-¡Aaagh!- Era el sonido que anunciaba su término junto con la última embestida, mi expresiones nulas, vacías desde la primera vez que ocurrió, la sensación de arcadas se apoderaban de mí, maldigo el día en el que acepte esto ¿Por qué? Era lo que se esperaba, lo que sospechaban y si lo pedían se los iba a dar ¡Asqueroso!

-Te amo.- Alcanzo a escuchar cuando se tumba al lado mío, solo ha ocurrido tres veces, por favor.

-Sí, claro.- Le escupí, el humo de su cigarro atravesaba la habitación y me ofrece un poco, no debería ofrecer tales cosas a una niña como yo, no debería estar pervirtiendo a una niña como yo. Mis facciones siguen sin expresión alguna y me levanto, mirando el suelo color rojo con diseños violetas espero encontrar lo más rápido posible mi uniforme, camino desnuda tomando una a una mis pertenencias, medias, falda, me mira, frunzo el ceño, tomo todo lo que puedo agarrar de mi cabello negro y lo convierto en una cola de caballo.

-Adiós.- Le digo en la puerta.

-¿Cuándo nos volvemos a ver?- Habla poniéndose los lentes mientras agarra un libro.

-Nunca.- La cierro.

La calle esta oscura y solo debo llegar a la estación, cabizbaja solo pienso en mi madre y recuerdo las notas del piano, el calor comienza a invadirme, sensación de protección ¿Qué harías si me vieras? Mozart ya parece poco "Andante" mi preferida y vaya que calza, me fui tan rápido que voy sin zapatos, las medias ya no aguantas y ceden a la humedad del suelo empapando mis pies.

-Reina.- Me volteo para ver la cara de quien me habla, sus ojos más abiertos de lo normal, entonces así de mal me veo -¿Tus zapatos?-

- Supongo…Que los olvide.-

-¿Dónde?- La miro fijo, claramente no es de su incumbencia.

-Está bien, perdón.- Me sonríe y de alguna forma la siento verdadera –Ven.- Me toma la mano, ahora la de la sorpresa soy yo – ¿Quieres los míos? – Niego y se ríe, mientras bajamos hacia las vías de los trenes se los quita ofreciéndome el izquierdo, esta vez lo tomo.

- Kumiko ¿Por qué?- Susurro.

- Así estaremos iguales.- El brillo de sus ojos me encandila y el frio ya no lo es tanto, pero no me puedo dejar engañar, todos siempre desean algo y no creo que esta situación sea distinta, al menos es lo que la experiencia me dice. Ya estamos en el tren, en silencio mis ojos viajan de la nada hasta su cara, ida y vuelta, esperando a que me devuelva la mirada, el movimiento de la maquina nos tiene en un vaivén constante, donde a veces calzan los patrones y como en una coreografía nuestros hombros logran tocarse, aunque sea un microsegundo.

-Kumiko.- Voy levantando mi mano y en medio de su trayectoria me arrepiento -¿Quieres venir a mi casa?- Al fin me da más de tres segundos de atención, una juguetona media sonrisa se le escapa y asiente, mi corazón se acelera, vivaz.

Subimos por las escaleras hasta el departamento en el que vivía la mayoría del tiempo sola, la luz de la bombilla parpadea, dejamos sus zapatos en la entrada y le ofrezco algo para beber, mientras aún no logro figurar un plan para llegar a ella, el mismísimo líquido que toca sus labios está más cerca de lo que yo estaré alguna vez, me pregunta cosas triviales mientras observo una gota traviesa aventurarse por su mentón y seguro que continuara su viaje ¡Click! Es perfecto, está sentada en el polvoriento sofá, tímida, apretando el vaso, me acerco sigilosa, con aires depredadores donde ella es el ratón, le quito el vaso y ya no puede hilar palabra, por primera vez soy yo la sonríe.

-Reina…- Mis dedos se entrelazan con los suyos y deja caer su cabeza hacia atrás, ahora nadie me podría negar la hermosura del ser humano presa del deseo, aunque sea momentáneo, es digna de una obra de arte, mi pierna pasa por encima de las suyas y me siento en su regazo, en lo que declaro como instintivo sus manos se posan en mis caderas, entonces mi diversión va en aumento, mis manos acarician su cara como si estuviera a punto de morir, la punta de mis dedos juegan en su cuello, me acerco hasta donde está su pulso, beso, me quedo ahí expectante viendo su reacción y solo esta con los ojos cerrados, beso, siento su agarre más fuerte, la idea de ser yo quien la lleve por estos caminos que seguramente no ha transitado me excita aún más, me gustaría ser solo yo con la que vaya, beso, ya siento su respiración, tomo sus manos y las encamino más allá que solo mis caderas, para que me sienta, ahora si paro un poco el juego y la beso de lleno ¿Quién necesita permiso? Si puedes llegar y entrar, suelta un suspiro como música para mis oídos cuando mi lengua es la que la invade, llevábamos un tiempo hablando, con pequeñas conversaciones pero nunca habíamos estado tan comunicadas, como casi todo en la vida, empezamos suave hasta que el salvajismo se va apoderando junto con su confianza, mis muslos y un poco más allá sienten sus caricias un poco más hambrientas, sin separarnos, uno a uno los botones de mi camisa van desapareciendo, se aleja y veo el deseo en su mirada, las pupilas reflejan el éxtasis del momento, lentamente se acerca hasta mi estómago para besarlo, se me riza la piel, su mano se escabulle por el por la prenda que me protege, levantándola comienza a masajear uno de mis senos.

- Kumiko.- Se me escapa cuando con sus labios se adueña del otro.

Me levanto y hago que se acueste en el sofá para posarme arriba de ella con una de mis piernas entre las de ella, me encanta la sutileza y torpeza con la que se movía, cuidando de no hacerme nada, mientras yo ya no sé qué hacer con las palpitaciones que no solo mi corazón estaba dando, intento igualar las condiciones quitándole las mismas prendas que me hacían falta a mí, nos besamos una vez más y comienzo el mismo viaje que hace algún ¿Momento? ¿Tiempo? ¿Época? Una gota atravesó, el tiempo no importaba en lo más mínimo, sus pezones estaban expectantes solo para mí y sin querer hacerme de rogar atrapo uno con mis labios, disfrutándolo, al mismo tiempo que mis caderas hacen presión contra las de ella, logrando que suelte un gemido, el camino de mis labios va bajando por su estómago, mi mente esta nublada.

- Esto es lo que quieres de mi ¿Verdad?- Digo jugando con su falda.

-¿Qué?- Se reincorpora, la he cagado, como siempre. Intento volver a besarla y no se deja, mierda. – ¿Cómo puede ser tan egoísta? Apuesto que te divertiste.- Se queda callada, mirándome y yo no sé qué decir –Dime Reina ¿Desde cuándo estoy en tu juego?- Me da la última oportunidad para decir algo, pero solo la miro, sin expresión, ya estaba casi vestida cuando se encamino a la puerta para irse – Vaya estúpida que soy.- Sonríe tristemente –Solo me utilizaste.- Es lo último que dice antes de desaparecer, sigo sentada en el sofá, abrazando mis piernas, mientras unas cuantas lagrimas se escapan.

- Te equivocas.- Susurro.