El árbol sagrado seguía emanando ese aroma, aun después del año que lento se llevó toda aventura. Aun dolía. Aun inhalaba profundo para ver si por alguna mágica razón se aparecía ante ella aquella bestia de traje rojo, pero no… un cobarde no regresa.
La noche se llevaba los vestigios de su llanto a la intemperie del templo, eran las fiestas de fin de año y no podía sentirse más fuera de lugar, aun estando en su casa entendía que su hogar se encontraba en otro lugar, con otras personas, con Inuyasha. El cabello oscuro le revoloteaba por el cuello, haciéndole sentir cosquillas, llevándola a lo más apartado de la memoria, imaginando que era la respiración del chico la que le calentaba la piel, que sus garras la rozaban delicadamente, pero no.
-Kagome- la voz de su hermano la trajo de vuelta a su cuerpo.
-Sota-escucho los pequeños pasos acercarse y espero el abrazo del pequeño, quien la rodeo por la cintura-Sota, no puedo continuar siendo fuerte.
-Lo se hermana…- Kagome sintió como su cuerpo se debilitaba. ¿Acaso si es posible morir de pena? Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se percató del camino que su hermano la hacía recorrer, directo al pozo que conecta las épocas, lugar que ella no se atrevía a visitar desde hace mucho.
-Hermana-la voz inocente de Sota Higurashi sonaba lejana en sus oídos, le parecía ver a Inuyasha parado al lado del pozo, con la mirada altanera, de manos cruzadas, mirándola… y también lo veía desaparecer, otro espejismo de muchos ya vividos-Hermana perdóname por favor. Sota la empujo dentro del pozo sin que ella pusiera ninguna resistencia, dejándose desvanecer en el limbo que separaba ambos tiempos, respirando plenamente a pesar de todo el dolor que estaba por enfrentar.
...
La noche parecía aún más fría al salir del pozo, aun así el aroma de fogatas y hierbas le lleno el alma. Volvieron a atacarla las ilusiones, la risa habitual de Shippo ante su regreso se le hacía más fuerte con cada paso, haciéndola sonreír de melancolía. Recién ahora se daba cuenta de que Shippo fue quien más sufrió las consecuencias de los actos que llevaron a la separación del grupo, solo y sin familia se adentró en el bosque esa misma hórrida noche para jamás volver.
-La aldea no está muy lejos-murmuro despacio y emprendió camino. No se le hizo pesado el andar, ni tampoco tan doloroso como imagino, a cada recuerdo sentía más ganas de luchar, de acabar de una vez con esa relación tortuosa que ataba a Inuyasha con Kikyo, o lo que quedaba de ella. Sin fragmentos de la perla, sin su arco y sin compañía, tomo la decisión de no darse por vencida. Ya había amanecido cuando entro de improviso a la casa de la única persona que sabía, la recibiría bien.
-Kagome!-la anciana Kaede volteo lento y le dio una pequeña sonrisa-sabía que regresarías.
-si-respondió la muchacha, llenándose de valor y asintiendo con la cabeza-vengo a encontrar a Inuyasha.
