Es la primera vez que cuelgo algo en esta plataforma. Así que pido disculpas por si algo que hecho mal. La historia no es mía, se trata de una traducción del fic francés Les fleurs du Mal escrito estupendamente por Sedgie.
Y ni que decir tiene que todos los personajes no nos pertenecen a ninguna de las dos, son propiedad de ABC o Disney, no sé exactamente.
Se trata de un fic largo e intenso. Intentaré traducir dos o tres capítulos a la semana, pero todo va a depender de lo laida que esté, y por supuesto de vuestro interés. Así que no duden en comentar. Y sin más, buena lectura. Estos dos primeros capítulos son, digamos, que una puesta en escena, lo interesante aparecerá en los siguientes.
Las flores del Mal
Déjà vu
Aquello tenía un gusto a déjà vu. En verdad, era más que eso…Era una repetición de los hechos ocurridos hace ya algunos años… tres años.
Solo, en el autobús, hojeaba una y otra vez ese libro que había cambiado su vida, ese libro que había cambiado todo. Nadie en el autobús podría creer lo que él había vivido en esos tres últimos años, nadie estaría demasiado loco como para creerlo.
Por eso, en silencio, hojeaba cada página, intentando leer entre líneas, de descifrar cada ilustración para intentar comprender lo que pasaba en su vida desde hace ya un año.
Después desvía su mirada hacia el paisaje que desfilaba ante él: edificios, parques… Esto contrastaba radicalmente con el paisaje de Boston. Lanza una mirada a su reloj: había salido ya hace más de cinco horas, su madre probablemente estaría en el apartamento paseándose de arriba abajo, jurando que él se iba a ganar la bronca del siglo. Nada más pensar en ello, el muchacho tiembla.
Cierra su libro, lo mete en su mochila en las cercanías de la estación. Una vez fuera del autobús, echa una ojeada a un mapa de la ciudad. Saca de su bolsillo un pequeño trozo de papel sobre el que estaba escrita una dirección. Se muerde los labios: Washington era una ciudad inmensa…. Decide entonces llamar a un taxi.
« ¿Está libre?»
Como única respuesta, el chofer le sonríe y le abre la puerta trasera «¿Dónde vamos?»
Henry le da el pequeño trozo de papel, el chofer echa una corta mirada antes de arrancar. Henry, satisfecho, se deja llevar por sus pensamientos: un año…. Cuán largo y penoso había sido ese tiempo. Tantas cosas habían pasado en Storybrooke, tantas cosas habían cambiado, y no todas para mejor.
Esto le había llevado dos meses de investigación antes de llegar hasta aquí, y él sabía, por haberlo hecho ya en otra ocasión, que no regresaría solo de esta ciudad. Su teléfono suena, Henry lanza una ojeada a la pantalla y gesticula al ver la palabra «Mamá». Apaga sin responder. «¿Algún problema, muchacho?», dice el chofer que había visto, más veces de las que debería, a niños que se fugaban.
«No, no, todo va bien»
El chofer no buscó ir más lejos y continuó su camino mientras que Henry guardaba su teléfono. Al cabo de 20 minutos, llegaron a un barrio residencial, de alto standing. El taxi se para delante de una bella mansión que a Henry le parece familiar. Agradece al chofer dándole lo poco que había ahorrado durante estos últimos meses. El chofer refunfuña por una pretendida propina que podría haberse llevado, pero Henry no se ofende, su atención está completamente puesta en la mansión que estaba ante él.
El taxi se alejó y Henry se encontró solo en la acera. Se toma un tiempo antes de decidirse a abrir la cancela y atravesar el camino que lleva hasta una robusta puerta esculpida en madera. Mete el trozo de papel en su bolsillo, lanza una ojeada a su reloj: si ella trabajaba, debería haber regresado hace un momento…
Inspira antes de tocar el timbre, una vez, dos veces. Algunos segundos de silencio antes de escuchar un sonido de tacón sobre el parqué. Se endereza cuando la puerta se abre para dejar ver…
«¿Hen…Henry?»
« Buenos días, mamá»
El diamante había sido neutralizado, Tamara muerta en la batalla a manos del propio Neal, y Greg había huido como el cobarde que era. Las cosas se arreglaban a pesar de la espada de Damocles que planeaba sobre su cabeza: con Greg desaparecido, era evidente para todos que él pondría en alerta en un breve plazo de tiempo a la Home Office y las cosas empeorarían.
Pero, sin embargo, dos semanas más tarde, aún nada. Los habitantes habían emprendido la reconstrucción del pueblo, de sus vidas. Gracias a Hook, una última judía había sido conservada y, en lugar de utilizarla, Snow et David habían decidido confiársela a Anton para que él pudiera volver a hacer crecer un campo entero. En efecto, era evidente para la pareja principesca que la cuestión de volver a casa esa demasiado débil en tanto ese «a casa» era todavía una noción abstracta para muchos, incluida Emma.
Pero no deseando estropear su única y exclusiva oportunidad, habían preferido multiplicarla para asegurarse, en todo caso, múltiples viajes. Rumple había lanzado un poderoso hechizo de protección para poner a favor todas las oportunidades.
Transcurrieron los días, y rápido, la vida retomó su curso. Henry iba y venía de una familia a otra, de una mamá a otra, David supervisaba el crecimiento de las judías con Anton mientras que Snow había retomado su puesto en la escuela una vez que esta hubo sido reconstruida.
Emma había retomado su puesto de sheriff y Regina, el de alcaldesa, al menos en apariencia: los habitantes, a pesar de los esfuerzos de la joven mujer, estaban algo escaldados y aún desconfiaban. A pesar de todo, Regina, gracias a los esfuerzos de Emma y de Henry, se siente cada vez más parte de la familia.
Pero una tarde, mientras que una tormenta estaba en su apogeo, las cosas cambiaron. Regina hizo rápidamente su maleta, cogió algunos objetos personales, papeles y objetos preciosos y se hundió en su coche. Su corazón latía hasta el punto de dolerle y las lágrimas resbalaban por sus mejillas, y a pesar del tiempo que hacía, condujo sin parare hasta atravesar la frontera del pueblo.
Condujo y condujo, sin destino preciso. No se paró sino cuando el tanque estuvo vacío. Es en ese momento en que se dio cuenta de que estaba llegando a Nueva York. Considerando que todavía estaba demasiado cerca, abandonó su coche, camino hacia una parada y se subió en el primer autobús que se paró. Se durmió y cuatro horas más tarde se despertó encontrándose con su nueva ciudad: Washington DC.
Suspiró, entonces, «Sea»
Delante de él, Regina, totalmente asombrada de ver a su hijo aquí. No supo qué decir y no pudo más que permanecer de pie cuando este último se invitó a entrar en la casa. Él inspeccionó con su mirada cada habitación, satisfecho de ver que su madre conservaba aún su gusto por el lujo.
«Henry pero… ¿qué haces tú aquí?»
Él se dio entonces la vuelta y le sonrió «He venido a buscarte»
«Pe…¿perdón?»
«Sí. Dí, ¿tendrías algo para beber? ¿Dónde está la cocina?»
Entonces él entra en una estancia, Regina lo sigue «Por allí», le dice ella mostrándole la estancia contigua. Henry se sienta en una silla alta, apoyando los codos sobre la barra y Regina le sirve un zumo de frutas. «Dime que Emma sabe que tú estás aquí» dice ella con un tono cansado.
«Huh huh… Si ella lo supiera, nunca me hubiera dejado marchar»
«¡Dios mío, debe estar desesperada!»
«Sí….», dice él sin demasiada convicción
«Yo lo estaba cuando tú te marchaste a Boston. Por otra parte… ¿Cómo has llegado hasta aquí?»
«En autobús»
«No, quiero decir que cómo has conseguido mi dirección»
«Oh, fácil: he pagado a un detective privado»
«¡Qué!»
«Sí, por Internet. Él te ha buscado por mí y cuando te ha encontrado, he venido»
«…»
«¿Estás…estás enfadada?»
«Henry, ¡es terriblemente peligroso lo que has hecho! Emma debe estar muerta de preocupación. Voy a llamarla para que venga a buscarte lo más pronto posible»
«¡No!» chilla, haciendo sobresaltar a la joven mujer
«¿Henry?»
«No, no hagas eso... Mamá…ella…no está bien, ella no podrá hacer el viaje»
«¿Qué… nada grave? ¿Henry?»
«Prometí no hablar, pero tú no sabes… Hace ya dos meses… Mamá…Ella se quedó embarazada»
«Oh…»
«Algunos meses después de tu ida, Neal quiso tener un bebé…Y ella se quedó embarazada algo más tarde. Pero hace dos meses, ella sangró… Ella se desmayó y los médicos… Los médicos dijeron que ella había tenido un aborto» Regina frunce las cejas, imaginando muy bien el dolor de perder un hijo. No supo qué decir. «Desde entonces, ella está…rara. Los médicos dijeron que había sido todo muy duro y que ella ya no podría tener hijos. Y desde entonces, la cosa no va demasiado bien con Neal»
«¿De verdad?»
«Sí… Él se ha marchado a Nueva York para arreglar uno asuntos personales. Va a estar ahí durante una semana, es por eso que he venido durante su ausencia, porque si no, él está todo el tiempo a mis espaldas»
Regina se da cuenta de que el momento en que su hijo comenzó a buscarla coincidía con el momento en que Emma había tenido el aborto.
«…»
«Por favor, llévame»
«¿Por qué, Henry? ¿Por qué has venido a buscarme?»
«Porque desde que te fuiste, ya nada es igual allí. Las judías han crecido bien, hay cerca de cincuenta plantas y… abuelo querría probarlas»
Entonces Regina comprende: Henry no quería irse sin ella. Ella sonríe y le desordena los cabellos.
«No será más que una ida y vuelta, ¿ok? Y no quiero…»
Ella fue interrumpida por un ruido proveniente del salón. Henry se da la vuelta y ve un pequeño aparato blanco sobre la mesa baja. El frunce las cejas «¿Eso es…?», pero el sonido que sale del aparato le da la respuesta antes de que Regina abra la boca: un balbuceo de bebé se oye, después algunos lloros.
Sin una palabra, Regina se dirige a una habitación, seguida de cerca por un Henry suspicaz. Cuando él ve la habitación, se queda parado viendo a Regina inclinándose sobre una pequeña cama con barrotes y atrapar en sus brazos un bebé de algunos meses.
Regina ya estaba instalada desde hace algunos meses en Washington. Había cambiado los fastos de su oficina por las cocinas de un gran restaurante. Sus facilidades le habían abierto las puertas de un reputado restaurante y hoy ella podía jactarse de ser uno de los chefs.
Pero desde hace algunas semanas, Regina no se encontraba bien: nauseas, aturdimientos, poco apetito. Poco dada a ir al médico, su jefe sin embargo la había obligado y he aquí, en este momento, que se encuentra en la consulta de una doctora cuyo cabello, que oscilaba entre el rojo y el ciruela, no dejaba de atraer su atención.
«Bien, Miss Mills. Tenemos los resultados de sus análisis»
Regina, sentada junto a la mesa, trituraba nerviosamente sus dedos. «Entonces, ¿estoy enferma?»
«Nada grave, se lo aseguro»
«Oh…¿Tiene cura?»
«En efecto, pero no antes de cinco meses»
«Cinco meses, pero…»
«Está usted embarazada» Un enorme peso cayó sobre los hombros de la hermosa morena, le faltaron las palabras, incluso la respiración, ella palideció, sintiendo que una ola de escalofríos la invadía. «Miss Milss, ¿se encuentra bien?»
«¿Yo…embarazada? Pero es imposible… ¿De cuánto?»
«Ese es el punto que me gustaría abordar con usted»
«¿Hay algún problema con el embarazo?»
«En verdad, sí. Ha hecho una negación de embarazo»
«¿Una negación?»
«Regina.. Está embaraza de más de cuatro meses…»
«Yo… creo que necesito una copa…» balbucea Regina
«En este momento, ni hablar»
«…»
«¿El padre?»
«Él… no hay padre» dice Regina tocándose el vientre. «Yo… apenas he cogido peso…¿Cómo?».
«Usted no pensaba quedarse embarazada, su mente se posiciona sobre el físico que no da muestras de lo que el cuerpo está viviendo, sino de lo que usted piensa»
«Estoy embarazada…»
«Y la ecografía puede mostrarnos enseguida el sexo del bebé…»
«…»
«Regina…Debo hacerle una pregunta,…¿Desea quedarse con el bebé?»
La joven mujer se endereza, desorientada. Si ella hubiera sabido que un día le harían una pregunta como esa…Mamá…Por supuesto ella lo había sido antes gracias a Henry. Pero la legalidad había sido dada de lado por la genética.
Hoy, ella llevaba vida en ella…Quizás ella no se lo imaginaba así, en este contexto…Pero, ¿tenía ella el derecho de quitar la vida a este bebé que no había pedido nada?
«¿Regina?»
«¿Es…es un bebé?» Por toda respuesta, ella se giró hacia Henry y él pudo ver la mirada de amor que la joven mujer daba al bebé que tenía en sus brazos. Un pinchazo de celos más tarde, el tragó «¿Es…es tuyo?»
Evidentemente él se arrepintió de esa pregunta nada más haberla pronunciado, sabiendo que acababa de herir intencionalmente a su madre.
«Sí, es mío. Yo soy su madre biológica» dice ella sin una pizca de cólera o rencor, al contrario. En el momento en que posa sus ojos sobre la pequeña cosa que tiene en sus brazos, sonríe amorosamente.
«Es…»
«Una niña. Ella se llama Olivia»
«¿ Y el padre, está aquí?»
Regina pierde, entonces, su sonrisa y aprieta aún más a la pequeña «Él ya no está»
«Oh…» Entonces él se acerca y estira el cuello para ver al bebé, sonríe «Ella se te parece»
«Es tu hermana» añade Regina
«Mamá, por favor, regresa conmigo»
Regina suspira «Muy bien. Pero es tarde. Dormirás aquí, partiremos mañana por la mañana. Voy a llamar a Emma para decirle dónde estás»
«No, ella se va a preocupar y va a querer venir»
«…»
Una vez llegada la noche, Regina llama a Emma. La llamada fue breve y eficaz: Regina había tranquilizado a Emma diciéndole que Henry estaba con ella, estaba bien y seguro, y que al día siguiente lo acompañaría. Regina no lo demostró, pero escuchar la voz de Emma la devuelve un año atrás, la devuelve a Storybrooke. Ella siente escalofríos ante la idea de volver a ver a todos sus habitantes, ese pueblo, sus calles, sus comercios… Había rehecho mal que bien su vida aquí y no estaba preparada para sumergirse en su pasado, no tan rápido, no de esa manera.
« A la cama. Dormirás en la habitación de Olivia»
Condujo a los dos niños a la habitación y coloca cuidadosamente a la pequeña en su cama. Después despliega el canapé para él. De forma mecánica, lo tapa como tenía la costumbre de hacerlo años antes, aunque ahora ya tenía catorce años.
«Gracias»
«Buenas noches»
«Buenas noches también para ti»
Henry le sonríe, y apenas se cierra la puerta, se levanta para mirar al bebé dormido. Piensa que el viaje y el regreso van a ser interesantes.
