Minerva Mcgonagall miró por la ventana. Hacía tan solo dos días que había vuelto de vacaciones y ahora debía partir otra vez. Pero no de vacaciones, nada más lejos, tenía una misión que cumplir con Albus, una misión que de no salir bien todo el mundo mágico perdería la poca esperanza que le quedaba...

Cerró la puerta de su habitación y se dirigió al despacho de Albus. No sabía como llegarían, donde pararían, ni quien iba además de ella, estaba tan absorta por estas cavilaciones que ni miraba por donde iba, tantos años recorriendo ese camino se lo permitían. Su maleta la seguía a escasos centímetros conjurada como estaba para no pesar más que una pluma. Llegó a la entrada.

Gragea de gusarajo

La gárgola se abrió con un ruido sordo y tras de sí dejó entrever una pequeña escalera que subía hacía lo que parecía solo oscuridad. Subió los peldaños uno a uno, sin prisa pero sin pausa. Y llegó al despacho de Albus, la puerta estaba entreabierta y entró sin llamar.

Estoy lista Albus. Muy bien, puntual como siempre, aunque pareces pensativa... ¿Cómo quieres que esté? No se como vamos a ir, quienes vamos a ir, como lo vamos a hacer... calma... vamos a ir con polvos flu, solo tu y yo, y el como déjamelo a mi.

Ambos cogieron sus maletas y un puñado de polvos flu. Albus fue el primero en marchar.

¡Posada Tesoro!

¿Posada Tesoro? Eso estaba en... ¿España? Minerva decidió que ya se pondría a pensar después, no quería perderse por la red de chimeneas, o perder de vista a Albus.

Llegaron a la posada, por una de las pequeñas ventanas vislumbró solo oscuridad, ya era noche cerrada, pidieron una cena ligera. El posadero los recibió con muchos honores, varios clientes intentaron mantener una conversación con ellos. Por eso no le gustaba viajar con Albus, la gente lo reconocía enseguida...

Cuando tuvieron un poco más de intimidad Albus le contó de que iba la misión, iban a buscar a la chica de la premonición de los cien. Minerva se sentía confundida, nunca se había planteado que esta chica existiera de verdad, y aunque así fuera, nunca se hubiera imaginado que estaría tan lejos de Hogwarts.

Se dirigieron cada uno a su habitación, previamente avisando al posadero de que querían un desayuno temprano, pues marcharían al día siguiente muy de mañana, la casa de ella quedaba lejos y tenían que ir como muggles...

Cerró la puerta tras de sí cuando se hubo despedido de Albus, dejó escapar un breve suspiro, no se permitió más. Así era ella, fuerte, por que así tenía que ser. Sacó de su maleta su pijama y se metió en la cama sin rechistar, deseando, aunque puede que no muy conscientemente hallarse al despertar en su habitación de Hogwarts.

La mañana llegó, como tenía que ser. Minerva se despertó con los primeros rayos de sol. La temperatura le recordaba sus vacaciones, el colegio en cambio era tan frío... se vistió rápidamente, con un suave golpe de varita recogió toda la habitación y colocó sus pocas cosas en la maleta.

Bajó hacia el comedor, encontró a un hombre desayunando, parecía un muggle, pero era imposible en las posadas mágicas no podían entrar aunque las viesen...

Hola Minerva. ¿Quien...?¿¡Albus!? Si. Parece mentira que no me hayas reconocido, solo he cambiado mi vestimenta y... bueno he hecho un pequeño conjuro corta pelo. No puedo salir al mundo muggle con mi barba. Pero no pongas esa cara cuando quiera volverá a ser igual.. por cierto se me olvidaba...

Albus cogió su varita y en un segundo la bruja Minerva dejo paso a una mujer muggle normal y corriente. Después de desayunar recogieron sus maletas y se pusieron en camino. Con la ayuda de un mapa de metros y autobuses encontraron la manera de llegar cerca de su casa. Cogieron la línea azul hasta Plaça de Sants, y desde allí llegaron a la conclusión que la mejor manera de encontrar la casa era cogiendo un taxi.

Después de diez minutos en el este paró, Albus sacó un pequeño monedero y con el pagó los 4cuatro euros con cuarenta y cinco centimos que costó el trayecto. Minerva intento calcular su valor en Knuts, pero no valía la pena... ahora empezaba toda una aventura.

Ya eran las once de la mañana del 30 de agosto de 2002, se acercaron al portal numero 31 de la calle Almería. Albus alargó su dedo hasta el botón de ático y pulsó. Esperamos durante unos segundos y una voz que parecía infantil...

¿Si? Hola...mmm, somos los profesores ingleses que... Ah, si. Pasad.

En ese momento la puerta se abrió. ¿profesores de ingles? Minerva prefirió no decir nada, se subieron a una extraña habitación que se movía y llegaron al ático. En la puerta les esperaba una pareja de mediana edad. Les invitaron a entrar a la sala de estar y sirvieron café. Parecía ser que Albus y ellos ya se conocían, por lo menos por teléfono...

Entonces... ¿estará en un colegio internado? Sí, aunque algunos fines de semana se puede salir al pueblo de al lado. Irene, creo que es tu oportunidad. ¿no querías tener un inglés perfecto para hacer teatro? Si papa, pero ¿y la carrera? Además, un colegio interno... Puede que veas a Alan Rickman por ahí... ¿Alan Rickman? - preguntó Albus Si, es su actor favorito.

Albus me dirigió una mirada divertida. ¿Por qué le hacía gracia? A mi no me parecía nada gracioso. Después de mucho discutir convencimos a Irene, aunque su hermana Mónica estaba más ilusionada que ella, decía que ella siempre había querido ir.

Quedamos en encontrarnos en el aeropuerto al día siguiente a las 5 de la tarde, los pasajes ya estaban reservados.

Esa noche Irene se encontraba despierta dando vueltas en su cama, durante el verano había estado planeando con sus padres el vivir durante el curso en Inglaterra. Todo había salido como quería, todo excepto que dejaría la carrera por lo menos un año... pero eso no la inquietaba. Lo que si lo hacía eran esos extraños profesores que habían venido.

Sus caras le resultaban extrañamente conocidas, y no lograba imaginar por que. Pero ese pensamiento se fue dando paso a otro, no menos preocupante... tenía que despedirse de mucha gente y no le daba tiempo, aún tenía que hacerse la maleta y ... estaba empezando a agobiarse. Decidió que lo mejor era escribir una carta para sus amigos y prometerles escribirles. Incluso podrían quedar a horas determinadas y hablar por el chat, e incluso verse por cámara... así se quedó dormida.

Al día siguiente todo fue excesivamente deprisa, pronto llegó la hora de coger el avión. La familia al completo acompañó a Irene. En la entrada del aeropuerto estaban Albus y Minerva esperándoles. Estos cogieron las maletas y dijeron que las iban a facturar y que les esperaran.

Mónica cogió a Irene del brazo y le apartó del pequeño grupo que formaban. Irene la miraba interrogativamente y Mónica le devolvía la mirada, pero la de esta era de preocupación.

¿Te has dado cuenta del parecido? ¿Del parecido de que?- preguntó Irene ¿Cómo han dicho que se llamaban? No lo recuerdo, luego se lo preguntamos.. ¿pero a que viene esto? Me recuerdan mucho a los actores que interpretaban a... ¡¡¡¡¡ IRENE !!!!!! Que vas a perder el avión

Mónica e Irene corrieron hasta llegar donde sus padres, allí estaban ya Albus y Minerva, se despidieron de todos y se dirigieron al pasillo correspondiente. De repente Albus se giró y se acercó a Mónica...

Espero verte pronto jovencita. Estoy muy seguro de que así será. ¿Si? Pero...

Mónica no tuvo tiempo de utilizar uno de sus argumentos, ni siquiera decir una de esas frases inolvidables que tanto le gustaban en un momento que parecía tan importante. Movió con indiferencia sus hombros y se contento con mover su mano a forma de despedida.

Mientras en el pasillo Albus, Minerva e Irene se dirigían a... un momento ¿dónde se dirigían? Iban en directo a un trastero donde se guardaban los productos de limpieza del aeropuerto. Una vez dentro Albus y Minerva cogieron de las manos a Irene, uno a cada lado. Pasaron unos segundos, Irene se empezaba a poner nerviosa, pero cuando iba a decir algo no pudo. Una fuerza se lo impidió, era como si algo la cogiera del estomago y la empujara hacía delante, aunque no trató de liberarse tampoco hubiera podido.

Cuando se atrevió a abrir los ojos después de varios minutos sintiéndose en tierra firme se encontró con los ojos preocupados de... parecía el profesor pero.. tenia barba y túnica y un gorro, le recordaba a... el actor que encarnaba a Albus Dumbledore. Pero no podía ser.

Albus le tendió una mano para ayudar a levantarla, las maletas estaban encima de un carruaje que, supuso, los iba a llevar a algún sitio. Se acercó y en su interior vio a su profesora, pero también con túnica y sombrero. Una vez estuvieron acomodados en el interior Albus fue el que rompió silencio.

Bien. me imagino que esto no te lo esperabas... ahora son las cinco y media, tenemos una hora y media para ponerte al día antes de la cena. Albus, piensa que no se lo podemos soltar tal cual... Minerva, creo que es lo mejor que podemos hacer dadas las circunstancias.

Mientras los dos magos discutían sobre cual era la mejor opción Irene optó por mirar por la ventana. Lo única que veía eran árboles verdes y frondosos, después de ellos nada. Cuando empezaba a adormecerse la carroza paró, bajaron de ella lentamente. Minerva encantó las maletas para que les siguieran hasta... ¡un castillo!

Irene, que no era estúpida, había atado cabos. Unos magos, Inglaterra, un castillo... su neurona se puso en funcionamiento y exclamó:

Esto es ¡SORPRESA, SORPRESA!

Albus y Minerva la miraron como si estuviera loca, y Minerva envió a Albus una mirada de triunfo, Irene había demostrado que mejor no se lo contaran todo de golpe... seguramente no entendería nada...

Dejaron las maletas en las habitaciones y Albus llevó a Irene hasta su despacho. Una vez allí conjuró dos tazas de té y se sentaron. Bueno Irene, tengo que contarte una larga historia... Ejem, Albus, ¿Puedo decir algo? Si, claro. No me gusta el té, ¿me lo tengo que tomar? No, claro que no. Pero lo que te voy a contar es muy serio, así que agradecería que no me interrumpieras... si no es que es importante.