Hola, antes que nada me presento. Soy Ghost Steve y esta es mi primer historia de Hey Arnold, uno de mis programas favoritos. Desde hace tiempo he querido escribir algo de esta serie pero no se había dado la oportunidad hasta ahora. Notarán que mi forma de escribir suele ser un poco bizarra, extraña y algo oscura, así que de una vez les advierto que este fanfic, a pesar de su tonto título, podría no ser precisamente tierno. No es la primera historia siniestra que se escribe en esta sección de fanfiction, pero como es la historia con la que comienzo en esta parte pues quise decirles antes.
Tampoco crean que escribo cosas tan fuertes, solo un poco alejadas de la serie original en este caso. Bueno, pues no los entretengo mas. Ya saben que Hey Arnold es propiedad de Craig Bartlet. Nos vemos/leemos, se cuidan.
Oso de Felpa
Capítulo 1: Nuestro Nuevo Tesoro
Aquellos días en la escuela pública 118 parecían tan distantes ahora, esos tiempos en que sus únicas preocupaciones se limitaban en obtener buenas calificaciones y ganar los campeonatos de baseball contra los de quinto grado. Una época grandiosa llena de diversión y cosas buenas.
Muchos años habían transcurrido desde entonces y aquella vida infantil ya era cosa del pasado. La mayoría de los muchachos se habían casado y hecho sus vidas a sus diversas maneras. Los recuerdos les causaban nostalgia pero la realidad que ahora vivían no era desagradable, de hecho, les gustaba.
Helga G. Pataki por fin había logrado reunir el valor de declararle su amor al chico que la había vuelto loca desde el jardín de niños, Arnold. El muchacho sorpresivamente había correspondido a sus sentimientos y la hostil relación que mantenían de niños se había convertido en amistad y eventualmente en noviazgo para culminar en un feliz matrimonio.
La vida de los ahora esposos transcurría plena y feliz. La actitud de Helga había cambiado notablemente demostrándole por fin a Arnold la naturaleza cariñosa y amable que por tantos años le había ocultado. El rubio siempre había sentido cierto agrado por Helga, no obstante con el paso de los años ella se había convertido en un elemento imprescindible en su vida.
Para la tranquilidad de Arnold, Big Bob no lo había obligado a trabajar para él en la tienda de localizadores tal y como era su temor. En lugar de eso había trabajado duro y ahora era sub director de una importante empresa internacional. Su sueldo era bastante bueno y les permitía ciertos lujos, aún así ninguno de los dos era derrochador y preferían mantenerse con una vida tipo clase media.
Cabe mencionar que el inicio de su relación había sido algo turbulenta gracias a los celos de Helga por Lila, la niña campirana que por un tiempo hacía babear a Arnold. Tanto tiempo había Helga luchado contra la imagen de Lila que ahora que tenía al hombre de su vida temía perderlo nuevamente con ella. Arnold se daba cuenta de esto y en múltiples ocasiones había intentado hacerle ver a su esposa que esa juvenil obsesión había concluido.
Aparentemente Helga siempre aceptaba la realidad que Arnold le contaba pero no fue hasta que Lila se graduó y regresó a su pueblo natal cuando su tranquilidad regresó por completo. El muchacho por su parte se sintió aliviado cuando Helga dejó de mostrarse celosa ante Lila, no tanto por el hecho de que eso afectara su irrompible relación, sino por el carácter un tanto agresivo e impulsivo que Helga había adquirido luego de una infancia de olvido por parte de su familia.
Adoraba a Helga más que a otra cosa en la vida y estaba consciente de que la mujer que había elegido era un ser humano lleno de virtudes y amor, solo bastaba con ver sus poemas, los cuales por cierto se habían convertido en la lectura favorita de Arnold. Reía a carcajadas cada vez que leía los versos que Helga por tantos años había escrito en secreto. No cabía duda de que quien pudiera escribir tan magníficas poesías debía poseer un gran talento, inspiración y un gigantesco corazón. Lamentablemente, había heridas que nunca cerraban del todo y Helga no era la excepción.
Helga trabajaba en la misma empresa que Arnold ejerciendo un puesto de suma importancia pero inferior al de su marido. Los salarios de ambos eran muy similares y Helga se desempeñaba brillantemente en su labor. Originalmente Arnold le había propuesto que ella no tuviera la necesidad de trabajar pero el espíritu siempre emprendedor de la chica Pataki la había llevado a elegir el camino de ser una mujer profesionista y trabajar junto a su esposo.
Su rígido carácter le había proporcionado rápidamente una jefatura y el respeto de todos los empleados, incluso de los directivos que se encontraban arriba de ella en los puestos de importancia. En resumen, todo iba bien para la pareja y además estaba a punto de mejorar con un cambio radical.
-Hola amor, ¿cómo te fue con el doctor?- preguntó Arnold un día que Helga había tomado el día libre para asistir al médico luego de algunas molestias como nauseas.
Helga salió a recibir a su esposo y por respuesta a su pregunta se abalanzó sobre él y lo rodeó entre sus brazos para luego besarlo. Una vez que esta muestra de amor terminó se le quedó mirando con una gran sonrisa.
-¿Qué crees?- preguntó ella.
-¿Qué?- contestó Arnold juguetonamente.
-Vamos a tener que empezar a comprar juguetes- dijo Helga.
-Te… te… refieres a que…nosotros…- dijo Arnold perplejo.
Helga asintió con la cabeza entonces.
-Así es, vamos a ser papás- dijo.
La alegría y el regocijo de la joven pareja eran verdaderamente grandes. Apenas podían creer que estaban a punto de darle vida a un nuevo ser, un pequeño regalo del cielo que sin duda los uniría aún mas para siempre. Un hijo, ahora que lo pensaban era una gran bendición pero a la vez una enorme responsabilidad.
La vida de ambos estaba punto de cambiar radicalmente, no obstante, nada de eso les preocupaba. Estaban felices y ansiosos por recibir a su nuevo bebé. Sentían una gran emoción, misma que hizo que los nueve meses siguientes pasaran tan lentos como un año entero.
Para este momento Arnold ya había adaptado el estudio de la casa como una colorida habitación con una cuna, juguetes y otros objetos necesarios para el bebé. Conforme la fecha esperada se acercaba los nervios del futuro padre se incrementaban. Ni siquiera Helga, quien tendría que pasar por el dolorosísimo proceso de parto se notaba tan angustiada como su esposo.
-Relájate, todo va a salir bien- le decía unas cuantas horas antes de la operación.
-Lo sé-
-¿Entonces porque estás nervioso?-
-Ansioso más bien- decía Arnold.
-Bien, solo espero que no herede tu enorme cabeza de balón. De ser así me espera un rato bastante amargo- bromeó Helga refiriéndose al momento en que naciera el bebé.
-Me preocupa más que herede tu ceja única- contestó Arnold sonriente.
Los dos rieron bajo y una vez que el doctor le indicó a Arnold que estaban listos para proceder, este salió a la sala de espera para pasarlo los que sin duda serían los minutos más largos de toda su vida.
Al salir encontró a sus viejos amigos de la infancia, su siempre confiable Gerald, la inseparable amiga de Helga, Phoebe, el desafortunado Eugene, los bromistas Stinky y Sid y por supuesto el siempre hambriento Harold. Todos estaban ahí listos para dar la bienvenida al nuevo miembro de la familia de Arnold.
Uno a uno se acercaron a él para saludarlo y darle palabras de ánimo. Este gesto era muy bien recibido por el rubio, quien se sentía muy afortunado y dichoso de saber que sus amigos aún se acordaban de ellos. Le alegraba mucho su presencia y eso hizo más llevadera su dulce agonía.
Unos minutos después arribó al hospital una figura bastante conocida que Arnold pensaba jamás volver a ver. Una vez que todos se dieron cuenta de la recién llegada se llenaron de asombro Pronto la atención de todos los presentes se centró en las rojizas trenzas de Lila, cuya belleza había aumentado realmente en los últimos años.
-¡Lila!, ¡qué gusto!- saludó Arnold dirigiéndose a su lado -¡Me alegra que vinieras-
-No podía perderme el nacimiento de tu primer bebé, Arnold. ¿Cómo está Helga?- contestó Lila.
-Bien, dentro de lo que cabe considerando que está dando a luz en este momento- dijo Arnold.
-Oh sí, me muero por saludarla y por conocer al nuevo Pataki. Lo llamo así porque nunca supe tu apellido Arnold-
-Pocos lo conocieron, pero no es ningún secreto. Mi apellido es…-
-Señor Arnold- llamó el doctor en ese momento interrumpiendo la conversación. Arnold inmediatamente se le acercó expectante por lo que tuviera que decirle.
-¿Si?-
-Me alegra decirle que ahora es padre de un precioso niño. Muchas felicidades- dijo el doctor.
El médico no había ni terminado de hablar cuando Arnold le agradeció y corrió hacia la habitación de su esposa sumamente feliz. Al entrar pudo ver a Helga sonriente cargando un pequeño bultito envuelto en sábanas. Se acercó y por fin pudo ver los angelicales ojos de su heredero.
-Mi amor, muchas gracias- le dijo Arnold a Helga besándola.
-Menos mal que lo agradeces… me temo que si heredó tu cabezota- contestó Helga riendo.
Arnold rió también y acarició al bebé con ternura. Luego les indicó a sus amigos que podían pasar. Al igual que su marido, Helga se llenó de alegría al verlos a todos, especialmente a Phoebe. Sin embargo su felicidad se nubló al ver a Lila entrando a la habitación.
-¿Qué hace ella aquí?- le susurró a Arnold.
-Vino a verte- contestó Arnold –Se que esto no te agrada pero entiende, no podía decirle que se fuera… además sabes que mi amor siempre será solo tuyo-
-Lo sé mi amor- respondió Helga no muy convencida mientras que el recién nacido comenzaba a llorar. Muchos pensaron que se debía al hambre, al frío o al miedo de estar rodeado de un montón de extraños. Lo que nadie sospechaba era que en realidad el bebé lloraba por el presentimiento de que junto con Lila algo mas había llegado, algo no precisamente bueno.
Continuará………
