Que Harry Potter (sin incluir Pottermore, claro) se acaba es una realidad. Hablando en términos generales, la saga llega mañana a su fin con el estreno de Deathly Hallows Part 2. Sin embargo, yo y mi Pottermanía estamos más activas que nunca y es que, cuando menos lo imagino, me viene una idea que quiero poner por escrito. Esta historia surgió hace unas noches mientras estaba hablando con un amigo por messenger, así que, en cuanto pude me puso a escribirla. He tardado tres o cuatro días en escribirla, y es lo más largo que he hecho en mi vida: 5000 palabras justas.

Para escribir la historia me basé en que durante El misterio del príncipe vimos qué hacía Harry pero no sabemos qué pasaba con los otros Gryffindors mientras los mortífagos atacaban Hogwarts. Puesto que en el libro no sale lo que les pasa a Ron, Hermione, Ginny y compañía, y que en la película omitieron toda la batalla, tomo como ejemplo la Batalla Final pero haciendo de ella mucho más leve. Es como una base a la que añado variaciones (algunas lógicas y otras no tanto). He creído innecesario una evacuación porque ni en el libro se nombra esa posibilidad ni creo que hubiera tantos mortífagos como para necesitarla. Tenía ganas de contar qué pudo suceder con el resto de protagonistas durante esa parte de la historia.

Por otra parte, el fic ya está terminado entero, pero he decido partirlo en dos para que sea más cómodo de leer, así no se junta todo. Leer en la pantalla del ordenador no es lo más cómodo del mundo, todos lo sabemos. Mañana por la mañana postearé si puedo la segunda parte porque puede que tenga que hacerle unos retoques, pero si no puedo hacerlo por la mañana lo haré por la tarde, antes de ir a ver Deathly Hallows Part 2.

Espero que os guste. Y por cierto, sobra decir que tiene spoilers, aunque a estas alturas no sé yo si se puede considerar spoiler...

- Across the war va dedicado a Nupersim porque ha sido el primero en leer la historia y en ayudarme a corregir los dedazos; y porque aguantarme en el messenger durante tantas horas seguidas tenía que tener su "recompensa".

- Sobra decir que no soy Rowling y que nadie me paga por escribir fanfics. Así que los personajes, lugares, hechizos y demás no son míos, sino de JK, la Warner y las editoriales correspondientes.


ACROSS THE WAR

I.

El ambiente del dormitorio de los chicos era tranquilo. No se escuchaba nada a excepción de los eventuales ronquidos de Ron ya que los cuatro chicos descansaban en sus camas con dosel escarlata.

Cuando el guardián del equipo de quidditch estaba en el tercer o cuarto sueño, el sonido de la puerta de la habitación desencajándose hizo que Ron, Neville, Dean y Seamus se despertaran casi al mismo tiempo.

La profesora McGonagall, jefa de la casa Gryffindor, se encontraba en la entrada del dormitorio vestida con una bata verde escocés y el enmarañado pelo recogido en una trenza que le caía sobre los hombros. Sus gafas estaban algo inclinadas, ya que, sin duda, las había cogido con prisa y no se había parado mucho a recolocárselas y, de uno de los bolsillos de la túnica, asomaba el mango de la varita de la profesora.

—¿Se puede saber qué…? —dijo Seamus con la voz pastelosa, recién levantado.

—Un grupo de mortífagos está atacando Hogwarts. Pónganse algo encima y bajen a la Sala Común, yo iré a avisar a sus compañeras —ordenó Minerva.

Los cuatro chicos que había en el dormitorio acataron el mandato de su profesora de Transformaciones y procedieron a ponerse las túnicas escolares, ya que era lo que más a mano tenían en aquel momento. Mientras, los comentarios sobre la invasión repentina de seguidores de Voldemort eran constantes, ya que era difícil de creer que los acólitos del Señor Tenebroso se hubieran infiltrado en Hogwarts. Cuando a Ron se le despegaron los ojos vio que la cama que se encontraba al lado de la suya estaba vacía.

—¿Dónde está Harry? —preguntó, ganándose la mirada de ignorancia de sus compañeros de curso.


Las páginas de su ejemplar de Historia de Hogwarts, escrito hacia ya no se sabe cuánto tiempo, tenían un tacto rugoso, uno que Hermione conocía ya muy bien. Lo cierto es que había perdido la cuenta de las veces que había leído el libro desde que sus padres se lo habían comprado en Flourish y Blotts seis años atrás y sin embargo, a pesar de saber ya casi de memoria la historia del castillo en el que vivía gran parte del año, a Hermione le gustaba releerla (con bastante frecuencia).

Acariciaba la esquina inferior derecha de la hoja que estaba leyendo, con la intención de pasar a la siguiente, cuando escuchó un fuerte ruido procedente de los pasillos de la escuela. Tras dar un pequeño bote en la cama, la pesada y maciza puerta de madera se abrió y dejó paso a una visiblemente alterada Minerva McGonagall.

Entre el ruido que se había producido en alguno de los pisos inferiores y la precipitada entrada de su profesora de Transformaciones al dormitorio, Hermione, Lavender, Parvati y sus otras dos compañeras miraron a la animaga con una mezcla de curiosidad y temor pues nunca habían visto entrar así a su profesora en los seis años que llevaban dando clases en Hogwarts.

—Cojan la túnica y bajen a la Sala Común —anunció con severidad la docente—. Nos están atacando los mortífagos.

—¿Mortífagos? —gritó Lavender. Hermione intuía que, de no ser porque todavía se encontraba en la cama, se habría abrazado a Parvati sin dudarlo ni un momento.

—Sí, señorita Brown. Así que aligeren y diríjanse a la Sala. Sus compañeros les están esperando.

Acatando las órdenes de la jefa de Gryffindor, las cinco chicas asieron las túnicas negras que descansaban cerca de las camas con dosel y, mientras se ponían la prenda, bajaron las escaleras de caracol que se convertían en un resbaladizo tobogán para los chicos que intentaban subir a los dormitorios femeninos.

Cuando Hermione puso un pie en la cálida y acogedora Sala Común, vio que los alumnos de los cursos inferiores se encontraban tan asustados, por los ruidos y el anuncio de la jefa de sus casas, que los otros prefectos de Gryffindor, dos de quinto, dos de séptimo y Ron, intentaban tranquilizarles diciéndoles que todo saldría bien y que no había de lo que preocuparse ya que allí estaban protegidos. Sin embargo, Ron tenía algunos problemas para convencer a los alumnos más pequeños ya que ese tipo de cosas no se le daban especialmente bien.

La chica examinó la Sala Común buscando algún rastro de Harry, a quien no había visto cerca del pelirrojo. La habitación, que ya de por sí estaba generalmente llena, ahora se encontraba al máximo de su capacidad. Y no era de extrañar, pues todo Gryffindor había bajado por orden de la jefa de la casa.

—¡Atención, por favor! —pidió la profesora desde el centro de la sala. Un segundo después, todos los murmullos se habían apagado—. Como ya sabéis, Hogwarts está siendo atacado en estos momentos por un grupo poco numeroso de seguidores de Quien-Ustedes-Saben. No obstante, los aurores y refuerzos que se han instalado en los alrededores del castillo, junto con los profesores, nos aseguraremos de protegerles. Les ruego que no salgan de la Sala Común bajo ningún concepto. Y a los prefectos les pido que cumplan con su deber y no dejen salir de aquí a ningún alumno. ¿Entendido?

—Sí, profesora McGonagall —asintieron todos los que se encontraban en la torre de Gryffindor.

A continuación, la subdirectora se abrió paso entre los chicos y chicas que se encontraban comentando la forma en la que los seguidores de Voldemort se habrían introducido en el castillo y salió por el retrato de la Señora Gorda. Si había desaparecido cuando el padrino de Harry rajó el cuadro que daba entrada a la Sala Común, cómo no reaccionaría a una batalla era lo que se preguntaban muchos de los alumnos que se encontraban dentro de la Torre de Gryffindor y que habían vivido el incidente ocurrido en 1993.

Hermione avanzó con dificultad entre la gente que, en su mayoría, a duras penas podían mantener la calma. La chica procuraba tranquilizar a los alumnos más pequeños, que, por lo general, iban agarrándose a la túnica de la prefecta. Con paciencia, la muchacha se agachaba hasta quedar a la altura de los chavales y les repetía que no se preocuparan y que no tuvieran miedo. Normalmente, sus palabras surtían efecto y conseguían tranquilizar a los pequeños aunque fuera por un corto período de tiempo. Con interrupciones casi constantes, a las que procuraba responder siempre amablemente, consiguió llegar hasta Ron, que en aquellos momentos estaba hablando con Ginny.

—Ron —reclamó la prefecta.

—Ah, hola, Hermione —comentó despreocupado.

—¿Qué está pasando? —intervino la hermana del pelirrojo.

—No entiendo cómo han podido entrar en Hogwarts. El castillo tiene un hechizo que impide aparecerse dentro de los límites del castillo. Lo leí en… —Pero la Gryffindor no pudo terminar la frase porque su amigo la interrumpió.

—Historia de Hogwarts. Lo sé. —Weasley torció la boca y mostró una expresión pensativa—. ¿No tendrá Malfoy nada que ver en todo esto, no?

—No lo sé, pero recuerda que no aparecía en el Mapa del Merodeador que nos dio Harry —comentó Ginny.

—A todo esto —dijo Hermione, recordando a lo que había ido— ¿alguno de vosotros dos ha visto a Harry?

—Qué va. A mí me ha despertado McGonagall y mis compañeras y yo hemos bajado corriendo a la Sala Común —declaró la pelirroja—. ¿Y tú, Ron? Al fin al cabo compartís habitación.

—¿Harry? —El prefecto de sexto se llevó una mano a la cabeza y se revolvió el pelo. Parecía estar pensando demasiado si había visto o no a su amigo—. ¿Dónde se ha metido Harry? —preguntó un poco angustiado.

—Eso te estamos preguntando, Ronald —dijo su amiga—. Si tú no sabes dónde está… A ver qué hacemos ahora, McGonagall nos ha prohibido salir de la Sala Común —comentó preocupada.

—¿Pretendes dejar a Harry ahí fuera, con un montón de mortífagos? —se exasperó Ron.

—¡No, pero tampoco podemos irnos de aquí y pretender que todo esté en calma e ir por los pasillos y esperar no encontrarnos con cualquiera!

—¿Desde cuándo los mortífagos son un problema, Hermione? —saltó el estudiante—. ¿Acaso no sobrevivimos el año pasado en el Ministerio? ¿Acaso no hemos luchado por y con Harry muchas veces?

Ginny, que permanecía con callada y sin intervenir en la discusión, apretó fuertemente los puños, ocultos bajo la túnica del colegio. Harry, su novio, el amigo de los dos chicos que se estaban peleando delante de ella, estaba en algún lugar del castillo, y probablemente estaba más que segura de que estaba al corriente de que había una batalla en los terrenos del colegio. Sin embargo, a pesar de los deseos que tenía de ir a buscarle ella misma, sabía que la profesora McGonagall tenía razón y, que si permanecían en la Sala Común, estarían a salvo con casi total probabilidad.

—¡No te estoy diciendo que no luchemos por él ahora! ¡Pero somos prefectos y tenemos que mantener la calma! —gritó Hermione—. ¿Acaso no te importa estos niños de primer año? —Hizo un gesto brusco con la mano—. ¡Seguro que Ginny también quiere ir a buscar a Harry, ES SU NOVIO, y no por eso se va de la Sala Común!

—¡Yo también quiero ir a buscar a Harry! —Ron puso una cara que gritaba "Yo tenía razón" pero no le duró mucho porque su hermana añadió—: Pero Hermione y la profesora McGonagall tienen razón.

—¡Muy bien, haced lo que os dé la gana! —El pelirrojo estaba enfurecido—. Yo voy a buscar a mi amigo.

Avanzó por la habitación y, cada vez que se encontraba con alguien, sea quien fuera, que le molestara el paso pasaba a su lado sin importarle mucho si le empujaba o no. El retrato de la pared se abrió y el prefecto se marchó rápidamente de la Torre de Gryffindor. Si Hermione y Ginny preferían quedarse tranquilizando a unos pocos críos de once años era asunto suyo. Él, por su parte, prefería ir en busca de su amigo.

Entre tanto, en la Sala Común, Hermione miraba el reverso del cuadro con la mirada perdida. Ella también quería ir a buscar a Harry pero, como le había dicho a Ron, era una temeridad salir a los pasillos del castillo donde se estaba librando una peligrosa batalla. Por experiencia, sabía que Harry regresaría a la Sala Común sano y salvo. O al menos vivo.

—Vete con Ron —le instó Ginny—. Yo me encargo.

—¿Estás segura? —inquirió la prefecta—. Es mejor que me quede aquí…

—De verdad. Ve a buscar a Harry con Ron —sonrió la menor de los Weasley—. Con suerte todavía le coges.

—Gracias, Ginny.

A continuación, Hermione recorrió el camino que había hecho su amigo instantes antes (pero con mucha más delicadeza) y se dirigió al retrato de la Señora Gorda que se abrió y le mostró los pasillos del séptimo piso.

Los corredores de Hogwarts se extendían ante ella, quien, varita en mano, comenzó a buscar al pelirrojo.


Ron avanzaba por un pasillo cercano a las escaleras del séptimo piso cuando, al pasar la mano por el bolsillo de la túnica notó que algo crujía en su interior. Se detuvo y buscó en el bolsillo. Rebuscó dentro y asió un pergamino doblado que había. Al sacarlo vio que no era más que un poco de lienzo viejo y algo arrugado. Recordó, entonces, que no había sacado el Mapa del Merodeador que había usado unas horas atrás.

Al ver el objeto que Fred y George le habían regalado a Harry en tercer año, Ron se preguntó si por casualidad le serviría para encontrar a su amigo. Con la varita en la otra y apuntando al pergamino, recitó:

—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

La portada le dio la bienvenida y al desplegar el mapa, los pasillos, habitaciones y pasadizos de Hogwarts se mostraron ante él. Unas pequeñas pisadas y un rótulo bajo ellas le indicarían la presencia de cualquiera que estuviera en el castillo.

En las plantas inferiores la mayoría de pisadas correspondían a miembros del profesorado, la Orden del Fénix y mortífagos. Ya en los pisos medios varios carteles pertenecían a alumnos de Ravenclaw. Entre ellos había nombres conocidos como Luna o Cho. Siguió revisando piso a piso y descubrió que en el séptimo, en el que él se encontraba, aparecieron las pisadas de Hermione Granger, que acababa de salir de la Sala Común.

Sin anular el hechizo que mantenía al mapa revelando sus secretos, Ron echó a andar y llegó a las escaleras principales, que, como de costumbre, cambiaban de posición a gusto y podían pillar desprevenido a aquél que no estuviera atento a las variaciones de sentido.

Había bajado dos pisos, se encontraba en el quinto, cuando oyó un gran ruido a sus espaldas. Una de las estatuas que había en el pasillo se había caído al suelo, destrozada, ya que sin duda algún poderoso encantamiento la había roto en mil pedazos.

El pelirrojo corrió con la intención de esconderse de quien quiera que hubiera hecho añicos la escultura. Desde el refugio que le concedía el espacio entre la pared y el cuerpo de otra figura, Ron comprobó que uno de los mortífagos a los que había visto en el Ministerio el año anterior, corría por el pasillo. En el mismo lugar, desplegó de nuevo el Mapa del Merodeador y, tras comprobar que no había peligro, salió de su escondite y emprendió de nuevo la marcha.

En el siguiente piso volvió a comprobar si había alguien de quien debiera protegerse, pero no encontró ningún nombre sospechoso. Aunque trató de evitar a Lupin, quien, según el mapa, se encontraba revisando el pasillo del cuarto piso.

Ron siguió sin tener problemas en los siguientes pasillos y, cuando llegó al Gran Comedor, comprobó cómo su hermano Bill peleaba valientemente contra el licántropo Greyback. Sin embargo, el hijo mayor de Arthur se giró hacia la puerta y vio la cabeza de su hermano menor, por lo que, perdió la concentración unos instantes, los suficientes como para que el hombre lobo diera un zarpazo que le hirió en gran parte de la cara.

El prefecto de sexto, enfurecido al ver cómo su hermano era atacado por una fiera de la marca del salvaje aquel, cruzó las puertas del Gran Comedor con decisión y, apuntándole con la varita, gritó:

—¡Incárcero! —Unas fuertes y resistentes cuerdas atraparon al hombre lobo, que cayó al suelo pesadamente.

Tonks, que también se encontraba allí, observó que Bill continuaba en el suelo y que las heridas de la cara sangraban más de lo que deberían. La metamorfomaga, a quien le había cambiado el pelo de color marrón a rojo, se dirigió hacia el hermano de Ron y murmuró un conjuro sanador. Éste acarició el rostro del empleado de Gringotts, pero las heridas que tenía en la cara no desaparecieron ni dejaron de sangrar. Como la bruja no sabía que más hacer, recogió a Bill del suelo y tomó el camino que llevaba a la enfermería. Al pasar cerca del hijo menor de Molly, la auror hizo un gesto con la cabeza para que la acompañara. Mientras que ambos llevaban al mayor de los hermanos Weasley a la señora Pomfrey, Ron le relató a Tonks por qué se encontraba fuera de la Sala Común a pesar de que las instrucciones que habían dado los profesores eran bien claras.