Negro
Pareja: Sing Soo-Ling/Eiji Okumura.
Resumen: Lo primero que ve al abrir los ojos es negro.
Notas: Este es el primer fic de Banana Fish que alguna vez escribí, está repleto de Spoilers a mas no poder (Pero son casi indetectables), por otro lado, nunca, nunca en esta vida podre dejar de pensar que Sing Soo Ling se enamoró de Eiji al final. Ah, esto tiene unos pequeños Spoilers de Yasha, también. lol
Lo primero que ve al abrir los ojos es negro.
Negro resbalándose descuidadamente por los hombros de Eiji, negro en los ojos preocupados que lo observan en la penumbra de la habitación. Sing recuerda que su rostro está ardiendo, y que su pensamiento es difuso, viscoso como la goma calcinada.
Cierra los ojos con suficiente fuerza como para sentir el tirón en el parpado, y la punzada certera en alguna parte de la garganta. Un gimoteo que se queda atrapado en su faringe y se desvanece en un gruñido ronco cuando la mano de Eiji pasa por su frente.
—Tienes fiebre, Sing —dice—. Deberías descansar más.
Esas son palabras cálidas. Palabras que sonarían brillantes si no tuviera el trabajo que tiene, si no llevara la vida que lleva, si su nombre fuera otro nombre, serian bienvenidas.
Si su nombre fuera otro nombre, no se sentiría culpable al abrir los ojos.
Porque él está ahí. Por el rabillo del ojo con una mueca de suficiencia en los labios, y una ceja que le recrimina arqueada en un ángulo desfasado. Es la cara de alguien que sabe, porque él estuvo en ese mismo lugar que ahora ocupa y le queda grande... Sin embargo, cuando sus ojos se enfocan nuevamente, al frente esta Eiji.
Ah, no puede ser cierto. Murmura su mente, él también está, yo, ahora, también estoy…
Cabello, alborotado, lentes resbalando, ojos preocupados y la mano cálida en su mejilla.
Frunce el ceño, no sabe si lo hace por cuenta propia; o si es su cuerpo luchado contra la enfermedad, pero puede verlo. El brillo inocente en los ojos de Eiji, el pequeño giro en la cabeza, y es tan cómodo que relaja sus manos, siente el borde de la herida que dejaron sus uñas en la carne. Y por un momento la culpa se disipa, su cuerpo no es tan pesado como antes, libre de años, libre de rojo, libre del peso de su nombre, libre de los miembros largos que son ahora; una tortura a comparación del tiempo que los ha arrollado.
Cuando sus dedos se estiran para deslizarse por el largo cabello de Eiji…
.
—¿Señor, sucede algo?
Lo primero que ve al abrir los ojos es negro.
El techo del auto alquilado, la mano en la barbilla y el peso familiar de la condescendencia. A su izquierda el paisaje se desdibuja rápidamente, a su derecha su subordinado lo mira con sinuosa curiosidad.
—Es solo… —elabora—. Hay otro Adonis.
—¿Eh? —Xiao-Ying mueve la cabeza de lado a lado, completamente confundido.
—Los Adonis están hechos para ser evitados a toda costa.
Y la imagen corre por su cabeza como un tornado porque puede verlo nuevamente, puede verlo al girar la cabeza mientras el auto cruza por la intersección, el brillo dorado, y el verde en contraste, cierra los ojos y masculla.
—No son nada más que Problemas.
Pero Xiao-Ying no lo entiende, y Sing está de acuerdo.
No es cosa suya para saber.
