PREDILECTION

Prologo: ¿Quién?

Tengo una oscura predilección por tus labios, por la forma en que tu cuerpo se curvea al recibirme en tu interior. El deseo que se consuma, que aflora.

Tengo una sádica predilección por la mirada de tus esmeraldas, por sumergirme en ellas, pesé al rechazo con el que pretendes alejarme y que no hace más que envolverme con más fuerza, arrastrarme con firmeza hacía ti.

Tengo una caníbal predilección por el rojo de tus mejillas, que como frutas maduras, manzanas del Edén, del árbol prohibido de la pasión pura, me incitan a pecar, ¿y quien soy yo, para negarme al veneno adictivo con el que me seducen a caer rendido a tu devastador hechizo?

Nací para traicionar, y está vez me traicionaré a mi mismo al caer en tus redes. Así que preparo mis labios, para recibir tu mortífera dosis, la que me esclavice a ti. Siento predilección por la estupidez, y aunque me lo han advertido, que al amor es la más grande estupidez que uno puede cometer, heme aquí, soy tu estúpido. No seamos entonces de los que se reúnen una y otra vez sobre teorías sin sentido, y concédeme este baile, el primero y el último para ambos.

Fuiste mi Romeo y mi Julieta, en una historia de amor que el mundo ha olvidado, o que ha desconocido eternamente. Tu fuiste un ángel, yo un demonio. Tu Ying, yo Yang. Y desde el inicio y hasta el final de los tiempos, siento predilección, por ti… porque te amo, y este amor reta al cielo, y reta al infierno.

Ángeles y demonios, Dios y Satán, los haré trizas. Desgarraré sus alas y sus tronos, arrancaré con mis dientes sus intestinos, y teñiré de rojo el amanecer, si siguen intentando alejarme de él, de Hayato.

Italia

Llovía. Era de lo único que estaba seguro, de que la lluvia le golpeaba la piel desnuda, helando el fluir de su sangre, haciendo a su cuerpo, de rodillas y recargado en la pared, titiritar para producir el calor necesario para subsistir en la temperatura, anormalmente baja, de una lluviosa noche de primavera. El termómetro marcaba 2°C, y todos culpaban a la contaminación y sus susodichas consecuencias, de una noche tan fríamente perfecta, en el que el cielo despejado de contaminantes por el agua que chapoteaba en el suelo con pacitos delicados de bailarina de ballet, daba paso a una luna gigante y el mar de estrellas.

Nadie pensaba, que la noche era fría porque se mostraba indolente a su historia, la historia del ángel sin alas, que en la esquina de un callejón, entre los contenedores de basura, de pestilentes bolsas cuyos ácidos jugos formaban charcos verdosos en el pavimento descuidado entre dos edificaciones, no buscaba ni refugio de la lluvia, o resguardo para su desnudes. El ángel buscaba despertar, para vivir el calvario eterno al que fue confinado con la primera letra de "eternidad".

Una sirena suena en la lejanía de las torres de metal, en la vía de sus entrañas. El ángel se mueve. No. No ha sido la sirena lo que lo ha comenzado a despertar, o las luces de sus estrobos impactando en la noche. El ángel empieza a despertar, porque es hora.

Sus labios se mueven. Boquea como un pez. El hedor de la basura le produce arcadas, y el aire que jala, asqueroso y penetrante, lo hace caer aun lado. La bilis le sube por la garganta, se le escurre por la lengua y baña su paladar. Se apoya en una mano para incorporarse. Saliva con las nauseas empujando el nulo contenido de su estomago hacía afuera. Y tras hacerlo, se siente mejor, rodeado por las gotas de lluvia que le limpian.

-¿D-donde…? –Intenta hablar, no hay nadie que lo escuche. Sus palabras son fangosas, y le invitan a volver el estomago de nuevo. Así que calla. Es mejor no hablar.

El frio le atenaza, los grados le engarrotan los músculos. Se abraza así mismo. Se siente débil, lo suficiente como para ni siquiera poderse preguntar donde está o donde ha estado, como es que llegó ahí y como o a donde va a ir. Se sabe mortal, es todo, y es lo que mas terror de le produce. La mortalidad, así como la inmortalidad, son cargas pesadas y atroces, monstruos que como los de los cuentos, asechan detrás de las puertas, en los armarios, debajo de la cama e incluso entre las sabanas.

Su cuerpo empieza a reaccionar a su entorno. El frio y el tufo hacen que su cuerpo tenga pequeñas convulsiones que vaticinan el ascender de nuevo de la bilis. Intenta contenerse. Busca, con la mirada empañada un sitio bajo el cual yacer, alejarse de ahí. No hay nada. Solo desolación. Se muerde los labios, se da cuenta de que está temblando. Tiene miedo. Ante los ojos del mundo, es solo un chiquillo de 15 años. Antes los ojos de las bestias que ya han reparado en su hermosa presencia, es liebre desvalida que ha de saciar su mas bajos instintos.

Japón

Sueño. ¿Qué sueño? Sueño que mis brazos se desprenden de mi cuerpo, y toman impulso para protegerlo. Proteger… ¿proteger a quien? ¿A quien más va a ser? A un ángel de hermosos ojos esmeralda, con la piel blanca, casi como el papel, y los cabellos grisáceos.

Conozco a ese ángel, lo conozco perfectamente. Solo con verlo dibujado en mis sueños, con los contornos imprecisos, sé quien es, porque estaba ahí, pero ese conocimiento era tan mio como ajeno, un saber similar al del bebé que nace sabiendo nadar. Es algo que esta ahí, que acompaña las raíces mas profundas del ser, y que a la vez, es ajeno a al resto del árbol, a los ojos de un pintor que plasma el tronco y su follaje.

Abrí los ojos al nuevo día. Los rayos del sol se filtraban por las cortinas, iluminando el techo de la habitación. Quise moverme, girarme para apagar el despertador. Entonces me di cuenta de dos cosas: el despertador aun no sonaba, y mis brazos dolían, los sentía pesados y adormecidos, hormigueantes.

¿Qué era? Sábado… tal vez.

Mi mente estaba perdida, dentro del cráneo en el que habitaba desde mi nacimiento, era extraño, y también se sentía fantástico, similar al cansancio después de un partido de baseball, a ganar un combate de kendo y el entumecimiento de las manos que llega al soltar la empuñadura de la espada de madera, centrándose en la euforia de la victoria. Lo había protegido, lo había encontrado, y eso era lo que importaba, ¿no es así? Al menos en aquel sueño que rozaba la realidad con una apremiante y opresora fuerza que intentaba opacar la sonrisa dibujada en mis labios, pese al malestar de mis brazos, así había sido.

Pasaron los minutos, acompañados de la silueta perfecta del ángel. Volví a ver la forma curveada de sus muslos y sus pantorrillas, sus caderas, estrechas, casi andróginas, su piel lechosa adornada con dos salpicones de tierra bendita en su pecho, que en un recuerdo mas lejano, que parecía lejano incluso a mi vida, se me antojaban sabrosos brotes de chocolate que se endurecían con el calor de mis labios. Que delicia la de su cuello. Que hermosura la del bello de su rostro, pelillos de melocotón, que se erguían excitados con mis caricias. Que confusión nacía entre el sueño y esas memorias de tiempos que no sentía o fantasías surgidas de la profundidad de mis deseos adolescentes. Aunque era un chico, lo deseaba, quería probarlo. Aunque era un sueño, anhelaba locamente tenerlo entre mis brazos. No como algo que nunca se ha tenido ni se ha probado, sino como alguien a quien sea tenido, se ha probado, y del que se ha sido alejado.

El grito de mi padre me sacó del fragor de mis pensamientos. Me obligué a incorporarme. Aun sentía los brazos sensibles. Sentado en la cama, le respondí que esperara unos minutos, que me había quedo dormido.

La alarma nunca sonó, o si lo había hecho, no la escuché, inmerso en el paraíso esmeralda que aun revoloteaba en mi cabeza, y se iba abriendo paso dentro de mi corazón.

Italia

Cuando me di cuenta, ya estaba aquí. No tenía alas, no tenía recuerdos, ni ropa, solo un sentimiento que se ceñía mi corazón con una fuerza atroz, que amenazaba con romperlo en mi pedazos, con la furia de un ocaso, con la inocencia de una hecatombe, con la pureza del egoísmo y la ominosa hermosura de unos ojos encolerizados. Esos ojos que me miraba desde ningún lugar, como las manos que surgieron en el viento, y que protegieron mi confusa esencia de las bestias que me habían tomado por una presa. Esos brazos desmembraron, desunieron la carne y regaron la sangre. Y así de crueles y diabólicos, se presentaron ante mí con la misma ternura que sentía detrás de esa mirada que no veía.

¿Quién?

Un maullido, del otro extremo del mundo trajo a mí un fragmento de lucidez. Unas pequeñas patitas acolchonadas, sortearon los restos humanos, las viseras esparcidas en el suelo como una dantesca alfombra, sin darles importancia. La lluvia llevaba a mi cuerpo el reguero rojizo que manchó mi piel. La peste se mezclaba con la peste.

-¡Uri! –Gritaba una voz.

-¿Será él?

Dos pares de pasos llegaron a la escena del crimen y del abandono del cielo. Uno de ellos contuvo un grito, que pronto se transformó en la necesidad de arrojar lo que había visto, por la boca. El otro, apretó los puños, y dijo, con voz ronca:

-¡Lo encontró antes que nosotros! ¡Maldición!

La pregunta se hizo más insistente en la revoltura en mi cabeza: ¿Quién?

La respuesta que latía en lo más apartado de mi consciencia: Él. Una sola palabra, un sujeto, que traía calidez a mi cuerpo, que lo abrazaba, que le daba la fuerza para sostenerse, para no deshacerse, y que al parecer, era a quien, quienes me habían encontrado, temían.

Insistencia. ¿Quién?


Notas de la autora:

Hacía tiempo que no escribía un fic, y con estos nuevos tiempos que se acercan a mi vida, pues quería volver a las andadas con algo de la pareja que sigue siendo mi favorita: 8059. Así que aquí me tienen, en esta ocasión con la historia de si, un ángel y un demonio, que espero que sea de su agrado.

Gracias por darme estos minutos para leer esto, y pues, de antemano les agradezco sus rewius, que son sin duda, uno de los motores que me impulsan a seguir. Nos vemos en el siguiente capitulo, que si, será mas largo, y por lo que voy pensando, este ff va a estar algo raro.

Parejas: 8059, 10069, SpannerxShouichi, D18, 333, TsunaxEnma