Derechos de Copia: LoL ni sus personajes me pertenecen, son de los apretados de Riot, que no nos dan skins.
Chapter 1: Ronroneo.
Nuevamente, en la jungla al este de la utopía yordle, un parcial acuerdo de territorios entre fieras había sido violado.
- ¡Es la segunda vez, humana! - Vociferaba el cazador, erguido en sus patas traseras, apuntando con una de sus cuchillas al cuello de un puma cachorro.
- ¡¿No vez lo joven que es?! - Respondió, alarmandose, la femina. - ¡Él no entiende de tratados ni normas de convivencia! - Intentó explicarle, acercandose lentamente al felino mayor. - ¡Y no soy una humana! ¡Soy una híbrida, bestia...! - Iba a agregar el término "tuerta" pero ahí si que Rengar degollaba al cachorro y colgaba su cabeza en la pared de su sala, como otro de sus tan afamados trofeos.
Ambas fieras se miraron a los ojos (aunque en el caso del albino, sería él ojo), pero no por mucho, Rengar rompió el contacto visual para no caer en el "embrujo" que provocaban los verdes orbes de Nidalee, al mirarlos por demaciado tiempo. El mayor bufó, exasperado por la precencia de su joven rival, aunque más específicamente, por el aroma que expelía, y gruñó entre dientes que se marcharan, y que no habría una tercera vez. Nidalee, coquetamente, se acercó a él y le besó la mandíbula inferior (el mentón). - Gracias Ren, te debo una grande. - Dijo, para luego dedicarle la sonrisa más hermosa y sincera que había visto en toda su larga vida, dejando pasmado al mismísimo enemigo del Vacío. Se transformó en un puma, agarró al cachorro del pescuezo y se alejó dando ágiles brincos, adentrandose en su territorio, dejando en soledad a la bestia cazadora.
¿Por qué de pronto sentía una atracción imperativa y molesta por su joven rival? Rengar no era un macho de conquistas habituales, pero sí variadas: se había apareado con felinas, una que otra zorra (sí, incluyendo a Ahri), con canes hembras, y hasta con humanas (aunque estando ambos ebrios). Y al cazador se le hacía familiar el olor que aquella mocosa portaba.
¿Sabías qué es época de celo?, era una de las oraciones que decía para probocar al enemigo en batalla, dentro de la Liga, pero ella misma le había comentado que era una broma que un amigo le había hecho una vez, y le parecía divertida. ¿Acaso esa mocosa no se daba cuenta del peso de aquella frase? Si su "amigo" le había dicho aquello, era porque (conciente o inconcientemente) quería tener sexo con ella. Rengar sintió una extraña y doloroza punzada en el pecho, al pensar en aquel "amigo" coqueteandole a Nidalee. ¿Eran acaso celos? *¡Imposibrriu! ¡El Asechador Orgulloso no iba a sentir celos de un puma cualquiera, y menos probocados por aquella mocosa! Ok, Rengar, repítelo hasta que te lo creas, pensó luego.
Se dirigió, aún meditabundo, hacia su casa, pasando por entre los cráneos que servían de advertencia para todo incauto que osára poner una pata o pie dentro de su territorio. Una vez en ella, se desarmó, y se sacó la armadura, quedando solo en taparrabo.
Se hechó boca abajo en su alfombra compuesta de variadas pieles de distintas criaturas (que Nidalee le había regalado en una ocasión a manera de disculpa por haber acabado con una de las presas que Rengar estaba asechando desde hacía tiempo), sosteniendo su cabeza sobre sus patas delanteras, como un león asechando, aunque estaba muy inquieto, su cola se movía hacia arriba y abajo, una y otra vez, intranquila. Y sus garras se retraían y salían de los extremos de sus dedos, "amasando" la alfombra a sus pies.
Gruñó molesto, no podía sacarse a la chica puma de la cabeza, y así recordando una y otra vez el tibio tacto de los labios de Nidalee en su barbilla, se quedó dormido.
- ¡Llegó Nida!- Vociferó feliz uno de los Pumas, al ver llegar a la muchacha con el pequeño en su hocico. - ¡Y trae de vuelta a Iggy! - Agregó, muy feliz.
Se reunieron todos los integrantes de la inusual manada, aliviados al ver a su integrante prodigio llegar con el pequeño sano y salvo.
-¿Cómo lograste apaciguar a aquella bestia despiadada, hija mía? - Preguntó el jefe de la manada. Al instante, todos guardaron respetuoso silencio, expectantes.
La muchacha devolvió al pequeño a las patas de su ahora aliviada madre, recibiendo lametazos y bendiciones de agradecimiento, a lo que ella correspondió con tímidas sonrisas. - Rengar es mi compañero en la Liga, padre. - Empezó a explicar la chica. - Por lo que no es exactamente una de las bestias con las que es imposible hablar, le di a entender la situación y el cedió un poco la gravedad del asunto. - Se transformó en humana y estiró un poco sus brazos, cansada. - Pero, me advirtió que la tercera vez no sería igual de piadoso y razonable, jefe; por lo que debemos respetar el límite del territorio. - Concluyó sonriendo, trepando ayudandose de su lanza, hasta un árbol en que había construído un refugio techado y amplio donde dormían ella y los dos pequeños yordles que eran parte de la manada: Lulu y Gnar.
Lulu fue la primera en unirse a la manada, era mal resibida en la cuidad de Bandle, por ser acompañada por un hada, además de convertir a los demás niños en flores y pastelillos. Así que, valiente como solo ella podía ser, se adentró a la selva. Iba a ser comida de pumas, cuando Nidalee la reconoció y explicó a los demás que era una de las campeonas de la Liga, además de su amiga. Y así fue acogida por Xerkä, el líder de la manada y padre adoptivo de Nidalee.
Con Gnar fue muy distinto, luego de "volver a la vida", no tenía idea de como tratar con los demás Yordles, ni tampoco con los humanos. Solo recordaba como sobrvivir, valiendose de la caza, en la selva. Y así lo hizo, cazó y sobrevivió, como un nómade, hasta que entró a los límites del territorio de Rengar. Se iba a desatar una gran pelea entre fieras, Gnar se había transformado y Rengar estaba listo para saltarle encima cuando Nidalee (atraída por los rugidos y gruñidos que ambos lanzaban) llegó e interfirió entre ellos. Así fue como Gnar entró a la Liga de las Legendas y a la manada de Nidalee (y no fue presa de Rengar).
Lulu se encontraba hablando con Pix, y Gnar estaba durmiendo plácidamente en la cama-nido de Nidalee, al ver la escena, la muchacha no pudo evitar reír.
- ¡Hola! - Saludó animadamente Lulu, mientras daba un brinco de su cama e iba corriendo hasta Nidalee. La chica la alzó en un abrazo, y depositó un beso en la suave mejilla de la pequeña yordle. La híbrida le dió la visión de su reciente encuentro con Rengar, y Lulu asintió, orgullosa, mirándola de manera divertida. -Así que fuiste a visitar a tu Romeo... ¿Verdad? - Dijo, intentando gastarle una de sus bromas a la muchacha, Nida enrojeció hasta las orejas y arrojó a la pequeña a su respectiba cama, mientras esta soltaba sonoras carcajadas, que de paso despertaron a Gnar.
El único macho de la habitación, al ser despertado con un sobresalto, empezó a palpitar, preparándoce para su metamorfosis catastrófica. Ambas chicas se aproximaron a él con urgencia, alcanzando a calmarlo antes de que se convirtiera en Mega Gnar y destruyera el refugio, para luego reír todos por lo cómico de la situación.
Nidalee se desvistió, para ponerse su pijama, que consistía en solo un sencillo camisón, Lulu hizo lo mismo, y Gnar solo se metió en la cama de la chica puma, cubriéndose con la manta hasta la coronilla. La femina mayor se recostó al lado de Gnar, abrazando al pequeño y extremadamente adorable yordle, Lulu, un tanto celosa, brincó para posicionarse detrás de Nidalee, abrazándola por la cintura. Y en esa posición se durmieron los tres.
A la mañana siguiente, Nidalee fue despertada por un fuerte rugido, reconociendo a su autor de inmediato, no perdió un segundo, se transformó en un puma, y se dirigió corriendo hasta el lugar de donde provenía, ignorando las advertencias de los demás pumas.
Al llegar, vió como su rival destrozaba a un extraño bicho color púrpura, se parecían a los Entes del Vacío de Malzahar, pero estos tenían un par más de... ¿patas?
Nidalee no perdió tiempo y se unió a la fiesta, acabando con varios bichos de un solo Salto. Rengar la miró a los ojos, y frunció el ceño mientras sonreía, contagiando la adrenalina del combate a la recién llegada. Le lanzó un Ente a la muchacha, y esta lo recibió dentro de sus fauses, acabando con él de inmediato. Y así bailaron hasta acabar con todos y cada uno de los habitantes del Vacío. Al terminar la danza carmesí, Rengar le dedicó una mirada de aprovación a su joven Rival, junto con un gesto, dandole a entender que lo siguiera, ella en repuesta, se tiró de espaldas al suelo, y restegó su lomo en el césped, provocando una carcajada al Acechador.
Ambos se adentraron al territorio del Cazador, mientras comentaban que era muy extraño que las criaturas del vacío aparecieran en esa cantidad. Al llegar a la casa de Rengar, Nidalee se transformó en humana, sin caer en cuenta como estaba vestida. El Acechador la dejó entrar primero, para así mirar descaradamente la figura de su rival, sin que esta lo notara.
Nidalee conocía la casa de su rival de memoria: había entrado en varias ocaciones, para curar las heridas propias o las de Rengar, luego de feroces peleas entre ellos o contra intrusos. Se dispuso a tomar asiento en el comedor-cocina. - ¿Qué almorzaremos hoy, Ren? - Preguntó divertida, haciendo especial énfasis en el "almorzaremos". - Espero que no sean hancas del Vacío. - Finalizó, logrando sacarle una sonrisa a su rival.
- ¿Que tal puma en escabeche? - Contra-atacó el felino, y a Nida se le escapó una carcajada.
- Sería un honor para mi adornar la pared de tu sala, Gatito Grande. - Musitó coquetamente, diciendo lentamente su apodo, ordenando inconcientemente a Rengar mirar sus carnosos y apetecibles labios. El Acechador se relamió.
- Touché, preciosa. - Susurró el albino. - Conejo a las finas hierbas y puré de patatas. - Finalizó el mayor, Nidalee sonrió.
A pesar de ser rivales, Nidalee y Rengar sostenían una relación cordial y hasta afectuosa (aunque este último no lo admitiera). Rengar vió a Nidalee por primera vez en la selva, justo después de su primer encuentro con El Saqueador del Vacío y no en la Liga de las Leyendas como creían muchos. La chica contaba apenas con nueve tiernos años, cuando encontró a un enorme felino moribundo a orillas de un lago. Se acercó con cuidado a él, manteniendo una distancia prudente para no estar al alcance de una de sus garras o de sus fauces.
Cuando escuchó a algo o alguien acercarce, Rengar ató apresuradamente una venda sobre lo que antes había sido su ojo izquierdo y fingió inconciencia. Luego percibió el olor de una niña humana, aunque mezclado profundamente con el olor a bestia. Al principio pensó que intentaría robarle sus armas o algo por el estilo, así que esperó, expectante; pero nada ocurrió. La muchacha sólo lo miraba con sus ojos esmeralda, estudiando su fiero aspecto. Después de un par de minutos, la chica se armo de valor, y se acercó al Cazador, inclinandose sobre él para escuchar detenidamente si su corazón palpitaba o no. Suspiró aliviada al escuchar el martillar en el pecho del mayor, susurrando un feliz "esta vivo". Alzó hacia él su pequeña mano. Acariciando con delicadeza la mejilla del felino. - Por favor... Despierta... - Musitó, y usó sus poderes curativos en la bestia. Rengar sintió estar en el paraíso: sus heridas se cerraban y el dolor desaparecía casi por completo, entrando en el límite de lo soportable. Abrió su ojo para observar al pequeño ángel que lo había salvado, topandose con dos esmeraldas brillantes que lo miraban con curiosidad. - ¡Que bien que estás conciente! - Ronrroneó alegremente. Rengar inconcientemente posó su pata delantera derecha sobre la mano de la muchacha (que aún estaba en la mejilla del mayor), luego masculló un suave "gracias". Cualquiera se habría dado cuenta de que aquello era un amor platónico a primera vista, pero ellos no. No por nada los llamaban "bestias". (...)
Luego de aquella vez, el Destino hacía lo posible por juntarlos una y otra vez: cazaban a la misma presa, buscaban el mismo tesoro... ¡Incluso trabajan juntos en la Liga! Pero claro, para Rengar son simples coincidencias, y para Nidalee... Excusas para competir con su rival, mientras el Destino solo pone cara de Poker y se lleva la mano a la cara.
Volviendo al presente, ambos campeones habían terminado de comer. Rengar se había sorprendido por los buenos modales que su Rival había adquirido recientemente, ya que antes hacía sonar su boca al masticar la comida, se sentaba con las piernas separadas, no usaba cubiertos, comía con la boca abierta, etc.
- Padre dice que debo civilizarme un poco, por que debo comportarme como la "señorita" que se supone que soy... - Empezó a platicar Nidalee, como si le hubiese leído la mente a su acompañante. - También dice que estoy en edad de buscar un compañero y formar una familia... - Agregó distraídamente, jugando con los cubiertos, Rengar al oírlo, se atragantó con el hueso que estaba mordisqueándo. Nidalee se puso de pie rápidamente, posicionándose detrás del Acechador, dándole suaves golpesitos en el lomo. Rengar terminó tragandose el hueso.
¡Eso era! ¡Aquel embriagante olor que poseía Nidalee era ese! Pensó. Sin duda alguna, si su rostro no estuviera cubierto por su albino pelaje, estaría rojo hasta la punta de las orejas. - ¿Estás bien, Rengar? - Inquirió sinceramente preocupada la chica, acariciando cariñosamente la melena suelta (aprovechando, pues siempre estaba escondida en unas trenzas ceñidas). Asintió un tanto cohibido, y se quedó quieto, disfrutando silente, de las caricias que Nidalee le profesaba.
El Acechador Orgulloso jamás había sido acariciado como lo que en realidad era: un gato grande y solitario. Y menos con cariño ya que las únicas caricias que había recibido estaban llenas de lujuria, sin contar con las palmadas en la espalda que había recibido de su maestro, al cazar una presa "difícil".
Nidalee se apoyó por completo en él, recargando su fino cuerpo en la enorme espalda del cazador, y lo acarició con ambas manos, hipnotizada. Y así pudo haber estado por horas, hasta que escuchó algo inesperado: un ronrroneo. Frenó de inmediato sus mimos, y el ronrroneo con ella.
-¿Rengar tú...? - Iba a preguntar, pero el Cazador del Vacío gruño un "cállate". Eso significaba un sí rotundo. Tuvo que cubrirse la boca para no reír.
Le dió un "abrazo de oso", apretando contra él inconcientemente, sus grandes "virtudes femeninas", carentes de sostén. Rengar bajó las orejas y sonrió. Y está encantadora escena fue interrumpida por unos golpes a la puerta, que sobresaltaron a ambos cazadores. Rengar bufó, molesto por la insolente interrupción, y no por la violación de su territorio como pensó Nidalee.
- Abriré yo, porque si vas tu te comerías a quien sea que este golpeando. - Bromeó, logrando eliminar la tensión en el Acechador.
-Buenos dí...- El emisario de la Liga de las Leyendas se quedó boquiabierto, balbuceó algo sin sentido y se quitó el sombrero, seguidamente hizo una reverencia. Estaba frente a él la chica más bella que había visto en toda su vida, tenía aspecto de recién levantada, y traía puesto una camisa varios centímetros arriba de las rodillas, dejando a la vista sus hermosas y torneadas piernas. Nidalee lo miró confundida, y Rengar se dió cuenta de inmediato de la situación: el emisario se había quedado absorto mirando a su Joven Rival.
- ¿Qué quieres, humano? - Preguntó una voz masculina, el muchacho dió un repingo.
-¡Vengo a entregar una carta de parte de la Liga! - Se apresuró a decir, apenado por parecer un idiota. Extendió hacia la voz dicha carta, temblando un poco.
Ren se aproximó a la puerta, tomó con una de sus enormes patas a Nidalee por la cintura, cogió el sobre, y se dispuso a cerrarle la puerta en la cara, pero el muchacho la detubo.
- Dí-Disculpe, señor Rengar... - Empezó a preguntar el jovencito, temblando como gelatina. - ¿Sabe dónde vive la Campeona Nidalee? Me informaron que tembién vive en esta selva...
Nidalee, al escuchar esto sonrió, dió un paso al frente, soltándose del agarre del felino. - Yo soy Nidalee. - El chico, al oirlo, esbozo una sonrisita tonta.
-Es u-un placer señorita Nidalee. - Dijo el chico, escupiéndo las palabras.
- Oh, por favor, llámame solo Nida. - Murmuró saliendo de la casa del Cazador. - ¿Tienes una carta para mí también?
- Sí, seño-... Sí Nida. - Se autocorrigió rápidamente. - Y también para dos yordles llamados...
- Lulu y Gnar. - Sentenció la bella muchacha, dispuésta ponerse en marcha. - Ellos viven conmigo. - Le informó, mientras Rengar buscaba su mirada, exigiendo una explicación para el repentino "abandono" que sufriría, más las miradas no se conectaron, Nidalee solía mirar a los ojos a la persona con la que hablaba. - Si quieres puedo llevarte con ellos...
- ¡Sí! - Dijo eufórico el muchacho. - Digo, por favor... - Agregó más bajo, un poco avergonzado de sí mismo. La chica asintió.
- ¡Gracias por todo, Ren! - Agradeció dulcemente, avanzando en dirección a su territorio. Rengar le dedicó una modesta sonrisa, para luego voltear súbitamente hacia el muchacho.
- No te atrevas a mirarla siquiera, frágil humano. - Amenazó el Acechador Orgulloso. - O acabaré con tu patética existencia y le daré tu cadáver a los cocodrilos. - El chico sólo sonrió rápidamente, para luego correr hasta Nidalee.
- Ustedes dos son... - Empezó a decir el chico, luego de varios minutos de silente caminata.
- Rivales... - Contestó de inmediato la chica, sin detenerse. - Y amigos, aunque Rengar no lo admita. - Agregó al final, sonriendo.
Luego de esto, no hablaron hasta llegar al hogar de la chica puma. Allí Nidalee lo presentó simplemente como un emisario de la Liga, y sacó de la cama a Gnar y a Lulu, quienes aún dormían.
Luego de cumplido su trabajo, el muchacho se marchó. Y los campeones leyeron sus cartas, aunque todas decían lo mismo:
"Estimado/a Miembro de la Liga de Las Leyendas,
Los miembros del consejo le informamos que el período de batallas empezará el día 07 del presente mes, por lo que rogamos su llegada a más tardar el día 06 por la tarde.
Atentamente, el Alto Consejo."
Nidalee, al terminar de leer, chasqueó la lengua y arrugó la carta. Ella disfrutaba de los combates, pero disfrutaba mucho más estar con su familia... Y con Rengar.
