"Naipes Ingleses".
Disclaimer: Los personajes de Yu-Gi-Oh! Duel Monsters son propiedad de Kazuki Takahashi. Quiero decir, ¿creen que escribiría aquí si fuesen míos?
Notas/Advertencias: Creo que no hay mucho que decir. Tampoco tiene mucho sentido. Y la única razón por la que escribí esto, fue para dedicárselo a mi Sombrerero Loco. Si alguna vez llegas a leer esto, ya sabes que es para ti.
Podría considerarse un Atticshipping… pero no lo es en realidad.
.
.
.
Ryou Bakura siempre fue un fanático de las cartas, de todo tipo.
Sí, el no-tan-famoso peliblanco no era únicamente reconocido por su sortija milenaria decorando su pecho, ni por sus grandes habilidades en el Duelo de Monstruos. Todo juego de cartas le encantaba, todo juego de mesa que incluyera cartas y cayera en sus manos era un desafío que el muchacho se hallaba dispuesto a resolver.
Tal vez por eso, ella le llamó la atención.
Bueno, no ella en un principio.
El vestido.
Ese vestido le recordaba perfectamente a un mazo de naipes ingleses que su hermana pequeña, Amane Bakura, poseía cuando (valga la redundancia) vivían en Inglaterra. Le sorprendió, de sobremanera. Los estampados que el vestido poseía eran prácticamente un calco exacto del dorso que esos viejos pero elegantes naipes poseían.
Color rojo; negro; blanco. Fusiones entre esa gama de colores. Desbordaba elegancia, estilo, ese toque perfectamente británico que le extrañó ver en los barrios de Japón. Era una de las pocas veces que un recuerdo de su fallecida hermana no lo hacía sentir tristeza, o dolor.
Le recordaba a una extraña versión del País de las Maravillas. Una donde Alicia no era una niña pequeña que escapaba de las lecturas de su hermana, sino una adolescente que usaba trajes victorianos, e intentaba que su propio Wonderland no la enloqueciera (¿habéis oído hablar de American McGee's Alice?).
Como si le hubiesen leído la mente, una pequeña criatura blanca apareció de entre las piernas de la muchacha que se hallaba de espaldas a él. Con más curiosidad que miedo, un pequeño gato totalmente blanco como su propio cabello lo miró fijamente, y comenzó a acercarse. Su propia idea de que ella se hubiese perdido entre esas calles oscuras (¿acaso él mismo sabía dónde estaba?) persiguiendo a un gato pequeño en vez de a un conejo lo hizo sonreír. El felino ladeó la cabeza, observándole con lo que parecía ser curiosidad, y dejó escapar un pequeño maullido.
Entonces, como si el sonido que había proferido pequeño animal le hubiese avisado, o como si sencillamente se hubiera percatado de su presencia, ella se volteó; primero buscando al blanquecino ser, y al hallarlo, alzó la mirada, topándose con la de él. La observó a la perfección. Ojos esmeralda perfectamente delineados, cabellera oscura bastante larga, y una sonrisa bonita (tal vez… ¿divertida?) que, de una manera u otra, logró que su corazón se acelerase un poco.
La había estado mirando fijamente por más de cinco minutos. Tal vez diez. Sin ninguna excusa particular como para explicarse (¿Cómo podía decirle que le había recordado a un antiguo mazo de cartas que tenía su hermana muerta? Nada tan creepy como eso… bueno, tal vez sí, pero él era Ryou Bakura, no el espíritu malvado que a veces tomaba posesión de su cuerpo). Así que hizo lo que mejor sabía hacer. Como bien había aclarado, era Ryou Bakura, después de todo.
Se acomodó la gabardina negra sobre su clásica camiseta rayada. No se molestó en ocultar la sortija.
Y sonrió.
—Tu vestido me recuerda a un juego de naipes ingleses.
¡Gracias por leer!
