Disclaimer:PokeSpecial no me pertenece, son propiedad de Hidenori Kusaka.

Advertencias:AU, posible OoC.

Notas iniciales de capítulo: Esta es una participación en el foro de los Dex Holders del Prof. Oak, en el reto "2x1: Ofertas del foro" link en mi perfil. Historia escrita junto con Ryuunoko, muy posiblemente sea un three-short o una biblia (?)
¡Esperamos que les guste!

Capítulo I
Los gajes del trabajo

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Eran las seis de la mañana, la luna seguía en su plenitud y Castelia estaba iluminada. En el departamento 524 del Edificio Castelia, una joven castaña se movía de un lado a otro buscando unas carpetas importantes para presentárselas a su jefe, las ojeras marcadas y el tazón de café casi vacío sobre su mesa mostraban que la chica no había dormido en toda la noche, y quién sabe en cuantas más.

La joven que respondía al nombre de White, era una oficinista como tantas otras que vivían en Ciudad Castelia, sin embargo, el jefe a quien tenía que rendirle cuentas era uno de los mayores empresarios en la ciudad, incluso en la región, se trataba del señor Ghetsis. Por ese motivo, y porque era conocido por su severidad, White se sobre exigía para no ser despedida, o tendría que trabajar con su padre en un taxi.

El sólo imaginarse sentada en un taxi todo el día, todos los días, le generaba escalofríos y una inquietud, así que por nada del mundo perdería el empleo, aunque pareciese un zombie la mayor parte del tiempo.

La chica volvió a ver el reloj, que marcaba las seis y cuarenta y cinco, apurada, corrió a vestirse. El transporte en Castelia era algo serio, el metro colapsaba y los buses y taxis igual, por eso la joven procuraba siempre salir temprano para no toparse con los medios de transporte abarrotados de personas.

Subió al metro, con un par de carpetas en la mano, y se sentó entre una anciana y un chico que a simple vista parecía de su edad. El viaje había sido relativamente normal. La joven llegó con cinco minutos de sobra y se fue directo a la cafetera de la oficina, donde se preparo un café bien cargado, para irse de inmediato a su escritorio. Con una taza en una mano, las carpetas de cartón en la otra, una cartera medio colgando de su brazo izquierdo y zapatos de tacón, White llegó corriendo a su lugar justo a tiempo, acomodándose e inhalando acelerada por la carrera.

Tan concentrada estaba en recuperar el aire perdido que movió el escritorio, cuando estaba por sentarse. La suerte estuvo de su lado, porque se salvó de manchar los documentos con café, eso hubiera sido catastrófico.

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Si haber llegado tarde a su trabajo era malo, lo peor era el trabajo que le esperaba en el enorme edificio de las industrias Stone. Black, un muchacho promedio, que recién salía de la universidad ya trabajaba como gerente de una empresa tan importante, gracias a su inteligencia y estrategias logró un alto rango en tan poco tiempo.

Pero, había un problema: era algo irresponsable.

Su trabajo empezaba cerca del mediodía y él aún seguía dormido cómodamente en su (desordenado) departamento en el edificio Reshiram, uno de los más prestigiosos lugares para vivir, además de muy cómodo y ridículamente lejos de su trabajo.

Ahora que lo pensaba, debería mudarse, pues no podía seguir en esa dañina rutina de atragantarse con un pan en el metro para luego bajarse y correr hasta el enorme edificio de Stone S.A. Suspiró, acomodando su (incómodo) traje que había sudado ya por la carrera anterior, la canción temática del ascensor no ayudaba a relajarlo, solamente lo estresaba más.

Y sépase que no era muy fácil estresarlo.

—Tarde de nuevo —la voz burlesca de una muchacha que bien conocía.

Black la miró enojado. —No es divertido.

—¿Casi mueres con el pan de nuevo? —Inquirió curiosa, el silencio y murmullos enojados del chico hablaron por sí solos.

—Iris, no estoy de humor… —y es que, la chica en sí buscaba los momentos menos indicados para molestarlo, buscó la máquina expendedora de bebidas y compró una Coca-Cola—. Solo dime qué pasó en mi ausencia.

—Pues… nada interesante —dijo caminando a su lado despreocupada—, el jefe va a hacer una alianza con los Berlitz y necesita que hagas un informe de nuestros productos y sus producciones de los últimos meses y el año pasado… para mañana.

Escupió la soda que tomó, tosiendo con fuerza al hacerlo. Iris le miró sorprendida, esperaba una reacción graciosa, pero esa había sido exagerada.

—Black, ¿estás bien?

—Para… ¡¿Mañana?! —Gritó espantado tomándola por los hombros—. ¡¿Por qué yo?! ¡¿Por qué ahora?!

—¡Cálmate! —Le exigió la morena soltándose del castaño—. No es tan complicado, tengo todo en el computador de recepción, solo ordénalo y envíalo —no se mostraba demasiado preocupada—. Yo iré a almorzar con mi abuelo, así que el ordenador es todo tuyo.

—Pero… ¿y si alguien llama? —Preguntó Black preocupado.

—Nadie llama para algo importante, solo citas para el señor Stone y no está aquí, hizo un viaje de negocios con su hijo —miró su reloj—. ¡Bueno! Yo ya me voy, suerte con tu trabajo.

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La mañana pasaba lenta y fría, lo bueno era que la oficina contaba con calefacción, así no sufrían los oficinistas. En lo que llevaban de la jornada, White había tomado dos tazas de café y una tercera estaba a medio tomar sobre su espacio de trabajo, peligrosamente cerca de la cabeza de la ojiazul que estaba luchando para no dormir. En una de esas luchas, el sueño cobró factura y la chica se durmió sobre su escritorio un buen rato.

Pasaron las horas y se despertó sobresaltada, al sentir su cabeza húmeda, recordando que tenía un café en el escritorio, que ella se movía al dormir y que los papeles estaban cerca. En un acto reflejo, de manera veloz levantó la cabeza para cerciorarse que los documentos no se mojaron, y ahí se encontró con lo que más temía, además la mirada inquisidora de su jefe quien la había encontrado dormida en plena jornada laboral. Tragó nerviosa al ver que con un movimiento de mano, el hombre le ordenaba seguirlo a su oficina.

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—¿Se puede saber qué hacía durmiendo en horario de trabajo? —Si Ghetsis pudiera escupir fuego, White sería barbacoa.

—Lo siento señor, no fue mi intención —la chica se encontraba cabizbaja recibiendo el sermón de su jefe.

—¿Tú lo sientes? No, yo lo siento. ¡Esos papeles eran muy importantes y ahora están empapados en café! —Gritaba furioso el peli-verde. La muchacha no era capaz de levantar la mirada, temía que si lo hacía, iba a ser asesinada. Esta vez, el hombre volvió a hablar más tranquilo, aunque no evitaba que se mostrase enojado—. Ve a buscar tus cosas, estás despedida.

Rápidamente, la chica se retiró de la oficina de Ghetsis decepcionada de sí misma. Esta vez había metido la pata en serio.

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—¡Que no está! —Gritó el chico alterado, con toda una orquesta de teléfonos a su alrededor.

Los demás empleados que pasaban, miraban a Black y se lamentaban por el pobre muchacho, pues, apenas se sentó a hacer su trabajo en el ordenador de recepción, las llamadas empezaron a acosarlo, sin dejarle siquiera respirar y, como no estaba Iris por ahí, se vio forzado a cambiar su trabajo de gerente por el de recepcionista. Un poco más y seguramente se desmayaba.

Colgó, por unos minutos, todos los teléfonos se callaron, permitiéndole escuchar de nuevo sus propios pensamientos. Se recostó exhausto contra su silla, ahora le daría más consideración a Iris y su trabajo. Un teléfono sonó de nuevo, gruñó irritado, no iba a contestar, no iba a contestar, no tenía por qué…

—Buenas tardes, habla con Stone S.A —respondió al final, con desdén.

Lamentablemente, era demasiado bueno como para dejar a alguien esperando en la línea.

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Ese mismo día empezó a hacer su currículo, no se iba a quedar llorando por la leche derramada- en este caso café-, no, ella buscaría un nuevo empleo, ¿qué tan difícil podría ser? Si se esforzaba, tendría al menos dos opciones de trabajo para antes de las ocho de la noche.

…Se había equivocado, en dos horas la rechazaron en todas las empresas de Castelia, pues todas las empresas tenían los trabajadores necesarios. Los pies le dolían, tenía el ánimo por los suelos y el metro estaba detenido, todo lo que podía salir mal le ocurrió a ella.

Después de una hora de espera y una hora de viaje, ya era media tarde. No tenía otra alternativa, no es como si no pudiese buscar un nuevo trabajo en una semana, pero, necesitaba hacer algo, necesitaba dinero y no aceptaría nada que no fuera hecho de su propio esfuerzo. Suspiró, buscó en su teléfono el número de su padre y lo llamó.

Buenas tardes, ¿con quién hablo? —Preguntó una voz grave desde el otro lado de la línea.

White irremediablemente sonrió levemente, había extrañado hablar con él. —Soy yo papá

White querida, ¿cómo estás? ¿Te encuentras bien? Hace tiempo no me llamabas —la chica estaba un poco nerviosa por lo que iba a decir, de hecho, ni siquiera estaba segura de lo que estaba haciendo.

—Me despidieron papá, no tengo ingresos y… quería saber si tenías algún trabajo para mí —el silencio de su padre solo aumentaba el nerviosismo de la joven quien estaba expectante a la respuesta de su progenitor.

La risueña voz del adulto no se hizo esperar, estaba emocionado, eso se notaba. —Pero por supuesto mi niña, es más, si quieres ven ahora mismo a elegir el taxi que desees usar —el señor estaba alegre con la noticia y White estaba arrepintiendo se de haber llamado.

—Papá… ¿no hay otro trabajo disponible? —Preguntó tratando de no sonar desagradecida.

—Lo hay, pero ya sabes el lema, de nada sirve estar en un alto rango…

—…Si primero no conociste el bajo —completó derrotada—, lo sé, lo sé. Gracias papá, te veré en unas horas.

El lugar donde estaban todos los taxis estaba a tres cuadras del departamento de White, por lo que se fue caminando sin alegar. Al llegar, se encontró con todos los trabajadores que le miraban entre curiosos y burlescos, su papá le recibió con un gran abrazo.

—Me alegra que entres al negocio de la familia —dijo con satisfacción—, ahora, vamos, hay mucho que explicarte.

Explicó todo lo que debía hacer y cuál era su recorrido, ahora solo faltaba que empezara a trabajar, cosa que la tenía nerviosa. Tenía licencia, sí, pero aun así… al ver el auto amarillo chillón se sintió pequeña, no estaba preparada, no lo estaba. Miró a su padre, este le sonreía con orgullo, ya no había vuelta atrás…

El siguiente día sería ajetreado.

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Había un pequeño problema con Black, él, a diferencia de muchos trabajadores de la gran y ocupada ciudad, no era fan de la cafeína, primero porque casi siempre tenía energía de sobra así que no lo necesitaba, segundo porque Bianca cometió el error de darle un cappuccino en lugar de su típica Coca-Cola, lo que lo descolocó y volvió demente haciéndolo correr y saltar de un lado a otro mientras gritaba, y tercero, odiaba el amargo sabor del café, no había azúcar que lo endulzara, desde pequeño, siempre odió el sabor.

Por eso mismo estaba medio muerto, obstinado a no beber la única bebida energizante que se vendía a esas horas de la noche (¿o ya era de madrugada?) en la oficina, en la máquina expendedora ya que fuera casi todos los establecimientos habían cerrado y solo quedaba uno que otro bar activo. Y él tampoco era fan de los bares.

—Voy a morir…

Y era cierto, lucía como si fuese a hacerlo, por lo menos ya no sonaba ningún teléfono y alcanzó a terminar el informe, pero, ahora debía imprimirlo y sus energías estaban por los suelos. Se dio cuenta esa madrugada que él era gerente y no recepcionista por alguna razón. Pegó su cabeza al escritorio, podría dormir un poco, no le veía el problema, al día siguiente imprimiría el informe y se lo daría a Bianca para que lo expusiese en las industrias Berlitz.

Cerró los ojos, solo sería una pequeña siesta.