Hola otra vez, pues como ven ahora les traigo el primer capítulo de la historia con la que abro el año 2010. Algúnos ya lo saben pero para aquellos que no estén enterados y que tienen comunicación conmigo por msn, les informo que me encuentro en una situación en la que no me es posible conectarme, así que no se saquen de onda por haberme desaparecido. Eso no significa que no pueda publicar capítulos, contestar mails y dejar reviews. Gracias por entender.

Y bueno, ya saben que El Tigre es propiedad de Sandra Equihua y Jorge R. Gutiérrez. Y ya sin mas por el momento los dejo con este nuevo fanfic, espero que les guste. Nos vemos/leemos, se cuidan.

El Guante Negro

Capítulo 1: Día Congelado

Era el día más frío en la Ciudad Milagro, el frente polar que recientemente había llegado había superado las expectativas de todos los habitantes. Las clases de hecho se habían suspendido y una ligera pero inesperada lluvia se había desatado desde la madrugada. Era como estar dentro de un refrigerador sin la posibilidad de encontrar un lugar cálido.

Aún así no era una experiencia desagradable, en especial para los niños. Se habían librado de un horrendo día de escuela, no tenían deberes por cumplir y además se divertían mirando a los otros habitantes vistiendo sus hilarantes chamarras que los hacían ver como esquimales o pingüinos.

Lo único que faltaba para culminar el espectáculo era una buena nevada, nunca había nevado en la Ciudad Milagro y difícilmente ocurrirá alguna vez, pero los niños tenían esa esperanza. Deseaban jugar y divertirse al estilo de una película navideña, arrojarse bolas de nieve y hacer regordetes muñecos con nariz de zanahoria.

Que lastima que tampoco podían salir mucho, el pavimento resbaloso por la lluvia y la tan baja temperatura no les permitía correr ni hacer nada con libertad. Aún así era emocionante poder ver la ciudad desde otra perspectiva y en un retrato tan inusual como aquel.

Entre los jóvenes más inquietos por esta situación estaba Frida Suárez, la niña de pelo azul que se caracterizaba por su espíritu animado y emprendedor. Estar encerrada en su casa era una verdadera tortura para ella, deseaba poder salir y ser libre aunque solo fuese por un breve momento.

No solo era la necesidad de estar en constante movimiento, además su curiosidad estaba muy inquieta luego de los ruidos que la noche anterior había escuchado. Ya el rumor de que entes extraños andaban merodeando por el barrio se había corrido por los vecinos y este pequeño mito le había llamado mucho la atención a la pequeña.

Ciertamente ella casi nunca prestaba atención a este tipo de relatos, únicamente los consideraba una forma de pasar el tiempo. No obstante mientras dormía claramente había percibido movimiento afuera de su casa y ruidos muy misteriosos. Algo le decía que debía salir cuanto antes y ver si encontraba alguna pista sobre dicha leyenda.

-Vamos, papá, solo quiero salir un rato- suplicaba Frida a Emiliano en múltiples ocasiones pero siempre recibía la misma respuesta.

-No mija, está haciendo demasiado frío y te vas a enfermar- le contestaba su padre.

Estas palabras molestaban mucho a la niña aunque en el fondo también sabía la importancia de mantenerse con la garganta sana, después de todo como cantante de rock que era no le convenía estar enferma. Gracias a este pensamiento no seguía insistiendo y acataba las órdenes de Emiliano.

Afortunadamente para ella su oportunidad de explorar se presentó pronto cuando su madre se dio cuenta de que faltaban algunos víveres para desayunar. Normalmente a Frida le molestaba mucho ser la elegida para ir a la tienda y comprar esas cosas, de hecho se peleaba con sus hermanas Anita y Nikita por este "honor".

Sin embargo esta vez era diferente, esta vez se trataba de un boleto para salir del encierro y ser libre por lo menos unos minutos y Frida no iba a desaprovechar esa oportunidad. Inmediatamente después de que la señora Suárez anunció que requeriría que una de sus hijas saliera por provisiones se ofreció para ir.

De ese modo su deseo de salir se cumplió. No le importaba el ligero rocío de la lluvia ni el frío que hacía que le dolieran los oídos, solo quería caminar un rato. Por desgracia la tienda quedaba muy cerca por lo que eligió tomar el camino largo para extender el momento lo más que pudiera.

Era una caminata innecesaria pero no le molestaba, de hecho le servía para pasar cerca de la casa de Manny y ver si estaba ahí. Luego de los dos primeros minutos de haber salido comenzó a resentir el no haber llevado guantes con ella, sus manos estaban tan frías que ya ni podía sentir los dedos.

-Menos mal que hoy no tengo concierto, de lo contrario no podría tocar mi guitarra- pensaba mientras caminaba.

Podía ver su aliento convertido en nube saliendo de su boca mientras se acercaba a la Casa del Macho. Tal y como esperaba, su mejor amigo se encontraba afuera de la casa con expresión molesta mientras tallaba con un cepillo una jaula de aves.

-Hola, Manny, ¿Qué haces?- preguntó Frida.

-Hola, Frida. Estoy lavando la jaula del Sr. Chappi… otra vez- contestó Manny.

-¿Te castigaron?-

-Sí, solo porque se me cayó la medicina de Granpapi y la reemplacé por chile piquín para que nadie se diera cuenta- dijo Manny con una leve sonrisa.

Frida rió al imaginarse la reacción del abuelo de Manny y por unos cuantos segundos el mismo frió desapareció. Lamentablemente solo fue por un instante ya que una pequeña brisa hizo que las manos volvieran a dolerle.

-¡Diablos!, ¿Por qué no me traje guantes?- alegó Frida.

-Imagínate yo, que acabo de mojarme las manos- contestó Manny.

-Sí, pero tú al menos te proteges las manos con tus guantes del Tigre, yo no tengo ni eso-

-¿Y por qué no compras unos?-

-Porque no tengo dinero, y no es como si te los fueras a encontrar por ahí tirados- contestó Frida un poco enojada señalando a un punto al azar en la calle.

Para la sorpresa de Manny, justo en la dirección en la que estaba señalando Frida yacía un pequeño trozo de tela color negro. Se le hacía extraño no haberla percibido antes de que su amiga llegara.

-¿Qué es eso?- preguntó.

¿Qué?- contestó Frida volteando la mirada y descubriendo el objeto al que Manny se refería.

La niña se dirigió hacia ese lugar y recogió la tela, la cual resultó ser para su inmensa alegría un suave y sin duda cálido guante color negro. Una inmensa sonrisa se dibujó en su cara inmediatamente.

-¡Qué suerte tengo!- exclamó Frida.

La niña estaba a punto de ponérselo cuando Manny la detuvo. Algo en ese guante no le inspiraba confianza.

-Espera, Frida, creo que mejor lo dejas donde lo encontraste-

-¿Por qué?, me muero de frío- respondió Frida.

-No lo sé, pero algo no me gusta de esa cosa- dijo Manny.

-¿Desde cuándo ponerse un guante ha causado daño?- preguntó Frida.

-Oh, sí. Se lo dices al hijo de una súper heroína que pierde el control cuando se pone su guante de poder-

-Bueno, pero ese es un guante místico de poder y este es solo un guante ordinario… deja ver si encuentro el otro- contestó Frida mirando hacia todos lados y colocándose el guante en la mano.

Manny solo pudo mirar impotente como Frida se ponía el guante, inmediatamente después un horrendo escalofrío recorrió su cuerpo pero al final lo atribuyó a la baja temperatura.

Momentos después Frida se rindió en la idea de encontrar el otro guante y siguió con su camino. Como Manny ya había terminado de realizar su castigo la acompañó a la tienda y luego a su casa.

-Gracias Manny, nos vemos luego- se despidió Frida abriendo la puerta.

-Nos vemos… y en serio, deberías deshacerte de ese guante-

Frida ni siquiera se molestó en contestar, solo cerró la puerta dejando a su amigo en la fría calle. Manny por su parte comenzó a caminar de vuelta a su casa pensando muy detalladamente en los últimos acontecimientos. ¿Por qué un mugroso guante lo había hecho sentirse así?

Lo más probable era que todo lo estuviera imaginando y que lo mejor era olvidarse del asunto. No obstante las cosas que estaban a punto de ocurrir iban a hacer muy difícil que pudiera olvidarlo. De hecho, ese guante estaba por cambiar la vida de todos… para mal.

Continuará………