¡Hola! Ha pasado un tiempo desde la última vez que publiqué algo, pero aquí vengo con una nueva historia de mis amores Samurái Jack y Johnny Bravo.

En esta ocasión traigo una historia principalmente pornográfica, como saben me gusta mucho el lemon y más si es Samurái Bravo. Así que esta historia es bastante explícita, pero también cargada con el romanticismo, ternura, pasión, y avalancha de sentimientos que creo que caracterizan mis historias. ;) Debo mencionar que me inspiré en algunos comics Samurái Bravo que vi de Tumblr, y las advertencias a tener en cuenta para esta historia serían: LEMON, MUCHO LEMON, LENGUAJE OBSCENO, MASTURBACIÓN y una escena de PISSING.

Por otro lado, agradezco profundamente a mis más grandes lectoras 3 mi querida Emily-chan, mi estimada Del Valle Castillo y por supuesto mi más grande ídola dirkintarosu.

Sin más que decir les dejo con la historia que he decidido titular: "Lujuria de Amor".


Lujuria de Amor

Escrito por LoretoW

Capítulo I: Partida

Era una hermosa mañana de verano, y el sol, a pesar de la hora, se alzaba ya brillante y majestuoso, en el infinito cielo cristalino que cubría toda Ciudad Aron.

La brisa del viento soplaba gratamente meciendo con dulzura las hojas de los árboles que se regocijaban con su toque. Mientras que los rayos de luz, que se filtraban por la ventana de la habitación que compartían dos jóvenes conocidos como: Samurái Jack y Johnny Bravo, amenazaban con despertar al mencionado rubio, quién dormía plácida y profundamente en la espaciosa cama, sin percatarse, que su pelinegro novio, se encontraba despierto, absorto, mirando por la ventana, el hermoso día que para ambos se presentaba.

El bello Samurái conocido como Jack, se encontraba a aquella hora, ya despierto, admirando la vista que por la enorme ventana de aquella habitación se exponía. Su rostro lucía absolutamente contemplativo y su mirada se encontraba perdida en el horizonte reflejando en ella, una añoranza y melancolía que era imposible que pudieran pasar desapercibidas, y aún con esa mirada reflexiva, el joven guerrero lucía enigmático y cautivante. Pues los rayos del sol iluminaban sus atractivas facciones, y hacían relucir sus oscuros cabellos negros, pero tan hechizantes y vastos como la misma noche.

El samurái indudablemente era precioso, pero el simple hecho de verle con aquella mirada, en aquel estado tan pensativo y cautivado por el rumbo de sus pensamientos, incluso si en su corazón había un poco de tristeza, constituían una vista magnífica digna de ser retratada por el artista más habiloso en alguna pintura, poema o melodía.

No obstante, el joven samurái Jack sentía en aquel momento su corazón latir frenéticamente con la misma velocidad, con la que correría un caballo de carreras, pues el nerviosismo que le embargaba incluso si intentaba mantenerse tranquilo era intenso, pues sabía que cuando su musculoso amante rubio despertara, tendría que serle, por su propio bien, sincero…

¿Cómo reaccionaría Johnny, cuando Jack le confesara aquello que le había hecho sentir toda la noche, intranquilo, manteniéndole casi despierto? ¿Cómo reaccionaría su amante rubio a las palabras que Jack debía decirle? ¿Sería capaz de aceptar lo que el samurái consideraba deseos egoístas o simplemente le rechazaría?

Jack no lo sabía, pero aun así, sentía su corazón latir aceleradamente, golpeando fuertemente con cada "pum pum"; y también sus manos y cuerpo, sudorosos, por el nerviosismo que comenzaba a sobrepasarle minuto a minuto. Pero aun así, una parte de sí mismo tenía miedo de que Johnny pudiera rechazarle, y la otra creía ciegamente en la devoción de su amante. Por eso, sabía que Johnny le entendería, sabía que Johnny sería capaz de dejarle ir, sabía que Johnny le comprendería porque le amaba como nunca nadie en ese, ni en otros mundos le había amado, y por lo mismo aguardaba que su musculoso rubio despertara…

Johnny, quien hasta ese entonces, había permanecido dulcemente dormido, siendo acogido por los brazos de Morfeo, sintió de pronto como los rayos de sol se filtraban por la ventana, y le llegaban directo a la cara, comenzando a despertarlo, y cuando salió de su extenso letargo, y estiró sus manos en la cama para sentir el cálido cuerpo de su lindo papacito Jack, se extrañó de inmediato al percatarse que su lindo chico bonito, contrariamente a los otros días, no dormía junto a él, en la cama.

El rubio, asombrado y al mismo tiempo preocupado, sintiendo un fuerte golpeteo en su corazón ante la alerta de que su lindo primor no estaba junto a él, se levantó sobresaltado, y cuando terminó de tallar sus ojos y por fin pudo abrirlos, se percató de aquella perfecta, sensual y curvilínea silueta que le pertenecía a nadie más que a su chico número 1, el único y real amor del alguna vez conocido mujeriego Johnny Bravo, quien sin jamás imaginarlo, había sido completamente cautivado por los hechizantes ojos negros de ensueño, y la hermosa sonrisa serena dulce y sincera, de un chico cuya personalidad, valía la gema más cara y preciosa que pudiera existir en el universo entero en el que vivía Johnny Bravo.

- ¡Oh cielos! ¿Jack? ¿Qué haces ahí, lindo papacito? – Preguntó el rubio, levantándose ágilmente de la cama para acercarse rápidamente a su amante.

Jack al escucharle volteó de inmediato para recibirle con una apacible y deslumbrante sonrisa matutina, tan perfecta y envidiable que iluminó el corazón del rubio de inmediato.

- Buenos días, Johnny. – Saludó el joven samurái con su tan característico, suave y dulce agradable tono de voz, en una voz tan acogedora y bella que podría haber sido digna del canto melodioso e hipnótico de una sirena, y agregó de inmediato reflejando en su rostro, una clara señal de preocupación:

- Te pido disculpas, si por mi causa, te has despertado. – Expresó el pelinegro reflejando su lamento de haber interrumpido los dulces sueños de su rubio amado. Sintiendo, al mismo tiempo, como el nerviosismo que había intentado mantener a raya comenzaba a apoderarse nuevamente de cada centímetro de su alma.

- ¡Oh cielos! ¿Bromeas, muñeco? ¡Eres la vista favorita de Johnny!- Expresó el rubio alegre y enérgico, feliz de ver a su hermoso chico bonito, aproximándose a él, para tomarle entre sus brazos, y besarle repentinamente en aquel gesto tan característico, del apasionado y expresivo Johnny Bravo.

Jack, al sentir los labios del rubio sobre los suyos no pudo más que corresponder su beso de inmediato. Los labios de Johnny eran suaves como delicados pétalos de rosas que le rozaban de la forma más increíblemente deliciosa.

Amaba los besos de Johnny, pues para él eran simplemente como una adictiva droga, y si había algo a lo que Jack se había vuelto completamente adicto, en todo ese tiempo que había permanecido en Ciudad Aron, era a nada más ni nada menos que a su novio.

Por lo mismo, para poder profundizar el beso, incapaz de poder frenar los latidos erráticos de su corazón acelerado y locamente debocado, por la pasión que comenzaba a inflamar cada uno de sus poros como una ardiente y explosiva llama de fuego, rodeó el cuello de Johnny con sus brazos para ahondar ese ardiente, sensual y desesperado, beso necesitado.

Johnny al sentir la respuesta de su erótico y adorado papacito Jack, no pudo más que introducir dominantemente su lengua húmeda y deseosa en lo más hondo de la cavidad bucal de Jack, con el único fin de explorar cada uno de los rincones ocultos de la sabrosa boquita de su lindo papacito, quien desde hace mucho, le volvía absolutamente loco.

Por largos segundos, que parecían eternos minutos, ambos muchachos se besaron de una forma en la que parecían poder absorber con sus besos el alma del otro, pues los besos que se daban estaban llenos de pasión y consumidor deseo desenfrenado, y las caricias que se proporcionaban mutuamente, parecían inflamar de deseo sus cuerpos anhelantes por más contacto.

Jack en ese preciso momento, podía sentir cada una de las caricias desesperadas de Johnny en su cuerpo, las manos grandes del rubio le acariciaban por todos lados, tocando cada parte de su piel descubierta; pues estas tocaban sus piernas, tocaban su pecho, tocaban sus glúteos apretándolos y manoseándolos duramente, demostrando claramente la evidente excitación que, en ese momento, parecía consumir a su rubio amante con cada segundo que pasaba, en especial, cuando comenzó a sentir en su cuerpo como la erección deliciosa, posiblemente goteante, y claramente prominente de Johnny, inevitablemente rozaba descaradamente contra su propia pelvis.

Para ese momento, el corazón de Jack latía aceleradamente en una carrera sin fin, podía sentir como la lujuria y el deseo, súbitamente, en una brutal ráfaga comenzaban a inflamar su cuerpo en poderosas llamas de puro placer y éxtasis, pues el joven samurái, dormía únicamente con su blanco fundoshi, lo cual hacía que cada caricia y roce de Johnny con su cuerpo, pareciera llevarle a una candente locura, sin salida alguna.

-Ahhh Johnny… mm. – Gimió Jack súbitamente cuando, en un segundo, su musculoso rubio se separó de su boca para poder respirar y llenar sus pulmones de oxígeno ante la falta de éste, pues los besos que se daban les dejaban inevitablemente sin aliento.

Y cuando Johnny escuchó aquel gemido de su lindo y maravilloso papacito, sentía que si él hubiera sido mantequilla, se habría derretido, pues aquel gemido de su sensual chico era tan deseoso y desvergonzado, que el rubio sintió como su erección ya erguida, parecía acrecentarse más, al sentir el cuerpo escultural de su bello y propio adonis, rozarse contra su cuerpo.

Por lo mismo, motivado por ese intenso y desenfrenado deseo, cargó a Jack en sus brazos estilo nupcial, como tantas veces lo había hecho desde que conocía al hermoso samurái, y lo condujo directamente a la cama, no sin antes mencionar:

- ¡Oh por todos los dioses Jack! ¡Eres un delicioso chico sensual! Y Johnny ama todo de ti. ¡Me vuelves loco, muñeco! – Le dijo Johnny efusivamente, alegre, sintiendo como su lindo chico le envolvía posesivamente entre sus brazos por el cuello para depositar, en ese momento, un nuevo y fogoso beso.

Las mejillas de Jack lucían un encantador tono rosáceo, tan adorable y hermoso que Johnny no podía apartar de ellas, sus cristalinos y observadores ojos azules que le miraban contemplativo. Pues el rubio pensaba, que si el paraíso realmente existía, entonces él era el hombre más afortunado del mundo, al tener en sus brazos al ángel más increíblemente celestial de todos, y Johnny Bravo era definitivamente un hombre afortunado, prueba de ello era el sensacional chico que tenía en sus brazos, cargándolo amorosamente como si tuviese miedo de que se rompiera, ya que para el rubio, ese bello samurái era su más grande y amado tesoro, por eso lo cargaba con una sutileza digna de admirar, viniendo de un macho tan grande y musculoso como él.

El precioso samurái, por su parte podía sentir el propio calor de sus mejillas emanar ardientemente de ellas, sabía que estaban tan rojas como unas cerezas, pero no le importa, lo único que le importaba en aquel momento era no perder, por nada del mundo, el placentero contacto de Johnny contra su cuerpo. El mismo cuerpo de su amante que tantas veces le había envuelto con sus brazos en amorosos abrazos para protegerle del frío, para consolarle de alguna pesadilla o recuerdo desagradable o bien para demostrarle cuánto amor sentía.

No obstante, en aquel momento como una doncella de cristal, Johnny le cargaba, tiernamente, estilo nupcial para depositarle en la cama con una gentileza que hacía a su corazón rebosante de alegría, palpitar aún más.

El samurái ahora yacía recostado en la espaciosa cama boca arriba, sus cabellos negros estaban completamente desparramados, dándole un atractivo sensual y exótico, su cuerpo perfectamente torneado relucía cada uno de sus músculos perfectamente trabajados. Sus mejillas bellamente coloreadas por el rubor que inevitablemente marcaban sus mejillas producto de la excitación que en aquel momento le embargaba. Bajo la tela del fundoshi se podía observar claramente su pene ya erguido, pues la mancha de semen que había ahí acumulada era una clara señal de que Jack estaba excitado.

Y su cuerpo, su cuerpo lo demostraba emanando un calor que parecía envolver por completo a Johnny, incluso aunque fuera un chico, el olor del deseo de Jack podría haber sido sentido por cualquiera que tuviera un buen olfato, más aún al ver los claros indicios que indicaban que aquel hermoso muchacho pelinegro se derretía con cada segundo que transcurría.

Sus cabellos estaban empapados por el sudor producto de la elevada temperatura de su cuerpo, sus labios estaban húmedos a causa de la pasión de sus besos con Johnny, sus ojos se abrían y cerraban hermosamente parpadeando repetidas veces como asegurándose de contemplar a su rubio amado, y su pecho subía y bajaba a causa de su errática respiración necesitada.

El samurái lucía simplemente glorioso y Johnny, Johnny no podía dejar de agradecer a Doña Suerte, por poner en su camino al ser más bonito de todos.

- ¡Oh cielos Jack! ¡Eres simplemente hermoso! ¡Johnny quiere hacerte el amor como un loco! HUM HA HUM- Expresó Johnny, separándose unos segundos del bello samurái para despojarse de todas y cada una de sus prendas, quedando desnudo, y evidenciando una clara erección que no pasó desapercibida para los hambrientos ojos de Jack, que como un niño, esperaba ansioso para probar su golosina, con la particularidad de que esta no era una golosina cualquiera, era nada más y nada menos que la fuente principal de su excitación, y que se introduciría en su cuerpo para llevarle al cielo y desbordarle en una pasión que ansiaba en ese momento con cada palpitar de su corazón.

- Oh Johnny, mi cuerpo te desea con pasión... - Expresó el samurái increíblemente sonrojado, y un tanto avergonzado por semejante revelación, pues no importaba cuantas veces lo hiciera con Johnny, Jack siempre sería un chico inicialmente tímido, por lo mismo aquella declaración le causó mucho pudor, y cuando Johnny le cuestionó, no pudo más que sentirte mucho más avergonzado.

- ¿Sólo tu cuerpo me desea, lindo papacito? - Le preguntó Johnny, esta vez, posicionándose sobre el cuerpo del samurái, sin dejar caer todo su peso para la comodidad de su lindo cariñito.

Y Jack, Jack al escuchar aquellas palabras simplemente sin poder evitarlo, dejándose llevar por la pasión que sentía, por esa sensación de deseo que agitaba su cuerpo entero, por ese calor que le consumía, por el latido desbordado de su corazón frenético, por la esencia de Johnny y su perfume que le inundaban los sentidos, y ese cuerpo sudoroso y tan increíblemente musculoso que Johnny poseía y que le ponía loco, le respondió directo:

- Todo mi cuerpo y mi ser te desean con fervor, Johnny. - Aclaró el samurái a su amado, sin poder ocultar aquella verdad que agitaba cada uno de sus sentidos, el amor que sentía por Johnny parecía infinito y más aún su ferviente deseo, por eso agregó suplicante y extasiado:

- Hazme el amor por favor, Johnny, quiero sentirte dentro de mí. - Suplicó Jack extremadamente avergonzando permitiendo que su deseo sexual hablara por él, pues normalmente no era tan directo, no era tan desvergonzado, ya que siempre solía ser un chico recatado, al menos hasta que la excitación que sentía en ese momento se elevara al punto en que se volviera desinhibido y descarado en extremo.

Y cuando Johnny escuchó esas palabras de aliento, no pudo más que sentir que perdería el control y que como un Bravo bestia, tomaría a su chico samurái, lo voltearía para acomodarlo boca abajo, separaría con presura sus nalgas para encontrar la entrada del hermoso agujerito que constituía el rosado ano de su delicioso chico, y le penetraría en una sola embestida, sin poder controlar sus más primitivos y bajos instintos, para hacer gozar a Jack como solo él, Johnny Bravo podía lograrlo.

Sin embargo, Johnny era un paciente amante, y sabía que si hacía eso, tan sólo lastimaría a su chico, por eso comenzó primero a llenarle de apasionados y dulces besos, en su cuello, en su rostro, en sus hombros, en sus brazos en toda parte posible que pudiera de su cuerpo, posando sus labios en la piel de Jack con una reverencia que demostraba cuanto amaba a su chico samurái, dejando marcas de sus besos y chupones que adornarían de manera sensual la bella piel de su amado enamorado.

Y Jack, Jack se sentía increíblemente amado y afortunado con las atenciones exclusivas de Johnny, en aquella lluvia de cálidos y dulces besos que eran como un delicioso chocolate que no podía dejar de degustar, pues jamás podría siquiera cansarse de las caricias o los besos de su rubio novio, en especial, porque éstos tenían un exquisito dulzor acaramelado que endulzaba su corazón y alma anhelantes de sentirse amado.

- Dime lindo papacito ¿te gustan los besos de Johnny? - Le preguntó de repente el rubio a su chico bonito, dejando de administrarles aquellos sabrosos besos para contemplar su belleza exótica, derretida bajo su cuerpo a causa de sus dulces atenciones. Y el samurái no pudo más que estirar sus manos, que hasta ese entonces había permanecido a sus costados, descansando, para acercarlas al rostro de Johnny en un tierno contacto y responderle sinceramente:

- Tus besos son como un dulce caramelo para mí, Johnny. - Le dijo a su amado rubio, mirándole directamente a los ojos, perdiendo su mirada con la de los cristalinos ojos de Johnny. Los ojos de Jack eran intensos, eran profundos, eran místicos, y como en un hechizo, cautivaban infinitamente a Johnny, quien sorprendido al escuchar aquella declaración de su precioso chico lindo, no pudo más que animarse y expresar exaltado.

- ¡Oh cielos, sí! ¡Johnny quiere ser tu caramelito exclusivo! - Declaró románticamente Johnny con una sonrisa de campeón, que era típica en él, cuando se sentía como todo un conquistador, pues su ego era enaltecido por las palabras de su amado chico, quien jamás perdía oportunidad de alabarle tal y como lo hacía, y Johnny no podía más que sentir como su corazón enajenado, latía, golpeándole en constantes "bum bum" para recordarle cuan enamorado estaba y cuan afortunado era, por tener a ese chico, que le hacía sentir que él mismo, era el único caramelo al derretirse con sus besos.

Mientras que Jack se derretía, se derretía con cada segundo que pasaba al sentir la evidente prominente erección de su amado Johnny Bravo, ya que el miembro de éste ejercía presión contra su propia pelvis, y restregándose contra su propia erección descubierta que se alzaba despierta por el roce de sus cuerpos ardientes.

Y Jack sentía que no podía contenerse, necesitaba que Johnny lo penetrara, necesitaba que Johnny se introdujera en lo más profundo de su interior para hacerle sentir aquel delirio exclusivo del deseo carnal producido por el placer sexual. Porque Jack podía sentir perfectamente su respiración agitada, la erección goteante de Johnny rozándose contra la tela de su manchado fundoshi, el cuerpo sudoroso de Johnny goteando sobre su propio cuerpo y el calor intenso de él emanando por el puro deseo.

- Mmmm Johnny, te deseo tanto. - Expresó Jack en un susurro candente, con su voz llena del deseo que le consumía e inflamaba ardientemente, cada célula de su cuerpo.

Jack no podía evitarlo, deseaba a Johnny como nunca pensó que pudiera desear a alguien en ese mundo o cualquiera de los otros. Pero Johnny también le volvía loco, la increíble virilidad que emanaba de él, aquella sensualidad exclusiva, su perfecto cuerpo demostrando su voluminosa y sensual musculatura que hacía que el rubio fuera mucho más grande que él en contextura. Parecía como si su propio cuerpo, incluso entrenado por largos años, e igualmente perfecto hubiera sido hecho solo para encajar con el cuerpo de su amado. Por eso lo necesitaba, lo necesitaba tanto como el aire que respiraba y más aún cuando él se derretía entre sus brazos y bajo su cuerpo como aquella era su situación en ese candoroso momento de pasión.

- ¡Oh cielos! Lindo papacito. Johnny te dará todo lo que quieras. Sólo tienes que pedírselo. - Expresó Johnny, amando aquel deseo emanar de su hermoso y sonrojado samurái, quien no quitaba un sólo segundo, sus magníficos ojos negros velados por el deseo, de sus propios ojos, de sus propios labios, de su propio cuerpo y de su propia erección, al ver la mirada de Jack en todo su cuerpo especialmente en su carnoso y orgulloso falo, Johnny no pudo más que tragar duro. Sabía que su escultural cuerpo era digno de una obra de Miguel Ángel como "El David", pero jamás pensó que su papacito tuviera semejante mirada descarada al observarle de aquella forma como si quisiera consumir su alma con su intensa mirada.

Y cuando Johnny sintió las manos de Jack buscar su masculinidad y comenzar a tocarla, apretarla, acariciarla con total presura, con devoción, con necesidad como si simplemente con sus manos le hiciera el amor, Johnny sintió que perdería la cordura.

Su excitación era desmedida, su corazón latía a mil kilómetros por hora, sus mejillas igualmente sonrojadas al ver el descaro de Jack, tocándole de aquella forma. Se sentía excitado, se sentía caliente, se sentía sorprendido y a punto de derretirse, ni todas las sexys mamacitas del mundo, en diminutos bikinis o desnudas, le habían calentado tanto como el hecho de ver a aquel precioso chico sonrojado, como un ángel a punto de sucumbir al más terrible pecado inducido por él, por Johnny Bravo.

-¡Oh papacito! ¡Haces a Johnny enloquecer! - Exclamó Johnny, al sentir esas manos de Jack, tan callosas, envolverle con semejante ansiedad, masturbándole rítmicamente de una manera exquisita.

¿Acaso su sexy papacito Jack pretendía hacerle perder la cordura para que él le tomara de manera dura? Se preguntó a sí mismo Johnny, incapaz de poder ocultar su sorpresa, pues normalmente su chico bonito solía ser mucho más tranquilo en el sexo, dejándole a él hacer todo porque Johnny amaba ser quien tomara las riendas, tanto como amaba que su hermoso Samurái Jack le sorprendiera, pero hoy podía percibir perfectamente que había algo diferente en aquel precioso y pecaminoso chico. Por lo mismo, sintiendo su corazón dar un golpeteo extremo, y sorprendiéndose del atrevimiento de su chico bonito, no pudo más que balbucear sorprendido.

- ¡Woow! ¡Cielos! ¡Jack papacito, estás que ardes! - Le dijo Johnny, aun sorprendido, incapaz de creer que ese mismo chico fogoso fuera su Jack de siempre. Y Jack, Jack al sentir aquel miembro de Johnny, tan venoso, tan prominente, tan caliente, tan palpitante, tan delicioso no pudo más que sentir como el deseo, la excitación, aquella sensación de deseo que le embargaba y le hacía anhelar por más toques, más contacto, más piel, le hacía enloquecer de placer.

Por lo mismo al escuchar la exclamación de Johnny, y sus palabras diciéndole cuanto le amaba, cuan loco le volvían sus propios toques y caricias. El samurái no pudo más que sentir su pecho hinchado de orgullo y sentir como su palpitante miembro parecía estar de acuerdo al impulsarle a continuar, a continuar expresándole a Johnny lo que más deseaba en el mundo de él, tal como le había confesado en ese momento, en que bañado en sudor, y en la excitación que comenzaba a consumirle internamente, comenzaba a perder sus preocupaciones para disfrutar plenamente de su sexualidad, por lo mismo, haciéndole caso al agitado palpitar de su corazón, y de su propio pene goteando, prosiguió con cada una de sus arrebatadoras palabras:

- Mi cuerpo arde de deseo como una llama por ti, Johnny. - Le expresó Jack, esta vez intentando sentarse en la cama a lo que al percibir esto, Johnny, inmediatamente separó su cuerpo de él para darle espacio. Tras esto, ambos muchachos quedaron sentados en la cama uno frente al otro.

Y antes de que Johnny pudiera si quiera articular palabra alguna, como una fiera enloquecida, Jack se abalanzó sobre su cuerpo, tumbándolo en la cama posicionándose esta vez el chico samurái sobre él, sólo para darle un beso, un beso desesperado, ansioso, un beso deseoso en el que Jack forzaba su lengua dentro de la boca de Johnny y la sacaba también para que Johnny sacara la suya y ambos batallaran en un beso húmedo y baboso de lenguas. Un beso sexual, primitivo, y deliciosamente exquisito que hacía que la temperatura corporal de ambos subiera a límites insospechados.

- Mmm Johnny sabes delicioso. - Expresó sensualmente el samurái en un erótico gemido relamiéndose los labios para enfatizar su punto. - Los besos de Johnny le hacían sentir completamente intoxicado, pues cada vez que se basaban de aquella forma tan apasionada, el ardor corporal del deseo sexual de Jack aumentaba de forma exponencial.

- ¡Oh papacito! - Se limitaba tan sólo a expresar Johnny al ver a su chico bonito de aquella forma tan excitante y demencialmente enloquecedora. Su samurái estaba que ardía y Johnny no podía más que desear quemarse con la pasión de su dulce y exótico primor.

- Te amo tanto Johnny, pero lo que más amo de ti es esto. - Expresó Jack con una sensualidad que hubiera causado el derrame nasal de cualquiera que le escuchara en aquel momento o bien le viera. Pues el samurái se encontraba sobre el cuerpo del musculoso rubio sentado a horcajadas sintiendo en aquella postura el pene erecto de Johnny rozarle de una forma exquisitamente deliciosa y cuando mencionó aquellas palabras se levantó por unos segundos para tocar el pene de Johnny y dejarle en claro a qué se refería con sus palabras.

Y el samurái no podía más que regocijarse en aquella sensación que le hacía volverse loco de pasión. Para ese momento el samurái estaba siendo consumido estrepitosamente por el candente deseo que le maniataba, haciéndole sentir tan increíblemente excitado y deseoso, que en lo único en lo que podía pensar en ese momento, era en sentir ese enorme trozo de carne maravilloso que constituía el considerable miembro de Johnny insertarse en su ano, estrechándolo, expandiéndole, abriéndose paso para llegar hasta lo más profundo de su interior, pasando por el canal de anillos musculosos que tenía, hasta que el enorme pene de Johnny llegara a los más profundo de él, para tocar su delicioso punto de puro éxtasis, conduciéndole a un explosivo orgasmo, para saciar su anomalístico deseo primitivo de ser follado por Johnny hasta perder el conocimiento.

Por esa razón el chico samurái actuaba de aquella forma, excitado, frenético, deseoso y tan caliente como una perra en celo, porque la sensación abrumadora que le embargaba y nublaba sus sentidos le hacía perder la razón al punto de delirar por completo.

Y tan ensimismado estaba en aquella osadía que le había hecho prisionero producto del deseo, que en ese momento olvidó toda timidez y reparo. En su mente solo permanecía el bestial deseo de ser ensartado por el miembro de Johnny.

- Dámelo por favor Johnny, necesito sentirlo en mi interior penetrándome hasta lo más profundo de mi ser, por favor. - Suplicó una vez más Jack fervoroso, incapaz de poder refrenarse, incapaz de poder controlarse e incapaz de poder racionalizar en su mente, las palabras que su boca sucia había dejado escapar, en aquel momento, en que lo único que importaba era la ansiedad de sentir ese falo de Johnny partiéndole por dentro hasta hacerle gemir una y otra vez como un loco.

Y Johnny, el rubio no pudo más que enloquecer al escuchar aquellas palabras, esa imagen, esa imagen jamás podría borrarla de sus celestinos y observadores atentos ojos, su Jack, su chico bonito montado sobre su cuerpo como un vaquero esperando a ser ensartado por él y su miembro, las mejillas de su chico bonito, rojas, hasta más no poder, ardiendo con un color rojo intenso, sus labios húmedos y mojados, hinchados por los besos salvajes que habían tenido, su lengua afuera, deseoso, excitado como una bestia en celo, y sus cabellos negros largos y hermosos cayendo sobre su espalda como si fueran las olas de una cascada, pero al mismo tiempo cubiertos de sudor tal y como su cuerpo perlado, y ahí su erección erguida a más no poder, aquel miembro que le encantaba no solo por su tamaño, forma, y sabor, sino también porque era simplemente fascinante, y si bien no era unos enormes senos propios de las sexys mamacitas que alguna vez le gustaron, era la parte de la anatomía de su Jackie, que evidenciaba de la forma más clara cuanto deseo sentía por él, su ardiente papacito sensual.

Y Johnny, Johnny ya no pudo controlarse más, simplemente, con la fuerza que le caracterizaba y la ansiedad típica de él, el rubio ya no aguantó más al ver ese delicioso caramelo relleno de leche cubierto por aquel molesto pedazo de tela, por lo mismo estirando sus manos, tomando los costados del fundoshi con un simple movimiento y aplicando un poco de fuerza lo desgarró, de inmediato, cortando así ese pedazo de tela y dejando el miembro hermoso de Jack libre de su cautiverio, para así poder colocar su mano grande en él y acariciarlo de una forma perfecta que hizo a Jack gemir de inmediato.

- Mmmm Johnny ahmmm. - Gimió el joven samurái, deleitado por aquellas caricias tan exquisitas que Johnny le proporcionaba a su miembro acariciándole como si fuera el tesoro más valioso. Y Jack, Jack sólo disfrutaba ese momento con total delirio, moviéndose hacia adelante y hacia atrás sintiendo esa fricción maravillosa que le conducía segundo a segundo al paraíso absoluto.

- ¡Papacito! ¡Qué mojado estás! - Exclamó Johnny sin soltar ni un solo segundo aquel miembro palpitante y húmedo que seguía acariciando, comenzando a sentir como su samurái se balanceaba sobre él hacia adelante y hacia atrás, manteniendo el equilibrio como si él mismo fuera el toro guapo salvaje a montar, de Jack.

- Ah ah Johnny... por favor penétrame. – Suplicó Jack con los ojos completamente cerrados dejándose llevar delirantemente por el placer que sentía. La fricción que se ejercía bajo su ano, sintiendo el miembro de Johnny, le hacía delirar, y evidencia de su excitación era su lechoso miembro goteando como un manantial.

-¡Papacito! ¡Qué bonito te ves! - Expresó Johnny como podía, pues esa calentura irrefrenable del samurái le sorprendía de manera excepcional. Jamás antes había visto a su papacito tan excitado, tan caliente, tan osado, tan atrevido y aquello simplemente le encantaba, no sabía si se debía al calor de aquella mañana, pero su Jackie parecía todo un semental. Y por lo mismo, aprovechando aquel estado, Johnny Bravo no perdió tiempo para incitarlo, ya que si había algo que calentaba de manera fenomenal al rubio y lo hacía volver verdaderamente loco, era escuchar a su samurái decir las obscenidades más fascinantes salir de la boquita de su sensual chico sucio.

- ¿Qué es lo que quieres que Johnny haga para ti, bonito? -Le preguntó lascivamente el rubio a su sexy papacito, sabiendo que en el estado en el que se encontraba su chico lindo, éste le respondería con el descaro que solo le caracterizaba en semejante estado excitado.

- Johnny, yo... - Comenzó a decir Jack, siguiendo con su frenético ritmo sobre el pene erecto de Johnny, con los ojos cerrados, perdiéndose en la deliciosa realidad de la sensación de las manos de Johnny masturbando con habilidad su hombría, pero también con una habilidad maravillosa, al punto de hacer evitar que se corriera. Y agregó:

- Yo quiero sentir tu pene, partiéndome, penetrándome, expandiéndome, llenándome de ti, ahm Johnny. - Le dijo simplemente de plano el samurái, y la vergüenza, el pudor, parecían completamente olvidados, pues tanto era el deseo del muchacho que en ese momento lo único que plagaba cada uno de sus sentidos era el delirante deseo de sentir ese pene carnoso rompiéndole el culo para sentir el gozo más absoluto que tan solo Johnny podía otorgarle con su increíble pedazo de carne.

- ¡Wow cielos Jack! ¡Eres un atrevido chico samurái! - Expresó Johnny abriendo los ojos y disfrutando ese pervertido rostro de su chico regocijarse con su pene erecto incluso si su miembro aún no estaba en el interior de su amante como tanto lo anhelaba su pelinegro. Por eso decidió continuar:

- ¿Entonces qué te parece si Johnny te parte ese lindo culito con su pene, eh papacito? - Expresó de manera pervertida Johnny en una invitante proposición pecaminosa que hizo a Jackie perder el control. Sobre todo porque hizo uso de su voz más seductora y sucia, y para recalcar su punto, traviesamente con su mano derecha le dio un fuerte pellizco a cada uno de los hermosos capullos erectos que constituían los pezones duros como roca del samurái.

- Oh Johnny por favor, hazlo ya. - Rogó Jack en respuesta al escuchar aquellas sucias palabras de su amante rubio, incapaz de poderse controlar más, pues el deseo que sentía era tan carnal que nada lo parecía frenar.

- Tienes que suplicarle más a Johnny, dime qué es lo que deseas, lindo papacito. - Insistió Johnny, amando a su chico descontrolado, amando esa boquita sucia de Jack moverse solo para suplicar agónicamente por las cosas más sucias. Mientras Jack seguía delirando y Johnny se regocijaba al ver a su extasiado papacito de aquella forma, después de todo ¿quién podría pensar que ese salvaje chico deseoso y atrevido capaz de hacer lo que fuera por tener un falo insertado en su culo podría ser el mismo chico: cortés, prudente y respetuoso que se limitaba a hablar solo cuando era necesario?

Johnny sabía que ese chico tenía dos caras, y ya fuera su lindo chico tímido y cortés, o su salvaje y sexual papacito, Johnny lo amaba de cualquier forma, porque nadie en el mundo significaba tanto en el corazón de Johnny que ese muchacho.

- Quiero tu pene en mi culo, por favor Johnny. No me hagas suplicar. - Expresó esta vez Jack, sintiendo como unas pequeñas lágrimas de frustración comenzaban a acumularse en sus oscuros, pero bellos ojos, sintiendo como su pene estaba imposiblemente hinchado, y el samurái se preguntaba en ese lapsus como su rubio podía soportar sus propios movimientos erráticos con su pene bajo su propio culo moviéndose desesperado.

- Mmm Johnny adora escuchar tus ruegos, Jackie. - Fue todo lo que respondió Johnny esta vez estirándose un poco para alcanzar con su boca los rosáceos y duros capullos en el pecho de Jackie y comenzar a succionar con deseo sus pezones.

Y ese simple acto fue enloquecedor para Jack, quien incapaz de poder lidiar con la sensación delirante de sentir la boca húmeda, caliente, erótica de Johnny succionarle los pezones como si intentara sacar leche; la mano frenética pero lenta y tortuosa de Johnny acariciar su propia miembro goteante y erecto y el pene extremadamente duro y potente de Johnny bajo su propio culo, sintió que perdía el control y dejaba salir a la salvaje bestia que llevaba dentro como el mamífero que era.

- ¡Johnny por favor! ¡Métemelo duro! - Suplicó Jack en voz agónica, sintiendo que perdería la poca cordura que tenía para ese punto.

Y sin embargo, Johnny hizo oídos sordos, esos ruegos, ese delirio, esa desesperación de su samurái le calentaban como una caldera a punto de reventar. Podía sentir el sudor de su cuerpo mojándolo todo como si tuviera su propio charco, el frenético palpitar de su corazón extasiado, la sangre de su nariz amenazando con desparramarse producto de la tensión alta que le atacaba y su pene mucho más grueso e hinchado lleno de sangre a punto de explotar si no penetraba a su samurái ya.

- ¡Oh por todos los dioses Jack! ¡Qué bonito te ves suplicándole a Johnny con esa exquisita y sucia boquita tuya! - Le dijo Johnny, enloquecido, sintiendo que ya no podría aguantar más. Sin embargo, ni toda su calentura ni deseo carnal le preparó para la desesperación tan agónica que impulso a su samurái a hacer algo que jamás pensó que sería capaz.

Jack, el samurái, incapaz de poder soportar aquella agonía tan prolongada que tenía a su pene chorreando pequeñas gotitas interminables de semen. Sin esperar más, decidió tomar las cosas por su cuenta, por ello elevándose en cuclillas con un equilibrio perfecto que sólo podía caracterizarle a él incluso en ese estado demencial, llevó su mano derecha hacia su boca, y uno a uno lamió cada uno de sus dedos llenándolos de babosa saliva hasta mojarlos todo, y acercándolos a su trasero comenzó a insertarlos como pudo metiendo uno tras a otro hasta comenzar a expandir su ano que producto de sus constantes sesiones de sexo con Johnny estaba mucho más abierto, haciéndole menos difícil el prepararse para acoger el pedazo de carne de su amante.

Johnny mientras tanto miraba sorprendido a su chico bonito, sobre todo al sentir como súbitamente Jack se separaba de él, para acuclillarse frente a sus ojos y comenzar a tocar su miembro, para ayudarse con los fluidos de su propio semen y saliva a prepararse, y el rubio no podía creer aquello que veía hacer a su amante, pues la desesperación y agilidad que usaba su Jackie para prepararse incapaz de esperarle para él hacer ese trabajo, le hicieron sentir completamente impresionado. Y aunque sabía que en estado de calentura, su chico lindo parecía una fiera en celo, y era capaz de todo, aquella escena era simplemente demasiada erótica y enloquecedora. No obstante, cuando creyó que nada podía ser más impactante, se equivocó, ya que, las palabras que expresó Jack a continuación le hicieron perder el poco auto control.

- Johnny, ya... ahh no puedo esperar más para sentir tu pene partiendo mi ano, dándome lo que necesito Johnny. - Expresó Jack, dejando de prepararse, pues en ese lapso, había logrado con la maestría que solo a alguien como él le caracterizaba, prepararse perfectamente para recibir la deliciosa intromisión de Johnny que pronto le invadiría, y su voz sensual y erótica, su voz deseosa e impaciente, fueron suficientes para arrebatarle toda la cordura que le quedaba a Johnny, quien al escuchar esas palabras, sin permitirle darle más tiempo a su samurái tomó su erección, y simplemente la guío a ese delicioso culito de Jack sobre él que le esperaba, tan abierto, tan mojado, tan dispuesto, tan preparado para recibirle en ese nido de placer que siempre Jack le brindaba.

Y le penetró, Johnny penetró a Jack sosteniéndole de las caderas y haciéndole bajar para sentarse sobre su propio falo caliente, hinchado, palpitando. Y el samurái, el samurái al sentir aquel pene tan grueso, tan ancho, tan duro como palo, no pudo más que sentir un fuerte dolor agónico destrozándole el ano, haciendo a sus ojos llenarse de lágrimas para posteriormente quedar completamente estático ante aquella intromisión repentina que le dolió hasta lo más profundo de su candorosa alma, ardiendo en llamas del apetito sexual que le volvía lo suficientemente loco para sentir que aquello si bien era jodidamente delicioso era increíblemente maravilloso, pues nada podía compararse a ese dolor extremo al sentir la invasión de un pene penetrar el culo al inicio, abriéndose paso por el anillo de músculos anal, para llegar hasta el fondo y posteriormente comenzar a proporcionar un placer excepcional como era el caso para el samurái, quien sentía pequeñas lagrimitas derramar de sus ojos y el dolor intenso de su ano exquisitamente siendo penetrado.

Sin embargo, cuando Johnny tomó su miembro y comenzó a masturbarlo y le dio una fuerte estocada envistiéndole golpeando al instante su próstata abusada, sintió que no podía más que aferrarse a Johnny abrazándole para disfrutar aquella dulce, placentera y deliciosa sensual tortura agónicamente maravillosa.

- Ah así Johnny, mhh - Gemía el samurái aferrándose a su amante rubio como si su vida dependiera de ello, sintiendo por fin aquel carnoso falo adentrándose en lo más profundo de su ano, brindándole la más exquisitas y consumidoras sensaciones.

-¡Más rápido! Amhh por favor Johnny. - Suplicaba Jack desenfrenado con ese falo en su ano, envistiéndole en una estocada tras otra, pues Johnny no dejaba ni por un segundo de cumplir los deseos de su papacito.

- ¡Oh cielos! ¡Si! ¡Jack tu culito se siente espectacular! - Gemía también Johnny, incapaz de dejar de evitar sentir esa deliciosa sensación que solo podía ser causada por su miembro comprimido al máximo por el apretado ano de su Jack que le succionaba como una sanguijuela hambrienta hasta el punto de querer dejarle seco.

- ¡Oh cielos papacito! ¿Te gusta sentir el pene de Johnny dándote lo que tanto te gusta?- Expresó Johnny concentrándose para hacer que aquellas palabras sonaran coherentes, mientras seguía envistiendo a su chico lindo que se aferraba más y más a él, y Jack, Jack no podía más que gemir y delirar en palabras pecaminosas que solo excitaban a Johnny más.

- Joh...nny... me... encanta... sentirte...partiendo...me... - Expresaba entre gemidos cortados el samurái, incapaz de procesar más palabras que esas momentáneamente pues la sensación de Johnny partiéndole, ensartándose empujando su pene en su ano, le hacía sentir fantásticamente extasiado y más cuando la mano de Johnny no le dejaba de acariciar el pene o bien de pellizcar sus pezones duros como guijarros.

- ¡Oh cielos! ¡Así, gime para Johnny, muñeco! ¡Dile cuanto te gusta sentirlo dentro de ti! ¡Cielos! - Expresaba efusivo el rubio, deleitado, delirando, extasiado, enloquecido, el culo de Jack succionándolo, contrayéndolo, atracándose con su pene en su ano, era exquisito, podía sentirlo y si seguía así duraría poco, pues en aquella posición "vaquera", el peso del cuerpo de Jack le hacía acercarse al clímax, ya que incluso si Johnny le envestía, era Jack quien con su peso y las contracción de sus músculos anales tenían el control de aquel pervertido y placentero acto.

- Joh... ny... quiero... sentirte...dándome duro... siempre... llenán..do..me...de..tu...semen... haciéndo..me.. tuyo... - Deliró una vez más Jack con aquellas palabras, tan sucias, tan perversas, tan fervientes y calientemente pecaminosas que en ese momento en lo único que podía pensar era en el deseo agobiante de alcanzar su clímax cuanto antes, por eso dejaba salir aquellas palabras pervertidas que en otra ocasión jamás se habría permitido expresar.

Pero en ese momento, ese samurái, no era el típico cortés chico conocido como Jack, era un ardiente samurái en llamas, sumergido por completo el más exquisito éxtasis disfrutando como nunca del placer que solo el sexo podía darle en su cuerpo, y un acto que solo y únicamente podía hacerle con quien le hacía perder el control hasta ponerlo absolutamente desvergonzado, su amado rubio y novio conocido como Johnny Bravo.

- Más rápido, mmm ah Joh...ny... du...ro...fuert..e ¡envís...te..me! ¡Por...favor… Johnny!. - Suplicó Jack, agónico, deseoso, extasiado, pues aun cuando el mismo se movía frenético de arriba hacia abajo dejando caer su peso en el falo de Johnny sin cesar, deseaba que Johnny también moviera sus caderas y le envistiera empujándolas hacia arriba, para bajarlas y volverlo a empujar en esa magnífica tortura especial, y sentía que ya no podría resistirlo más.

Su corazón palpitando a la velocidad de la luz, su sudor mojándole entero y cayendo sobre el cuerpo de Johnny mezclándose con el propio sudor de su rubio, sus cabellos empapados hasta más no poder pegándose a su espalda de una forma excepcional, haciéndole cosquillas y aumentando la delicia de esa posición en la que se encontraba, la mano de Johnny grande acariciándole y disfrutando de masturbarle, y en ocasiones, pellizcando con picardía sus pezones. Todas aquellas cosas más las palabras alentadoras de Johnny, le impulsaban al clímax, sobre todo cuando escuchaba de las palabras de su amante cuanto le amaba incluso si actuara de aquella forma, tan sucia, tan pervertida, tan retorcida, y caliente como una fogata en abrasadoras llamas.

- Oh sí... ¡papacito! ¡Eres tan sucio! ¡Tan exquisito! ¡Tan bonito! ¡Tan delicioso! Gime rico para tu Johnny. - Agonizaba el rubio, escuchando las palabras de su pervertido Jackie, su sucio papacito, el chico lindo desenfrenado que liberaba su lado más salvaje solo con él en la cama.

- Mm Johnny... por...fa..vor...llenam..e..de..jam.e sen..tirte... llenar..me con tu le..che te..lo...implo..ro.. - Suplicó el samurái a un punto en que su perversión no podía elevarse más, o al menos eso era lo que creía el samurái, porque Johnny sabía perfectamente como lograr que su papacito fuera mucho más perverso aún.

- MM oh... ¡ah muñeco! ¿Qué quieres que mmhh llene Johnny? - Demandó el rubio, sabiendo perfectamente que parte específica quería su amante que llenara, pero deseando escucharlo de todas formas de su sucia boquita pecaminosa que le conducía al punto limite sin retorno.

Y Jack, Jack en ese estado eufórico, en ese estado ferviente como un animal en celo, dejándose llevar únicamente por su más primitivos instintos y sucios deseos, simplemente respondió, sin reparos, sin dudarlo, sin pensarlo, porque simplemente en ese estado, el samurái era capaz de cualquier cosa con tal de conseguir su tan añorado orgasmo.

- ¡Mi...mi..ano!.. Llena... mi...cu..lo...por...favor...Johny…ny - Suplicó Jack, y si el samurái no hubiera estado absorto en semejante delirante estado, se habría percatado de cuan libidinosas eran las palabras que una tras otra salían de su pecadora boca.

Pero en aquel estado no era consciente de eso, por eso las decía sin preocuparse, y tras decirlo sintió que ya no podría aguantar más, sobre todo cuando Johnny al escuchar aquello, perdió la compostura y con un salvajismo demencial comenzó a masturbarle a una velocidad digna de una máquina para follar, le masturbó tan rápidamente que Jack sintió que se correría en cuestión de segundos.

- ¡Dáme..lo!... To..do...Joh..nny - Fue lo que alcanzó a expresar Jack.

Y Johnny, Johnny al escuchar ese deseo, ese ruego, no pudo más que desear cumplirlo, y dejándose llevar por ese deseo que le carcomía cada poro, al sentir el cuerpo de su samurái mojado, al escuchar los gemidos que emitía su boca, al verle jadeando como una bestia, al sentir como subía y bajaba de su pene o contraía los músculos de su ano, ya no pudo aguantar más y le envistió en una estocada tan perfecta y profunda, que cuando escuchó a Jack pedirle que le llenara todo, como si Jack fuera una dona esperando a ser rellenada con leche, se vació en su ano con un gemido gutural que parecía el sonido de Johnny Tarzán.

Sin embargo; los movimientos frenéticos de Jack y lo resbaladizo de su ano hicieron que el pene de Johnny se saliera de tan fabuloso hoyo y terminara derramando la mitad de su leche en el interior de Jackie y la otra directo a su cara, y Jack, Jack al sentir que la leche acumulada de Johnny comenzaba a derramarse en explosivas oleadas en su rostro, no pudo más que abrir la boca con ganas y acto seguido al sentir ese líquido derramarse tan suciamente en su rostro, no pudo más que sentir que por fin se le abrían las puertas del bendito paraíso, y se derramaba en una corrida exquisita para quien pudiera contemplar al samurái en semejante pose, después de haber cabalgado a su salvaje semental, Johnny.

El samurái sentía como su semen se corría entre cortado, salpicando sin poder controlar su puntería manchando su propia cara, mezclándose con los residuos del semen de Johnny, su respiración era tan agitada que parecía que en cualquier momento se desmayaría por la falta de oxígeno, las sabanas de aquella cama estaba cubiertas de residuos y sudor producto de ese acto de salvaje pasión, y Johnny, Johnny seguía como podía intentando mantener su agitada respiración.

- ¡Oh cielos Jack! ¡Eres toda una maquina sexual! - Expresó Johnny, una vez su poderoso orgasmo como una fuerte ola, le había azotado, sintiéndose ahora completamente satisfecho como solía ocurrir después de tan candente acto y Jack, Jack seguía respirando agitado aun sobre el cuerpo de su amado.

- ¡Mmm soy tu maquina sexual Johnny!

Le expresó el chico samurái apenas pudo recuperar la voz producto de su ahogada respiración, y para enfatizar su punto y aun cegado por ese satisfactorio post orgasmo, acercó su mano derecha a su rostro, junto sus dedos índice y medio, y empezó a limpiar su rostro recogiendo con sus dedos los residuos de semen que podía sentir en él, para posteriormente llevárselos a la boca y mamarlos como un gatito sediento de leche, disfrutando el delicioso sabor de ese semen tibio y seco que comenzaba a pegársele en el rostro y cabello. Y para Johnny, esa visión fue tan jodidamente maravillosa que sin importarle un carajo, que su papacito Jack estuviera cubierto de sus propios residuos sexuales, simplemente le besó en un salvaje y baboso beso, en el que ambos por largos segundos se perdieron.

-¡Por todos los dioses Jack! ¡Eres un pervertido y sucio sensual samurái! ¡Eres como el muñeco sexual de Johnny! - Le dijo Johnny dejándose llevar por la euforia de aquel momento, después de separarse de aquel pasional increíble beso.

Y fue en ese momento, como si un trueno hubiera golpeado al samurái de la forma más violenta capaz, que Jack salió súbitamente de su inmerso estupor, abrió los ojos como platos, se observó por primera vez en aquel momento, dándose cuenta de las marcas y chupones que Johnny había dejado en su cuerpo por doquier, sintiendo el semen pegado a su cuerpo producto de los residuos de su encuentro, sintiendo su cabello enmarañado, desordenado, pegajoso y sucio producto del sudor, y procesando lentamente en sus cerebro, las palabras que Johnny había pronunciado, fue que la realidad le golpeó como una dura y violenta bofetada sacándole del que había sido su más delicioso y excitante trance.

"Pervertido" "Sucio" "Muñeco sexual"

Aquellas palabras resonaron súbitamente en la mente de Jack como en un torbellino girando sin límites, pues le cayeron como un balde de agua fría llena de congelados hielos. Pues por primera vez en aquella mañana, se sintió tan profundamente avergonzado por su compartimiento inusual, insano, tan horriblemente desvergonzado que quiso llorar.

¿Así era como se comportaba con Johnny? ¿Cómo un maldito pervertido? ¿Cómo un sujeto sucio? ¿Cómo un muñeco sexual cuyo propósito era satisfacer únicamente a quien le obtuviera? ¿Así era su comportamiento? y cuando pensó en ello, comenzó a recordar todas y cada una de las palabras que le había dicho a Johnny aquella mañana, y entonces recordó todas y cada una de sus frases:

"Quiero sentirte dándome duro, siempre" "Llenándome de tu semen" "Quiero que me llenes el culo de leche".

Al recordarlo, Jack sintió que por un pequeño e imperceptible segundo, su corazón se detenía en un poderoso estrépito y perdía la respiración al instante. ¿Realmente él había dicho eso? ¿Había expresado tan horribles palabras? En aquel momento el shock le llegó de golpe y su primera reacción fue bajar la cabeza, humillado intentando tomarle el peso a la situación. ¿Cómo había podido ser capaz de cambiar tanto? ¿Cómo, cómo había podido convertirse en una... una bestia en celo? ¿Rebajándose a un primitivo animal?

Humillación, vergüenza, pudor, invadieron a Jack de inmediato haciéndole sentir una miseria tan dolorosa que sintió que moriría, jamás se había sentido tan avergonzado de sí mismo, que en ese momento, en que una vez más, sentía el mundo remecerse bajo sus pies, para darse cuenta de cuanto había cambiado desde que había llegado a Ciudad Aron, desde que había conocido a Johnny, desde que se había permitido caer en aquel juego de pasión descontrolado envolviéndose de ese amor loco, en el que sentía como un ninfómano, se había vuelto adicto al sexo, duro, rudo, sucio, desenfrenado, morboso, y eso en él era impropio. Y sintió miedo, miedo de sí mismo al darse cuenta en la clase de monstruo enfermizo que se había convertido, un monstruo tan horrible, tan oscuro como el propio demonio que había sido su más gran pesadilla Aku.

Y el solo pensamiento le hizo sentir asqueado, necesitaba alejarse de eso, necesitaba huir, necesitaba reflexionar, necesitaba volver a ser el mismo que solía ser antes de dejarse pervertir por aquel deseo carnal que prácticamente cada día parecía dominarle, porque nunca antes había sentido algo semejante. Por lo mismo, solía pedirle a Johnny hacer el amor prácticamente casi todos los días, y el rubio complacido le daba en el gusto, incluso aunque le decía que era un inagotable papacito sensual que apenas le dejaba descansar, pero Jack en ese estado delirante le pedía más y más, masturbaba a Johnny como podía o usaba las palabras más sucias para forzar a su miembro a despertar nuevamente al instante, y Johnny vigoroso, complaciente y dedicado, se forzaba también a sí mismo para no fallarle a su amante logrando disminuir considerablemente su periodo refractario para tener una nueva erección, y hacer gozar a su ardiente papacito Jack.

Por primera vez Jack fue consciente de esto, del ser en el que se había convertido ¿dónde había quedado el muchacho tímido? ¿Dónde había quedado el muchacho pudoroso que hacía lo imposible por cubrir sus partes íntimas cuando la chica conejo había robado sus ropas? Cuándo al estar en compañía de Johnny, prácticamente andaba desnudo por la casa, tentando a su amante con su cuerpo con el único fin de que éste le tocase.

Jack se sentía avergonzado consigo mismo y no podía evitarlo, aquella realidad en ese momento le llegó tan de golpe que fue consciente de cuanto había cambiado, el ser en el que se había convertido ya no era Samurái Jack, era un desconocido, un extraño, casi un prostituto, atrapado en un deseo carnal por ese hombre conocido como Johnny Bravo, y esa era la razón inicial por la que temía que al confesarle sus miedos a su amado, éste pudiera rechazarle.

¿Cómo podría decirle a Johnny que necesitaba huir de él? ¿Que su amor por él le volvía loco al punto de volverse una primitiva bestia deseosa de sexo? ¿Cómo podía decirle a Johnny que no podía dejar de pedirle besos porque se había vuelto adicto a ellos? ¿Cómo podía Jack decirle que tenía miedo del paradisiaco paraíso sexual al que ambos se habían adaptado? Compartiendo día a día, estando juntos sintiendo la pasión de sus cuerpos.

Jack tenía miedo, miedo en lo que había convertido, pues para alguien como él, para ese guerrero valiente de antaño que perseguía incansablemente al demonio que le atormentaba, no había existido nada más que soledad y batallas, pero por primera vez ahora el inexperto samurái, se enfrentaba a lo que era el amor y se adentraba en una vida sexual que para un ser puro como él, sin antes corromper, había sido un drástico cambio que le había alterado la vida por completo, y por eso, ahora se sentía de aquella forma, tan confuso y perdido pues la urgencia más grande que sentía el muchacho era la de poder reencontrarse a sí mismo cuanto antes. Y por eso derramó lágrimas, las dejo ir libremente, incapaz de poder controlar aquellas gemas del alma que eran esas lagrimas que expresaban cuanto dolor e intranquilidad había en su ahora corrompido interior.

Y Johnny, Johnny quien hasta ese entonces había permanecido estático y fascinado después de semejante delicioso orgasmo, sintió como de pronto su papacito hermoso se quedaba sepulcralmente callado, sin expresar palabra alguna, sin decir absolutamente nada, como si de pronto súbitamente en su mente hubiera algo, algo que le mantenía en un trance totalmente concentrando pensando.

No obstante, cuando Johnny observó de pronto a Jack llevarse las manos a su hermoso rostro y ocultarlo entre ellas, sintió que algo andaba seriamente mal con su lindo chico samurái, sobre todo cuando le vio comenzar a mirarse a sí mismo, mirar su cuerpo, las marcas que él mismo le había dejado entre chupones y besos, tocar su cabello y analizar la suciedad propia de los residuos que solían quedar después de tener sexo, y entonces volvió a llevarlas a su rostro para esta vez sollozar, y Johnny podía escuchar esos sollozos, y al hacerlo, sintió como su corazón, que hasta ese entonces, había estado latiendo como condenado por la euforia que le había embargado, ahora se transformaba para embargarle con una preocupación, que le dejó congelado como una estatua, ya que su más grande temor, después de una sesión de amor con su samurái, comenzaba a apoderarse de él, haciéndole temer.

¿Acaso había lastimado a su samurái? ¿Acaso cegado por su enorme pasión había dicho algo impropio que pudiera herir a su amado Jack? ¿Acaso, acaso la sesión de sexo había sido demasiada para su chico bonito? Johnny no lo sabía, pero en ese momento su preocupación máxima era cuidar de que Jack no estuviera lastimado, por eso sin poder contenerse, rápidamente le preguntó con un rostro lleno de preocupación a su amado:

- ¡Oh diablos no! ¿Qué pasa lindo papacito, sucede algo, bonito? ¿Acaso Johnny te lastimó? - Preguntó exaltado Johnny a su chico samurái, pero al ver que este seguía ocultando su rostro sin responderle, se preocupó de manera fatal.

- ¡Oh cielos! ¡No! ¿Jackie? ¿Qué pasó muñeco? ¿Johnny te hirió en algún lado? - Volvió a repetir preocupado Johnny, entrando en pánico como solía hacerlo cuando algo andaba mal, y no sabía como reaccionar por eso continuó insistiendo, pero esta vez, tomando firmemente las manos de Jackie entre las suyas para alejarlas y obligarle a abrir sus copiosos ojos llenos de lágrimas y observarle.

- Háblale a Johnny muñeco, ¿qué pasó, lindo papacito? puedes contárselo todo a Johnny - Le expresó Johnny una vez más preocupado, temiendo que quizás su Jack estuviera lastimado o bien el recuerdo de las pesadillas sexuales que su amado solía tener, en donde aparecía ese asqueroso demonio Aku, pudieran una vez más, haberle asaltado, a lo que Johnny tragó duro.

Johnny no sabía qué hacer, el simple hecho de ver a su amado en semejante estado, le partía el corazón, más aún después de aquella hermosa sesión de amor con la que ambos habían comenzado el día. Por eso, no podía entender que había ocurrido con su amado Samurái Jack. Insistiendo desesperado, y ésta vez con los ojos llenos de lágrimas, desconcertado y frustrado, le dijo una vez más:

- Oh vamos, muñeco. Háblame mi cariñito, no temas contárselo a Johnny. - Le dijo esta vez Johnny, con la voz quebrada. Sin embargo, en vez de seguir tomando sus manos, le abrazó en un fuerte y cálido abrazo, dándole palmaditas en la espalda, en un intento de consolarle.

Y fue sólo en ese momento, en que el samurái consternado, sintió los cálidos brazos de su amante abrazarle y darle palmadas en la espalda consolándole, que el samurái decidió hablar sintiendo como segundo que pasaba, su corazón se hundía más.

- Yo... yo... - Balbuceó Jack, sintiendo como su corazón se partía, mientras sus negros ojos continuaban derramando lágrimas tibias de tristeza.

Johnny mientras tanto, permanecía atentamente escuchándole, estrechándole más entre sus brazos, preocupado al ver a su bello papacito tan desconsolado, el mismo que hacía unos minutos gemía delirante, disfrutando de cada una de sus palabras, caricias y envestidas ¿cómo todo había cambiado tan rápido? Oh cielos, Johnny no lo sabía, pero sea lo que sea escucharía a Jack y lo apoyaría.

- Temo que debo dejarte Johnny. - Mencionó Jack entre sollozos no con las mejores palabras, haciendo que el corazón de Johnny se rompiera en pedazos al instante.

Johnny quien había escuchado esas palabras quedó absolutamente atónito y sintió como, en ese momento, su corazón se rompía de inmediato. ¿Acaso? ¿Acaso había escuchado que su lindo pimpollo Jack planeaba abandonarle? Lo primero que pensó en ese momento Johnny era que había lastimado a su hermoso chico o que había dicho algo inapropiado. Por eso, comenzó a excusarse como demente sintiendo como inevitablemente las lágrimas del dolor de su corazón roto, roto al enterarse que su amor planeaba dejarle por alguna estupidez que había cometido, fluían libremente de sus ojos.

- ¡Oh cielos! ¡Jack! ¡Perdóname! ¡Por favor! No quise lastimarte, no quise decir algo que pudiera herirte, oh demonios soy un gran y estúpido tonto. - Expresó apesadumbrado Johnny, y sus lágrimas, sus lágrimas caían derramándose sin cesar, y era tan extraño y tan ajeno ver al musculoso rubio llorar, era cierto que a veces se deprimía, era cierto que a veces cometía errores, pero verle llorar, era un hecho insólito, y más aún por amor, considerando que los rechazos eran parte de los duros recuerdos de su corazón, pero saber que su papacito Jack planeaba dejarle no tenía consuelo en su herido corazón enamorado del amor.

Por eso, el joven muchacho continuaba disculpándose una y otra vez en busca del perdón de su amado.

- OH diablos ¡NO! ¿Acaso hice algo? ¡¿ES PORQUE RONCO POR LAS NOCHES?! Perdóname perdóname, perdóname ¿es porque duermo al lado izquierdo de la cama? ¡Oh vamos Jack! Por favor perdóname, Johnny hará lo que sea para que le perdones. - Expresó Johnny desesperado sintiendo que perdería a su amado, pensando en mil cosas que podría haber hecho y causado que Jackie se alejara de su lado, sintiendo la inseguridad invadirle como nunca lo había hecho.

Y Jack al escuchar la preocupación de Johnny, sus miedos, le aclaró de inmediato, mirándole por primera vez a los ojos, con sus ojos enrojecidos e hinchados.

- Johnny yo... te pido disculpas si mis palabras te han alterado. Yo... - Comenzó a decir el samurái lento y apenas audible, mientras intentaba recuperar la respiración y detener sus sollozos incontrolados, y el rubio tan solo le miraba con unos azulinos ojos tristes que reflejaban claramente el pesar que se cernía sobre su alma.

Y fue entonces cuando al cabo de unos minutos, el samurái, mucho más tranquilo, pero aun con su corazón doliendo por el miedo al rechazo, aun si sabía que Johnny siempre sería su amado y lo apoyaría ante todo, comenzó a desnudar su corazón atormentado por la verdad de su decisión.

- Temo que en este tiempo me he percatado de que he cambiado. El tiempo que he permanecido en Ciudad Aron me ha cambiado y necesito poder reencontrarme conmigo mismo. He vagado demasiado en soledad por diversos parajes, y la belleza aunque inusual de esta ciudad me ha hecho olvidar la naturaleza, los ríos los bosques y los lugares que por tantos años me habían acompañado. Siento que necesito tiempo para alejarme de todo. - Expresó en ese momento el samurái, incapaz de poder confesar toda la verdad que pesaba en su ser, pensando en su mente incapaz de poderlo evitar:

"Siento que necesito tiempo para poder olvidar mi locura por ti, Johnny" "Siento que necesito recuperar mi antiguo ser". - Pensó Jack, recordando una vez más el obsceno ser en el que se había convertido en aquella mañana al desear con locura el cuerpo y el miembro de Johnny, y aquel recuerdo una vez más le causo una vergüenza impactante que dolía como si le hubieran clavado, un puñal, en el alma.

- Yo... temo que he cambiado demasiado Johnny... siento que... ya no soy el mismo chico que conociste aquel día cuando llegué a este mundo. - Expresó una vez más Jack, ocultando parcialmente la verdad de su deseo de marchar, pues ¿cómo podría confesarle a Johnny mirándole a los ojos la verdadera razón de su decisión tan abrupta?

¿Cómo podría siquiera decirle que no podía borrar ni la imagen de su cuerpo ni de su miembro de su mente sin poder evitar deséalos locamente? ¿Cómo podía decirle que tan solo quería arrojarse a sus brazos eternamente y sentirles protegiéndole siempre? ¿Cómo podría decir a Johnny que jamás había probado manjar más delicioso que su propio semen depositado en su boca? ¿Cómo podría declararle a Johnny que no había otro ser en el mundo que hiciera latir su corazón de semejante forma haciéndole sentir más vivo que nunca? ¿Cómo podría decirle a Johnny todo esto, sin lanzarse a sus brazos y ser consumido nuevamente por un abrasador demencial deseo?

Jack no podía, el joven samurái no podía hacerlo. Por eso, no tenía más opción que decir la verdad a medias, sí, era cierto que había cambiado, lo sabía perfectamente, pero no era necesario decirle a Johnny que parte de él exactamente, aunque sentía que de alguna forma, Johnny podía percibir claramente, que efectivamente, no era el mismo chico que había conocido aquel día.

- Yo... necesito reencontrarme conmigo mismo, Johnny... Necesito volver a ser el chico del que te enamoraste. Por eso... siento la necesidad de marcharme. - Expresó vacilante Jack, sin poder evitar titubear con cada una de sus palabras pronunciadas. El samurái tenía miedo, miedo de que se hubiese equivocado y que Johnny pudiera rechazarle u oponerse a la idea de que se pudiera marchar. Por eso, sentía como su corazón, latía estrepitoso al mismo tiempo en que su cuerpo involuntariamente comenzaba a temblar.

Johnny al escuchar aquellas palabras salir de su lindo papacito Jack, no pudo más que sorprenderse al instante, abriendo grandemente los ojos en sorpresa, para posteriormente contemplar directamente a su chico bonito, sus oscuros y tristes ojos negros le miraban fijamente como penetrando y adentrándose en lo más profundo de su alma.

Y mientras le observaba, el samurái continuó:

- Yo te pido disculpas si te he ofendido, Johnny. No deseo causarte problemas, solo te pido que por favor comprendas que necesito recuperar aquello que he perdido dentro de mí mismo. - Le expresó el samurái dolido, sintiendo como su corazón seguía rompiéndose y temiendo la posible reacción o palabras de Johnny.

Johnny podía sentir como su corazón se partía al escuchar todas y cada una de las palabras de su adorado papacito Jack, quién se había convertido en la luz más hermosa en su vida, y el escucharle atentamente como nunca lo había hecho con ningún otro ser, le permitía apreciar cada una de las facciones de su adorado samurái, y en ellas podía ver claramente la angustia y preocupación de su chico bonito al expresarle semejantes dudas y dolor. Por eso, incluso cuando sentía como su corazón se rompía también en mil pedazos como un frágil vaso de cristal, no podía más que apoyarle y desearle lo mejor a su samurái, porque así era el verdadero amor, entregado y capaz de dejar libre a su ser más amado, si esto significaba que el alma y el corazón de Jack recuperarían su tranquilo estado.

Johnny jamás había amado tan sinceramente a alguien como amaba a Jack, por lo mismo sabía que debía permitirle a Jack la libertad de marcharse, incluso si eso significaba que la soledad y la tristeza que le embargarían durante la ausencia de su amado, serían simplemente duras de soportar

Pero ¿cómo podría siquiera negarse a lo que ese hermoso chico bonito pedía? ¿Cómo podía siquiera decirle al samurái que quería retenerlo por siempre a su lado porque nunca nadie antes había demostrado interés o amado tanto a Johnny Bravo? El rubio simplemente no podía, incluso si ahora comprendía que nada de lo que había hecho había causado que su papacito se quisiera alejar, podía entender perfectamente los sentimientos de su Jack.

Puede que Johnny fuera torpe, atolondrado, ingenuo y despistado, pero amaba lo suficiente al samurái para entender que Jack era un chico solitario y que él había introducido un gran cambio en su vida, del mismo modo en que Jackie había cambiado su vida, al darse cuenta que ahora era incapaz de amar a las sexys pollitas que tanto le gustaban en antaño, pues ahora sus ojos solo podían mirar al único dueño de su corazón: Samurái Jack.

Por ello, simplemente expresó.

- ¡Oh cielos esto apesta! - Se quejó Johnny como si fuese un niño berrinchudo, pero en realidad en verdad la situación apestaba, no podía creer que Jack necesitase tiempo para sí mismo, para alejarse de aquel paraíso idílico que ambos compartían como amantes. Sin embargo, al ver la mirada dubitativa y temerosa de Jack no pudo más que tomarle el mentón con su mano izquierda, para obligarle a centrar fijamente su mirada en sus celestinos ojos, mientras que con su mano derecha, recorría con la yema de sus dedos el rostro de Jack suavemente en un gesto y decirle con total sinceridad.

- Johnny va a extrañarte...

Fue lo único que le dijo en casi un susurro Johnny, incapaz de poder controlar las lágrimas que se habían detenido hasta hace unos instantes y nuevamente amenazaban con desbordar. Pero haciendo esfuerzo, agregó con pesar, intentando animarse y al mismo tiempo animar a su papacito sensual:

- Johnny te ama lindo papacito, y nada impedirá que siempre seas el chico número 1 favorito de Johnny. Tienes todo el apoyo de Johnny Bravo, el hombre más increíblemente sensual y guapo de Ciudad Aron HUM HA HUM. - Le dijo Johnny sonriendo con una iluminadora sonrisa, una sonrisa que al verla hizo que el corazón de Jack se alegrara e inevitablemente se llenara de un desbordante amor que le hizo salir de su lamentable estupor.

- Yo… agradezco infinitamente tu comprensión Johnny… y te pido nuevamente perdón si mis deseos puedan sonar egoístas. - Respondió Jack, esta vez sin dejar de mirarle a los ojos, limpiándose sus amargas lágrimas de cocodrilo, sintiendo como al escuchar esa declaración de Johnny, la esperanza una vez más, volvía a albergarse en su corazón temeroso de rechazo.

- ¿Egoísta? ¿Bromeas? ¡Eres la persona más hermosa que existe en la vida de Johnny! - Le expresó el rubio, esta vez depositando un beso en sus labios, un beso que reflejó claramente todo el amor que sentía por Jack. Y el samurái, el samurái simplemente le correspondió sintiendo como esas palabras eran un suave bálsamo para calmar las heridas del miedo al rechazo que se habían abierto en su alma en cada uno de sus pedazos.

Y Jack le correspondió, con el mismo amor, con la misma pasión cuando se separaron, diciéndole con sinceridad:

- Siempre estaré infinitamente agradecido de que nuestros destinos se hayan cruzado, Johnny. Yo te amo, y siempre estarás en mi corazón incluso si no estoy a tu lado. - Expresó Jack, esta vez, dejando al desnudo su corazón expresando a Johnny su amor, porque en efecto sin importar la distancia que pudiera separarlos Johnny seguiría arraigado por siempre en el corazón de Jackie, después de todo era justo que sus destinos se hubieran encontrado para amarse, y Johnny, Johnny simplemente conmovido por aquella declaración respondió:

- ¡Oh muñeco! ¡Siempre serás el más grande amor de Johnny! - Le respondió el rubio para abrazarle, y esta vez, acunarle contra su pecho cambiando a una posición más cómoda y acostándose ambos en la cama, para poder descansar sus acongojadas almas.

El samurái permitió que Johnny le acercara a su cuerpo y le tapara con el cubrecamas y unas mantas, y el rubio incapaz de poder evitar el sueño, que le obligaba a cerrar los ojos, después del anterior orgasmo que le había estrepitosamente azotado, más aún, después de haber sostenido aquella intensa conversación con Jack, sintió que no podía aguantar más y cerró sus ojos, abrazando al samurái como si su vida dependiera de ello, y una vez más, cayó profundamente dormido, en aquella veraniega mañana en Ciudad Aron.

Y el samurái que, hasta ese momento, había permanecido en silencio disfrutando de la calidez de Johnny, tranquilizándose al saber que su amado le había permitido marcharse, asegurándole que siempre le amaría incluso si la distancia pudiera separarlos, se alejó de su amante con sumo sigilo para no perturbarle ni despertarle, se dirigió a la ducha y se dispuso a tomar una. Para limpiarse, vestirse y entonces... marcharse...

Era mejor si se marchaba ahora que Johnny dormía plácidamente en la cama, porque sabía que si no se marchaba entonces la separación con su amante sería más dolorosa, pero el samurái lo había decidido, emprendería un largo viaje con el único fin de reencontrarse a sí mismo y poder volver sin sentirse atormentado por sus enormes sexuales deseos y aceptar sus sentimientos por ese muchacho conocido como Johnny Bravo...

Y al cabo de unos extensos minutos, tomando consigo las pertenencias que le parecían más relevantes, y cargando su arma ancestral con un beso en la mejilla, se despidió de Johnny y se dispuso a marchar, no sin antes observar la silueta durmiente del rubio desde la puerta y expresar por última vez en aquella habitación hasta su regreso.

- Hasta pronto, Johnny, dulces sueños, mi viaje será lejano e incierto, pero nada cambiará el hecho de que te amo... - Expresó el samurái y acto seguido cerró con sutileza la puerta y con una pesadez intensa en su corazón se dispuso a marcharse y dejar completamente solo a su durmiente y eterno amante de nombre Johnny Bravo...


Una hora había transcurrido lentamente en Ciudad Aron, desde que el musculoso rubio, conocido como Johnny Bravo, había caído dormido producto de la fatiga que había sentido tras aquella intensa sesión de amor, que había compartido con su amado Samurái Jack, y el chico que siempre tendría, eternamente su enamorado corazón.

Los rayos del sol, para ese entonces, se filtraban más intensos por la ventana, dándole de lleno en la cara al rubio, y al sentirlos, Johnny se movió en la cama, y lo primero que hizo como le era costumbre fue estirar su mano para sentir a su lado el cuerpo de su hermoso chico samurái durmiendo, pero al hacerlo, su mano tan sólo sintió el frio lado donde alguna vez había dormido su samurái, completamente vació...

Y en ese momento como si una flecha hubiera impactado a su corazón, con una precisión alucinante, causándole un agónico dolor, Johnny abrió los ojos rápidamente sobresaltado, sentándose en la cama y observando aquel desolado espacio a su lado, y entonces recordó todas y cada una de las palabras de su hermoso chico quien le había dicho que le dejaría por un largo tiempo para emprender un viaje en el que se encontraría a sí mismo, y Johnny, no podía más que sentir como su corazón se hundía, y la soledad y tristeza comenzaban a abatir y llenar su ahora doliente corazón al saber que su amor se había marchado, dejándole solo y abandonándole hasta ser capaz de recuperar su paz interior, y Johnny, Johnny tan sólo sentía la agonía de la ausencia de su amado chico samurái Jack con una desesperante desolación que le carcomía el interior.

El rubio, para ese entonces, sentía su corazón absolutamente contraído por un fuerte dolor que solo podía identificar como sufrimiento y desesperación, al saber que su novio se había alejado, pero incluso si la distancia de Jack le dolía en el alma, sabía que incluso si lo intentara jamás podría dejar de amarlo, pues sus sentimientos eran demasiado profundos y estaban intensamente arraigados en su alma como para intentar olvidarlos, y amaba demasiado a su chico como para retenerle a su lado, por eso incluso si sufría, sabía que lo más correcto era permitir que Jack se marchara de su lado...

Sin embargo, la angustia que embargaba su corazón era demasiado intensa. Por lo mismo, en ese instante, el musculoso rubio conocido como Johnny Bravo, se encontraba ahora sentado en aquella amplia cama, que había sido el nido de su amor con Jack y sus más apasionadas noches de pasión, pero aquella cama que les había acogido tantas sesiones de amor, ahora se encontraba absolutamente vacía.

Y en ese preciso segundo, al sentir el golpe profundo de la ausencia de Jack como una dura y cruel bofetada propinada directo a su cara, el rubio no pudo evitarlo y sin imaginarlo, de sus celestinos ojos, cubiertos siempre por aquellas oscuras gafas que portaba tan característicamente, comenzó a derramar lágrimas, lágrimas de tristeza, lágrimas de sufrimiento, lágrimas de agonía y desesperanza, pero sobre todo de una soledad abrumadora que como nunca antes había sentido plagar su alma, pues Johnny Bravo había sido abandonado por Samurái Jack, y aquella realidad innegable le pesaba duramente, haciéndole sufrir de una manera fatal.

Y Johnny, Johnny no podía olvidar las palabras de amor de Jack, pues estas resonaban en su mente, como una grabación y al evocar a su hermoso samurái, no pudo más que aumentar la intensidad de sus lágrimas, el rostro hermoso de su chico samurái sonrojado, su cuerpo sudoroso y desnudo después de una apasionada sesión de amor, y la dulzura y gentileza de Jack en sus palabras resonaban en su mente y oídos con cada latido de su propio corazón.

"Mi corazón late únicamente por ti, Johnny". "Eres lo que más deseo en este mundo" "Te amo Johnny" "Hazme tuyo" "Mi cuerpo arde de deseo como una llama por ti" "Nunca imaginé que mi destino me condujera a este mundo en donde te conocí a ti" "Temo que podría volverme adicto a tus besos" - Recordaba el rubio que su chico samurái le había dicho alguna vez, con una sinceridad abrumadora que había cautivado eternamente a su ser por siempre.

No obstante, ahora esas palabras eran un tortuoso recuerdo del pasado que lentamente acuchillaba a su enamorado corazón porque sí, el alguna vez mujeriego Johnny Bravo se había enamorado, a un punto tan intenso que inevitablemente derramaba lágrimas por el chico que se había adueñado de su cuerpo y corazón entero.

UN HOMBRE, no una sexy mamacita como Johnny siempre imaginó que sería, y aquello sólo era más aniquilante para el rubio, pues sabía que ni todas las lindas pollitas del universo, podrían compararse a ese chico que había viajado en el tiempo solo para terminar en un destino encontrado conociéndole y amándole, pero su partida le dolía tanto que se llevó las manos al rostro para intentar contener su desgarrador llanto, en aquella solitaria habitación que alguna vez había compartido con su ahora distante amor...

- Oh cielos, Jack... Johnny no soporta el saber que estás lejos... - Expresó Johnny con la misma voz que usaba cuando se sentía triste o decaído, sintiendo el pesar de su soledad, en aquellas palabras que se escuchaban llenas de tristeza y desolación cuando sentía , como en ese momento, su corazón siendo partido en dos, y sin sentir ganas ni deseos de levantarse, se acomodó en la cama en posición fetal como si fuera un nene, y simplemente continuó llorando, deseando que Jack regresará pronto a su lado, sin imaginar que la espera por su amor sería larga...


La tarde en Ciudad Aron, y las horas habían avanzado rápidamente, y en un lugar extremadamente alejado de toda la civilización de aquella ciudad, por un camino solitario, Samurái Jack caminaba lentamente, sintiendo la pesadez en su alma abrumarle de una forma en que jamás siquiera lo imaginó, y con cada paso que daba, sentía como su corazón parecía desgarrarse en numerosos pedazos al recordar a su amado que había dejado atrás.

A su paso, el samurái podía apreciar la belleza mágica de la naturaleza, los arboles alzarse majestuosos con sus copas frondosas cubiertas de hojas, y llenos de animales del bosque que curiosos, le miraban, observándole extrañados, de que una forma de vida ajena caminara por esos rumbos tan distantes en donde normalmente los humanos no solían adentrarse. Pero Jack se encontraba demasiado ensimismado en sus pensamientos para preocuparse por algo más...

En su mente, lo único que ocupaba sus pensamientos, era la imagen de un sonriente y atolondrado rubio de nombre Johnny Bravo, y sus palabras de flirteo, sus gestos de amor, sus gentiles actos y dulces caricias llenas de devoción, plagaban la mente del pelinegro con una intensidad que parecía destruirle lentamente, porque su amado permanecía grabado en cada rincón de su corazón y mente.

- Johnny, mi lejanía contigo parece tan sólo aumentar mis sentimientos por ti. - Expresó de pronto súbitamente, el samurái, con tristeza, en esa forma de expresarse que caracterizaba al samurái abatido y desolado, del mismo modo como en antaño, lo había hecho en lo que parecía una eterna travesía por derrotar al malvado demonio de Aku fracasando incansablemente, pero ahora su fracaso consistía en ser incapaz de controlar los sentimientos que alborotaban su cuerpo al recordar a su amado, y aquel deseo, aquellas palabras de amor y susurros de Johnny en sus oídos, los labios del rubio, y sus dulces y fogosas caricias de pasión, llenas de amor, comenzaban a perturbar su mente y su cuerpo de una forma violenta.

- ¡NO! - Gritó de pronto Jack, en medio de aquel bosque, intentando alejar las perturbadores imágenes que como una impactante ráfaga comenzaban a aparecer en su mente, imágenes en donde se recordaba a sí mismo envuelto en los fornidos brazos de Johnny, siendo acariciado gentilmente por sus grandes manos, y siento besado de una forma llena de adoración como la que solamente Johnny Bravo expresaba por su amado chico samurái, y las palabras de Johnny parecían retumbar en su mente una y otra vez abrumándole de sensaciones al recordar ese amor que siempre derretía su corazón al escuchar a Johnny decirle. "oh cielos, eres un lindo chico samurái atrevido" "Johnny ama todo de ti, mi cariñito" "Eres el chico número 1 de Johnny" "Eres el lindo caramelito de Johnny". Cada palabra de Johnny le robaba el aliento, y su nombre pronunciado de los labios del rubio sonaba como una hermosa canción que conmovía melodiosamente a su corazón.

¿Cómo podría olvidar siquiera a su amado Johnny Bravo? Jack no lo sabía ni podía si quiera tan solo imaginarlo, sólo sabía que debía continuar luchando, resistiéndose a caer en ese potente encanto, en donde los recuerdos abrumadores e intensos de las sesiones pasionales de amor con su amante, comenzaban una vez más a inflamar sus sentidos, conduciéndole a aquella locura, que despertaba sus instintos más carnales.

Y Jack, Jack no quería transformarse nuevamente, no quería perder la realidad de sí mismo, no quería volver a ser consumido por ese agobiante deseo que le hacía perder la cabeza al punto de convertirle en un total pervertido, al punto de transformarle en alguien que jamás creyó que pudiera llegar a ser, y al darse cuenta de ello, se sintió abrumado, perturbado y profundamente avergonzado, pero al mismo tiempo sintió una dolorosa y afilada punzada en el corazón de tristeza, al darse cuenta que todo el honor que alguna vez había poseído, había sido destruido por sus carnales deseos lascivos, al suplicar a Johnny por su semen, al suplicar a Johnny que le penetrara y le hiciera suyo hasta ser incapaz de pronunciar palabra alguna o hasta perder la cabeza del frenesí de la locura del éxtasis, y esos recuerdos le abrumaban…

Por lo mismo, incapaz de poder controlarse, recordó esas agónicas memorias en las que se veía a sí mismo en cuatro, como poseído, pidiendo a Johnny partirle en dos, morderle, lamerle, pellizcarle una y otra vez, con palabras extremadamente sucias, permitiéndole a Johnny hacer con su cuerpo lo que quisiera, y él, como un poseso se había permitido el dejarse llevar por sus más bajos deseos, como lo había hecho cuando ardiendo, había lamido los residuos del semen de Johnny del piso, había permitido que Johnny insertara en su agujero diversos juguetes y objetos, hasta el punto de haber aceptado una zanahoria en su interior, además de haber usado esas vestimentas de chicas y medias que tanto excitaban a su hombre, sobre todo con aquellos tacones de su pasado, que Johnny había comprado para él en ese tiempo, para adorarle besando sus piernas y diciéndole que le aceptaba con cada uno de sus oscuros deseos, muestra de cuan corrompida estaba su alma.

Y esa vergüenza era tan intensa que sentía que si pudiera ver a sus padres nuevamente, jamás podría volver a mirarle a los ojos, pues él ya no era el honorable chico que habían conocido, ahora Jack no era más que un hombre, cayendo en la tentación de sucumbir a sus deseos más oscuros, como si Aku hubiera vuelto a la vida para llevarle al lado oscuro, con la única diferencia que si su alma se teñía de oscuridad y suciedad era porque él mismo lo había permitido y eso era algo que quizás no podría perdonarse jamás. Por eso, intentó huir, escapar de aquellas emociones, aquellos sentimientos que afloraban en cada célula de su piel, y corrió, corrió sin rumbo, siguiendo el camino, alejándose de todo con el único fin de nublar sus sentidos, sólo para intentar olvidarse de aquella cruel vergüenza que como una sedienta sanguijuela le consumía el alma hasta lo más profundo de su ser.

¿Cuánto tiempo llegaría a tomarle a Jack el aceptar su realidad y recuperar la cordura de sí mismo? No se podía decir con exactitud. Sin embargo, lo que estaba claro, era que para un muchacho como él, un guerrero solitario; enamorarse de Johnny Bravo había sido un fuerte impacto, más aún para su cuerpo y su ser que jamás antes habían experimentado el amor, la pasión y la devoción con la que Johnny Bravo le había abrumado siempre, desde el momento en que el rubio había correspondido sus sentimientos, diciéndole que era su chico número 1. Por eso, sin importar cuánto tiempo pasara, Samurái Jack regresaría algún día a los brazos de su amado... en un día que ambos estarían anhelando...

Continuará…