Título:
Shadow of the Day
Sombra del Día
Autor: Alycen Riddle
Categorías: PG-13 y más adelante NC-17
Advertencias: Sexo explicito en siguientes capítulos. Un poco de violencia y alguna que otra mala palabra.
Seguimiento de los libros 6° y 7°. Con algunos GRANDES cambios. (Si no has leído estos... me sorprendes. No me culpes si de pronto menciono cosas que no querías saber hasta ver la película).
Habrá Mpreg=Embarazo Masculino, pero eso casi hasta el final.
Disclaimer: Estoy enteramente informada que todos los personajes, paisajes y sucesos de Harry Potter pertenecen a J.K. Rowling y a la Warner Bross. (Sería asquerosamente rica si fuera lo contrario ¬¬u)
Resumen: Él era oscuro, silencioso e imponente. Una sombra que desconocía incluso a la oscuridad que lo aclamaba. Él era apático ante todo... todo menos ante un determinado y testarudo rayo de sol, Harry Potter. Blaise Zabini lo deseaba, junto a todo lo que representaba: Voldemort, complots y casería de pedazos de alma malditos.
Y la sombra del día,
abrazará al mundo en gris,
y el sol se pondrá por ti.
And the shadow of the day,
will embrace the world in grey,
and the sun will set for you.*
Capítulo 1: Mírame.
Una esbelta figura caminaba apresuradamente por los espaciosos pasillos. Sus pasos firmes y portentosos llevándola a su destino sin vacilación alguna. La cabeza alta y los refinados labios firmes hasta al punto de arrogancia. Era una mujer que hacía girara cabezas, y ella lo sabía muy bien.
Aminorando sus pasos, se detuvo frente a la puerta que resguardaba las habitaciones de su hijo. Sacudiendo partículas inexistentes de su vestido y reacomodando cabellos innecesariamente, levantó una delicada mano para tocar dos veces y entrar a la habitación sin esperar respuesta.
De igual forma se dirigió al primer sofá que encontró, contemplando la mejor forma de dirigirse a su hijo, el cual yacía frente a la única y amplia ventana de la habitación. Le observo unos minutos, la pose rígida, alta e imponente, los ojos penetrantes hacia nada en particular y la expresión velada resaltando su apuesto rostro.
El silencio siguió en el aire y la mujer dio un ligero respiro de resignación, palabras saliendo ya de sus ligeramente sonrientes labios.
— Deberías estar preparándote para el regreso a Hogwarts.
No hubo respuesta concreta, solo el leve movimiento que simulaba un asentamiento de cabeza. La alta figura miraba impasible hacia el antes frondoso bosque que rodeaba las orillas de su imponente Mansión, las últimas hojas cayendo con gentileza al húmedo suelo y cubriéndolo en un manto de amarillos, castaños y hasta rojos de diversas escalas, creando una maravillosa armonía de otoño.
Era indudablemente hermoso.
— ¿A qué has venido, Madre? —habló al fin, su profunda voz escuchándose sin dificultad.
— Oh, Blaise, ¿acaso una madre debe tener razón alguna para querer ver a su hijo? —sonrió. Alentada al recibir al menos una respuesta en palabras, se acercó hasta estar frente a él.
Blaise giró un poco su cabeza para mirarle, sus oscuros ojos contemplando la orgullosa postura de su madre.
La reluciente piel oscura, en combinación con esos ojos y cabellos castaños, las finas ropas que resaltaban la perfección de su cuerpo; Lady Elladora Zabini poseía una belleza única. Sin mencionar su distinguible estatus en la Sociedad Mágica. Y pese a su falta de intervención en los círculos políticos, el apellido Zabini poseía gran presencia.
Y por supuesto, sin olvidar su creciente reputación: los matrimonios de Lady Zabini, los cuales todos terminaban con la trágica muerte de cada Señor de Zabini. Porque no hay que olvidar quién era el que se imponía en el matrimonio.
Blaise nunca entendería que había visto su padre en esa mujer. Sus oscuros ojos se entrecerraron fraccionalmente ante ese pensamiento, pero solo fue eso el único indicio de su disgusto. Sin embargo, incrementó deliberadamente su fastidio al atrapar los ojos castaños, y concluyó que ya había incomodado lo suficiente a su madre con su silencio.
— Tal ocurrencia no se aplica en ti, Madre —respondió, notando con satisfacción como ella alejaba la mirada primero—. Hace meses que no te veía. Y disculpa por no haber asistido al funeral de tu último esposo. En realidad fue inesperado... —no estaba siendo sarcástico. No lo había visto venir. Al menos no tan pronto—: ¿cinco meses, Madre? Has roto el record.
Consideraba que el comentario en sí no era lo suficientemente desalentador, pues la mujer se rehusaba a abandonar sus habitaciones. Es más, parecían haberle complacido. Esas femeninas y delicadas manos extendiéndose para tomar las contrastantemente grandes y fuertes de él. Blaise la dejó, sin apartar la mirada del bello rostro de su madre.
— Son palabras tan frías como las de tu parte, mi hijo —reprochó ella, llevando las manos del joven a sus labios para besarlas. Blaise lo permitió de nuevo, pero no dijo nada al respecto—. Aunque he de decir que ya estoy acostumbrada. Nada que no haya escuchado antes —rió ella, ojos castaños suspicaces observando cada una de sus reacciones—. Nada parecido a lo que solía hacer tú padre.
Blaise alejó sus manos. No quería admitirlo, pero la mujer sabía que cuerdas romper sin mucho esfuerzo.
— Ya es tarde, Madre, mañana tengo que salir temprano.
Ella sonrió en respuesta y estrechó las manos de él con más insistencia.
— ¡Pero mírate nada más! ¡Ciertamente cinco meses y ya eres tan distinto!—expresó de pronto ella, su tono afectuoso, dando unos pasos atrás para observarle. Sabiendo muy bien que estaba acabando con la paciencia de su hijo—. ¡Estás tan alto! ¡Tan apuesto! Te pareces tanto a tu padre.
La postura de Blaise se tensó, pero se obligó a relajarse casi al instante y aclarar sus ojos de lo que pudo a haberse mostrado en esos milisegundos.
— Tal vez —comentó, un ligero menosprecio en su tono—. Pero es ahí donde terminan nuestras similitudes.
La sonrisa de la mujer vaciló, sus ojos abriéndose en sorpresa. Lord Zabini había sido alguna vez el todo del antes pequeño Blaise.
A diferencia de muchos Sangre Pura, Lord Anthony Zabini no había sido un noble dedicado a la política. Decidido a vivir una vida tranquila y enfocada a su familia, se mantuvo fuera de la guerra que se elevaba ante los ideales del Lord Oscuro. Proclamando ante la Comunidad Mágica su estatus Neutral.
Aunque eso no sirvió de nada, no con el ardid que se había conformado en solo esos pocos años en su propio hogar.
— Cierto, no tienes mucho en común con tu querido padre —concedió con sordidez Lady Zabini—. Pero debes de admitir que tú llevarás el apellido Zabini con gran porte y grandeza, Blaise.
— Por supuesto —replicó él, indiferente—. No me repetiré más, Madre, ¿Qué-es-lo-que-quieres? —estresó cada palabra, disfrutando una vez más como ella evitaba mirarle a los ojos.
— Narcisa me ha contactado, junto con una invitación muy formal —un Traslador, predijo Blaise—, a una reunión que se dará el día de Víspera de Navidad.
Blaise pensó por un momento que había escuchado mal, de hecho, esperó un poco más antes de hablar, con la ligera esperanza de que su madre le diera esa despreciable sonrisa de nuevo y le dijera que era una equivocación. Que los Malfoy ciertamente no tenían ninguna reunión que meritaba la presencia de una familia Neutral en sus fiestas pomposas y llenas de chisme.
Las reuniones que Narcisa Malfoy se encargaba de crear eran extravagantes y llenas de rumores que a lo mucho repetían lo que ya todos sabían: "Sangres Sucias llenando las gloriosas instituciones educativas, consiguientemente agravando a sus pobres hijos y, no olvidemos, las maquinaciones de sus esposos en el corrupto Ministerio de Magia. Los Muggles inundando al planeta de su pestilente presencia y sus ridículas invenciones. Etcétera, etcétera."
Pero no, Lady Zabini se mantuvo callada. Esos refinados labios luchando para mantenerse serios, y no formar la sonrisa sugestiva que tanto amaba mostrar.
Por supuesto, se tenía que recordar que su madre no había dicho fiesta. Lady Malfoy les convocaba a una reunión.
— La invitación se extiende a mi también —habló Blaise, afirmando más que preguntando. Solo una reunión que requería su presencia le venía a la mente. Y no le gustaba nada—. Nunca he salido de Hogwarts en esas fechas, ni siquiera en fechas festivas, a menos que sea algo sumamente esencial. Lo sabes.
Buscaba confirmar algo, y Elladora lo sabía. Si bien ella misma no entendía del todo a su propio hijo, por lo menos sabía interpretar lo que le perturbaba realmente. Sus matrimonios le enseñaron bien. Los hombres eran criaturas ansiosas a satisfacer, y cuando uno lograba darles lo que querían, era más fácil comprender cuáles eran sus miedos y debilidades. Estaba segura que su hijo no era la excepción.
Por eso mismo la indirecta que el joven le dio no la detuvo a continuar con, lo que para ella eran, las noticias que pondrían en alto su reputación.
— Hay rumores de que el Lord Oscuro estará presente —murmuró ella, ferviente ante la mirada enajenada del hijo—. Podrías hacer lo que tú padre, ¡Anthony, difunto esposo mío!, nunca tuvo el valor de hacer. Tú sabes, ¡darnos un lugar entre los círculos Sangre Pura! ¡La gloria que merecemos! ¡Tú padre que nunca hizo algo al respecto!
Blaise sintió algo oscuro y vicioso retorciéndose en su interior. Y por un momento pensó que explotaría y se encontraría con varita en mano, su madre a sus pies, castaños ojos sin vida mirándole fijamente. Pero no fue así, y la rabia en su interior bullía a cada segundo. Se ordenó a sí mismo a recuperar el control, arrinconando a ese monstruo en lo más oscuro de su interior.
— Sabes mi respuesta —se forzó a decir, casi gruñendo. Mientras una tormenta se daba rienda suelta en su interior—, me mantengo al margen que mi padre creo durante su vida... Además, ¿qué te hace pensar que el Lord Oscuro tiene algo que ver con esta supuesta invitación? Él nunca se rebajaría a tales nimiedades. ¡El Lord Oscuro reclutando públicamente en una reunión Navideña! Hace poco difamabas tales nociones.
— ¡Narcisa-!
— Es una mujer de la alta nobleza que solo le fascina difamar a todo aquel que haya osado blasfemar ante su presencia. ¡Presunciones! —despreció Blaise. Apretando sus manos en puños hasta el punto de sentir el hormigueo y ardor de sus uñas enterrándose en las palmas de sus manos—. Y en todo caso —dijo de nuevo, obligándose a templar su tono. Era difícil, ¡la mujer le sacaba de sus casillas!—, Lucius Malfoy está en Azkaban. Ella haría todo para quedar bien ante su Señor, si es lo que a ti tanto preocupa —murmuró, fulminado con tanta intensidad a su madre que ésta se obligó a dar un paso atrás, pasmada ante la furia de su hijo.
— Narcisa nunca se atrevería a hacer tal cosa —habló temblorosamente ella, sus ojos mirando por sobre el hombro de su hijo, no pudiendo resistir esos penetrantes ojos oscuros. Aunque eso no evitó que se elevara en toda su altura, en un último intento de valor. El padre del chico nunca le había mostrado tal firmeza.
Blaise, ante eso, comprendió que había hablado más de lo que usualmente compartía con su madre, y que cada palabra había pasado por esa codiciosa cabeza sin indicios de ser consideras. Y en vez de ponerle más furioso, solo le daban ganas de reír, pero no lo hizo. No le daría el gusto.
Aclarando del todo su cabeza y, mirándola blancamente, respondió:
— Da mis sinceras disculpas a Lady Malfoy, Madre, pero no podré asistir. He decidido centrarme en asuntos que requieren más de mi atención. Ella deberá entender que deseo respetar los últimos deseos de mi padre.
— P-Pero... ¡Blaise...! ¿Qué dirán de nosotros? ¡No puedes ignorarlos!
— Que tengas una placentera noche, Madre, no deseo apartarte de tus deberes. Después de todo, el octavo Señor de Zabini ha de estar esperando que lo encuentres.
Sin apartar la vista y forzando a la mujer a no apartar la suya, extendido insistentemente su mano hacia la puerta, hablando con tal acidez que su madre tembló visiblemente.
Elladora estaba por protestar, y viendo esto, Blaise le dio la espalda, resumiendo su apreciación hacia el paisaje que se tornaba oscuro a cada minuto.
Solo ante el sonido de telas al rozar el suelo y la puerta al ser cerrada (con quietud, algo que le sorprendió ligeramente), se permitió relajarse. Y eso le hizo pensar que la mujer creía que dejándolo así, él revalidaría su punto de vista ante la propuesta.
Su madre estaba dolorosamente equivocada si creía que él vería la luz y asistiría a tal reunión. Si de algo se diferenciaba grandemente de su padre era que si el gentil Anthony Zabini caía rendido ante los deseos de la irresistiblemente hermosa Elladora Zabini, Blaise Zabini se deleitaba en desafiarla hasta los puntos más extremos.
Decían que la madre era un Dios a los ojos de los hijos. Y esa era una verdad, pero en su caso, la mujer que se regodeaba del título de su madre era el Diablo que hacía de su vida un infierno interminable.
(0oOo0)
No entendía cómo pudo haber terminado en el mismo compartimiento junto a la chica Weasley, dos chicos de séptimo (de quienes no le encontró la necesidad de saber sus nombres) y el nuevo profesor. La idea de que fuera el de Defensa Contra las Artes Oscuras le parecía extravagante. De hecho, se recordaba a si mismo que habían tenido peores en últimos años.
Horace Slughorn. Sabía de él solo porque su madre, en un arrebato de nostalgia, le había contado como había conocido a su padre en Hogwarts, gracias a una de las tan famosas fiestas del ex-Jefe de Casa de Slytherin. Y sospechaba que Slughorn re-tomaría su antigua posición como Profesor de Pociones, puesto que esa era la única especialidad que se le conocía.
Blaise solo había estado ahí unos segundos por su cuenta, apenas terminando de sentarse cuando de pronto la puerta se había abierto fuertemente, mostrando a un hombre regordete, calvo y claramente entrado en años. Estaba a punto de sacar su varita, cuando el hombre se invitó a su compartimiento como si fuera su casa y comenzó a introducirse jovialmente, los dos chicos de séptimo detrás de él mirándole con incomodidad y, al parecer, sin saber cómo habían terminado ahí también.
— ¡Blaise Zabini! —había dicho, casi saltando de felicidad—. Hijo de la hermosa Elladora Zabini, ¡sin duda! ¡Comparten distintivos! Gusto en conocerte, muchacho ¬—extendiendo una rechoncha mano, la cual Blaise no tomó, expresando su desinterés con solo una mirada oscura.
Eso no detuvo al hombre, por lo que solo rió estridentemente y se movió a un lado, instigando a los otros chicos a entrar y tomar asiento, cosa que hicieron con cierto recelo. Al parecer el aire amenazante que despedía Blaise era lo suficientemente clara como para ponerlos nerviosos.
Cambiando su fastidiada mirada al profesor, Blaise apenas se dio cuenta de que había un cuarto invasor cuando (algo que distinguió como rojo) pasó frente a él para sentarse al lado del profesor.
Ginebra Weasley.
Solo bastó una mirada para comprender que la chica no estaba por cuenta propia. Y esa mirada le ganó una retadora por parte de la flamante chica. Cabeza rojiza elevada y labios pequeños firmes.
Él solo elevó una ceja ante eso, sin apartar la vista, cumpliendo con su propósito al hacer que la chica se sonrojara y se encogiera ligeramente en su asiento, sus azules ojos moviéndose para mirar en fingido interés la conversación que Slughorn había comenzado con los otros dos chicos.
Por una extraña razón, descubrió Blaise, nadie era capaza de sostenerle la mirada por mucho tiempo. No que le importara, y no obstante, era muy útil cada vez que deseaba que lo dejaran en paz.
— ¡Harry, muchacho! —saltó de pronto Slughorn, lo que logró que Blaise girara su vista hacia la recientemente abierta puerta—. ¡Maravilloso, que bueno que has venido! ¡Y junto al Sr. Longbottom! ¡Un placer conocerte muchacho!
El único indicio de sorpresa en Blaise fue el ligero agradamiento de sus ojos. Cruzándose de brazos, se dedicó a observar el chico en cuestión de pies a cabeza. Un poco desconcertado al notar lo tan delgado que se veía y lo oscura que se veía la piel debajo de esos ojos verdes. Y cuando sus oscuros ojos se elevaron un poco más para tomar una mejor perspectiva a su expresión, se topó con que el Gryffindor lo miraba directamente a él, ojos verdes curiosos y algo suspicaces.
— ¡Muy bien! ¿Todos se conocen? —preguntó Slughorn, logrando que el chico Potter volteará a mirarle, pues la pregunta había sido dirigida a él y a Longbottom—. Blaise Zabini está en su año, por supuesto —agregó el hombre, tratando de comenzar una conversación amena.
Ante la confusión y perplejo de todos, Blaise inclinó su cabeza, saludando, en dirección donde se habían sentado tanto Potter como Longbottom. Más que nada, era un saludo al Chico-Que-Vivió, pero Blaise no se tomó la molestia de corregir lo asumido.
— Sí, claro. Nos hemos visto —confirmó Harry en voz baja, un poco avergonzado al darse cuenta como todos lo miraban ahora. Regresó el saludo de la misma forma, lo que para su mortificación, terminó en un sonrojo más pronunciado al advertir que los oscuros ojos del otro chico se enfocaron en los suyos y no se apartaron, incluso cuando el nuevo profesor continuó con las introducciones.
Harry mismo no podía apartar la vista. Fascinado ante la intensidad en la que era observado. Y tan absorbido estaba que ni prestó atención cuando los chicos de séptimo le saludaban, mucho menos ante la sonrisa que le dirigió Ginny cuando ésta fue finalmente presentada. En realidad no estaba tampoco muy atento en lo que pensaba. Cosas como que: a simple vista, los ojos del Slytherin parecían negros, pero viéndolos mejor (y directamente como se le estaba permitiendo), eran de un marrón oscuro que bordeaba lo negro y cuando algunos rayos de luz se deslizaban hacía la oscura faz, lograba captar un matiz de cobre. Y también notó (sintiendo como su corazón daba un salto) que esos ojos no solo le analizaban, sino parecían querer memorizarle. Sin indicios de desprecio, cosa que esperaba de un Slytherin, y ante todo, del "presumido" Blaise Zabini.
Y hubieran continuado así, si no fuera por la interrupción de parte de Slughorn, pensaba Harry un poco decepción (algo que lo perturbó en sobremanera). Tomando eso como la oportunidad de advertirse de lo que pasaba a su alrededor. Considerando lo poco que pudo sacar del igualmente despistado de Neville, Slughorn buscaba ansioso la información que recibía de aquellos que tenían conexiones con gente influyente. O eso suponía Harry, pues incluso distraído como hace unos momentos estaba, alcanzó a escuchar algunos nombres conocidos que alguna vez había mencionado el Sr. Weasley.
— ¡Blaise, muchacho! ¿Y qué me dices tú? ¿Cómo ha estado tu hermosa madre últimamente? ¡Encantadora como siempre, he de suponer!
No supo si fue su imaginación, pero Harry creyó ver algo pasar por los calmados ojos de Blaise antes de que éste los endureciera para considerar al profesor.
— Su séptimo esposo acaba de fallecer —replicó él, no impresión alguna en su profunda voz, dejando un pesado silencio por unos instantes para luego agregar con ligereza—: Aunque estaría encantada de verlo a usted, al parecer le tiene gran... estima, Profesor.
— ¿E-Enserio...? ¡Me encantaría...! ¡Es d-decir! —tropezando con sus propias palabras ante no saber qué responder primero, el profesor se sonrojó, y palideció al segundo siguiente en el momento que las palabras se dieron a comprender. No creía que el chico se refería a más que una inocente platica con Elladora, ¿no? Después de todo, siendo él ex-maestro de la mujer, la conocía mejor que muchos. Él no era rico...
Y ante esa revelación, el color comenzó a volver a su regordete rostro, riendo nerviosamente y centrándose mejor en su nueva fuente de investigación. ¡Longbottom! No había peligro por esos rumbos.
Con eso logró que la tensión se volcara al tímido Neville, devolviendo un poco el ánimo a los demás chicos, pero aún así no captando el interés del joven Potter. Quién miraba discretamente al Slytherin, el cual, al sentirse observado, redirigió su vista del crecientemente incomodo Longbottom para atrapar las fútiles esmeraldas y comenzar de nuevo lo interrumpido.
A diferencia de que esta vez, el rostro del Gryffindor denotaba más simpatía que recelo. Y el pequeño tinte en esas mejillas pálidas (vergüenza, tal vez) le decía que Potter se dio cuenta de lo inapropiado de sus acciones. Sin embargo, no escondió su rostro. Al parecer estaba acostumbrado a ser desafiante inclusive cuando no se daba cuenta de ello.
Y Blaise quería saber por qué de entre todas las reacciones, Harry Potter le veía con simpatía. Varias razones pasaron por su mente, pero las más lógicas eran: "¿No podría ser que la situación con su madre le parecía horrorosa? ¿Insensata, por el hecho de que la mujer busque ya un octavo esposo en tan poco tiempo? ¿De que la mujer haga pasar a su propio hijo por tantos matrimonios y trágicas muertes?"
Era probable. Y si era así, eso significaba que Harry Potter sentía algo diferente de lastima por Blaise Zabini, un Slytherin. Una actitud Gryffindor en verdad, y tal acto le hubiera disgustado, al punto de querer pisotear y degradar al chico frente a él... Pero no lo hizo. Y en su lugar, giró su cuerpo y relajó un poco su postura, aún de brazos cruzados para poder obtener la absoluta e irrevocable atención del Gryffindor.
Era una mirada profunda, aguda hasta el punto de inquietar a Harry. Convenciéndolo de que podía poner incomodo al mismo Albus Dumbledore si se lo proponía, cosa que siempre le había parecido imposible.
— ¿Qué? —musitó sin resistir más, ningún sonido saliendo de sus labios en realidad. Sus mejillas enrojeciéndose de nueva cuenta y bajando la mirada a sus manos.
Sintió movimiento, lo que le hizo elevar la vista de nuevo y encontrarse con que Blaise se había inclinado hacia adelante, acortando un poco la distancia que los separaba, no mucho físicamente, pero lo suficiente como para hacerle entender mejor el mensaje en esos ojos ahora entrecerrados en molestia.
Algo que hizo Harry examinar de nuevo sus manos, preguntándose si había hecho algo ofensivo como para ganarse tal reacción.
— Mírame a los ojos —escuchó decir en un suave murmullo.
Tembló ligeramente, confuso al verse a sí mismo hacer lo pedido.
— ¿Q-Qué...? —trató de decir de nuevo, pero su respiración se detuvo por un instante al contemplar un particular brillo en los ojos marrones.
— Nunca apartes la mirada. Tú no eres insignificante. —murmuró nuevamente, imponente—. Nunca evites mirarme a los ojos.
Harry, sintiendo las mejillas ardiendo, se quedó atónito. Blaise asintió su cabeza, complacido naturalmente ante la reacción, aprovechó para levantarse, y con una última mirada solo dirigida a él, dejó el compartimento. Ignorando por completo las llamadas desconcertadas de Slughorn.
Varios segundos se quedó totalmente quieto, sin poderse creer lo que Blaise Zabini le había dicho. En realidad eso había sido un... cumplido, ¿no?
Harry forzó su sonrojo a aplacarse, saliendo del compartimiento y dejando al profesor con la palabra en la boca también. Ni siquiera le importó si aquel inusual intercambio había sido notado por los demás ocupantes. En realidad encontró que no le importaba en lo absoluto.
Tan afectado estaba que olvidó comprobar sus sospechas contra Malfoy. Preocupando a sus amigos por la repentina falta de interés. Siendo que hace unos minutos estaba empecinado a averiguar qué era lo que le parecía más importante a Draco Malfoy que aterrorizar los estudiantes de curso inferior, o superior en todo caso... con eso de que su querido padre lo puede todo (no que pudiera hacer mucho, después de todo había mandado al hombre a Azkaban).
No dijeron nada, pero se dedicaron a tratar de descubrir la razón detrás de la extraña sonrisa de su amigo.
Era una expresión entre problemática y... contenta.
CONTINUARA...
(0oOo0)
Notas finales:
A ver, cómo explicarme. Bueno, aquí vamos: ¡Lo siento tanto! En realidad nunca pensé que me tomaría todo un año poder escribir de nuevo. Y diría mil un razones, pero no creo que quieran escucharlas. Solo puedo decirles que la Universidad ya no es solo un requisito de mi vida, es prácticamente mi vida en estos momentos.
No deseos fastidiarles con mas palabras aquí, así que si quieren saber más sobre mis proyectos (Una Apuesta y Mil Consecuencias, Mon petit angélus, mon petit amour y demás) tendrán que ir a mi Perfil.
Disculpen las molestias.
Y con respecto a ésta historia... No pude evitarlo, la idea me rondaba desde hace siglos. Y si funciona (si recibo comentarios alentadores para el día siguiente) subiré el segundo capítulo casi de inmediato.
¡Saludos y gracias por leer!
Alycen.
*Fragmento de la canción de Linkin Park, Shadow of the Day.
