Bueno, tengo otra historia que escribo con otro co-autor. Espero no tener mala suerte y que podamos terminarlo juntas y que podamos mantenernos en contacto para escribir en determinado tiempo, sin retrazo alguno. Esperamos que les guste y pues cualquier duda o comentario, clicka el botoncillo de review ;).
Disclaimer: Nada nos pertenece, excepto la idea y todo aquello que no puedas reconocer. Por el contrario, todo aquello que obviamente puedas reconocer en éste fic, pertenece a JK Rowling y al universo Harry Potter. Sin fines de lucro alguno y solo por diversión.
Summary: La guerra termina otra vez como en todas las historias y otra vez, de hecho, una ley matrimonial entra en juego. Con los típicos bebés y los típicos compromisos. Pero ésta vez, la ministra es Hermione Granger y las cosas pueden ser un poco diferentes. Severus Snape sobrevive (nuevamente) y se plantea sacarle provecho al nuevo poder que Hermione tiene entre sus manos.
Prólogo: una gran solución a un gran problema.
Ya habían pasado un par de años, desde que Voldemort había muerto y Harry Potter por fin había vencido a la oscuridad. Y sin embargo, solo desde hacía un par de días, la gente había perdido el miedo a mencionar su nombre y ahora resultaba ser una especie de sátira. Obras teatrales aquí y allá, juguetes interactivos con Potter venciendo al innombrable...
Un sin fin de cachivaches inútiles, a su punto de vista.
En las calles, aparte de todo lo mencionado anteriormente, se suscitaron grandes cambios como jamás había visto antes. El ambiente resultaba realmente distinto, más brillante y mucho más agradable, con gente sonriendo y saludos cordiales. Niños riendo y corriendo, lejos de sus padres y admirando vidrieras en cada esquina de Hosgmeade. La libertad podía sentirse en todas partes y casi podía decir que se sentía aliviado por su cambio de vida.
No más misiones, no más de arriesgar su pellejo y sin saber si resultaría vivo de ello o no.
Y había dicho casi.
Con las nuevas libertades y cambios, el cargo a ministro de magia estuvo a la orden. El ministro anterior, una vez muerto y su moral en tela de juicio por todos los periódicos mágicos del país, dejó atrás un cargo con más dudas que respuestas. En vista del vacío gubernamental que se creó a raíz de ello, la comunidad mágica no tardó en convocar elecciones y elegir al mejor candidato para la ocasión.
O candidata.
Hermione Granger, luego de graduarse en la escuela de magia y hechicería Hogwarts, tuvo una larga carrera política y muchos otros estudios que siquiera podía cuantificar. Desde muy joven, ascendió rápidamente y muy pronto, en un parpadeo, obtuvo el puesto de ministro de magia y hechicería. Una enorme revolución para muchos, incluso para los elfos que tanto defendía. La celebración duró meses y Hogwarts no se quedó atrás.
Minerva se encargaba de que jamás lo olvidase y bueno sí, una vez que la guerra terminó, no encontró otra cosa que hacer. Volver y educar a los mismos mocosos de siempre, parecía ser la única opción. No le incomodaba encerrarse en casa y leer su infinita colección de libros pero y al acabar al menos unas cinco páginas, ya deseaba que la tierra se lo tragase.
Sobrevivir era complicado.
Y allí estaba, una vez más, envuelto en algo que tuviera que ver con el trío dorado. Hermione Granger era la mejor amiga del imbécil de Potter y el decerebrado de Weasley, y por más que quisiera evitarlo, de alguna forma siempre terminaba enredado con algo que tuviera que ver con ellos. Había dicho antes que casi podía vivir en paz, pero entonces su vida dio un vuelco inesperado.
Gracias a Hermione Granger, otra vez.
No tardó en visitar el colegio, luego de su nombramiento. Convocó a una gran celebración con cede en el castillo y por supuesto que todos estaban invitados. No tenía más opción que presentarse y se animó por un momento, pensando que podía quizá beber un poco de vino de elfo y esconderse en un oscuro rincón, donde pudiera pasar desapercibido. Hermione advirtió que debido a las bajas en la población, a causa de las muertes trágicas que Lord Voldemort había causado, un nuevo paquete de leyes entraría en vigencia durante esa fiesta.
Casi no le preocupaba y así habría sido, hasta que mencionó la última de las leyes. Escupió una gran cantidad de vino y se puso en pie de su mesa, perplejo, mientras la joven hablaba como si nada.
Matrimonio y bebés contractuales.
¡Maldición, no quería casarse! Y mucho más importante aún, ¿dónde encontraría a una mujer lo suficientemente loca como para casarse con él? Era carne de cañón, carne muerta, nadie en su sano juicio lo querría.
Eso le hizo rogar de inmediato, haberse muerto en manos de Nagini y no haber sobrevivido.
