A/N: Tanto las referencias hechas al anime durante el fanfic, así como las explicaciones de algunos términos japoneses empleados se encuentran al final de la historia :)

Me arrepiento de todo.


Observando el suave y sutil resplandor anaranjado que empieza a cubrir el cielo bien podrías pensar que se trata de un atardecer como otro cualquiera. Un atardecer donde el afilado frío se cuela bajo capas y capas de abrigo debido al viento que comienza a dominar gran parte de tu vida en esta estación del año: otoño. Un atardecer que completa el ciclo diario de tu jornada laboral. Un atardecer donde el aire que te rodea se llena de hojas caducas bailando dulcemente al ritmo de la brisa otoñal hasta alcanzar el suelo; un suelo que no tarda en cubrirse de un manto rojizo. Un atardecer en calma, en paz. Espiritual. Sí, ésa es la palabra. Espiritual.

Sin embargo, no estás en Rusia y el ambiente en el que te hallas puede ser cualquier cosa salvo espiritual. Nunca creíste que llegarías a pensar así tratándose del interior de un santuario. Al fin y al cabo, tú solías colaborar en uno algunos años atrás. No obstante, las caras de algunas de las personas que te rodean son prueba suficiente, en especial las más cercanas a ti. Tú también lo sientes, sabes que tu expresión no debe de distar mucho de las suyas. A pesar de todo, luchas por leer el ambiente que te envuelve y fundirte en él. Siempre se te ha dado bien. Ha sido una de tus mayores virtudes. Leer situaciones, leer personas. Sin embargo, hoy es una tarea más ardua que satisfactoria.

Pero no te queda más opción que moldearte a la situación y el aire que se respira. Al menos el aire que se supone que debería respirarse en una celebración de este calibre y que ahora mismo no puedes hallar sino en el aura de unos pocos familiares ajenos a tu árbol genealógico. Un sentimiento de complacencia, orgullo y… ¿felicidad? No, la felicidad se perdió en algún momento del camino. Es más, aquélla que debería sentirse feliz por estar ahí, ni siquiera lo está. Lo sabes, no la has visto sonreír en ningún momento. Sólo dejó entrever una vacía mueca decaída que cualquier otro habría confundido por un tímido esbozo de sonrisa durante el saludo inicial antes de iniciar la marcha al interior del santuario sintoísta.

Siempre tuve este presentimiento, piensas en el interior de los confines de tu mente, con la mirada perdida en la pareja protagonista del evento, de pie frente al resto de invitados. Y no, no debería de haberse cumplido. Mis cartas siempre dejaron entrever algo más, ¿por qué tiene que suceder así?

Sin prestar atención alguna al largo intercambio de votos y palabras de compromiso, te atreves a robar un rápido vistazo a tu izquierda por el rabillo del ojo. Tu pequeña amiga, vestida con un sencillo kimono de un agradable color pastel con detalles florales rosados y con el cabello color azabache inusualmente suelto a su espalda, parece una peligrosa carga explosiva cuya cuenta atrás lleva unos interminables minutos corriendo. Aunque trata de ocultarlo por todos los medios, su mirada rojiza no engaña a nadie, y mucho menos a ti. Si las miradas matasen, el joven cuyas palabras reverberan en el interior del sencillo y amplio santuario ya se habría desplomado hace mucho tiempo.

No obstante, no la puedes culpar. Sabes de sobra que de encontrarte tú en su lugar, probablemente ya hubieran llovido más que miradas asesinas ocultas en la penumbra y las falsas apariencias. Por primera vez en mucho tiempo, quizás en todos estos años que os conocéis, no sientes el estúpido impulso de molestarla hasta haber estrujado su paciencia y su máscara con juegos y zalamerías, sacando a la luz parte de esa honestidad que esconde tras su egocentrismo y orgullo. De hecho, temes que su repentina sinceridad acabe descolocando a alguno de los presentes.

Hay algo en este momento, en todo este festejo que no está bien. Las palabras reverberan en tu mente y no estás segura si se tratan de tus propios pensamientos o si de alguna forma has acabado leyendo los suyos.

De repente, unos delicados y largos dedos se posan sobre tus manos, entrelazadas sobre tu regazo. El ligero sobresalto te hace desviar la mirada rápidamente hacia ellas. Un segundo más tarde, la fría mano que te ha arrancado de tus propias cavilaciones se encuentra atrapada entre las tuyas. Ni siquiera te ha dado tiempo de avergonzarte de tus palmas extrañamente sudorosas.

La propietaria de ésta te regala un pequeño apretón que le devuelves al instante.

Respiras hondo. No, de estar tú en su lugar, no habrías podido aguantar tanto. Eso tienes que reconocérselo. Obstinada hasta la muerte, sin importar cuándo y dónde. Así es…

-Hey, ¿estás bien? -escuchas el volátil susurro de la persona que se convirtió en tu sol hace años.

Alzas la vista de tu regazo y chocas sin pretenderlo con esos relucientes ojos celestes, profundos como un océano y genuinamente preocupados.

-Sí, claro -murmuras, forzando una sonrisa en tus labios-. Perfectamente.

-Nozomi…

No, ya no puedes engañarla. Quizás nunca lo hiciste.

Vuelves la cabeza levemente hacia el frente, olvidando el intento de sonrisa y fingiendo estar enterándote de lo que se supone que debe ser el centro de atención de todos los invitados y espectadores ajenos. Y esperas que eso no cambie, pues la persona sentada a tu izquierda no puede evitar ansiar serlo allá donde va. Aunque esta vez por motivos muy diferentes.

-No es nada. De verdad, Elicchi -reafirmas en voz baja-. Yo sólo… Es incómodo centrarse con alguien a tu lado resoplando con mala cara sin ser capaz de estarse quieta ni un segundo.

Eli guarda silencio. Se estira sutilmente en su asiento y clava la mirada por encima de tu cabeza, más allá de ti. La preocupación inunda sus hermosos rasgos faciales al tiempo que vuelve a encogerse ligeramente.

-¿Cómo lo lleva? -te pregunta por lo bajini.

Tú dejas escapar el aliento sutilmente, reclinándote disimuladamente contra su esbelta figura. La respuesta parece más que obvia a estas alturas.

-¿Bien?

Eli se limita a observarte con el ceño fruncido y el rostro cubierto de escepticismo.

-Está en estado de ebullición -respondes, intentando esconder el desasosiego que todas vosotras sentís bajo el sarcasmo y las bromas-, mucho más caliente que la estufa que tenemos en casa. -En Rusia, lejos de aquí, piensas.

-Me preocupa.

Algo capta tu atención, y no puedes evitar desviar la mirada hacia el rincón reservado a los padres de la novia. Tus ojos colisionan con la seria y severa mirada del patriarca de la familia de doctores, quien en la primera fila de asientos os observa por encima del hombro con altanería.

Un escalofrío te recorre la espalda. Está claro que si alguien os envío invitaciones a las ocho, antiguas compañeras de su única hija, no fue bajo su consentimiento y aprobación.

Apartas la vista y la vuelves hacia la susodicha. Si no fuera porque sabes que hay vida bajo el shiromuku, el típico kimono blanco tradicional, y el wataboshi, habrías jurado que no presenciabas más que una estatua de mármol que alguien decidió utilizar de maniquí. Tantas prendas apenas dejan ver el rostro de la persona oculta bajo ellas.

-Lo sé, Elicchi -susurras con un hilo de voz-. A mí también me preocupa. Realmente todo esto me…

Tu voz se desvanece ante el repentino silencio que inunda la estancia. Te percatas de que los novios han terminado de recitar sus votos y se disponen a intercambiar los anillos ante los ojos de todos los presentes, incluidos los transeúntes y turistas que se han detenido a observar desde el exterior el exotismo que supone una boda tradicional sintoísta.

Un movimiento a tu izquierda te hace volver la cabeza hacia el vórtice de emociones que pugna por explotar de un momento a otro a tu lado. Antes de poder hacer nada observas como tu compañera y amiga hace ademán de incorporarse y ponerse de pie con rabia.

El corazón se te sube a la garganta y la mano de Eli aprieta la tuya en un acto reflejo.

Sin embargo, la persona sentada a su otro lado es más rápida que tú y atrapa su antebrazo con sorprendente determinación, obligándola a retractarse en sus acciones y volver a sentarse como un peso muerto en su asiento.

-¡Nico-chan! -escuchas que le susurra Hanayo. A pesar de la seguridad que aparenta su agarre en el brazo del saco de nervios sentado a tu lado, no se te escapa el ligero temblor de su voz. Incluso Rin ha asomado la cabeza al otro extremo de la fila de asientos, cerca de Hanayo, con los ojos abiertos como platos.

-Estoy bien -os espeta Nico. Las emociones contenidas se desbordan de su voz-. Suéltame, Hanayo. No voy a hacer nada estúpido. -Hanayo no parece estar tan segura-. Suéltame, ya. En serio.

Con un duro tirón, Nico se deshace de su mano sacudiendo el brazo, retuerce los hombros y suspira con fuerza. No crees que con un resoplido sea capaz de desprenderse del caos oscuro que la devora por dentro, pero al menos parece recobrar momentáneamente la compostura.

Miras rápidamente a tu alrededor, rezando porque nadie se halla percatado del pequeño incidente. No tardas en confirmarlo, para tu alivio. La única persona que se girado a observar es Honoka, sentada entre Umi y Kotori en la fila de asientos dispuestos delante de la vuestra. La última finge con excelente interpretación no haber escuchado nada. Umi, por su parte, está más tensa que un resorte.

-Honoka -murmura ésta entre dientes, dándole un suave pero consistente codazo a su curiosa amiga en el costado, logrando que la antigua líder de μ's regrese a su postura inicial, con la mirada clavada en el futuro matrimonio.

Casi esperas que Kotori reprima a Umi por ser demasiado dura con su amiga de la infancia; no obstante, la modista apenas mueve un dedo en su asiento. Quizás las cosas han cambiado más de lo que imaginabas durante el año y medio que has estado fuera de Japón.

Tu mirada regresa a Nico como un rayo.

-Nicocchi…

-Ahora no, Nozomi. -La ferocidad de su voz te da una bofetada-. No tengo ganas de escuchar nada viniendo de ti hoy, así que cierra la boca, ¿vale?

-Nico -interviene Eli a tu otro lado, su mano aún entre las tuyas-. Necesitas calmarte. Ponerte así no va a solucionar nada.

Observas cómo tu orgullosa amiga aprieta la mandíbula con fuerza y le responde a tu pareja sin dignarse a dirigiros una sola mirada.

-Fácil para ti decirlo, ¿no, Eli? Tú no lo entiendes.

-Sí. Sí lo entiendo -sentencia Eli tras una pequeña pausa, como si eso lo explicase todo.

Nico se vuelve por fin hacia ti con la traición pintada en su juvenil rostro.

-¿Se lo has dicho? -Tuerce el gesto como si hubiera probado un limón y clava la mirada al frente de nuevo, evitando la preocupación de la tuya-. ¿Por qué no me sorprende? -susurra por lo bajini.

Apenas has abierto la boca para responderle cuando lo escuchas.

-Shh…

Tu mirada se clava un par de filas más adelante, buscando la procedencia del siseo que os ha mandado a callar para vergüenza de Eli, quien se recoloca en su asiento como si nada hubiera sucedido y suelta tus manos. Sientes una punzada en el pecho al notar el vacío que deja entre tus dedos justo en el momento en que te percatas que la causante del siseo ha sido una remilgada y pretenciosa señora de la familia Nishikino, sentada con clase en primera fila como si el mundo tuviera que arrodillarse a sus pies. Ah, ese pelirrojo es inconfundible, aunque sea de bote. Caro, pero de bote después de todo.

Tu irritación apenas compite con la de Nico, quien fiel a su esporádica actitud madura y sensata no tarda ni dos milésimas de segundo en sacarle la lengua a la altiva mujer embutida en un kimono negro. Sumamente abrumada y airada, la señora se da media vuelta con un brusco aspaviento y la cabeza a cien metros del suelo.

Alzas la mano para ocultar la sonrisa que lucha por aparecer en tu rostro al tiempo que Nico pone los ojos en blanco y frunce los labios con desprecio.

Nunca me defraudas, Nicocchi.

Esta pequeña querella, sin embargo, no pasa desapercibida. Ni para tus amigas, ni para el resto de los presentes en el interior del santuario. El temblor de los hombros de Honoka la delata perfectamente, así como la risilla ahogada que escuchas al final de tu fila, justamente donde se encuentra Rin rascándose detrás de la oreja como si de un gato se tratara.

La amenazadora mirada de la cabeza de la familia Nishikino vuelve a caer sobre vosotras con el tamaño y la frialdad de un iceberg, como si con ella pudiera fulminaros a todas de una sola vez y borraros de la faz de la tierra.

No obstante, la curiosa y confundida mirada amatista de su hija y heredera no tarda en hacerle sombra cuando ésta vuelve la cabeza hacia los invitados, siguiendo la mirada de su padre, hasta encontrarse con el variopinto grupo entre el cual te hallas sentada. En un parpadeo, su cara vuelve a estar oculta por culpa del wataboshi, y te percatas cómo su futuro marido desliza el anillo de matrimonio en su mano izquierda.

Tu compañera también parece haberse dado cuenta de ambas cosas, pues su expresión, suavizada notablemente tras esa última mirada, no tarda en volverse a agriar al segundo siguiente. Nico se muerde el labio inferior con fuerza y mira hacia las vigas del santuario, estirando tanto el cuello que temes que se le parta en dos y se convierta en la hermana pequeña del jinete sin cabeza. Nadie quiere descubrir qué pasaría de ser verdad…

Atisbas por el rabillo del ojo cómo mueve los labios levemente sin producir sonido alguno, hablándole al techo. Deja caer los párpados lentamente, cerrando los ojos. Baja la cabeza a su posición natural y te dirige una mirada hueca, muerta si no fuera por el fuego que aún arde en sus ojos rubís.

Esperas que te responda agresivamente al saber que la has estado observando, pero aprieta los labios y se vuelve hacia el frente, ignorándote.

Para entonces, el inminente matrimonio ya ha intercambiado también los juzus y se disponen a ejecutar el acto final de la ceremonia, el San San Kudo, y sellar así su unión. El novio toma el más pequeño de los sakazuki y espera a que el sacerdote que oficia la ceremonia vierta en él el sake. A posteriori, sorbe delicadamente y le pasa el pequeño cuenco a la novia, quien deliberadamente lo rota y hace lo propio.

Una de las comisuras de tu boca se alza en una media sonrisa cómplice. Eres perfectamente consciente de la diminuta osadía que acaba de cometer frente a todos.

Evitando besos indirectos, ¿eh?

El segundo sakazuki sigue el destino del primero, literalmente. No obstante, a pesar de tu clara diversión, Nico no parece haber reparado en ese pequeño detalle, y si lo ha hecho, lo ha barrido olímpicamente bajo la alfombra, pues su ceño no hace más que fruncirse cada vez más. Incluso el ardor de la impotencia contenida maquillada por la rabia comienza a hacerse más evidente con cada sakazuki que pasa por las manos de la novia.

Tu preocupación le gana la batalla a esa efímera diversión cuando la anticipación te atenaza el pecho. Y no te queda más opción que enfrentar la crudeza de la realidad cuando sientes las emociones de la persona sentada junto a ti desbordarse con la fuerza de un tsunami en el momento en que el último y tercer sakazuki flota de unas manos a otras.

Nico se levanta de su asiento con el impulso de un cañonazo y esta vez nadie es capaz de detenerla a tiempo. Un estruendo, o lo que parece ser un estruendo en medio del sagrado silencio, se apodera del santuario. El pavor no tarda en estallar en tu interior. Sin aliento, tus ojos dan con el pequeño taburete plegable volcado en el suelo de madera cerca de una paralizada Hanayo, quien se ha cubierto la boca con las manos.

Con absolutamente todas las miradas clavadas en ella y sin enfrentar ninguna en particular, Nico sacude la cabeza y tras un diminuto paso atrás, se apresura hacia lo que parece ser la salida más espectacular de todos los años del santuario. Nadie se atrevería a hacer algo tan descabellado. Ni siquiera tú. Tú obviamente no, porque no serías capaz de sobrevivir al infarto instantáneo que acarrearía. Esto va más allá de una simple y molesta falta de respeto. Lo sabes perfectamente. Básicamente ha violado una norma implícita en cualquier ceremonia.

-No aguanto más esta mierda -la escuchas soltar al pasar velozmente a tu lado.

Como un tornado, tu amiga sale del santuario, volviendo sobre los pasos de todos los presentes, esos mismos que tú distes al entrar al interior. Lo hace sin mirar atrás, dejando en su lugar un mortal silencio de desconcierto e incredulidad.

Sientes pasar los segundos, eternos como el infinito.

Reúnes valor y paulatinamente te vuelves hacia el centro de la estancia, donde se encuentra el estupefacto sacerdote junto a la pareja protagonista, que en un abrir y cerrar de ojos ha dejado de serlo. El novio no parece estar mejor que el sacerdote.

Mierda, debí haberlo sabido; ¿por qué las cartas no me advirtieron de esto?, piensas en tu fuero interno mientras intentas tragarte de nuevo tu propio corazón y devolverlo a su sitio en tu pecho. Quizás lo hicieron y no lo supiste leer bien, pero… No, imposible. Sea como sea, el daño ya está hecho. No hay vuelta atrás.

Observas los transparentes ojos amatistas perdidos en el otro extremo del santuario, hundidos en la entrada por la que ha desaparecido Nico. No sabes si es percepción tuya, pero no puedes evitar pensar en los años que han pasado desde la última vez que viste esa mirada tan llena de emociones. No desde que µ's se disolviese. No después de las lágrimas derramadas en aquella estación de tren envuelta únicamente por la calidez del atardecer; una imitación idéntica del que se desarrolla hoy fuera.

Por un instante temes el fulgor oculto en su mirada. Te preguntas si realmente sería capaz de dictar sentencia y salir corriendo ahora que la situación presenta una brecha, o si lo que ves es simplemente el deseo de poseer el valor suficiente para recoger los pedazos de un sueño roto.

No te sorprendes cuando esos ojos se despegan de la entrada del santuario y se clavan en los tuyos a pesar del par de cabezas, entre ellas Honoka, que obstaculiza parcialmente tu visión. Sientes el intento de comunicación y la súplica que carga su mirada. Vale, si ella no lo hará…

Tragas saliva, y con determinación y mucho más cuidado que Nico te levantas con toda la gracia que puedes reunir en este momento.

-¿Nozomi? -te susurra Eli con perplejidad.

-Te espero fuera -le respondes en el mismo tono mientras le das un diminuto y cariñoso apretón en el hombro.

-¡Nozomi! -Escuchas el siseo urgente de Eli, pero no te detienes. Sabes que no se pondrá de pie, esperará hasta el final de la ceremonia para salir con el resto de los invitados. Es demasiado responsable.

Al aproximarte a la salida, te permites hacer aquello que Nico no quiso o no tuvo el valor de hacer. Vuelves la vista atrás. La novia, aún con el último sakazuki entre las manos, parece haberse sumido en su propio mundo, con la mirada náufraga en el sake del cuenco que sostiene. Con la cabeza gacha. No puedes sino empatizar con el derrotismo que mana de su silueta.

¿Cuándo se convirtió esto en una batalla perdida?

Con la tristeza danzando en tu interior, apartas la mirada y prosigues con tu espectacular salida del santuario.

Apenas has puesto un pie fuera del mismo, sobre el suelo de piedra grisácea, cuando una voz rompe el silencio que reina en el interior con la fuerza de un trueno. Una voz que te revuelve el estómago, tan severa como la mirada que no dudó en fulminaros con desprecio varias veces tras sentaros en la última fila de invitados.

Y es imposible ignorarlo.

Es imposible no escuchar el imperativo que carga una sola palabra caída de su boca. Una palabra que lo dice todo y no dice nada al mismo tiempo.

-Maki.


No tardas en dar con Nico fuera del santuario. Bien por tu infalible instinto, bien porque tu amiga no se molestó en llegar muy lejos.

La encuentras al otro lado de la plaza central donde se arremolinan cada vez más turistas y espectadores, en de uno de los senderos laterales al santuario que desembocan en el pequeño parque adyacente. Está sentada de espaldas a ti en un banco solitario, bajo ramas y hojas anaranjadas de los múltiples cerezos que dominan tanto los alrededores del santuario como el parque. A pesar de la pequeña distancia, puedes reparar en su lenguaje corporal, en su silueta encogida y los hombros hundidos. En su cabeza gacha. Y la misma pregunta inunda tu mente.

¿Cuándo se convirtió esto en una batalla perdida?

Te acercas sigilosamente, agradeciendo la privacidad que brinda la principal atracción de la tarde muy a su pesar y al tuyo propio. Nadie circula por el parque, todos se han congregado frente al santuario, en el lateral opuesto, donde el espacio abierto del mismo permite observar el interior sin necesidad de haber sido invitado.

La suave brisa que mece el largo cabello de Nico arranca una hoja rojiza del cerezo más próximo. Ésta danza hasta caer frente a ella, ocultándose tras su pequeño y delgado cuerpo.

-Nicocchi -dices con suavidad al detenerte a su lado, aún por detrás del banco.

Ella no parece sorprenderse al escuchar tu voz. Ni siquiera se inmuta, se limita a hacer girar por el pequeño tallo la hoja del cerezo que aterrizó en sus manos.

-¿Qué haces aquí fuera, Nozomi? -te pregunta con voz áspera-. ¿No deberías estar dentro c-como el resto, entre estirados ricachones snobs?

-¿Y dejar sola a nuestra mascota favorita? -le contestas con una sonrisa traviesa.

La escuchas resoplar sin mucha delicadeza. Su mano libre se alza como un peso muerto a la altura de su cabeza con los dedos índice y meñique estirados en su característica pose.

-Nico está estupendamente bien, ¿n-no lo ves? -El sarcasmo no se te escapa-. No hay nada que una idol como Nico no pueda… soportar. -Su mano se cierra en un puño y vuelve a su regazo-. Sólo necesitaba salir a coger un poco de aire -murmura, enjugándose alguna lágrima perdida con la manga de su kimono.

-Y vaya salida. -Rodeas el banco y te sientas a su lado. Su cabello oscuro oculta su rostro como una cortina-. Número uno incluso en las bodas de tus propias amigas.

Nico alza la cabeza ligeramente y observa tu media sonrisa con el ceño fruncido. Sus ojos brillan por las lágrimas contenidas.

-¡Fue sólo un malentendido con la silla! -te responde con indignación-. Si esos rusos no hicieran los asientos para jirafas, Nico no habría tenido problemas.

-¿Tanta hambre tenías que no podías esperar y decidiste comerte el suelo? -dices con malicia.

Sus mejillas se sonrojan y sus labios se fruncen.

-Ja, ja. Muy gracioso -suelta con voz hueca, y te señala con un dedo-. Pero sabes que tengo razón, hace falta ser saltadora olímpica para bajarse de esos taburetes. Y Nico-nii no nació para eso, mucho menos con tacones…

Ahogas una carcajada.

-Saliste volando -canturreas.

-¿Qué soy? ¿Una paloma o qué? Creo que te estás equivocando de persona. Simplemente se me trabó el tacón en el reposapiés. Nada especial. -Una pausa-. Al menos conseguí bajar.

Sonríes genuinamente.

-Y estilo no te faltó, Nicocchi -aseguras dándole unas palmaditas en la rodilla cubierta por el kimono rosado.

-Hmm… -murmura, dejando pasar tu pulla. Sus dedos aún le dan vueltas a la hoja.

-Además, ¿si mal no recuerdo ibas bien acompañada? -Alzas la mirada hacia el manto rojizo de cerezos que os cubre, recordando el día de tu propia boda.

Sabes que te comprometiste siendo joven, al igual que la actual novia, pero estás segura de que no te arrepientes. Es más, lo volverías a hacer. No estás segura si puedes decir lo mismo de ella.

Sin embargo, para el evento de hoy no elegiste el tradicional kimono negro que deben llevar las personas que ya han contraído matrimonio. No, vistes un kimono púrpura con detalles florales, algo parecido al de Nico. El matrimonio homosexual aún no está reconocido legalmente en Japón. Así que… sin negro.

-Fue la primera en abalanzarse sobre ti antes de que el resto de los invitados tuviera una buena vista de tu ropa interior de conejitos rosas.

Nico se tapa la cara con las manos y gruñe.

-Nozomi… ¡Deja de husmear en mi ropa interior! -Su voz suena ahogada por culpa de sus manos.

-¿De qué hablas, Nicocchi? -preguntas con los ojos abiertos, inocentemente-. Ya ni siquiera compartimos piso.

-Y no sabes lo feliz que me hace. -El rubor de su cara ha reptado hasta sus orejas-. No sé cómo Eli te soporta veinticuatro horas al día.

-Pasamos mucho tiempo en la cama.

-¿Eh? -Nico levanta la cabeza y te clava su mirada rojiza escandalizada.

Apenas has abierto los labios cuando su cálida mano se estampa contra tu boca, silenciándote.

-¡No! ¡No, no! -exclama con vehemencia. Un anciano que pasa por el sendero frente al banco os dirige una mirada-. ¡No lo quiero saber! Nico es demasiado joven para quedar traumatizada el resto de su productiva y hermosa vida.

-¿Qué pensamientos son esos, Nicocchi? -Tu voz suena amortiguada y tus labios acarician la palma de su mano. Ella la retira a la velocidad de la luz-. No me esperaba esto de ti. Qué habrás imaginado… -Te tocas la barbilla con un dedo, fingiendo pensar.

-No, nada -espeta, evitando tu mirada maliciosa-. Nico no quiere imaginar nada. ¡Deja de jugar conmigo, Nozomi! -La hoja de su mano choca contra tu mejilla y te das cuenta de que te la acaba de lanzar sin muchos miramientos.

-Eres una pervertida, Nicocchi -dices, barriendo con la mano la hoja que ha caído sobre tu regazo.

Nico deja escapar un grito de exasperación, lanzando las manos al aire.

-En Rusia hace mucho más frío -explicas-. Quedarse en la cama bajo las sábanas es uno de los mayores placeres del invierno.

Sus ojos rubís te miran con hastío.

-¿Por qué todo suena tan sucio viniendo de ti?

Tú te limitas a encogerte de hombros. Ah, quién sabe…

Los segundos pasan y el frufrú de las hojas al viento sobre vosotras inunda el silencio, así como el murmullo lejano de la muchedumbre. Los dedos de Nico juegan con uno de los pliegues de su kimono. Te preguntas qué está ocupando sus pensamientos. Qué idea le hace morderse el labio y baña sus ojos de melancolía.

-Maki sólo resultó estar más cerca, ¿sabes? -susurra-. Aquel día.

Oh, ése, piensas con un esbozo de sonrisa.

-¿No era tu pareja después de todo? -Nico te mira con desconfianza-. En la boda.

-Sí -responde, despacio, con los ojos entrecerrados-. Lo ponía en la tarjeta de invitación, ¿no? No iba a desperdiciar un billete a Yasozal…

-Yaroslavl.

-Como sea -dice, restándole importancia con un gesto de muñeca-. No iba a comprarme un billete al culo del mundo…

-Ni siquiera lo pagaste tú.

-¡Nozomi, cállate!

Cierras los ojos y le sonríes ampliamente con los labios apretados. Nico se aclara la garganta.

-Como estaba diciendo, no iba a viajar hasta aquel lugar inhóspito si después no me ibas a dejar entrar a tu boda. -Sonríe y alza ambas manos, dejando salir su doble persona. Su voz sube un par de octavas-. Nico es de todo el mundo, Nico no pertenece a nadie. -Su tono agudo empieza a decaer y le tiembla la voz-. Sabías que s-sería complicado para Nico aparecer allí con acompañante.

-Fue un favor, Nicocchi. -Ella baja los brazos-. Me alegra mucho que por fin te hayas dado cuenta. Acepto tu sincero agradecimiento.

-¿Agradecimiento? ¿Cómo que un favor? -Frunce el ceño-. ¿Acaso no era un requisito para tu estúpida boda? Todas las invitaciones ponían lo mismo.

-¿En serio? -Abres los ojos de par en par y te cubres la boca con la mano-. Ups, supongo que entonces debí enviarte el primer borrador.

Algo parece hacer 'click' en el interior de la cabeza de Nico.

-¡¿Era mentira?! -exclama-. ¿No hacía falta acompañante?

Sueltas una risilla pícara.

-¿Cómo crees que entró Honoka-chan, Nicocchi? ¿De la mano de Umi-chan y Kotori-chan?

-Te odio -sentencia. Sabes que no lo dice en serio. Nico hace una pausa y desvía la mirada-. ¿Cómo sabías que se lo pediría a ella? -murmura, más calmada.

-Me lo dijeron las cartas.

Tu amiga te dirige una mirada, pero guarda silencio.

-Además -dices después de unos segundos-, era la única con el poder económico suficiente como para ofrecerse a sufragar tus gastos, entre ellos el billete de avión y la estancia.

De repente, Nico parece más culpable que agradecida.

-Así que fue ella -susurra para sí-. Nunca me lo dijo.

-No te preocupes, Nicocchi. -Le das unas suaves palmaditas en la cabeza como si de un cachorro se tratara. Tu amiga te fulmina con la mirada-. Si Maki quería pasar la noche contigo, entonces no tienes por qué preocuparte. Le correspondiste bien, ¿no? Tal y como esperaba de ti.

-Deja de pervertirlo todo -te espeta con cara de pocos amigos y las mejillas ruborizadas tan rojas como sus ojos-. Eso no fue lo que pasó, ¿vale?

-Bueno, -sonríes con picardía-, entonces siempre te puedes consolar sabiendo que diste un espectáculo y me robaste el protagonismo en el mejor momento.

-¡Fue la silla! -dice a la defensiva.

-Y aunque no pasaras el resto de la noche con ella -prosigues como si nada-, seguro que al resto no, pero a Maki le tuviste que regalar un buen vistazo de tu ropa interior con aquel vestido tan corto, Nicocchi.

Tu amiga se tapa la cara con tanta fuerza que escuchas la cachetada que se ha debido de auto-infligir.

-¿Vas a recordármelo durante toda mi vida? -escuchas su voz amortiguada-. Nico es demasiado buena persona para merecer esto. Mi belleza contribuye generosamente a esta sociedad.

-Seguro -canturreas.

Nico separa las manos de su rostro, alza un dedo y lo coloca delante de tu cara.

-Uno. Que Maki llegase antes es completamente lógico, no le hizo falta ni dar dos pasos, estaba a mi lado. -Aprietas los labios, luchando por no reírte. Ella levanta otro dedo-. Dos. Sólo se dignó a ayudarme cuando mi culo ya estaba en el suelo. -Y otro-. Tres. Fue la primera en reírse a carcajadas delante de todo el mundo en vez de agarrar a Nico antes de que dejase la estampa de su preciosa cara en las baldosas del piso.

Incapaz de contenerte, sueltas una carcajada.

-Oh, ¿era ella?

-Sí -responde, como si hubieras hecho la pregunta más estúpida de la historia-, ¿qué creías? ¿Qué era yo riéndome desde el suelo?

Parece ser que tus ojos dicen suficiente porque tu amiga te clava su mirada roja con explícita indignación. No obstante, eres capaz de atisbar la pequeña sonrisa que pugna por curvar sus labios. Nico gira la cabeza, ocultándola.

No sabes si es por el momento, el día, o la estación del año; pero hay algo en su actitud, en sus respuestas, que no para de sorprenderte. Quizás porque ya no niega rotundamente sus propias reacciones ni trata de enmascararlas. Quizás porque no recurre a su doble personalidad para ocultar cualquier tipo de inseguridad. Quizás simplemente es Nico siendo Nico y tú hace año y medio que no la ves. Si no la conocieras mejor, casi te atreverías a afirmar que finalmente ha conciliado su testarudez con sus verdaderos sentimientos.

Deslizas la mano entre los pliegues de tu kimono hasta dar con el pequeño bolsillo interior donde escondes la baraja de cartas. Con la punta de los dedos extraes la que se encuentra en la parte superior del mazo y sacas la mano. Le das la vuelta a la carta. Alzas las cejas.

Es la misma carta que le mostré a Nicocchi aquella noche, piensas. Durante la fiesta, tras el banquete de boda. Los Amantes. Otra vez, ¿eh?

Alzas la carta y se la tiendes a Nico.

-¿La recuerdas? -le preguntas.

Tu amiga clava la mirada en tu mano y frunce el ceño.

-¿De dónde la has sacado? -responde.

-¿De la baraja?

-Idiota, sabes a qué me refiero. -Extiende el brazo hacia la carta dubitativamente-. ¿Puedo?

-Sí, claro. Cógela -dices, ofreciéndosela.

Lo hace y observas cómo sus delgados dedos acarician la superficie de la carta. Su pulgar se desliza sobre el nombre escrito.

-La sacaste aquella noche, el día de tu boda, ¿no? -susurra.

-Así que sí la recuerdas.

-Siempre he creído que me estabas tomando el pelo, nada más. -Atisbas su sonrisilla pícara, así como el brillo de su mirada cuando la alza de la carta y la clava en ti-. Te pasaste con los chupitos de la cena y la barra libre del pub del hotel. Estabas tan pedo que Eli tuvo que lanzarse sobre ti antes de que te subieras a una mesa y te pusieras a bailar. Menos mal que consiguió hacerlo antes de que comenzaras a quitarte el vestido de novia, o Nico podría haberse arrancado los ojos.

Sientes el calor reptar por tus mejillas y desvías la mirada.

Escuchas la carcajada que se produce a tu lado.

-¿Estás segura de que no pasó nada esa noche, Nicocchi? -le preguntas volviéndote de nuevo hacia ella-. Tú tampoco estabas muy lúcida.

-Sólo fueron dos copas. Sé de alguien que se llevó mitad de la barra consigo. Después de ti el hotel quedó en bancarrota.

-No fui la única, tu acompañante tampoco se quedó atrás.

Nico frunce los labios.

-No pienso responder por ella.

-Hmm… -murmuras-. Maki ebria es un personaje curioso. -Si mal no recuerdas, la antigua compositora de μ's no se había separado de Nico en toda la noche después de la primera copa. Literalmente. Es más, había pasado de pantera irascible a osito de peluche en menos de tres segundos-. ¿Qué se tomó, la otra mitad de la barra?

-Una copa.

-¿Una copa? -preguntas con incredulidad.

Nico abre los ojos de par en par de repente y evita el escrutinio de tu mirada, haciéndose la loca. Algo te dice que ese pedazo de información no era de dominio público.

-¡Nico-nii! -dice repentinamente con voz aguda, una sonrisa plástica y las manos a la altura de la cabeza, la carta aún entre sus dedos-. Nico no sabe de qué hablas, Nozomi. Nico ha respondido sin pensar.

-No engañas a nadie, Nicocchi.

-Huh.

Nico se queda congelada por un momento. Al segundo siguiente, deja caer su actuación y te apunta con un dedo.

-Ni se te ocurra decirle que te lo dije yo -te susurra-. Nico es inocente.

Le regalas una sonrisa torcida.

-Así que pasó algo esa noche que no me has contado, ¿eh?

Silencio.

-Nicocchi…

Más silencio.

-Te vi salir de su suite a la mañana siguiente.

Nico abre los ojos como platos, helada. Sin embargo, en un parpadeo su cuerpo pierde la tensión completamente.

-Eso no prueba nada -dice con exagerada vanidad-. Nico podría haber estado comp…

-No, no lo hacías -refutas con seguridad-. Maki tenía registradas dos suites a su nombre.

-No me jodas, Sherlock… -murmura Nico, dejando caer la cabeza contra la carta de Los Amantes en su mano.

En tus labios se dibuja una sonrisa.

Así que había supuesto bien…


No tienes ni idea de cuánto tiempo llevas ahí, sentada junto a la persona a la que muy a tu pesar te gusta llamar mejor amiga. Un dolor en el culo, pero amiga. No obstante, no tardas en concluir que al parecer ha debido ser el tiempo suficiente como para que la estúpida ceremonia llegue a su fin y los estúpidos invitados snobs salgan a paso de tortuga, ordenados como sashimi sobre una bandeja de sushi.

Y así termina esta maldita historia, suspiras por dentro. Sin ganas de comer perdices ni oportunidades de vivir felices.

-¡Nico-nya!

Unos esbeltos y fuertes brazos te rodean el cuello, estrujándote contra el banco y un cuerpo atlético. El aire escapa de tus pulmones y te sientes con ánimos de escupir tu propia tráquea.

-R-Rin -consigues susurrar a través del intento de ahorcamiento-. Me m-muero…

-¿Nico-chan?

Escuchas la vocecilla de Hanayo detrás de ti. La risa de Nozomi también llega a tus oídos perfectamente.

-Rin-chan -murmura la primera.

-Socogo… -Te agarras a los brazos de la gata de la familia.

-Creo que Nico-chan intenta decirte algo -prosigue Hanayo.

-Oh, gracias, Kayo-chin.

Los brazos desaparecen por arte de magia y tú dejas de ver estrellitas bailando a tu alrededor. En momentos como éste desearías que Rin no se hubiera convertido en atleta profesional. Nico no estaría en peligro de extinción.

El resto de tus antiguas compañeras no tardan en llegar detrás de Hanayo.

Todas excepto ella.

Nadie parece recordar el lío que has debido de armar dentro del santuario dando lo mejor de ti. Y si lo hacen, nadie comenta nada; algo que algún oscuro rincón de tu alma agradece.

La única persona que te pregunta por tu estado de salud mental es Umi, que probablemente debió de mearse encima justo en el momento en que te pusiste de pie como si se hubiera desarrollado el apocalipsis zombi. Zombi, Nico no lo sabe. Apocalipsis, sin duda.

Has tocado fondo. No lo puedes negar. No, cuando el angustioso ardor dentro de tu pecho no hizo más que crecer y crecer inexplicablemente a medida que los sakazukis caían en las manos de Maki. Cada sorbo se sintió como una puñalada. Cada sorbo interponía muchas más millas entre tú y ella. Sí, al final a Nico no le quedó más remedio que aceptar los estúpidos sentimientos que se arremolinaron en su interior como una supernova descontrolada. Unas emociones que habías insistido en negar ciegamente todos estos años atrás.

No fuiste capaz de quedarte allí, hundida en la impotencia más absoluta que nadie puede llegar a sentir, sin romperte por dentro y desmoronarte por fuera.

Oh, joder, nadie se dignó a advertir a Nico. Nadie decidió escribirlo en la invitación al estilo Nozomi: "si sufres problemas de corazón, no te atrevas a venir". Ni siquiera estabas preparada. Es más, ni siquiera sabías que sufrías problemas de corazón. ¿Para qué sirven estos putos médicos pijos? Nico no lo sabe. Nadie lo sabe.

No es culpa tuya que no fueras lo suficientemente fuerte como para verla desvanecerse en la distancia, y decidieras salir corriendo (a coger aire, porque no, una idol como Nico nunca huye).

Puede que ahora piense aún peor de ti. Como si antes no hubiera sido suficientemente malo… ¿Pero qué más le da a Nico? Ya está todo perdido, ¿no? Ella se ha casado con un tipo estirado con la misma gracia que un pescado muerto. Un tipo que no has visto en tu vida y del cual nunca has oído hablar. ¿Eso es lo que significa? ¿Sólo un reflejo de la poca confianza que Maki deposita en ti? ¿Tan poca que ni siquiera ha sido capaz de decirte que se iba a casar con un niño pijo de familia rica antes de invitarte a su estúpida boda?

Por mucho que te enfurruñes con Nozomi por saberlo todo y no guardarle ningún secreto a Eli (y por haberte tenido siempre de sujeta velas), Nico no lo dirá nunca, pero sabes que una parte de ti le está agradecida por haber salido de allí pisándote los talones. Sólo ella lo hubiera hecho. Sólo ella tiene los ovarios necesarios. Y aunque nunca le brindarás tal poder a Nozomi diciéndoselo cara a cara, eres consciente de que es una de las personas que mejor te entiende. No sabes cómo, pero ha consiguido distraerte durante lo que en este instante sientes como uno de los peores momentos de tu vida. Cómo si Nico no hubiera tenido suficientes…

Le das vueltas a la carta que Nozomi te tendió hace unos minutos.

Pensé que no era más que una broma pesada, ¿por qué sigue saliendo esta maldita carta, eh? Los Amantes. Resoplas. ¿Qué coño significa? Obviamente, no lo que yo creo. No tiene sentido.

Por mucho que Nozomi insista y por mucho que te estampase entonces la estúpida carta en la cara estando borracha en la celebración de su propia boda en Yasozal, nadie sabe la verdad mejor que Nico. No, aquella noche no pasó absolutamente nada. Sí, saliste a la mañana siguiente de la suite de Maki con la ropa de la noche anterior hecha un ocho y la cara como la de un panda por culpa del maquillaje que se te había olvidado quitarte antes de quedarte dormida donde quiera que te quedases dormida, porque sí, Nico no se acuerda cómo demonios terminó despertándose en el estúpido suelo del estúpido dormitorio de la estúpida suite de la última persona junto a la que esperaría despertarse. Una persona que no había dudado ni un segundo en echar a patadas a la adorable Nico, idol número uno del universo, de la suite con la cara tan roja como un tomate.

No importó que durante el desayuno, al cual llegaste tarde por culpa de ese pequeño incidente (no, Maki no; el vestido y la cara de panda), tuvieses que sentarte a su lado por ser la única silla libre de la mesa. ¿Quién se puso de acuerdo?

No importó tampoco que compartieras taxi con ella y Honoka de vuelta al estúpido aeropuerto que decidió alejarse de vuestro hotel y ponerse a distancia de una hora. ¡Una hora! ¿Desde cuándo había estado tan lejos? El viaje de ida no se te había hecho tan eterno como el de vuelta. Y no, no intercambiaste compañeras de viaje. Honoka y Maki. Maki y Honoka. Oh, y la resaca. Ups, cierto.

No importó que vuestro vuelo se retrasara dos horas por culpa del mal tiempo (¿quién en su sano juicio se casa a finales de invierno en Rusia?), y tuvieras que quedarte sentada a su lado esperando a que tu mundo dejara de dar vueltas. Resaca, resaca… Maki no se quitó nunca las gafas de sol. O se equivocó de estación y maleta, o esperaba encontrar nieve y sol dentro del aeropuerto. Aún no lo tienes claro. Y sí, Honoka siguió hablando sola después de que la obligasen a dejar en el control policial la botella de vodka que le había "regalado" el hotel, acompañada por una furiosa Umi, una risueña Kotori, una simpatizante Rin y una avergonzada Hanayo.

No importó que la estúpida compra de los pasajes de avión se hubiera realizado al mismo tiempo (ahora todo cobra sentido. Gracias, Nozomi), y que vuestros asientos en primera clase (¡Nico-nico-nii!) asignados en la tarjeta de embarque fueran contiguos. Sí, juntas, otra vez. Misma fila, A y B. Y el resto del grupo como sardinas enlatadas tras la cortinilla que separa el mundo de un Nishikino del resto de los mortales. ¿Por qué el trato preferente? Maki, ¿por qué, si tan poco soportas a Nico?

Tampoco importó que tu salvavidas para volver a casa de una pieza tras el aterrizaje en Japón, la recogida de equipaje y la salida del aeropuerto fuera ella. Bueno, ella no; su estúpidamente increíble y ridículamente caro Zenvo ST1. Sí, ¿qué pasa? Un coche. Sólo hace falta dos ruedas, y ella necesita cuatro, más de mil caballos de potencia, siete velocidades y un millón de dólares americanos. No quieres ni pensarlo en yenes. ¿Para qué? Faltan números en el mundo.

Todo esto significa que volviste a pasar una hora y media completa a su lado en un espacio de menos de un metro cuadrado preguntándote que podrías odiar más, si el cupé superdeportivo (más bajo que tú), la irritante y callada princesa que lo conduce o el hecho de que todo el mundo se quedase embobado mirándolo contigo dentro. Podrías haber tardado apenas veinte minutos en llegar a tu modesto piso de alquiler y sentarte en el incómodo sofá que Nozomi te dejó como herencia al irse. Pero no, tardaste una eternidad, porque todo Japón decidió concentrarse en la carretera y hacer imposible que llegaras a casa sin comerte un solo atasco repleto de curiosos y mirones.

¿Para qué quiere alguien un deportivo que alcanza los 375 km/h si después conduce a una velocidad media de 15 km/h? Nico lo sabe. No, no lo sabe. Tampoco sabe por qué disfrutó tanto sonriéndole ampliamente a cualquier idiota que se quedara con la boca abierta junto a su ventanilla. Quizá porque gozar de la viva imagen de Nico-nii en un Zenvo es una oportunidad de una vez en la vida. Demasiadas joyas juntas, una dentro de otra. Como las muñecas rusas de Eli.

No importó nada de esto. Maki te ignoró durante todo el día, ni una mirada. Bueno sí, de camino al aparcamiento del aeropuerto te dirigió una por encima del hombro únicamente para comprobar si la seguías. Tú lo hiciste sin preguntar y con toda la naturalidad del mundo, como un acuerdo pactado sin necesidad de palabras. Después de todo, habías llegado al aeropuerto con ella, quien al iniciar el viaje directo a Rusia se había ofrecido a recoger a Nico en la dirección que le dieras. Era más que obvio que volverías de la misma forma, ¿no? No te ibas a quedar allí viendo pasar las nubes.

La segunda mirada ocurrió durante la incómoda, breve y rara despedida acontecida una vez llegaste a tu destino. Tú le diste las gracias por el largo paseo en coche (Nico sabe apreciar el gran esfuerzo que debió de invertir Maki en no dirigirle ni una mirada al ser humano más radiante del universo), ella dijo que no era nada y te despidió con una sonrisa helada. Punto y final.

Quizás deberías haberla invitado a entrar, pero… No, ni hablar. Habías dejado el piso patas arriba intentando decidir qué demonios era imprescindible para un viaje a Rusia con una sola maleta. Además, no había necesidad de prolongar el sufrimiento de Nico unos minutos más, ¿verdad? Bastante claro quedó que Maki sólo quería alejarse de ti cuanto antes.

Y aquí es donde nada cuadra. Ni el viaje, ni la invitación (que según Nozomi incluía todos tus gastos cargados a su tarjeta), ni la carta de tarot, ni la noche de la boda y su posterior amanecer catastrófico, ni los privilegios y favores, ni el infinito silencio que te regaló después de haberse pegado a ti el día anterior como una lapa en celo, si eso es incluso posible. Por no hablar de hoy; recién casada con alguien que nadie conoce y que resulta ser un tío. ¡Un tío!

Vale, puede que no recuerdes cómo acabaste abriendo los ojos tirada en el suelo de su suite con dolor de espalda, la boca seca, mal aliento, cara de panda y otras minucias que Nico no necesita mencionar; pero sí recuerdas como si fuera ayer todo lo sucedido antes de quedarte en coma. Y no, no fue un sueño. Los sueños no dejan marcas de chupetones.

Esto fue lo que pasó.

Sólo bastó una copa y media para abducir a Maki. Uno. La copa era suya, la media se la fue robando a sorbitos a Nico a pesar de quejarse de lo asqueroso que sabía tu mojito. Dos. No te cupo duda alguna de que era la primera vez que bebía. ¿A quién se le sube tan rápido una sola copa?

De esta forma, no tardaste en encontrarte desplomada en uno de los acolchados sillones del pub del hotel con tu tercera copa en la mano (ya que cierta persona se había bebido gran parte de tu segunda), y con una sexy y cálida pelirroja pegada a tu costado con la cabeza apoyada en tu hombro y unas esbeltas y suaves piernas sobre las tuyas; mientras te divertías viendo cómo Umi intentaba quitarle las botellas a Honoka de las manos y cómo Eli luchaba por distraer a Nozomi y bajarla de la mesa a la que intentaba subirse ante las miradas de todos los presentes. Kotori se había unido a Rin y Hanayo al otro lado del enorme sofá que ocupaba una de las esquinas del pub, el mismo sobre el que Nico se había sentado con Maki, y murmuraban algo que por culpa de la música no llegabas a escuchar, mientras bebían de sus copas vírgenes.

Después de algunos comentarios obscenos por parte de Nozomi, quien no parecía discernir si estaba en una celebración de boda o en una despedida de soltera, terminaste perdiendo una estúpida apuesta (por culpa de la señora rusa apostada en la barra) contra Rin y Honoka, que te obligaron a bailar con la pervertida mujer casada de la despedida de soltera, alias Tojo. A Maki no pareció gustarle la idea, pero ¿hola?, eres Nico, y Nico-nii es de todo el mundo.

Después de que se aferrara a ti como una cría en su primer día de colegio (una más alta y fuerte que tú, pero detalles, detalles…), Hanayo consiguió que te soltase el brazo asegurándole que luego Nico bailaría con ella. Y claro, ¿por qué no? La idea no había sido tuya, y mover las caderas con una niña rica de papá en su primera fiesta no podía ser peor que intentar que Nozomi dejara de meterte mano. Y así, terminaste en la pista de baile con Maki, una balada y poco espacio, pensando qué debió haber hecho Nico realmente mal en otra vida para merecer eso.

La noche no tardó en darse por finalizada cuando comenzaron a desalojar el pub, algo que hubieras celebrado gratamente volviendo a tu espaciosa suite si el calor del cuerpo de Maki y sus estúpidos ojos amatistas no hubieran fundido tus neuronas de camino a los ascensores. No, es broma. Nico no se vio afectada lo más mínimo. Simplemente te asaltó el estúpido deber de comprobar que Maki no se caía por el hueco del ascensor, se torcía un tobillo con esos ridículos tacones de aguja o intentaba abrir la puerta de su suite con la tarjeta de crédito en vez de la llave magnética. Nico es una buena senpai después de todo.

Así, le aseguraste a una preocupada y sobria Hanayo que su amiga piripi estaba en las mejores manos. Lo que Nico no sabía en absoluto es que acabaría emparedada como una loncha de salmón entre Maki y la puerta de su suite, con unas estúpidas manos de pianista en sus caderas y unos estúpidos labios húmedos en su delicado cuello. No, no lo sabías. Y puede que no se sintiera tan mal, porque definitivamente no tuviste que enterrar los dientes en tu pobre labio para tragarte unos extraños sonidos que obviamente no luchaban por salir de ti.

Pero eres una Yazawa, y una Yazawa no se aprovecha de criaturas ridículamente ardientes con el juicio nublado. No tienes ni idea cómo, pero en algún momento entre mordisco y caricia conseguiste escabullirte dentro del enorme cuarto de baño; tú, tu temblorosa sombra y el maldito jacuzzi cuatro veces tú (eh, ¿por qué la gran Nico-nii no tenía uno así en su suite?).

Puede que tardases más de lo previsto, porque cuando saliste Maki se había quedado grogui en la inmensa cama, con el pelo revuelto sobre las sábanas, el vestido arrugado y los pies colgando por fuera del colchón con sólo un zapato puesto. Vaya desastre…

Nico-senpai hizo todo lo posible para que aquel caos pelirrojo no resucitase como un zombi en descomposición a la mañana siguiente. Le quitaste el solitario zapato colgado de su pie, la recolocaste más cerca de la cabecera de la cama y las almohadas evitando extremidades flotantes (y desfalleciéndote en el intento), y la tapaste con el edredón.

Lo último que recuerdas es haberte sentado en el borde de la cama para recuperar el aliento y buscar en la penumbra los lindos zapatos que habías perdido en algún extraño punto entre la entrada y el dormitorio (no, Nico no intentó nada raro), antes de que todo se volviera negro y el frío suelo te dijera hola a la mañana siguiente cuando un pie aterrizó sobre tu dolorida espalda.

Y ella decide lanzarte al pasillo por la puerta de la suite como si fueras un Nico-frisbee e ignorar tu radiante presencia durante el resto del día.

Ella, una Nishikino consentida. ¿Quién se cree que es? Debería de estarle agradecida a Nico por su maldito esfuerzo y su estúpido tiempo invertido en evitar que nadie se aprovechara de una atractiva empollona borracha.

"Oh, Nico-nii, gracias por regalarme tu maravillosa y codiciada compañía anoche. ¿Cómo puedo devolverte tal favor? Nada será suficiente, Nico-sama. Maki estará a tu plena disposición cuando quieras. Siempre supe que te preocuparías en que no cayera por el hueco del ascensor."

Algo así. Quizás sin la última parte.

Por eso no entiendes por qué parecía tan indignada antes de que sus estúpidas gafas de sol ocultaran sus ojos violetas el resto del viaje a Japón y tu resaca no te permitiese sacar nada en claro. No hiciste nada malo, ¿no? ¿Por qué ese humor de perros?

Nico no lo entiende.

Ni siquiera sabes qué demonios pasó por tu cabeza cuando decidiste aceptar la maldita invitación inesperada y presentarte en su boda pija después de meses de sórdido silencio y unos misteriosos cruces de miradas durante cenas, karaokes y fiestas de cumpleaños junto a Hanayo y Rin, y alguna que otra vez Honoka y Umi (Kotori se encontraba estudiando en el extranjero).

Nico sabía que sería una mala idea desconcertar hoy a todos con su presencia.

Lo sabías. Pero aun así lo hiciste.

Y ahora le has dejado claro a media cúspide del poder económico de Tokyo que tienes algún tipo de retraso metal. Y un evidente conflicto con el compromiso de su molesta, impertinente, inteligente y hermosa heredera.


-¿Estás segura? -te pregunta Eli con la preocupación inundando su rostro y el entrecejo levemente fruncido. Ha entrelazado sus dedos con los de Nozomi, quien también te observa con simpatía justo a su lado.

Asientes con la cabeza, dejando escapar el aire de tus pulmones.

Después del cuarto de hora que ha tardado esta masa pomposa de arrogantes en salir del santuario, andar como una manada de hienas con complejo de tortuga hasta el parque y tomarse la estúpida foto familiar, has llegado a una conclusión. Si lo sucedido durante la ceremonia ha sido indicio suficiente, no crees que tu pequeño corazón pueda soportar otra hora más allí, fingiendo sentirte como en un parque de atracciones, porque lo único que has encontrado hasta el momento ha sido la maldita montaña rusa y la casa del terror. Es más, quizás ni siquiera seas bienvenida después de… bueno, eso.

No tiene sentido que Nico asista al banquete. Ninguno. ¿Qué vas a hacer? ¿Sentarte en una mesa con una estúpida vela en el centro que Maki se acercará a encender junto a su estúpido marido, y planificar un asesinato bajo la atenta mirada de algún Nishikino sentado enfrente? Sí, suena tentador, ¿y qué? ¿Organizas los pros y los contras de clavarle un palillo en el ojo en una servilleta?

Piénsalo bien, Nico, te susurra la voz de tu consciencia. No creo que te dejen llevarte tu mascarilla a la cárcel junto con un par de pepinos. ¿Qué será de tu cutis perfecto entonces?

Así pues, todo decidido. No hay problema alguno. Maki sigue evitándote e ignorándote. Ni siquiera se dará cuenta de que no estás. ¿Para qué preocuparse?

-Sí -le respondes finalmente al suelo. Alzas la mirada hacia Eli y Nozomi-. Sí, mejor me voy ya. Se está haciendo tarde y Nico tiene que prepararles la cena a tres personitas en casa.

-Apenas son las siete -suelta Honoka detrás de ti.

Rin se cuelga de tu brazo repentinamente con ojitos de cordero degollado. No sabes cómo lo logra siendo más alta que tú, pero lo consigue (colgarse de tu brazo, no los ojitos).

-¿Ya te vas, nya? ¿Por qué, Nico-chan? Ni siquiera hemos probado aún la cominya.

-Oh, arroz… -murmura Hanayo a tu izquierda con los ojos entrecerrados, golpeando la palma de su mano con su otro puño. Ah, acaba de entrar en modo conspiración.

-Sí -vuelves a decir, intentando no fruncir el ceño-. Lo siento, chicas, pero Nico-nii tiene mejores cosas que hacer que…

-¡No, Nico-chan! -escuchas gritar a Honoka.

Varias personas que no conoces de nada se vuelven para lanzaros un par de miradas repelentes por encima del hombro. Argh…

-¡Honoka! -La perfecta sincronización entre Umi y Kotori te obliga a girarte en redondo con una ceja alzada. Si algo tienes claro es que el "Honoka" de una no tiene nada que ver con el "Honoka" de la otra.

Ambas se miran mutuamente durante un mísero segundo, todo lo que tarda Umi en ruborizarse con tanta fuerza que temes que caiga desmayada al suelo.

Honoka se planta frente a ti como una bomba energética de relojería con una sonrisa de anticipación en la cara.

-¡Aún no ha llegado de verdad la fiesta! ¡No te puedes ir, Nico-chan! ¿Quién beberá y bailará con Nozomi-chan?

-E-Eli -respondes automáticamente. Estiras un brazo en su dirección-. Ahí la tienes. Nico n-no necesita repetir la experiencia. Gracias por la invitación.

La risa perversa de Nozomi inunda tus oídos.

-¿Tienes miedo, Nicocchi?

-¡No! No. ¿Quién podría temer… un desafío que no existe? Nico no, porque Nico no teme nada que no exista, así que, Rin, suéltame.

-No puedo, no puedo. -Atisbas cómo Rin intercambia una fugaz mirada con Hanayo-. M-Maki matará a Rin si Nico-chan desaparece ya.

-¿Qué? M-Mak… No, olvídalo -respondes con rapidez, intentando zafarte de su férreo agarre-. Nico tiene que irse. Aún me quedan muchas cosas por hacer hoy.

-¿Como qué? ¿Como qué? -pregunta Honoka dando saltitos de entusiasmo-. Yo podría ayudarte, Nico-chan. Seríamos como un equipo, así no tendrías que irte tan pronto. Y podrías comer todo lo que quisieras… Quizás crezcas más.

Sientes cómo se te cae la cara al suelo mientras escuchas alguna risita a tu alrededor. Rin te mira demasiado cerca con sus grandes ojos gatunos llenos de optimismo. Honoka no para de asentir con una amplia sonrisa dibujada en el rostro.

-Es una oferta que no puedes rechazar, Nico.

Aprietas la mandíbula y giras la cabeza para fulminar a Eli con la mirada.

-Pasar mucho tiempo a solas con Nozomi te está haciendo daño. -Tuerces el gesto-. Estás rodeada de médicos, busca uno.

-Nicocchi, no seas así -te dice Nozomi, con una sonrisa pícara que te hace desconfiar aún más-. Aún puedes divertirte.

-Sí, lejos de aquí -murmuras.

-Si Nico tiene que marcharse ya, nadie debería impedírselo -expone Umi con el rostro serio.

-¿Eeeh? -exclama Honoka, volviéndose hacia su amiga.

-¡Kayo-chin! -Rin te suelta con tanta brusquedad que acabas tambaleándote hacia un lado como un bolo. Al segundo siguiente, se aferra a Hanayo como si su vida dependiera de ello-. ¿Qué hará Rin cuando Maki se dé cuenta de que fal…?

-Maki, Maki, ¿qué diablos pasa con Maki? -farfullas por lo bajini. Nadie parece escuchar a Nico.

-Salir corriendo, ¿no? -le sugiere Nozomi a Rin-. Para algo te dedicas a eso, Rin-chan.

-Honoka -escuchas a Umi aleccionando a la ex líder de μ's detrás de ti-. Tienes que aprender que no todos tienen por qué adaptarse a tu horario. Si Nico…

-¡Que alguien nos ayude! -grita Hanayo con un hilo de voz.

-¡Muy bien, me largo! -sueltas frustrada.

Te das media vuelta y haces ademán de dirigirte hacia el grupo de estirados y remilgados que ha decidido que el mejor sitio para charlar es en medio de la escalera que conecta los alrededores del santuario con la estúpida calle por la que no te queda más remedio que pasar. Una calle repleta de deportivos, superdeportivos, ultradeportivos y un montón de chatarra onerosa que Nico absolutamente no se ha detenido a mirar. No, ¿por qué? ¿Estaban ahí? Ni siquiera te diste cuenta al llegar.

-¡Nico-chan!

La voz de Honoka inunda el aire justo en el momento en que una mano se cierra alrededor de tu muñeca como una argolla de metal, impidiéndote dar un paso más, cerca de dos señoras con moño, kimono negro y fular, que no hacen más que mirarte de arriba abajo con sumo cariño y alejarse de ti. Maldita familia…

Te vuelves lo suficiente como para enfrentar la mirada celeste de Honoka. Ya no sonríe.

-No me voy a quedar -dices de mala gana. Cuanto más tiempo pasas entre tanta falsedad, más te ahogas por dentro.

-No, no es eso -murmura-. Es… sobre lo de mañana. ¿Vendrás, verdad?

Frunces el ceño. De repente, Honoka parece realmente inquieta.

-Sí, claro. -Alzas tu mano libre con los dedos índice y meñique levantados sin fuerzas ni ganas de sonreír, pero hey, Nico al menos lo intenta-. Ninguna fiesta es lo mismo sin Nico.

-Nico-chan, ¿estás bien?

Bajas la mano y respiras hondo.

-Perfectamente.

Ella te suelta el brazo y hace ademán de volver a abrir la boca.

-No te preocupes, ¿vale? -la interrumpes. Tu voz suena más agresiva de lo que pretendías, incluso para tus propios oídos-. Iré. No… no me voy a perder el cumpleaños de Rin. A pesar de todo -murmuras entre dientes.

Sientes a Honoka dudar durante una milésima de segundo. Ves que aparta la vista, evitando tus ojos, y mira al resto de vuestro grupo por encima del hombro. Casi lo pasas por alto, pero lo ves. Al fondo, Nozomi os dirige una mirada por el rabillo del ojo mientras mantiene algún tipo de conversación con Rin y Hanayo. Ni siquiera te has ido y ya están hablando de Nico, ¿eh?

Tus ojos regresan al rostro de Honoka cuando notas que vuelve a centrase en ti.

-Maki… también estará allí. E-Es lo más normal. -Sacude la cabeza-. Es decir, que… lo ha confirmado.

Dejas de respirar y sientes que tu corazón se detiene momentáneamente. Y no sabes por qué, puesto que era más que obvio, ¿no? Nico ya lo había supuesto. Sentido común; a Nico le sobra por todos los poros. Al fin y al cabo, era la excusa perfecta que llevabais buscando todo este tiempo, la oportunidad de volver a reunir lo que una vez fue el gran reconocido grupo de idols escolares μ's. Un momento donde volver a estar las nueve juntas por una misma causa, aunque fuese una estúpida fiesta de cumpleaños.

Sí, Eli y Nozomi regresaron a Japón esta misma mañana y μ's se volvió a reunir tras meses de separación hace aproximadamente una hora, justo antes de que diera comienzo la maldita ceremonia. Pero no puedes contarlo como tal. No se siente correcto. Esto no debería de ser así. Nico ni siquiera ha tenido la oportunidad de ver a Maki de cerca. Pudiste haberlo hecho al principio, pero tuviste que hacer una llamada a casa (sacada de la manga, pero llamada después de todo) y perdiste una oportunidad que (sí, Nico lo admite) no querías.

¿Qué le ibas a decir? "Oh, hola, Maki, cuánto tiempo hace que no me diriges la palabra, ¿eh? ¿Cuánto han sido? ¿Dos, tres,… quince meses? Y ahora mira, ¡sorpresa! Nico está invitada a tu boda pija. Magia. ¿Y quién es este idiota? ¿Apareció por arte de magia también? ¿Ahora te dedicas a eso, a hacer magia? Nico nunca hubiera imaginado que se te diera tan bien. Qué gracioso, ¿no?"

Sí, muy gracioso, pero no, no era una opción. El silencio indefinido no te hacía daño alguno. Era raro y molesto. Como un chihuahua. Pequeñito, feo y engorroso; enseñaba los dientes, pero no mordía. Sin embargo, Nico se equivocó. Por primera vez en su larga y magnífica existencia, se equivocó. Pensaste que no te clavaría los dientes, que no te estallaría en la cara. Lo hiciste hasta que la realidad te dio una dura bofetada de… realidad en tu preciosa cara.

Duele. Desgarra. Ahoga. Es frustrante.

Es real.

Entrecierras los ojos y los clavas en Honoka.

-¿Lo sabes?

-¿El qué? -Ella te mira como si le estuvieses hablando en chino.

Sacudes la cabeza. Tus ojos se hunden en el suelo sin preguntarte.

-Nada. No es nada -susurras. Alzas la mirada de nuevo y asientes levemente-. Iré. Iré, y μ's volverá a ser μ's. Hoy… no ha sido un buen día para Nico. Sólo es eso. L-lo solucionaremos. -Como si hubiera algo que solucionar, piensas con amargura. ¿Qué no necesita solución en todo este embrollo?

Honoka esboza una sonrisa entusiasta.

-Seguro. Lo haremos, Nico-chan -confirma-. Y todo volverá a la normalidad, ya verás. μ's ha pasado por cosas peores y siempre ha seguido adelante.

Sí, μ's sí. Pero ¿y tú? El problema, si es que se le puede llamar problema, es tuyo. Sólo tuyo. Y todo es culpa de Maki y su estúpida actitud. Y su estúpida boda. Y su estúpido mari… Argh.

Te das media vuelta, intentando ocultar el conflicto que probablemente se esté desarrollando sobre tu rostro como si no hubiera mejor campo de batalla en el universo.

-Nos vemos mañana, Honoka.

Sin esperar respuesta, tus pies se ponen en marcha y comienzas a bajar los escalones con la mirada perdida en el suelo. Te recolocas la bufanda rosa de peluche alrededor del cuello cuando la brisa otoñal se torna más fuerte ahora que el santuario no te ofrece protección del viento. Suspiras, y sigues bajando escalón tras escalón.

Al llegar al final de las escaleras esquivas a un grupo de hombres sumidos en una conversación monótona y aburrida, y sigues andando por la misma acera, calle abajo, en dirección a la parada de metro más cercana. Andando junto a coches aparcados en batería que probablemente no podrás permitirte conducir en toda tu vida ni aunque fuera prestado. ¿Quién te lo iba a prestar? ¿La única persona que ya no te dirige la palabra? Ni siquiera te lo prestó cuando lo hacía. Tsh, es estúpido.

Ni siquiera tu ridículo sueldo de media jornada es suficiente como para poder comprar un regalo de boda decente. Sabes que no deberías estar pensando así. Papá te enseñó mejor. Pero, en serio, ¿qué posibilidades tiene Nico de sorprender con algo especial cuando compite contra decenas de personas que bien podrían regalar una mansión sin despeinarse? Ninguna.

Abres la pequeña bolsa que llevas colgada al hombro e introduces la mano. Tus dedos rozan el móvil, la cartera,… Ah, ahí está. Agarras el pequeño paquetito y lo sacas. Cierras la bolsa de nuevo y bajas la mirada hasta el elegante envoltorio rojo metálico cuadrado que descansa en la palma de tu mano. Lo giras entre tus dedos.

Una mansión contra un regalo del tamaño de una cajetilla de cigarros. Casi te dan ganas de echarte a reír. Sobre todo sabiendo que el tuyo no es para la pareja recién casada en sí. Realmente lo compraste hace un par de semanas pensando en ella. Bueno, tampoco estabas pensando en ella; Nico tiene mejores cosas en las que pensar. Simplemente lo viste en el escaparate de aquella joyería en Akihabara y no pudiste evitar acordarte de cierta pelirroja. Incluso conseguiste que lo personalizaran por tres mil yenes más.

Quizás si se lo entregaras la primera te ahorrarías el sufrimiento de tener que soportar la estúpida vergüenza de ir detrás del tipo del Ferrari. Pero ya da igual, ¿no? Te largas, y tu ridículo regalo se larga contigo. Quizás puedas dárselo mañana, siempre y cuando consigas tener un mísero minuto a solas con ella sin que nadie salga corriendo. Algo que Nico duda seriamente. Antes os invaden los alienígenas, se produce una tercera guerra mundial y se extingue la especie hu...

-¡Eh, tú!

El furioso grito que se escucha a tu espalda te hace volver la vista atrás.

¿Pero qué…?

Apenas has divisado al causante del alboroto cuando el corazón se te salta del pecho. Literalmente. Sientes la sangre helársete en las venas y tus pies se detienen al instante como si alguien te los hubiera clavado al suelo. Lo sabes, Nico lo sabe. Lo sabes tan bien que olvidas cómo respirar.

Tu puño se cierra sobre el diminuto regalo instintivamente. No crees que te vaya a salvar; pero, maldita sea, Nico necesita agarrarse a algo antes de que el tornado que se dirige hacia ti a zancadas te haga salir volando. Probablemente de una hostia, viendo el aura violenta que lo rodea. Porque eres tú, ¿no? Al menos viene hacia ti.

Mierda, Nico; el kimono no te deja correr. ¿Qué vas a hacer? ¿Huir a pasitos de pingüino?

Sientes el ovillo de miedo atascado en tu garganta al tragar saliva. No desaparece. ¿Cómo va a desaparecer? ¿Eres idiota? Estás segura que serás incapaz de tragártelo. No mientras el corpulento hombre de pelo cobrizo perfectamente peinado envuelto en un perfecto y brillante kimono negro siga acercándose a ti como un toro en medio de una estampida de ñus.

¿Qué coño, Nico? Eso no tiene sentido. ¿En qué estás pensando? Empieza a dar pasitos de pingüino, aunque sea como los cangre…

-Eres tú, ¿verdad? -te pregunta con dureza al detenerse amenazadoramente a un par de pasos de ti. ¿Por qué de repente parece tan alto?- ¿Eres Yazawa?

-S-Sí. -Apenas te sale la voz. Vuelves a tragar saliva.

-¿Yazawa Nico? -te vuelve a preguntar, dando otro paso más hacia ti.

Tú das uno atrás.

-Sí, l-la misma -repites. Sin saber por qué, escondes la mano del regalo ligeramente detrás de tu espalda-. ¿En q-qué puedo servirle… señor?

Sus ojos azulados te traspasan como dagas.

-A mí no me vaciles, niñata -te escupe, cerniéndose sobre ti como una torre y apuntándote con un dedo-. Sabes perfectamente por qué estoy aquí.

-¿En serio? -susurras.

-¿Quién te crees que eres? -Su voz destila rabia-. Eh, ¿quién? Déjame dejártelo bien claro, Yazawa. Nadie. -Tanta que empieza a ser contagiosa-. ¿Cómo te atreves a aparecer en la boda de mi hija?

-Soy su amiga -respondes con más firmeza y una forzada sonrisa sarcástica-, p-por si no lo sabía.

-Amiga o no, mi hija debería empezar a saber escoger mejor las influencias de su vida privada. -Whoa, dedo en la llaga-. ¿Crees que ésas son formas de comportamiento en público? ¿Acaso tu padre no te enseñó modales, Yazawa?

La ira se vierte sobre ti como un cubo de agua helada. ¿Cómo se atreve este pijo arrogante de mie…?

-¡Papa, no!

Apenas has terminado de registrar su voz cuando su cuerpo se desliza velozmente entre tú y él.

-¿Maki? -murmuras, incapaz de creer lo que está sucediendo.

Al parecer ha tenido tiempo suficiente para cambiar de vestido mientras tú intentabas librarte de Rin y Honoka. En vez del shiromuku blanco de la ceremonia, ahora viste un deslumbrante yukata rojo granate con adornos florales blancos que sólo consigue realzar las curvas de su esbelta figura. Por no hablar de la corta falda que parece reflejar el abanico de colores cálidos de este espantoso atardecer y que deja poco de sus piernas a la imaginación.

Si Nico tuviera más tiempo y no se encontrase al borde de ser arrollada por una estúpida estampida de ñus liderada por un toro, probablemente te detendrías a admirar lo hermosa que está bajo la luz del crepúsculo con su radiante cabello pelirrojo recogido detrás de la cabeza con un par de palillos. Pero no lo tienes. Así que este vistazo rápido entre parpadeo y parpadeo tendrá que bastar.

-Maki, ¿qué estás haciendo? -pregunta él con acritud-. Apártate.

Observas cómo ella extiende los brazos lo suficiente como para evitar que su propio padre la sortee y llegue hasta ti. Pero él lo hace igualmente y Maki se ve obligada a retroceder un par de pasos. Y a Nico no le queda más opción que imitar a Maki antes de que alguien le pise un pie y tengas que olvidarte de los pasos de pingüino.

-¡No! -exclama con firmeza, colocándole las manos sobre el pecho-. ¡Papa, para! Déjala en paz.

-Eso lo decidiré yo.

-¡Ella no tiene nada que ver!

Él se detiene y mira a su hija por primera vez, olvidándose por un segundo de ti. Atisbas tras la espalda de Maki y las amplias mangas de su yukata cómo sus manos vuelan súbitamente fuera del cuerpo de su padre por culpa de algún gesto brusco que éste ha debido de hacer.

-¿Nada que ver? -insiste con furia, dando otro paso hacia ti. Maki choca contra su cuerpo y vuelve a retroceder; tú con ella-. ¿Y qué está haciendo aquí entonces? ¿Me lo quieres explicar? ¡Las invitaciones no se envían solas, Maki!

Los latidos de tu corazón resuenan tan fuerte dentro de tu pecho que temes quedarte completamente sorda si esto dura otro segundo más. ¿Qué está pasando? ¿Por qué Nico está más nerviosa ahora que Maki se ha puesto de escudo frente a ella?

-Déjala tranquila -responde tu amiga con sorprendente entereza, sin necesidad de alzar aún más la voz, algo que su padre no parece tener problema en hacer a pesar del claro espectáculo que están montando en medio de la calle. O eso supones, porque Nico no se atreve a quitarle la vista de encima para comprobarlo. Vista fuera, Nico muerta. La ecuación más sencilla de tu vida.

-No, ahora me vas a explicar por qué creíste que invitar a alguien como ella sería una buena idea. -Su mano vuelve a señalarte por un lado del cuerpo de su hija.

-¿Alguien como yo? -exclamas con incredulidad antes de poder evitarlo.

Maki se gira ligeramente hacia ti, quedando de lado entre ambos con las manos alzadas por si alguien decide arremeter con ella en medio.

-Nico, cállate -te ordena con fiereza.

Y el tono de su voz te hace arder por dentro. Sin embargo, no lo haces. Separas los labios con la intención de responderle, porque ¿hola?, eres Nico y tienes un orgullo que defender; pero de tu boca sólo sale silencio. Algo en su mirada amatista que no comprendes te hace morderte la lengua.

-Esto no es de tu incumbencia, Yazawa. Estoy hablando con mi hija.

La altiva voz que te llega desde el otro extremo te da una bofetada con fuerza al tiempo que ves cómo Maki vuelve la cabeza hacia su padre.

-Papa, si de…

-¿En serio? -le preguntas con un duro sarcasmo desconocido desbordándose de tu voz. Asomas la cabeza por un lado y lo fulminas con la mirada-. Hasta hace dos segundos parecía ser bastante de mi incum…

-¡Ya, Nico! Para -sisea Maki en tu dirección.

Frunces el ceño con fuerza. No lo entiendes. ¿De qué lado está? Ni siquiera te ha vuelto a dirigir la mirada.

-Nunca ha sido de tu incumbencia, Yazawa -escupe su padre detrás de ella-. Mi familia nunca ha sido de tu incumbencia, ¿entiendes? Porque no pareces tenerlo claro.

-Papa, te estás equivocando asumiendo cosas que no son. -Maki se vuelve completamente hacia él, dándote la espalda de nuevo.

-¿Me estás llamando idiota?

-No, yo…

-Sé perfectamente lo que acabo de ver, Maki -la interrumpe con severidad-. No estoy ciego. Siempre supe que había cometido un error al dejarte seguir con las actividades de ese ridículo grupo musical de adolescentes.

-¿Ridículo? -preguntas, atónita e irritada como nunca recuerdas haber estado.

-¡Nico, cierra la puta boca! -te grita Maki. Su voz te hiela la sangre en las venas. No lo esperas; no de Maki. Sabes que nunca os habéis llevado exactamente bien, pero nunca te ha alzado la voz desde que os conocisteis. Nunca.

-¿Fuiste tú quien le metiste todas esas estupideces sobre idols en la cabeza? -Su padre vuelve a clavar su insolente mirada sobre ti a pesar de haber dicho hace menos de dos segundos que su familia no era de la incumbencia de Nico-. ¿Quien hizo que sus calificaciones bajaran mientras malgastaba el tiem…?

-¡Fue un solo examen! -lo interrumpe Maki. Sientes cómo el frío control del que hace gala comienza a resquebrajarse lentamente-. ¡Un examen, papa! En primero de preparatoria. ¿A quién le importa un mero examen?

-A mí, Maki. Y a ti debería de haberte importado.

-¿Por qué? No repercutió en nada. -No se te escapa la risa de exasperación contenida en su voz-. Mantuve las mejores calificaciones de mi promoción y finalicé tercero con honores.

-No te envié a Otonokizaka para que te divirtieras cantando canciones inútiles y avergonzado el nombre de tu familia en público.

Se te descuadra la mandíbula. ¿Habla en serio?

-¡Fue hace cinco años, y sabes bien que yo ni siquiera quería ir a Otonokizaka! -exclama Maki sacudiendo la cabeza. Observas cómo cierra los puños con fuerza sobre la falda de su yukata-. Sabes perfectamente muchas cosas que no pienso discutir ni aquí ni ahora, básicamente porque no es el lugar ni el momento. He hecho todo lo que querías, ¿no? He cumplido esas expectativas que tanto deseabas ver hechas realidad desde el día que nací.

-No, Maki; aún no lo has hecho -sentencia su padre.

Y tú no entiendes nada de lo que está pasando. Sí, Nico ha oído hablar alguna que otra vez de la carga que pesa sobre los hombros de Maki por ser la única heredera del Hospital General Nishikino; pero a Maki no le gusta hablar de ello. Bueno, Maki ni siquiera habla de ello. Y menos con Nico.

Tampoco recuerdas haberla visto discutir con su padre. Tenían sus diferencias y sus roces, pero nunca presenciaste algo como esto. Quizás no estuviste ahí. Por lo que sabes, la única vez que Maki discutió con su padre fue mucho antes de que μ's ganara Love Live!, cuando él la obligó a renunciar y abandonar el club de idols por culpa de ese famoso examen de Inglés con baja nota. Y Nico no lo entiende, porque ¿suspendió?, no, entonces ¿cuál es el problema? Nico lo habría estado celebrando de estar en su lugar.

No obstante, lo que nunca olvidarás de aquel drama fueron las lágrimas de pánico y desesperación que anegaron los ojos de Maki repentinamente durante un ensayo tras comunicar que dimitía de su puesto en μ's. Finalmente, conseguisteis entre todas, en especial Umi, convencer a su obtuso padre para que le permitiese quedarse con vosotras siempre que sus calificaciones no volvieran a bajar. Si de algo estás segura, es que no lo hicieron. Siguió siendo la mejor, como de costumbre.

-No lo has hecho. Que no se te suba a la cabeza -continúa su padre.

-¿Que no se me su…? -Maki parece incapaz de creer lo que escucha-. Entonces ¿qué mierda significa todo esto? -Extiende un brazo y señala su alrededor con la mano abierta-. ¿Qué significa para ti? ¿Nada?

-Es sólo un escalón más en tu crecimiento profesional y personal, Maki. Ya lo sabes. Es necesario.

-¡Y una mierda! -La furibunda exclamación te sobresalta. Tu mano aprieta más fuerte tu pequeño regalo-. ¿Necesario para quién, papa? ¿Para ti o para mí?

De repente, observas atónita cómo la mano de su padre se cierra violentamente sobre el brazo de Maki y tira de ella hasta acercarla a meros centímetros de su furioso rostro.

Automáticamente das un rápido y dubitativo paso hacia ellos, pero te detienes. Lo haces a pesar del fuerte instinto en tu interior que te grita que interfieras. Pero no puedes; si lo haces, sólo conseguirás empeorar más la situación, si eso es incluso posible.

-No vuelvas a hablarme en ese tono. -El murmullo siniestro del padre de Maki llega a tus oídos perfectamente gracias a la dirección del viento. La amenaza implícita (y explícita) en su voz (y sus actos, Nico no lo va a negar) te pone los pelos de punta-. Ya no estás en el instituto, Maki. Madura de una vez y aprende a comportarte como una Nishikino en vez de una niña consentida. Deja de vivir en el pasado y concéntrate en tu futuro. -Una pausa. La cabeza de su hija te impide verle la cara, pero sientes que te mira de reojo-. Y empieza a hacer relaciones con hijos de familias importantes, útiles, de renombre… No con personas que no valgan la pena tu tiempo y ni siquiera sepan estar en público sin faltar al respeto y causar alborotos. ¿Te queda claro?

Un conmocionado silencio inunda el aire tras sus últimas palabras. El pecho te arde como si alguien hubiera prendido una fogata en tu interior sin permiso, pero Nico no sabe si es por la inmensa rabia que sientes o por el miedo que la enmascara. Sólo eres capaz de percibir y escuchar los latidos de tu corazón como si fueran martillazos contra tu esternón. Paralizada, atrapada como una mariposa clavada a un alfiler.

Tu mirada se ha quedado anclada en la espalda de Maki. Sin embargo, a pesar de los bordes borrosos de tu visión, estás más que segura de que os habéis convertido en la función principal del estúpido parque de atracciones en que ha metamorfoseado la feria anterior.

-Respóndeme, Maki -insiste con dureza. Atisbas cómo eleva su mano libre hacia la cara de su hija. Al instante, la cabeza de Maki se arquea hacia atrás-. Respóndeme. ¿Te queda claro?

-E-Es mi boda. -Apenas entiendes el murmullo trémulo de Maki, pero el temor que esconde es inconfundible para Nico-. Yo d-decido a quién invito y q-quién no. Es…

-¡Nao! ¡Naohiko!

El aullido urgente que ahoga su voz te sobresalta, despegando tus ojos de la nuca de Maki y percatándote de la cantidad de extraños que se han detenido a mirar. ¿Qué les importará a todos estos idiotas la vida del resto? En serio, ¿qué esperan ver? ¿No tienen nada mejor que hacer?

Tus dedos aferran el regalo a tu espalda con tanta fuerza que te extraña no haberlo pulverizado. Sin embargo, Nico no se atreve a mover un dedo. Apenas respiras. ¿Por qué estás tan perturbada? Miles de personas discuten en el mundo todos los días, ¿por debería ser esto diferente?

Al parecer, para Maki y su padre no lo es. Ninguno manifiesta muestra alguna de haber escuchado el clamor de la estilizada mujer pelirroja envuelta en un kimono negro que se apresura hacia vosotros dando los famosos pasitos de pingüino de Nico. Su cabello, más oscuro que el de Maki y recogido con gusto sobre uno de sus hombros, revolotea delante de su rostro por culpa del viento. Oyes el golpeteo de sus sandalias contra el suelo.

Y aquí viene el resto de la familia real, piensas sarcásticamente.

-¡Naohiko! -sisea, acercándose a su marido-. Por favor, éste no es momen…

-No, Hiromi -gruñe el príncipe Nishikino.

Si la tensión que se respira en el ambiente no hubiera ahogado tus pulmones como pólvora con riesgo de explosión, probablemente Nico hubiera soltado una carcajada abiertamente. Naohiko, ¿en serio? ¿No había suficientes miembros reales en la familia? Son tenaces, ¿eh?

-Sé que no es momento -aclara sin soltar a Maki-, pero esta rebeldía absurda hay que cortarla ya. No voy a permitir más rabietas infantiles, Hiromi. Tiene veintiún años y no me explico cómo con cinco era más sensata. -¿En serio? Nico lo duda-. Si tiene que ser hoy, será hoy. Estoy harto de tener que aguantar sus caprichos desde que comenzó el instituto.

-Nao, por favor -suplica la madre de Maki, colocándose junto a su marido.

Observas su rostro ligeramente sonrojado y no puedes evitar simpatizar con alguien de la familia Nishikino. Bueno, quizás Nico haya cometido un error. Simpatizar es demasiado fuerte. Lo único que deseas es que alguien le haga caso a la pobre mujer antes de que a Nico le dé un ataque al corazón, porque sí, estás rodeada de médicos, pero estás segura de que nadie se despeinaría por correr con la gracia de un pingüino a socorrerte.

-Un minuto, Hiromi. Sólo dame un maldito minuto -le responde Naohiko, volviendo por fin la cara hacia su preocupada mujer.

Algo en el movimiento de su cabeza, ha tenido que haberle dado algún tipo de pista a la madre de Maki, ya que ésta aparta la mirada de su conflictiva familia y la clava en… Nico. Nico, que no ha dicho ni hecho nada. ¿Qué culpa tendrás tú de la actitud de su estúpido marido?

Sus ojos violetas te atraviesan y su rostro se endurece al instante. Adiós simpatía.

-No te lo voy a volver a repetir dos veces, Maki. -La voz de su padre vuela hasta tus oídos, pero tú te niegas a perder el duelo silencioso de miradas contra Hiromi. Un Yazawa no se deja intimidar por nadie, ni siquiera un desdeñoso Nishikino con tres estúpidas mansiones, cinco estúpidos coches de lujo y trescientas cosas estúpidas más-. Ya eres una mujer adulta, así que compórtate como tal. Deja de ponerte tú sola las piedras en el camino, porque yo no te lo he dado todo para que ahora lo tires por tierra por un vano capricho. ¿Me estás oyendo? -Silencio-. Respóndeme.

El vacío vuelve a apoderarse del aire durante varios segundos y no crees que Maki vaya a decir nada.

-Respóndeme, Maki. -El brusco zarandeo que le propina a su propia hija te obliga a volver la vista hacia ambos, olvidando la estúpida batalla con su madre. ¿A quién le importa de todas formas? Nico no tiene tiempo para tonterías.

Más silencio.

-Sí, papa. -Su quebrado susurro apenas atraviesa la brisa de otoño hasta llegar a ti.

-Veamos si es verdad. -Le suelta la cara con rudeza y Maki vuelve a agachar la cabeza-. Que sea la última vez, quedas advertida. La próxima no la dejaré pasar.

La mano que aún aferra el brazo de su hija tira de ella vehementemente, obligándola a hacerse a un lado, más cerca de Hiromi. Sus dedos no se despegan del brazo de Maki.

Naohiko clava la mirada en ti con los ojos entrecerrados, y Nico se da cuenta de que ya no hay nada que bloquee el paso entre tú y su estúpida rabia. Te apunta con un dedo como si del cañón de un arma se tratara, y ya no sabes si reírte a carcajadas o quitarte el kimono y salir corriendo de verdad.

-Y tú, Yazawa; aléjate de mi hija. No te quiero volver a ver cerca de mi familia. Es más, ni siquiera te quiero volver a ver.

La orden aviva el fuego que arde en tu interior bajo el miedo y la conmoción que te mantienen anclada al suelo. ¿Cómo se atreve? Nico no acata los ridículos caprichos de nadie, y menos de un rico remilgado. ¿Acaso cree que te vas a dejar amedrentar por un anómalo dedo apuntado a tu linda cara? Pues no, se equivoca. Si Nico quiere unirse al banquete y zamparse la estúpida tarta de cuatro pisos sin ayuda de ningún pijo antes de que nadie tenga tiempo de aprenderse el nombre del estúpido novio (que ni tú te has preocupado en recordar, ¿para qué?), lo haces y punto. Estás invitada, ¿no? ¿Cómo te lo va a impedir este tipo? ¿Con un estetoscopio?

Apenas has abierto la boca con tu digna y astuta respuesta en la punta de la lengua, cuando la voz de Maki corta el aire como una navaja.

-Vete, Nico -masculla con la voz áspera y un resquicio de… ¿resentimiento?-. Cierra la boca y lárgate.

-Maki. -Su nombre cae de tus labios como una gota de lluvia.

Tu atónita mirada busca la suya, porque ¿está hablando en serio?, pero sus ojos amatistas ni siquiera se dignan a dirigirte un maldito vistazo. Te evitan, clavados en algo detrás de ti, a tu izquierda, que por lo que parece, es mucho más interesante que Nico. Sientes una punzada en el corazón y aprietas la mandíbula, luchando contra el extraño sentimiento que se apodera de ti.

La mano con la que sostienes el olvidado regalo a tu espalda cae como un peso muerto a tu lado. Tus dedos lo estrujan. Sin ser suficiente, tu otro puño se cierra con fuerza a tu otro costado, al tiempo que una repentina corriente de aire despeina tu oscuro cabello, haciéndolo revolotear delante de tu cara. A pesar de todo te niegas a desviar la mirada de su rostro indiferente.

-¿Eres tú la Yazawa de la que todos hablan?

La altiva y fea voz que inunda el aire te hace torcer el gesto con desprecio. Genial, el que faltaba. El último idiota en unirse a la familia Nishikino y el mayor de los problemas de Nico. ¿Qué está haciendo aquí? ¿Y por dónde llegó?

Atisbas cómo la madre de Maki da un paso hacia un lado para dejarle espacio junto a su hija. Te permites dirigirle una rápida mirada insolente, porque sí, puede que sea una cabeza más alto que tú, pero por mucho estatus y dinero que le llueva donde quiera que vaya, no le llegará a Nico ni a la suela de los zapatos. Una asquerosa y estúpida cucaracha que merece morir aplastada bajo tus preciosas sandalias, eso es lo que es. Y Nico se disculpa por comparar a un bicho repulsivo con otro aún más feo. No, con él no; con las cucarachas.

A pesar de ser una mirada fugaz lo que le diriges, te es imposible no fijarte en la soberbia de sus profundos ojos negros rasgados. También te encantaría borrarle esa sonrisa de chulo engreído de la cara de una hostia bien dada, pero no, demasiado esfuerzo por parte de Nico en buscar un bordillo al que subirse. No vale la pena.

Atisbas cómo alza una mano y pasa los dedos por su estúpido cabello castaño ceniza. Por gustarte, no te gusta ni un pelo; pero Nico sabe de estética y eres capaz de reconocer que el corte informal y despeinado es lo único gracioso de su existencia.

-¿Eh? ¿Eres tú o no? -te vuelve a preguntar, mirándote de arriba abajo.

Le devuelves la sonrisa forzadamente e imitas el repaso de pies a cabeza que te ha dado. Al igual que Maki, ha tenido tiempo de cambiarse; el nuevo traje de chaqueta negro con pajarita es prueba suficiente.

-Para que todos hablen de Nico y a ti te guste escuchar sobre mi gran fama, tienes serios problemas de deducción.

-¿Tú crees? -dice, sin perder la sonrisa-. De lejos parecías más alta. ¿Todavía vas al instituto? -Genial, la típica bromita fácil.

-Y tú parecías más ingenioso -respondes con frialdad-, pero veo que no. Viviré con la decepción.

Él se limita a observarte con su media sonrisa ladina y su estúpida expresión burlona.

Le sonríes de vuelta.

-Yukio -interviene el padre de Maki-, no consientas que Yazawa te haga perder el tiempo. Si me permites un consejo, te recomiendo que dejes de seguirle el juego.

-No te preocupes -responde el tal Yukio sin despegar sus ojos de Nico-. Es divertida. Al menos. Porque por lo demás, no le veo muchos más atributos. -Su mirada desciende con descaro hasta tu pecho cubierto por el kimono y sientes el estúpido impulso de cubrírtelo con los brazos. Pero no, no lo haces. Nico no le dará ese placer a este idiota.

Tu interior arde aún con más fuerza cuando ves cómo le pasa un brazo a Maki sobre los hombros, acercándola y apretándola contra él. Naohiko suelta el brazo de su hija casi al mismo tiempo. No te resulta complicado percatarte de la tensión que inunda repentinamente la esbelta figura de Maki. No obstante, no hace ademán alguno de quitárselo de encima, algo que Nico está tardando en hacer ella misma.

-Deberíamos regresar -sugiere Hiromi, dando unos pasitos hacia atrás y girando la cabeza hacia su marido, al otro lado de Maki.

-Sí -dice éste con dureza-. Suficiente espectáculo hemos tenido ya gracias a Yazawa.

Tu mandíbula se aprieta sola antes de darte cuenta, mientras observas cómo el príncipe Nishikino da media vuelta y se une a su mujer tras lanzarte una última mirada de advertencia. Ya, claro, como si Nico quisiera volver con ellos de la manita a su aburrida fiesta.

-Hasta nunca, Yazawa. -Su voz inunda tus oídos como una patada en la boca del estómago-. No te pierdas en el metro de vuelta a casa, ¿quieres? Tokyo es una ciudad grande para una colegiala.

-Yukio, por favor. -Maki se vuelve ligeramente hacia él y lo empuja en el costado con ambas manos. No sabes si intenta liberarse de su brazo o hacer que retroceda y se olvide de ti, pero no logra ninguna de las dos cosas.

-¿O acaso te viene a buscar tu papá? -insiste él, ignorándola-. No pareces tener edad para tener permiso de conducir.

Su estúpida risa evapora la poca paciencia que te queda.

-Dudo que mi padre venga a buscarme, gilipollas. -El ácido que te abrasa el pecho se vierte en tus palabras. Incluso tú has podido escucharlo perfectamente.

Atisbas cómo Maki tuerce el gesto con el ceño fruncido y el rostro… ¿acongojado?, y vuelve a empujarlo.

-Déjala en paz -dice con sorprendente determinación-, no sabes de lo que estás hablando. -Espera, ¿primero te echa de una patada y luego te defiende?

-¿En serio? ¿Por qué? -pregunta asombrado. Sus labios aún sonríen, divertidos-. ¿Tanta decepción resultó que ni siquiera su propio padre se preocupa por ella?

Lo sientes. Sientes la puñalada en el alma con tanta fuerza que pierdes el aliento.

Tus dedos estrujan con tanta fuerza el regalo en tu mano que escuchas el leve crujido del paquetito al ceder y hundirse. Un olvidado calor ahoga tus ojos y luchas por contener las estúpidas lágrimas. Tragas saliva intentando deshacer el repentino nudo que han formado en tu garganta, porque Nico no llora. No. No bajas la guardia nunca, eso no es propio de ti. Ya aprendiste hace tiempo que la vida es una batalla continua que sólo se puede vencer con una sonrisa. La sonrisa que heredaste de él y que algún día extenderás por todo el mundo.

Parpadeas repetidamente y apartas la mirada de ambos; no obstante, eso no te impide atisbar cómo Maki le da un empujón más fuerte y consistente esta vez, logrando que el brazo de él desaparezca de sus hombros.

-N-Nico, -ni siquiera el titubeo de su voz o su urgencia hacen que enfrentes su mirada-, será mejor que te vayas ya. Olvídalo, ¿vale? Sólo vete.

Resoplas con poca elegancia y sonríes sarcásticamente sin gracia alguna. ¿Cómo pudiste pensar que sería diferente? Después de todo sólo quiere que saques tu culo de allí, como el resto.

-Sí, eso; lárgate, Yazawa. Nadie te quiere aquí.

Alzas la mirada hacia ellos encajando la mandíbula. Tu mano aplasta aún más el paquetito rojo metálico y no puedes controlar el ardiente deseo de lanzárselo en la cara a Maki con fuerza. Tales son tus ansias que tu brazo se flexiona ligeramente hacia atrás automáticamente.

Sin embargo, no lo haces, no finalizas el movimiento. Algo te detiene en seco. Quizás sea su ceño levemente fruncido o la simpatía que esconde su mirada usualmente aburrida e indiferente. Quizás sea la forma en la que su estúpido marido la agarra de la muñeca y tira de ella hacia atrás, obligándola a retroceder. Quizás sea la manera en que sus ojos amatistas nunca se desvían de los tuyos a pesar del brazo que vuelve a colgarse de sus hombros como una cobra venenosa.

Sea lo que sea, no lo haces y tu brazo desciende lentamente hasta quedar pendido como un peso muerto a tu lado.

-Y nosotros deberíamos regresar ya -comunica él, comenzando a andar de espaldas y obligando a Maki a imitarlo si no quiere perder una sandalia y acabar en el suelo-, o tu padre se preguntará dónde estamos y volverá a patearle el culo a nuestra amiga Yazawa. Y ninguno de los dos queremos eso, ¿verdad, princesa? -Le regala un asqueroso beso en el pelo con su negra mirada clavada en ti (¿qué coño pretende?), y da media vuelta sobre sus talones, arrastrando a Maki consigo como si de una muñeca de trapo se tratase.

-Muy bien, cobarde. ¡Vuelve a tu estúpida fiesta! -le gritas con rabia, porque ¿qué te importa lo que piense esta gentuza desconocida que te rodea y te observa con tanto desprecio? Nada. Ya nada puede ser peor. Que les den a todos.

-¡Adiós, Yazawa! -escuchas que exclama él sin preocuparse en volverse. La burla que ondea en su voz no se te escapa.

Te muerdes la lengua y te tragas el grito de frustración, ira y dolor que pugna por salir de tu pequeño pecho.

Ahora Nico lo entiende todo. ¡Todo! ¿Qué falta te hacía conocer a este tipo engreído? Absolutamente ninguna. Estabas enfadada con Maki por no hablarte de él antes de invitarte a su ridícula boda, pero no, ¿para qué ofenderte? Casi podrías pensar que te ha hecho un favor del tamaño de un templo.

Sacudes la cabeza con fuerza y te giras en redondo con la barbilla bien alta. Reanudas la marcha calle abajo tal y como planeaste hacer antes de que el petulante príncipe Nishikino se atreviera a interrumpir a Nico.

Pero ya no es lo mismo.

La furia y la confusión se arremolinan en tu interior, luchando por un lugar protagonista, cuando antes sólo había existido la tristeza y la impotencia. La furia la puedes entender, porque sí, es más que obvia, ¿no?

Y la confusión… La confusión es culpa de Maki y su estúpida actitud sin sentido. Culpa de su patético y vergonzoso gusto en parejas. Más de mil millones de personas en el mundo y ella tiene que casarse con el tío más inmundo de toda la historia. En serio, ¿alguien te lo puede explicar? Porque Nico no tiene ni idea de qué ha visto en ese idiota. Maki es más inteligente que eso.

Así que no, no lo entiendes. Después de todo, es Maki. Nishikino Maki. Tu insufrible y perfecta excompañera de instituto, con todas las oportunidades al alcance de su mano. Maki, que podría tener a cualquier ser humano arrodillado a sus pies sin necesidad de mover un solo dedo. Tu molesta y brillante amiga, que relegó al olvido cualquier honorífico al dirigirse a ti tras tu graduación en Otonoki (y… vale, sí; tras revelarle la verdad sobre su querido Santa), y que nunca se ha vuelto a mirar a Nico dos veces después de tanto tiempo rondando a tu alrededor como una mosquita muerta.

Maki, la única persona a la que realmente desearías contagiarle tu sonrisa si algún día tuvieras que elegir entre ella o el universo entero.


Al día siguiente acudes a la fiesta de cumpleaños que habéis organizado para Rin. Y no te arrepientes, ¿cómo te ibas a arrepentir? Le dijiste a Honoka que irías y Nico siempre cumple su palabra.

Así que ahí estás, recostada en el sofá del karaoke que reservasteis dándole sorbitos a tu segunda copa mientras escuchas a Eli y Nozomi cantar por segunda vez una vomitiva canción de amor prohibido como si estuvieran en medio de una representación teatral de instituto interpretando al Romeo y la Julieta del siglo veintiuno. No puedes evitar poner los ojos en blanco cuando Eli se arrodilla ante su mujer y extiende un brazo hacia ella.

Vale, quizás no sea el mejor espectáculo de la noche, pero has de admitir que han pasado meses desde la última vez que sentiste este cálido gozo en el corazón al volver a estar rodeada de tu indiscutiblemente favorito grupo de amigas.

Sin embargo, algo no te deja en paz. Quizás sólo estás sufriendo la resaca de los eventos del día anterior. Quizás tus neuronas siguen dando vueltas intentando encontrar una explicación lógica a la boda, al estúpido novio (ahora marido) y a la actitud de Maki. Quizás sea el ilusorio peso en tu consciencia del regalo (un poco deforme) que aún guardas dentro de tu pequeño y bonito bolso y que dudas seriamente que vea la luz artificial de las leds del techo en lo que queda de noche.

Oyes un frustrado grito a tu derecha por encima de la música, y tu mirada vuela hasta el grupo que no tiene nada mejor que hacer que jugar a las cartas junto a Nico entre canción y canción, esperando una oportunidad para hacerse con algún micro. Hay cosas que después de todos estos años no cambian, entre ellas la penosa cara de póker de Umi. En serio, quizás alguien debería de darle alguna pista sobre la razón de su inexistente suerte en cualquier juego de mesa.

Pero si algo tienes claro, es que no será Nico, porque Nico también quiere salir a cantar (y dejar de pensar y emborracharse) y al parecer Honoka ha decidido que la única forma de coger un micro es ganando una ronda a las cartas.

Ja, muy bien; preparaos, chicas. Nico-nii os va a dejar con el culo al aire.

No hay quien te gane a una partida de cartas, no importa cuántas veces te reten. Ya lo demostraste una vez cuando cierta mal perdedora pelirroja no supo aceptar tu clara superioridad y te retó a otra mano con apuesta incluida (tuya, por supuesto) y todas las de perder (¿tan desesperada estaba? ¿En serio?), sólo para acabar enterrada en la nieve junto a Nozomi y Rin por haberle pintado a Umi unos ojos en los párpados con rotulador para que nadie pensara que se había quedado dormida durante el viaje en tren.

Y Nico obviamente no tuvo nada que ver. Sí, vale, puede que la idea fuera tuya y que ella estuviera obligada a acatar la palabra del ganador (¡Nico-nico-nii!), pero estamos hablando de Maki. ¡Maki! La correcta y aburrida Nishikino. Nunca pensaste que llevaría a cabo el atrevimiento que le impusiste por perder la apuesta.

¡Argh, ¿y por qué todo vuelve a Maki?!

Estás cien por cien segura de que todas fueron testigos de la batalla desarrollada ayer entre la altiva familia Nishikino y la poderosa Nico. Realmente lo estás, por eso te sorprende tanto que nadie te haya mencionado nada desde que pusiste un pie dentro del restaurante especializado en ramen a las ocho de la tarde. Ni siquiera Nozomi y su afán por meter la nariz en cualquier asunto ajeno, quien a pesar de todo no deja de mirarte de reojo aquí y allá como si esperara que de algún momento a otro echaras a correr o te suicidaras con la sombrillita de tu cóctel.

Sin embargo, lo agradeces (Nozomi y sus miradas de extranji no; el silencio colectivo), porque antes que hablar de ello, prefieres construir tú sola el famoso iglú de Honoka de aquel viaje a la nieve y vivir dentro. No tienes ni idea de cómo están teniendo éxito (Nico está pensando en nombrarlo la octava maravilla del mundo moderno), pero la verdad es que todas parecen haberse puesto de acuerdo en cerrar la boca y olvidar el tema.

Sí, es una fiesta y nadie quiere arruinar el ambiente; pero Nico salió de su piso de alquiler pensando que asistir al cumpleaños de Rin le saldría caro (hay que ver cómo están las copas aquí) y que te lloverían miradas, preguntas y comentarios antes de que tuvieras tiempo de sacar el paraguas del armario. Sin embargo, parece que asumiste mal. Ni siquiera has tenido que sufrir la estúpida incomodidad de volver a encontrarte con ella cara a cara, algo que Nico temía y ansiaba al mismo tiempo y que absolutamente no ha ocupado tus pensamientos desde que te levantaste esta mañana.

Y te sorprende. Oh, sí, eso es lo que más te ha sorprendido. Y te lo llevarás a casa esta noche como una espina clavada en tu costado, no hay duda.

Pues esperabas encontrarte allí con Maki y una buena explicación. Con Maki y sus estúpidas miradas desde las sombras.

Pero nunca esperaste darte de bruces con el brillo de su ausencia.


Cuando bien entrada la madrugada vuelves a tu piso de alquiler y no consigues acertar en la estúpida cerradura de la puerta con la maldita llave, te das cuenta de que quizás te pasaste un pelín con el número de copas, pero ¿a quién le importa? Al otro lado de la puerta no te espera nadie, y ésa es la cantidad de personas que tendrán que soportar tu depresión alcohólica. Nadie.

Una vez logras entrar y cierras la puerta detrás de ti (ups, quizás demasiado fuerte para ser las cinco de la mañana), te peleas con la pared en busca del interruptor de la luz y te deshaces de los botines de tacón bajo en la entrada con ayuda de tus propios pies sin necesidad de agacharte y que el mundo de vueltas. Uno termina caído en el suelo, pero puf, ya lo recogerás todo mañana…

¿Mañana? No, hoy, Nico; hoy pero más tarde.

Soltando una carcajada que ni tú entiendes, te acercas dando tumbos a la pequeña mesa que hace de comedor a un lado del cuarto de estar, es decir, al fondo, y sueltas el pequeño bolso encima. Lo abres y sacas… No, no sacas nada. Le das la vuelta y dejas que todo el contenido se derrame sobre la mesa. Atrapas la barra de labios antes de que siga rodando hasta el fin del mundo como si tu vida dependiera de ello y lanzas el bolso de fiesta hacia el sofá oscuro de tela de dos plazas (sí, herencia de Nozomi). El estúpido bolso rebota y decide suicidarse saltando al suelo.

Argh, ahí se queda.

Tu mirada se clava en el objetivo de tus sentimientos enfrentados. Agarras el maltratado paquetito rojo y le das vueltas entre tus dedos. Sí, se supone que es un regalo, pero Maki no se ha dignado a responder ninguno de los mensajes que le has enviado durante toda la noche. ¿Cómo se atreve a ignorar a Nico? Porque vale, puede ser que no los haya leído aún por cualquier estúpido motivo, pero no, te ha dejado en visto, y eso es aún más doloroso que sus típicas respuestas aguafiestas de "lo siento, Nico; sólo me queda un 94% de batería. No puedo hablar".

Así que si ella no se preocupa, tú tampoco. Ojo por ojo, diente por diente. Ella no quiere su estúpido regalo, tú tampoco. Es decir, que Nico tampoco quiere regalárselo, no que no lo quieras tú, porque definitivamente ya lo has comprado, y que te ahorquen si no te ha costado un ojo de tu linda cara y una cena de tu dieta. Además, tiene… tiene un significado sentimental para el pobre corazón de Nico.

Rasgas el papel de regalo rojo, o lo intentas, porque joder, ¿cómo envolvieron esto en la joyería, con sistema antirrobo? Cuando finalmente consigues encontrar el punto débil y abrirlo con la misma gracia que un niño en sus primeras Navidades (culpa del estúpido alcohol, no de tu altura), levantas la tapita abollada de cartón adornada con un lazo rosa en una de las esquinas.

Puede que diversas circunstancias hayan convertido el envoltorio en un desastre, pero el interior se encuentra intacto. Alzas el cojín de terciopelo y desenredas la fina cadena plateada. Elevas el colgante y acaricias el elegante dije bañado en plata con delicadeza.


Cuando te despiertas a mediodía corriendo como un torbellino a tu turno de tarde laboral, la clave de sol pende de tu cuello.


NOTAS

西木野 真姫 - Nishikino Maki. Maki significa "True Princess".

西木野 直彦 - Nishikino Naohiko (padre de Maki). Naohiko significa "True/Honest prince".

西木野 裕美 - Nishikino Hiromi (madre de Maki). Hiromi significa "Abundant Beauty".

平林 幸雄 - Hirabayashi Yukio (marido de Maki). Yukio significa "Happy Hero".


- Shiromuku (白無垢): Traje tradicional japonés de la novia de las bodas sintoístas. Se trata de un largo kimono blanco.

- Wataboshi (綿帽子): Gorro blanco con forma ovalada propio del traje tradicional japonés, complementa al Shiromuku.

- Juzu (数珠): Es un pequeño rosario intercambiado por ambos prometidos después de los anillos.

- San San Kudo (三三九度): lit. "tres por tres nueve veces" Se trata de un ritual en las bodas sintoístas donde la pareja debe beber sake como simbolismo de unión. Existen tres sakazuki apilados uno encima del otro. Tanto la novia como el novio deberán sorber tres veces de cada uno de los tres recipientes, he ahí el "tres por tres nueve veces".

- Sakazuki (杯): Tazas ceremoniales donde se vierte el sake.


Canon References:

- Maki's Diary (School Idol Diary) - Chapter 2
La baja nota de Maki en un examen de Inglés y la posterior discusión con su padre.

- Drama 1 行こう行こう 雪の国へ (Yukou Yukou Yuki no Kuni e - lit. Let's Go Let's Go To The Land Of Snow) del CD Music S.T.A.R.T!
Durante el viaje en tren, Maki pierde a las cartas contra Eli y Nico; esta última la reta a pintarle la cara a Umi.

- Drama 2 ゲレンデでサバイバル!? (Gerende de Sabaibaru!? - lit. Survival On The Ski Slope!?) del CD Music S.T.A.R.T!
La idea alocada de Honoka de construir un iglú para pasar la noche en la estación de esquí.