Rose

"It's a hard-knock life for us!"

"It's a hard-knock life for us!"

"'Stead of treated,"

"We get tricked!"

"'Stead of kisses,"

"We get kicked!"

"It's a hard-knock life!"

-It´s a hard-knock life, Annie the movie


Rose se hallaba acostada boca arriba, jadeando como si hubiera estado corriendo. Acababa de despertarse de un sueño muy vívido y tenía las manos sobre la cara. La antigua cicatriz en forma de rayo le ardía bajo el blusón como si alguien le hubiera aplicado un hierro al rojo vivo.

Se incorporó en la litera con una mano tocándose la cicatriz del hombro y la otra buscando en la oscuridad su lámpara de noche. Al prenderla, el dormitorio se volvió un lugar un poco más iluminado. Rose bajó de la litera, con cuidado de no despertar a nadie, y caminó silenciosamente con una mano agarrando su linterna hacia la puerta.

Finalmente llegó a la gran puerta de roble que daba al pasillo, y lenta y silenciosamente, como era su costumbre, giró la manija para dar paso al inmenso pasillo. Sus suaves pasos en el frío suelo tenían dirección al final del pasillo, donde, dentro de una ventilación, se hallaba el camino a su escondite: un antiguo y pequeño cuarto de limpieza del que nadie sabía.

Rose lo había encontrado hace unos meses cuando se ocultaba de Winifred (una de las bravuconas del orfanato). Se le había ocurrido meterse dentro del túnel de ventilación y una vez que Winifred había pasado, pensó en explorar por la ventilación.

La recompensa por supuesto, había sido encontrar ese cuartito del que nadie se acordaba ni sabía. Llegada al lugar se dispuso a mirarse el hombro en un espejo de la habitación. Se veía completamente normal, pero aún le ardía.

Así que se sentó en una silla, dispuesta a recordar su sueño, un hombre con cara pálida de serpiente… el cadáver de otro chico en el pasto… un hombre al que llamaban Colagusano. ¡Rayos! El sueño ya se le estaba olvidando, típico de Rose, todo el mundo le decía que era una olvidadiza.

–Maldita sea –murmuro entre dientes–. ¿Y ahora que no podré dormir, que se supone que haga?

Se volteó a ver al espejo, frente a ella había una adolescente de 14 años, más flaca de lo normal, con cabello negro como azabache, ojos verde esmeralda, y piel clara. No completamente limpia, eso era obvio.

Si querías sobrevivir al Instituto para Niños sin Hogar de la Señorita Blake, Rose te tenía un consejo. No esperes jamás que alguien sea amable contigo. Jamás. No te comportes como princesa mimada, porque la "señorita" Blake igual te va a dejar trapeando y sin comer si no haces tus tareas. Eso le había pasado a la pobre de Mirna de 5 años, después de su castigo, no había vuelto a llorar por que su ropa tenía lodo. Es más, ni siquiera volvió a llorar por las noches, rogando a sus padres que vinieran por ella mientras agarraba su pequeña muñeca.

Rose había dejado atrás esa faceta hace mucho, al menos eso se obligaba a pensar. Había que ser muy fuerte en ese lugar, o al menos pretender serlo, y llorar por las noches no ayudaba con el perfil de chica dura.

Hablando de, mejor iba saliendo o la vieja estúpida de la señora Blake notaría que no estaba en su cama. Y eso significaría no desayunar a la mañana siguiente, ni cenar, y trapear 2 horas extras.

Rose suspiró antes de entrar a la ventilación, era una vida dura, pero al menos tenía un techo y, aunque escaso, algo que comer, sabía que no podía quejarse. Asomó la cabeza al pasillo y después, con mucho cuidado, saco la punta del pie. Pisó lenta y suavemente cual pluma, y una vez que el pie estaba abajo, Rose dejo escapar una bocanada de aire que no sabía que estaba conteniendo.

Luego de esos segundos de tensión, se apresuró a salir de la ventilación y caminar rápido hacia la habitación con puerta de roble al final del pasillo, pero una suave brisa robó su atención.

Volteo sobre sus talones y vio que la ventana estaba abierta, dejando entrar a la fresca noche. Lo mejor sería cerrarla o la "señorita" Blake se enteraría de que alguien había estado fuera de la cama, Rose a veces no podía contener el pensamiento de cuanto se parecía la dueña del orfanato a un perro de caza. ¡Vaya si hasta había parecido físico!

Una suave brisa en la cara le recordó que debía cerrar la ventana, así que se acercó y alargó un brazo para agarrar la manija. ¿Cómo se había abierto de todas maneras? Cuando ella salió no estaba abierta, no había ninguna suave brisa de noche. ¿O la había y ella no lo había notado?

Repentinamente, otra brisa la golpeo en la cara, pero esta no era dulce y ligera, esta era dura y pesada, forzada…

Algo se movió en las sombras del mercado, causándole dar un saltito y leve chillido de sorpresa. Rose, curiosa como era, se asomó más, para dar otro chillido cuando la sombra volvió a aparecer y desaparecer.

Rose miró hacia abajo, y luego hacia dentro, unos segundos más de demora no le harían daño a nadie. Miró debajo del sofá de la sala de estar, y movió un tablón suelto, revelando una cuerda, siempre había que tener un az bajo la manga.

La curiosidad mató al gato, o en este caso, a Rose pensó mientras bajaba con la cuerda por la fría pared de ladrillos. Una vez abajo se propuso a encontrar la misteriosa sombra, así que lentamente y algo insegura empezó a caminar hacía las sombras.

Los puestos de mercado estaban inhóspitos, y no habría nadie hasta las cinco o seis de la mañana, lo cual solo le causaba más confusión. ¿Quién estaba por ahí a esas horas de la noche?

De la nada, Rose tropezó con algo, una roca, y cayó al suelo.

–Estúpida roca, porque nunca me fijo –se quejó sobándose las rodillas.

Entonces lo vio, una cara pálida, con ojos negros y sin vida, mirándola. Grito antes de taparse la boca, nadie debía oírla o la descubrirían. Empezó a retroceder lentamente, todos los pelos de la nuca en punta, y finalmente se dio cuenta.

Era una marioneta, ella se había asustado por una simple marioneta. Dejó escapar el aliento que ni siquiera sabía que contenía, y luego se rio. Se rio por lo tonto que había sido estar asustada de una simple marioneta.

Se volteó para irse pero se quedó paralizada, frente a ella había un hombre pálido, con cara parecida a la de una serpiente, sujetando lo que parecía un palo contra su corazón, que latía a mil por hora.

Solo se escuchó un grito desgarrador, a la mañana siguiente, lo único que se encontró fue la marioneta, aun mirando con sus ojos sin vida el lugar donde la chica había estado.