Esta historia se desarrolla en un universo alterno al de la serie de Saint Seiya, y está inspirada en la vida de la emperatriz Sisi, pero los protagonista son los personajes de mi seria favorita espero que les agrade es la segunda historia que escribo…

Prologo

Esta historia empieza en los albores del viejo mundo en que la elegancia y fastuosidad eran tónica preponderante en los salones de la vieja Olimpia, pero quizás donde se había centralizado mas esta incomparable pompa, era en la capital del imperio llamada Elíseos.

Era aquella época de los reinos ducados, principados y las ciudades libres de Gea, época de la más estricta etiqueta que marcaba el ritmo de la alta convivencia social y era entonces cuando en el palacio de Atenas el Duque Shion veía trascurrir plácidamente su existencia en compañía de su esposa, la Duquesa Metis, hermana de la emperatriz Hera de Olimpia y sus ocho hijos llamados Mu, Hyoga, jabu, sasha, saori, shunrei, june y Geist. Mu era el primogénito, seguido de sasha.

Después venia el tercer de los hijos de los Duques de Atenas, una preciosa niña a quien en las aguas bautismales se impuso el nombre de saori y que más tarde tenía que convertirse en la más encantadora de las muchachas mimada por todos y distinguida con un afecto sin límites por el gran duque Shion. Vinieron a continuación los cinco hijos restantes que en aquel palacio pasaron los primeros años de sus existencia de forma placida y sencilla, exentos de la etiqueta cortesana que imperaba en la capital.

El palacio de Atenas se encontraba emplazado a orillas del lago Pireo, en una suave pradera enmarcada por los montes parnés. El duque Shion o patriarca como los aldeanos lo llamaban era un hombre sencillo y cordial que nunca negaba entrada en su palacio incluso alas gentes mas humildes a pesar de que él era el primogénito de una rama Ducal llamada Muviana que reinaba entonces en Atenas. Su esposa, con la que había contraído matrimonio, era hermana de la duquesa Hera y del Emperador Julián, Ella era una ilustre dama que pos su regia cuna se preocupaba en gran manera de dar sus hijos la más extensa de las educaciones y de enseñarles como era debido aquellas normas sociales que tan arraigadas tenia ella. Sin embargo, la peregrina fantasía de su esposo, el duque Shion, que sin olvidar su rango social, se ocupaba de la caza y la pesca incluso de escribir obras poéticas, había influido en el modo de ser de sus hijos, que encontraban un gran aliado en su padre en sus naturales ímpetus de selvática libertad. Solamente sasha mantenía la más exquisitas formas en su modo de comportase, lo que hacia que ya desde su mas tierna infancia fuese distinguida por su madre que no obstante, sentía un gran amor por todos sus hijos, a los que quería de igual manera.

En la época estival, la duquesa Metis acostumbraba realizar algunas excursiones al extranjero en las que se llevaba a varios de sus hijos.

En cierta ocasión, realizo un viaje a Olimpia acompañada de la princesa Sasha y Saori, del primogénito Mu y de Jabu. En el camino coincidió la duquesa con su hermana Hera esposa del presunto heredero del trono imperial, El archiduque Zeus, que iba acompañada de sus hijos Shura, Shaka y Aioros, el mayor de los cuales el era Shura que contaba con 18 años… como sea que la hija mayor de la duquesa Metis contaba entonces solamente 13 años, el archiduque apenas se fijo ella y, como es lógico mucho menos en saori que solamente tenía once. Shura pensaba mas en la situación política de su país, debido a que en aquel mismo verano había estallado una revolución en Asgard que había puesto fin a la monarquía del rey Sigfrido y a su reina Hilda, en cambio el archiduque Aiora que contaba con tres años menos que su hermano. Se intereso vivamente por su prima saori, obsequiándola continuamente con ramilletes de flores y pequeños regalos, y paseando siempre con ella,

El temperamento alegre y vivas de la pequeña saori, que se manifestaba espontaneo en todo momento, había despertado en el archiduque una clara simpatía, que se prolongo cuando la juvenil pareja tuvo que separarse, por medio de una ingenua correspondencia y por el intercambio de unos regalos, con los que tanto el uno como el otro querían simbolizar una sentimental promesa de no separase jamás, pero Aiora como hemos dicho, contaba solamente con quince años y la pequeña saori once y claro, el idilio no tuvo larga duración, porque las cartas de los jóvenes fueron espaciándose, hasta que se interrumpieron definitivamente.

Durante el invierno de aquel mismo año, el gran duque Shura, que como sabemos había cumplido ya los 18 años y en consecuencia había sido declarado mayor de edad, ocupo el trono imperial de Olimpia, debido a que su padre el archiduque heredero Zeus, a quien correspondía por la abdicación de sus tío el emperador Cronos, había renunciando a sus derechos. En consecuencia, aquel muchacho que en el mes de agosto había mirado con indiferencia a sus primas Sasha y saori, se había convertido en el emperador.

Mientras tanto en Atenas la familia del gran duque Shion seguía su vida placenteramente y sin preocupaciones, puesto que si alguna pequeña diferencia existía entre los duques, que se amaban entrañablemente, era más que nada debida a los distintos puntos de vista de los esposos en cuanto a normas sociales. Sabemos que el duque Shion era un hombre sencillo y franco, que si bien mantenía su nobleza dignamente, no era muy amigo de las exageradas etiquetas, de las que en su vida privada huía totalmente, proceder que no era demasiado del agrado de su esposa que se lamentaba contantemente ante el ejemplo que daba a su hijos.

-Por todos los dioses Shion-exclamaba la duquesa en el transcurso de algunas comidas-, si tu no usas cubierto para comer salchichas ¿que quieres que hagan los pequeños?

-Pues simplemente, comer salchichas-contesto Shion con una amplia sonrisa.

-¡eres incorregible-comentaba su esposa, mientras los pequeños, con una salchicha en cada mano, comían alegremente. Sin embargo a pesar de esas pequeñas divergencias, que situaban a la familia en dos reducidos bloques, eran totalmente felices, ya que ello no era obstáculo para que todos, sin excepción, se quisieran entrañablemente.

La princesa sasha, bajo los sabios consejos de su madre, Metis, se iba convirtiendo en una elegante damita todo corazón y bondad, capaz de alternar en todo tipo de reuniones con los máximos refinamientos. Por eso su madre la distinguía favorablemente.

En cambio saori, que como sabemos era la preferida de su padre, por su temperamento jovial y su amor a la naturaleza, era la indiscutible embajadora de sus hermanos. Cuando alguno de estos pretendía obtener algún favor del jefe del jefe de la familia. La princesa saori era sobradamente conocida en toda la región, y si bien nadie ignoraba su nombre, todos la llamaban palas, como familiarmente lo hacían en su propio hogar.

Era una linda muchacha que montaba a caballo con una destreza impecable y acompañaba a su progenitor por entre los bosques en busca de una buena pieza de caza, de la misma manera que, en su compañía, cogía las cañas para dedicarse a la pesa en el lago.

En sus ojos claros parecían reflejarse todas las bellezas de la naturaleza: el azul de cielo y el verde de los valles, su rostro, de líneas perfectas, quedaba bellamente enmarcado cuando su larga cabellera morada se soltaba al viento o reposaba muellemente sobre su hombros, era una faz risueña, que unida a su carácter alegre y franco, captaba las empatías de cuantos la veían, además, al igual que su padre, nunca rehuía la conversación y consideraba que incluso criados, que sin excepción la tenían en gran estima, eran sus amigos.

Saori tenía un corazón de oro, adoraba a los animales y por eso no es de extrañar que en el parque de Atenas cuidase con cariño a un ciervo domesticado, que había recogido y tenia recluido en un cercado, alimentándolo con leche suministrada por medio de un biberón, El animalito no tomaba e alimento de otra mano que no fueran saori, y ella, solícita, no dudaba en sentarse en el suelo para proporcionárselo. Tenía también una gran cantidad de pájaros de todas las especies a los que igualmente prodigaba toda clase de cuidados. Poseía además, un simpático cordero y se preocupaba por la cría de conejos blancos y gallinas. Y claro, tampoco podía faltar a saori un formidable corcel llamado Pegaso y la compañía de tres preciosos canes que en muchas ocasiones entablaban autenticas batallas pacificas con los hermanos menores de la princesa, que se veían privados de sus muñecos, por que parecían que los perros daban a entender que también ellos tenían derecho a jugar.

El ambiente familiar no podía ser más agradable y si alguien en alguna ocasión, se preocupaba, era la duquesa Metis, que como buena madre, pensaba ya en el provenir de todos sus hijos…