Bueno, yo sigo muy, muy, muuuuy fangirl por los suelos con Clockwork Princess, sigo diciendo lo puta que es Tessa, y repito: NO LEER SI NO QUIERES SPOILERS.
Disfrutad.
-Darkfield.
Jem, despierta.
Di media vuelta en la cama, estampando la cara contra la almohada intentando calmar esa voz que me hablaba a estas horas.
Mueve tu culo, bastardo desleal.
Déjame, Will.
¡James, despierta!
¿Will?
Ajá. Y ahora despierta.
Me levanté apresuradamente, mirando exaltado a mi alrededor, comprobando la estancia de Tessa junto a mí, y nadie más. Nadie más.
Me recosté de nuevo, lentamente, atribuyendo lo anterior a la falta de descanso. Apoyé la cabeza en el colchón tirando la almohada al suelo, y fijando la mirada en la luz que salía de detrás de la cortina.
Oh, por el Ángel. James, levántate.
–¿William? –susurré en la penumbra, sin apartar la mirada del halo de luz.
Pero la única respuesta que obtuve, fue un recuerdo, algo distorsionado, distante, como fue mi presencia en mi época en la Hermandad Silenciosa.
"–Si hay una vida después de ésta, –dijo Will. –Déjame encontrarte en ella."
Cerré los ojos un instante, hasta que mi cabeza entendió.
Me volví a levantar, esta vez sacando un pie de la cama. Cogí una chaqueta y unos pantalones, que fui poniéndome por el camino hacia la puerta, donde tenía unas botas negras que conservó Tessa del antiguo equipo de Cazador de Sombras.
–¿Jem? –un quejido exigió mi atención.
–Tessa, sueña un poco más. –susurré con la voz más cálida y tranquila que tenía, oyendo un suspiro y después su respiración acompasada.
Y me fui.
Caminé por largo rato en las calles de Brooklyn, hasta que decidí meterme en un bar, llamado "La Bota del Diablo", que me recordó a Will y su pelo mojado.
–Bourbon, por favor. –le pedí al barman al sentarme, mirando el ambiente, que era lo que me esperaba: gente borracha, tumbada por el alcohol y algún que otro coma etílico.
–Whisky. –un tono conocido me sacó de mi inspección, y me volví, topándome con un infinito azulado.
Y ahí estaba Will, sentado a dos metros de mí, con el pelo revuelto como en los tiempos de lucha, el rostro pálido, una sonrisa socarrona, y esos ojos perpetuos.
Un destello llamó mi atención en todo mi análisis. Tenía el pelo mojado.
–William. –dije, y me miró.
–James. –sonrió.
