historias por amor a la pareja y al fandom.
Notas de la autora: ¡qué emoción estar de regreso! Bien, sé que en realidad nunca me fui, jaja. Pero es diferente publicar OS (aunque sea una saga) y aventurarse con un longfic. Después de Pergaminos Encantados dije que pasaría un largo tiempo antes de escribir otro pero aquí estoy de nuevo, contradiciendome a mí misma. De hecho, tenía planeado estrenarlo la semana pasada, pero cuando me di cuenta ya era de noche y me dije que ni modo, sería hasta junio. Entonces consulté el calendario y vi que todavía quedaba un viernes en mayo y por eso estoy aquí, jaja. Como saben, me gusta identificar elementos en mis fics y podría decirles que este lo considero una comedia romántica/de situación. Tengo más personajes que nunca, situaciones y ships crack. Pero no se preocupen, nadie le quitará protagonismo a los chicos. Con esta pequeña introducción, les doy la bienvenida a este nuevo proyecto. ¡Espero que les guste!
Capítulo 1. ¡Mudándonos a los nuevos dormitorios!
-Esto es una terrible idea –previno Hermione, asumiendo el papel de la voz de la racionalidad.
-Pésima –convino Ernie, que pese a respetar la autoridad de su maestro, no podía esconder su inquietud.
-¿Cómo se le pudo ocurrir? –cuestionó una de las señoritas Patil, aunque nadie se fijó cuál de ellas.
-Esto será un infierno –sentenció Daphne Greengrass.
Porque por primera vez, estudiantes de todas las casas estaban unidos. Si eso hubiera sido una tragedia griega, incluso el coro hubiese estado de acuerdo. Esa mañana de invierno, veinte estudiantes habían sido condenados debido a las acciones de dos idiotas. Y nadie se preocupaba por esconder su descontento, mirando a los dos chicos que, con diversos vendajes en su cuerpo, fingían que no eran el objetivo de muchos jóvenes furiosos. Uno de ellos, con el cabello oscuro como la noche y los nudillos enrojecidos, evitaba el contacto visual. El otro, de cabellos rubios y el rostro magullado, contemplaba con desprecio al único adulto de la sala.
Greg Ruczinski se había unido al personal docente ese año, como entrenador de quidditch y profesor de Transformaciones. Nadie dudaba de su sabiduría y experticia, pero en lo que se refería a su personalidad y método de enseñanza… Era por demás cuestionable. La mayoría coincidía en que se le podía denominar una mezcla de Ludo Bagman y Gilderoy Lockhart. Su apariencia era decididamente llamativa, con el cabello verde lima y una cicatriz que atravesaba su mejilla izquierda. Pero lo que más resaltaba de él era esa clase de ideas.
-Profesor –como gurú en el área, Hermione llamó su atención-. ¿Realmente considera que esta es la mejor forma de combatir la enemistad entre Potter y Malfoy?
-Oh, ¡maravillosa pregunta! ¡Quince puntos para Gryffindor!
-Te apuesto que este tipo sería capaz de regalar puntos solo porque estornudaste –cuchicheó Parkinson a Zabini.
-La directora está muy preocupada por las constantes confrontaciones entre ustedes, caballeros –reprendió, con una enorme sonrisa-. Pidió mi asesoría para tratar la situación…
-Como que a McGonagall ya le está surgiendo su Dumbledore interior –comentó Tracy Davis, para deleite de sus colegas Slytherin.
-…y creo que este problema se debe a la escasa convivencia entre las diferentes casas. Y ustedes son especiales, jóvenes. La primera generación que acude aquí por octavo año. Por eso, preparé la torre central para ustedes. Los dormitorios estarán distribuidos en tres niveles y compartirán habitación solo con una persona. Yo mismo me di a la tarea de distribuirlos.
-Cuando creí que no se podía poner peor –murmuró Zabini.
-Ahora estamos en el primer nivel, dónde podrán convivir en zonas comunes como la sala, la cocina y una pequeña biblioteca.
-¿Cocina?
-Ah, señorita Brown, veo que está muy atenta. Efectivamente, a su izquierda encontrarán la cocina. Seguirán yendo al gran comedor, pero quise agregarla para cuando deseen un bocadillo nocturno. Ya, pueden dar las gracias.
-Hay muchas cosas que quisiera decir, pero "gracias" no es una de ellas.
-¿Cuál es tu problema Parkinson? ¡Estamos aquí por culpa de uno de los tuyos!
-Señor Goldstein, no distraiga a sus compañeros –los murmullos cesaron, pero los ánimos estaban caldeándose-. Como decía, ahora revelaré lo que todos esperan. ¡Descubrirán quien es su compañero! Veamos, en el nivel dos hay cuatro habitaciones, chicas a la izquierda y chicos a la derecha. Y tenemos a… Padma Patil y Pansy Parkinson –la Slytherin buscó a su nueva cohabitante, pero erró y terminó mirando con desprecio a Parvati-. Lavender Brown y Hannah Abbott. Ernie McMillan y Ron Weasley –el primero aceptó con un asentimiento, mientras que el Gryffindor comenzó a sospechar que tendría que elegir entre cometer suicidio u homicidio-. Por último, Theodore Nott y Neville Longbottom.
-¿Nadie estará en pareja con alguien de su misma casa?
-Ah, excelente observación, señorita Bones. Ese es el propósito. ¿No es emocionante?
-No –gesticuló Parkinson, comenzando a inquietarse.
-Para nada –apoyó Davis.
-¡Ahora el tercer nivel! Señoritas… Parvati Patil y Tracy Davis.
-¿Es la Ravenclaw o la otra? –inquirió.
-La otra –respondió Finch-Fletchley.
-Demonios.
-Susan Bones y Luna Lovegood.
-¿Lovegood? ¡Ella ni siquiera es de nuestro año! –reaccionó Malfoy, interviniendo por primera vez.
-Había un espacio disponible y me pareció divertido, así que me ofrecí voluntaria.
-¡Esa es una actitud admirable! ¡Quince puntos para Ravenclaw! –Parkinson tuvo que contenerse para no empezar a rodar por el piso de pura frustración-. Caballeros, su turno. Tenemos a Michael Corner y Justin Finch-Fletchley. Y a Blaise Zabini con Seamus Finnigan –con ese último nombramiento, ambos jóvenes se mostraron descontentos.
-Necesitaré mucho antídoto contra serpientes.
-Y yo un insecticida.
-Se estarán preguntando, ¿qué pasa con los que aún no he mencionado? Ustedes, chicos, tendrán el pent-house de esta maravillosa torre. A diferencia de los anteriores, este nivel sólo tiene tres habitaciones. La de la izquierda corresponde a las señoritas Hermione Granger y Daphne Greengrass –ninguna mostró emoción, pero fueron probablemente la primera dupla que no pensó de inmediato en asesinatos o bromas pesadas-. El cuarto a la derecha pertenece a Dean Thomas y Anthony Goldstein. Por último, la habitación del final…
-Querrá decir Troya –corrigió Parkinson.
-Le queda mejor Pompeya –aportó Davis.
-O Chernóbil –sugirió Zabini.
-…la compartirán los señores Harry Potter y Draco Malfoy. Bien, ¡adelante! ¡Bienvenidos a sus nuevos dormitorios!
-¡Bienvenidos a la era de la extinción! –Clamó Finnigan, extendiendo ambas manos con ademán dramático-. Población actual: veintidós. Las cosas pueden cambiar dentro de un par de días, así que aprovecho este momento para decir que fue un gusto conocerlos.
-Ahí lo tienes. Tu nuevo compañero de habitación –se burló Davis, dándole una palmada en la espalda a Zabini.
-Entonces… Si yo mato a Finnigan y Draco a Potter, ¿crees que me hagan compartir celda con él en Azkaban?
-No lo sé, pero te recomendaría que lo evites a toda costa.
-Sé que probablemente me arrepentiré, pero… ¿Por qué pelearon tú y Malfoy esta vez? –preguntó Hermione, mientras cambiaba los vendajes de las manos a su obstinado amigo.
-Apuesto a que fue por algo estúpido.
-Eso es obvio, Ron. Pero dados los resultados…
-Estábamos castigados después de clase de pociones –comenzó a explicar, concentrándose en no demostrar lo mucho que ardía la curación.
-¡No puede ser! ¿Tú y el hurón castigados?
-Ron…
-De acuerdo, sigue con ello.
-Empezamos a discutir, una cosa llevó a la otra y de pronto mi puño estaba en su nariz… -la chica suspiró, seguramente suplicándole a alguna deidad por una dotación extra de paciencia.
-Vaya forma de simplificar lo que pasó.
-¿Y los vendajes? ¿Por qué no los curó Pomfrey? –siguió Ron, mientras abría un paquete de grajeas.
-Parece que se hartó de nosotros. Dijo que hemos estado peleando mucho y que no volverá a "revertir hechizos, dar antídotos o curar heridas de ningún tipo". Nos tiró un botiquín muggle y nos cerró la puerta en la nariz –incluso la comprensiva Hermione sonrió ante esa historia.
-Es lo que vengo diciéndote, se están extralimitando. Nunca he estado de acuerdo con las confrontaciones, aunque en el pasado se podría decir que tenían un propósito. Ahora pelean por…
-¿Deporte?
-No iba a… De hecho sí, Ron. Eso es lo que parece –Harry se encogió un poco y ella fingió no notarlo, continuando con la limpieza de sus nudillos. Estaban casi en carne viva-. No sólo le haces daño a él, también a ti mismo.
-Es que es insoportable. Creerías que habría cambiado, pero es todo lo contrario. Lo detesto. Odio la forma en que mira a los demás y sus comentarios ofensivos. Es un cabrón que sólo sabe burlarse de todo y resoplar con desdén. Sería tan feliz hundiendo esa horrible nariz hasta el fondo de…
-¡Harry!
-¡Hermione!
-Oh, lo siento –en su afán por reprenderlo, había sujetado con demasiada fuerza sus manos heridas.
-Sólo ignóralo.
-No puedo.
-¿Al menos lo intentas?
-¡Claro que sí! –exclamó ultrajado-. ¡Pero es difícil ignorar a alguien que no deja de lanzar insultos y que intenta tocarte el culo para hacerte sentir incomodo! –las grajeas que Ron tenía en la boca salieron disparadas como proyectiles, una de ellas logró llegar hasta el lago, donde dibujó un par de ondas. Si no hubiera estado distraído por esa última revelación, probablemente lo habría celebrado a lo grande. Pero en ese preciso instante, estaba ocupado observando a su amigo con la boca abierta.
-¡¿Él hace eso?!
-Dijo que había sido un accidente. Pero por su sonrisa de psicópata puedo jurar que mentía.
-Demonios… Supongo que era cierto.
-¿De qué hablas, Ron?
-Bueno, durante el verano estuve ayudando a George. Y entonces corría un fuerte rumor de que él… Ya saben.
-¿Que ya sabemos? Sé que es un idiota de categoría suprema y que su mera existencia me provoca malestar. Explica un poco más, compañero.
-Creo que Ronald se refiere a que muchos opinan que Malfoy es homosexual –resumió ella, tratándolo de forma impersonal mientras terminaba de colocar las vendas.
-Quizás podrías tratar de averiguarlo.
-¿Por qué lo haría? Me importa una mierda lo que hace con su vida, sólo quiero que se mantenga lejos de mí.
-Un poco difícil, Harry. Esta noche empezarás a compartir habitación con él.
-Yo que tú, me iría con cuidado –recomendó Ron, empleando su sonrisa audaz-. No vaya a intentar seducirte por la noche.
-No es gracioso.
-Oye, no es mala idea. Podrías casarte con él, después que sufra un terrible accidente y te quedas con su fortuna.
-¡Ronald! –pese a amonestarlo, Hermione sonrió-. ¿Te imaginas? Creo que terminarían discutiendo al momento de decir los votos.
-Sigo aquí, chicos.
-Lo lamento, Harry. Pero tiene su gracia –se excusó, teniendo la decencia de parecer avergonzada. Ron, por su parte, siguió sonriendo y comentando posibles escenarios.
-Qué bien que te diviertas, pero eso jamás pasará. Preferiría escupir babosas antes que besar a ese bastardo.
-¡No me recuerdes eso!
-Tú empezaste.
-Ya, chicos –calmó, con un manotazo perezoso-. La verdad sí estoy un poco preocupada.
-Descuida, eso de matarlo mientras duerme fue una broma.
-Lo sé, Harry. Lo que pasa es que el profesor Greg tenía razón con algo que dijo. Hemos convivido muy pocas veces, en especial con los Slytherin. Y por la forma en que asignó los dormitorios… Malfoy y tú sólo serán una parte del problema.
-¿Crees que habrá un poco de caos?
-Me parece que será una verdadera batalla campal. Aunque espero sólo estar siendo pesimista.
No obstante, sólo pasarían un par de horas para que su augurio empezara a hacerse realidad.
-Lo odio. Odio su estúpida cara, su maldito cabello y sus ojos miopes. Me fastidia como camina, como habla y como respira. Te juro, Pans. Si Slughorn no llegaba en ese momento, lo habría matado.
-Según escuché, ibas perdiendo –la mirada envenenada de Draco no amedrentó a Blaise, que siguió sonriendo con malicia.
-Le arrancaría diente por diente y me haría un collar con ellos.
-Eso es asqueroso, Draco –estableció Pansy, haciendo una elegante mueca de aversión.
-¡Creyó que le había tocado el culo! ¡Yo! ¡Ese maldito cara rajada tendría suerte si alguien como yo le coqueteara!
-Ugh, ¿lo tocaste?
-Fue un accidente, Blaise –Pansy profirió una hermosa risa, que siempre precedía a un afilado comentario.
-¿Accidente? Vaya, yo creía que un accidente era derramar tu bebida o echar a perder tu poción. Veamos, Blaise, cuéntame un poco. ¿Cuántos traseros has tocado por accidente? –el aludido le regresó una brillante sonrisa.
-Oh, espera. Déjame sacar mi bitácora de accidentes con retaguardias. Dame un momento, siempre la confundo con la de accidentes con pechos –ambos se perdieron entre risas, ignorando a su amigo que cada vez asemejaba más a un caldero a punto de explotar.
-¡Al diablo los dos y sus chistes estúpidos!
-Merlín, Morgana y compañía, ¡qué carácter!
-Búrlate todo lo que quieras, Parkinson. Pero tú también compartirás habitación con una Gryffindor.
-En realidad no, querido. Ya pregunté y es la otra.
-Bueno… ¡Tu compañero es Finnigan! –señaló a su amigo, que se encogió con desinterés.
-¿Y eso qué? Le dejaré en claro quién manda y que no le conviene hacerse el listo. Pero me muero por ver cómo te va a ti con Potter.
-Lo voy a matar mientras duerme.
-Pero no hagan mucho escándalo, mi rutina de belleza incluye que duerma un mínimo de siete horas –pidió la chica.
-¿Y cómo planeas matarlo? ¿Te lo vas a tirar y luego te comerás su cabeza?
-No soy una maldita mantis, Blaise.
-¿No? Estimado, Salazar. ¡He vivido un engaño!
-Y el viejo ese… ¿Cómo se le ocurre algo así? Yo no puedo convivir con Potter. No lo tolero. Me molesta su presencia, todo de él. Esto será un infierno –despotricó, recorriendo la sala común de Slytherin, que técnicamente ya no era su sala común pero se negaban a abandonar como signo de rebeldía.
-Deberías ligártelo y sacarle provecho a la situación –sugirió su comprensivo amigo.
-Ni ebrio, ni drogado, ni moribundo. Potter es todo lo que detesto en un hombre. No tiene estilo, su cabello es un desastre, usa unas gafas horribles y su sonrisa es una tragedia.
-Demonios, vaya que lo has observado.
-Jódete.
-Tú nos tienes jodidos, cariño. Por tu culpa y la del idiota de Potter, ahora todos tendremos que convivir como los amiguitos alegres que no somos –Pansy podía ser una bruja superficial y de humor ligero, pero cuando lo regañaba no quedaba duda de su personalidad dominante-. Así que deja de quejarte y sentirte una víctima. Un comentario más y te pondré amortentia para que no estés feliz hasta que Potter te deje sin poder caminar tres semanas, ¿entendido?
-Tú no serías…
-Ya tienes la soga en el cuello, no la aprietes, Draco.
-¿Blaise?
-Sólo di que sí –Pansy alzó el mentón, ignorando los murmullos.
-¿Entendido?
-Sí, señora.
El anuncio oficial se efectuó durante la cena, atrayendo las miradas de los más jóvenes y provocando comentarios de los mayores, que suponían el motivo detrás de semejante decisión. Cuando hubo finalizado, el trío dorado de Gryffindor trató de pasar un rato en su vieja sala común, pero se encontraron con que la contraseña había sido cambiada.
-Lo siento, chicos. Tenemos órdenes de no compartirla con ustedes –informó Ginny, que parecía más asustada por la reacción de Hermione que por la de ellos.
-¡Esto es ridículo! ¡Somos los prefectos!
-Sobre eso… El profesor Greg dijo que los dejaba libres de sus responsabilidades y nombró nuevos prefectos.
-¡¿Qué?! –gritó, haciendo que todos los presentes dieran un paso atrás.
-Deberían ir a su torre, escuché que les darán algunos anuncios.
Hermione trotó hasta el lugar, donde efectivamente, ya se congregaban sus nuevos compañeros de dormitorios.
-Ah, ya estamos todos –exclamó el profesor-. Es momento de un par de indicaciones más. Ronald Weasley, Hermione Granger, Ernie McMillan, Hannah Abbott, Draco Malfoy, Pansy Parkinson, Anthony Goldstein y Padma Patil, ¡felicidades! Acaban de retirarse en su labor como prefectos –la castaña parecía al borde del colapso nervioso, consciente de que ya no tendría la misma autoridad para gritarle a sus compañeros-. A partir de hoy, dejan de ser los prefectos de sus respectivas casas. Y ya que tampoco vivirán ahí, decidí que la torre central también necesita sus representantes. Fue complicado, dado que la mayoría aquí son de Gryffindor...
-¡No puede poner a uno de ellos! –Saltó Malfoy, señalando a Neville, quien estaba más cerca de él-. Estaremos en desventaja.
-Cállate, Malfoy. Ustedes también son toda una colección de idiotas y nosotros no estamos…
-Señor Wesley, por favor. No quiero quitarle puntos a nadie.
-¿Qué resolvió entonces, profesor? –inquirió Hermione, con una sonrisa fingida que le provocó escalofríos a Harry.
-Necesitamos del carácter noble y conciliador de un Hufflepuff, por eso su prefecto será Justin Finch-Fletchley.
Ernie, que ya estaba sacando pecho, pareció desinflarse al oír el nombre. Algunos compartieron miradas de desconcierto. Se conocían lo suficiente para saber que él en particular siempre era propenso a olvidarse de las tareas y llegar tarde a la mayoría de clases que compartían.
-Por otro lado, necesitamos de la sabiduría y capacidad de liderazgo de un Ravenclaw. Así que su prefecta será Luna Lovegood.
-Oh, piadoso Merlín –exclamó Parkinson, quien de pronto también parecía a punto de desvanecerse.
-¿Estamos de acuerdo en que esta es la peor idea que ha tenido? Y eso que hoy se anotó una buena racha –comentó Tracy Davis.
Harry quería muchísimo a su amiga y jamás habría apoyado a un Slytherin, pero debía admitir que en el fondo de su corazón, estaba de acuerdo con ellas.
-Además de eso…
-¿Hay más? –lloriqueó Parkinson.
-Como algunos ya saben, no podrán tener las contraseñas de sus antiguas salas comunes. Es sencillo, este proyecto requiere que compartan tiempo, así que no las necesitan. Hagan suyo este lugar, ¡decoren! ¡Jueguen juntos! Estoy seguro de que se divertirán mucho –el entusiasta profesor recibió veintidós miradas de incredulidad y su buena dosis de condescendencia-. Eso es todo por hoy. Sus cosas están en los dormitorios, así que vayan e instálense. ¡Buenas noches!
-No sé ustedes, pero yo no tengo muchas ganas de ir a mi habitación –dijo Ron, quien acababa de declinar la invitación de Ernie para ir a inspeccionar su nuevo dormitorio.
-La verdad tengo un poco de curiosidad –confesó Hermione-. Quiero poner mis cosas en orden y leer un rato. ¿Vienes, Harry?
-Puedes asegurarlo. No quiero que ese rubio imbécil esté a solas con mis cosas, quién sabe lo que podría estar tramando.
-No seas tan paranoico.
-¿No viste la forma en que me sonrió antes de subir las escaleras?
-Lo imaginaste –rechazó, mientras dejaban atrás el segundo nivel. Al menos no se escuchaban confrontaciones todavía.
-¿Conoces algún hechizo para poner en mi cama y que me proteja mientras duermo?
-Harry, estás exagerando.
-¿Pero lo conoces?
-Salvio hexia –cedió, luciendo un poco cansada de los temores de Harry.
-Gracias. Suerte con Greengrass –dijo, cuando estuvieron frente a la habitación de la chica.
-Buenas noches, Harry.
Tomó el pomo de la puerta, sintiendo que estaba abriendo la entrada al tártaro. Definitivamente no exageraba, porque apenas puso un pie en el lugar algo pasó zumbando junto a su oído y se clavó en la puerta a su lado.
-¿Qué demonios crees que haces, Malfoy?
-Se llama "jugar a los dardos". ¿No escuchaste al viejo ese? Dijo "jueguen, diviértanse".
-¡Podrías haber quebrado mis gafas! –señaló, empezando a perder los estribos.
-Y le estaría haciendo un favor a la humanidad –murmuró el tarado inconsciente.
-¡Podrías haberme dejado ciego!
-¿Más de lo que estás? Difícilmente –Harry desistió del debate verbal y se desquitó arrancando el tablero y lanzándole un silencioso Reducto.
-¿Qué…? ¡Era mi tablero!
-¡No puedes poner nada en la puerta sin preguntarme!
-¡Basta con quitarlo! ¡Troglodita del demonio!
-Seguro que tienes dinero de sobra para comprar quinientos más, así que no me jodas con eso –repasó la habitación en ese instante, sintiendo que era demasiado pequeña. O quizás era porque se había acostumbrado al amplio dormitorio circular.
Había una cama en cada esquina, más grande que la de la torre de Gryffindor, aunque no tenía cortinas. El pasillo entre ambas era lo suficientemente amplio y los baúles yacían frente a las camas. También tenían dos escritorios, pegados a la pared de la puerta. Pese a esas comodidades inesperadas, estaba demasiado furioso para admitir que parecía un lugar agradable.
-Será mejor que cada quien permanezca en su lado. Quedémonos con las camas según como colocaron los baúles.
-No quiero, prefiero la derecha.
-¡Las camas son iguales!
-¡La puerta que conecta al baño está a la derecha! –reclamó, señalándola.
-Oh, por… ¡Claro que podrás pasar al baño!
-No me fío de ti.
-Ah, qué casualidad. Yo tampoco confío en ti –declaró, dejándose caer en la cama de la derecha para establecer su propiedad.
-Esto es tu culpa. Si pudieras controlar tus impulsos cavernícolas, no nos habrían castigado y no estaríamos aquí.
-¿Mi culpa? ¡Eres tú quien siempre se las arregla para discutir! –Malfoy lanzó uno de sus irritantes resoplidos.
-Me das migraña, Potter. Si no fueras tan irracional, tal vez…
-¿Yo soy irracional? ¡Me atacaste con un maldito dardo! –el Slytherin sonrió, presumiendo su vileza.
-Debiste tocar antes de entrar.
-¡Es mi jodida habitación! ¿Por qué tendría que hacerlo?
-¡¿Qué tal si estaba desnudo?! –Harry sonrió, desatando sus agujetas.
-¿Y eso qué? Tengo lo mismo que tú, sólo que más grande.
-¡Vete al diablo, cuatro-ojos de mierda!
Los epítetos, floridos e ingeniosos, siguieron resonando por un rato más. Mientras tanto, en otra habitación de ese pasillo, dos chicas se las arreglaban para leer a pesar de los gritos.
-¿Te interrumpo, Granger?
-Aunque no lo creas, esa discusión me distrae más, Greengrass –la Slytherin se permitió una leve sonrisa.
-Entonces… ¿Crees que sigan con eso mucho tiempo?
-Es probable. Si no se van a los golpes primero –pareció ser una aseveración profética, porque justo en ese momento se escuchó un golpe sordo en la pared.
-¡¿Me acabas de tirar un zapato?! ¡Esto no se quedará así, Potter!
-Ya veo. Bueno, que disfrutes tu lectura.
-Tú también, Greengrass.
Hermione se dejó envolver por su libro sobre encantamientos, admitiendo que tal vez había salido bien librada con esa compañera.
Casi no había dormido. Sus ojos ardían y sentía la garganta reseca. Había discutido con el imbécil de Potter en la madrugada, cuando intentó ir al baño y un escudo mágico le dio una descarga. Le habría gritado a viva voz, pero ese incidente casi lo hizo orinarse en los pantalones y eso hubiera sido una humillación irremediable. Por eso había madrugado, acudió a la ducha primero y preparó su siguiente movimiento. Ese día, el marcador se pondría a su favor.
Potter regresó a la habitación, secándose sus nefastos cabellos y haciendo bizcos. Lo vio arreglarse la corbata y ponerse el suéter. Entonces empezó la parte divertida. El idiota rebuscó en su mesa de noche, en su cama, en su baúl e incluso en el suelo. Parecía que se negaba a dirigirle la palabra y cuando volteó hacia él tenía una ira fría en la mirada.
-¿Dónde las pusiste?
-¿Umm? Se dice "buenos días". ¿Acaso dormiste conmigo?
-Buenos días, asqueroso animal –masculló-. ¿Dónde pusiste mis gafas?
-No sé de qué hablas –pero estaba seguro de que su sonrisa presuntuosa lo delataba.
-Claro que sabes. Dímelo.
-¿O qué?
-No empieces, Malfoy.
-Yo no lo sé. Quizás el hada del mal gusto apareció y te los robó –sugirió, regodeándose con la mirada colérica del Gryffindor.
-Tenemos que ir a desayunar en diez minutos. Dámelos.
-No los tengo yo.
-Malfoy… -dio un paso más, quizás pensando que lucía amenazante. Desde su posición en la cama, sólo le pareció un cervatillo cegado por una linterna.
-O puede que se hayan cansado de tener que adornar tu repugnante rostro y se tiraron por la ventana. No los culpo, ¿quién soportaría tanto sufrimiento? –sugirió, mostrándose afligido por los lentes.
-¿Los tiraste por la ventana?
-Depende. ¿Vas a saltar por ella si digo que sí?
-¿Qué hiciste con ellos? –insistió. En su mente, Draco sabía que había comenzado el conteo.
-Creo que no has buscado bien.
-Si los quebraste o los hechizaste de alguna forma, te juro que…
-¿Qué? –Potter suspiró, masajeándose el cuello. Desafortunadamente, el movimiento provocó que viera hacia el techo enconado. Entonces entrecerró los ojos, concentrándose.
-Cabrón. ¿Acaso mis lentes se pegaron solos al techo?
-Bueno, esperaba que te tardaras más –se lamentó, viendo como el mugroso bajaba sus lentes, los limpiaba y se los ponía-. Será para la próxima.
-Sólo una cosa más, Malfoy.
-¿Ahora qué quieres?
-¡Expelliarmus! –sintió como su varita abandonaba el brazalete donde siempre la cargaba, entonces como una mofa a su descuido, Potter lanzó un segundo hechizo usando su varita. El efecto lo derribó de inmediato, cuando intentó enfrentarse al imbécil y sus piernas de goma lo hicieron caer de frente-. Buena suerte llegando temprano a clase, idiota. Y encontrando tu varita.
-¡Potter! ¡No te atrevas!
-No estás en posición de reclamar, sabes.
-¡Estás muy jodido si piensas que te voy a suplicar! –el cara-rajada inepto sonrió, guardándose ambas varitas.
-Claro que no, eso es demasiado indigno para un Malfoy, ¿verdad? Tampoco me interesa. De hecho, me hace feliz. Podré tener toda una mañana libre de tu irritante presencia. Hasta luego, compañero. O quizás no –le dedicó una enorme sonrisa antes de salir.
Ese malnacido tendría que empezar a cuidarse, porque su venganza llegaría. No de inmediato, porque tenía que arrastrarse por ayuda y recuperar su varita… Pero se vengaría. Draco Lucius Malfoy no sería derrotado de forma tan simplona.
Y así fue como empezó el segundo día en los nuevos dormitorios. Con un Harry Potter asegurando que su compañero salió desde temprano y un Draco Malfoy despotricando contra él y toda su ascendencia.
Notas finales: los epítetos floridos han sido lo más difícil de esta historia, jaja. He tenido que ser muy creativa, realmente. Además, la narrativa es diferente a lo que acostumbro, pero terminó gustandome la libertad que me daba para llevar los eventos. También es la primera vez que recupero su relación del canon, quizás elevada a la tercera potencia, pero fue muy divertido. En fin, como ya es usual, publicaré cada viernes. El fic tendrá 20 y tantos capítulos, de los que ya tengo 17 escritos, así que no los dejaré sin actualización. Con eso dicho, será hasta la otra semana.
En el capítulo 2: la pelea por la sobrevivencia.
Allyselle
