Naruto y personajes le pertenece a Masashi Kishimoto. La historia es de mi autoría.

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Sin disfraz

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Prólogo

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"El día que seas libre Sakura, verás el mundo con otro ojos"

Pero, ¿Qué era ser libre?

Cada día en una fracción de segundos mi mente era invadida por esa pregunta, más no hacía esfuerzo por buscar algún significado. Porque simplemente no lo sabía. Luego seguía el curso de mi vida como si nada, reprimiendo lo que se encontraba dentro de mí queriendo salir. Queriendo liberarse.

Siempre supe que jamás sucedería.

Era mi décimo octavo cumpleaños, el alboroto se apoderaba en la planta baja, mientras yo encerrada en mi habitación, queriendo aislar el bullicio, cepillaba mi cabello. Era largo, sedoso y de un rosa pálido. En ocasiones como la actual, debía arreglarlo ordenadamente y digno para una dama de la alta clase. Un moño alto en forma de tomate con algunos bucles cayendo a un lado, pendientes azules de zafiro al igual que la gargantilla que adornaba mi cuello, eran accesorios infaltables para mi sociedad.

Lucía un vestido turquesa claro largo con finas terminaciones importado desde Francia de algún reconocido diseñador. Los tacones eran holandeses. Y el brazalete de oro que llevaba en mi brazo derecho era made in Egipto con las iniciales "S.G."

"S" de Sakura y "G" de Galliardi, inicialmente mi nombre sería Sakura Galliardi, llevando el apellido de mi padre. Pero lamentablemente mi verdadero apellido es Haruno, mi padre no es verdaderamente mi "padre" y yo no pertenezco al origen Italiano.

Fui adoptada por el reconocido empresario Italiano Laurus Galliardi a los cinco años de edad. Él un caballero de alta clase blanquecino y cabello colorín, nominado "el soltero más codiciado de Italia", me crío bajo el estricto orden de la alta sociedad. Era la más pequeña de sus hijos, la única adoptada y sin embargo a la que más le entregaba cariño y aprecio.

Jamás se casó. Jamás tuvo a una mujer a su lado. Vivía para trabajar y admirar el retrato que reposaba en la pared de la sala principal. Aquel retrato pertenecía a una delicada joven de belleza inigualable, sus ojos vivaces eran celestes como el cielo y su cabello de un colorín pálido caía como una cascada sobre sus hombros. Desde pequeña en las noches me escabullía para observarlo a él y a sus lamentos, profesando su amor incondicional a la mujer del cuadro.

Más de grande, supe que me había adoptado por el simple hecho de que yo, tenía alguna semejanza con la mujer del retrato.

Él la veía a ella reflejada en mis ojos.

Jamás acepté llevar su apellido legalmente, él siempre se esmeró por convencerme, cosa que nunca logró y nunca logrará. Sin embargo siempre me presentó ante los demás como si fuera una de sus hijas biológicas. Siempre me brindaba ese amor de padre.

Gracias a él, era una mujer hecha y derecha. Pertenecía a la alta realeza. Fui educada con los mejores profesores particulares de Italia, obteniendo excelentes calificaciones. Vivía de riquezas. Conocía varios países y era totalmente feliz.

Eso creía, pero sin saber, algo estaba por cambiar para siempre.

-Signorina Sakura,- Pronto escuché unos golpes suaves en la puerta.- la están esperando abajo.

-Bajo enseguida, grazie.- -Respondí con tranquilidad. No estaba nerviosa, no debía estar nerviosa. No era la primera vez que estaría rodeada de todas esas personas. Solo debía sonreír.

Rocié un poco de perfume en mi cuello y me observé por última vez en el espejo. Me encamine hacía la planta baja.

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"¡Sakura, mírate! ¡Estas toda una señorita!"

"¡Felicidades Sakura! ¡Pronto serás una adinerada como tu padre!"

"¡Hermosa querida! ¿Ese vestido no es de mi diseñador?"

"¡Óh! ¡Pero que grandioso trabajo ha hecho tu padre! ¡Eres toda una dama!"

"¡Estas tan hermosa querida! ¡No creo que debas comer pastel, tú sabes, cuidar la figura y todo eso!"

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Y todos esos "cumplidos" siguieron por un largo rato más mientras debía saludar a cada uno de los invitados. Me sentía tan acostumbrada que podía zafarme de cualquier charla aburrida con la más patética excusa. A ellos solo les interesaba tu vida y de cómo la vivías. Durante ese periodo el único abrazo sincero fue el de mi padrastro, y en su hombro pude descansar mis labios de tantas sonrisas fingidas. Sus ojos me observaron, siempre con esa inquietud que me transmitía, con inseguridad y suplicando perdón. Sin embargo un: "Estoy orgulloso de ti, figlia", me hizo bien para seguir la noche de máscaras invisibles.

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Recorrí toda la gran estancia en donde vivía, ya habían pasado largos trece años, aquella mansión gigante llena de pasillos y puertas, siempre me inspiró miedo desde pequeña al ver tanta grandeza. Vasijas de oro puro, alfombras aterciopeladas de un rojo sangre, grandes retratos de antaño, y la infaltable compañía, la soledad.

Tomé un sorbo de champagne mientras me dirigía al jardín. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al escuchar un petulante chasquido.

-Sakurita, Sakurita… Mi querida hermanastra…-Sentí aquel veneno en la única voz que más repugnaba en aquel lugar-¿Qué se siente ser un año más vieja?

-No sé, dímelo tú. —Automáticamente conteste sin mirarlo si quiera. El estallido de su risa inundó el ambiente y yo lo observé, iracunda.

Él era Petroccio Galliardi, mi hermanastro, me sobrepasaba por casi 10 años de edad y me odiaba. Siempre se mostraba serio y burlesco, era la clase de persona irrespetuosa que no le interesa los sentimientos de terceras personas. Era un ser narcisista y tenía una fría relación con su padre.

Si tenía la oportunidad de molestarme, lo hacía. Aún recuerdo el empujón que me había brindado como bienvenida al llegar a este hogar. Siempre me reprochó el hecho de que yo le quitara a su padre.

Mentira, nunca supo apreciar el esfuerzo que su padre hacía por él.

-No hay una palabra más grande para profesar el odio que siento hacia a ti. —Lanzó sin mirarme. Le producía un cierto asco, lo sabía. —Y estoy aquí, asistiendo a tu cumpleaños, ¿Irónico no?

-La verdad, ni siquiera me interesa.

-Debería interesarte. Tengo algo para ti.

-¿Un obsequio? – Pregunte con fingida sorpresa. Si claro, jamás en mi vida él había asistido a alguna celebración que tuviera que ver con mi persona. Y ahora aparecía de la nada. Lo admitía, sentía una pequeña e inexistente curiosidad.

- En tus sueños.

- En mis pesadillas, querrás decir. – Bebí otro trago de champagne y lo observe sacar un sobre de su saco. Nuestros insultos ya no sufrían efecto en ninguno de los dos. La costumbre quizás.

Estiró su mano para entregarme el sobre blanco pero antes de que pudiera tomarlo, lo alejó y me miro a los ojos.

-Presta atención que no lo repetiré dos veces.

Dudosa lo miré.

- Primero que nada, ábrelo cuando te encuentres sola. Segundo, no me busques porque yo no tengo las respuestas y tercero, no le digas nada a nadie. Aún no. – Y se marchó. Dejando el sobre en mi mano, mientras yo lo seguía con la mirada hasta el momento en que se perdió entre la muchedumbre, me había dejado totalmente intrigada.

Eso había sido raro, demasiado.

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Me despedía lo más rápido que podía de la gente, intentando pasar desapercibida mi inquietud. Incluso mi padrastro lo había notado, más nada me había comentado. El sobre se mantenía guardado en mi pequeño bolso de mano y no hallaba el minuto, segundo para abrirlo. ¿Qué era?

¿Qué se encontraba dentro de aquella carta? Tan solo de ver la actitud de Petroccio, mi estómago se contraía. ¿O acaso era participe de alguna broma suya? Mantuve mi semblante neutro a tal pensamiento. Era capaz de matarlo.

Pasaron media hora exactamente y yo me encontraba en mi habitación. Tiré mi bolso sobre mi cama y de inmediato comencé a despojarme de los accesorios, dejé caer mi cabello y respiré con tranquilidad. Al fin, todo había terminado. Me sentía más liviana.

Sin esperar, saque el mencionado sobre y lo abrí.

Una cuidadosa caligrafía se podría apreciar, en tinta negra y curvilínea.

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"Para Sakura Haruno:

Han pasado ya muchos años, la recuerdo como si hubiera sido ayer la última vez que la vi mi pequeña Sakura. Probablemente ya no se acuerde de mí, pero todos los días anhelo por su bienestar, tal cual como ella lo hubiese deseado.

Sé que esta grande y convertida en toda una dama, hoy cumplió los dieciocho años y estoy muy orgulloso de usted.

Quizás este no es el medio en donde debería decirle lo siguiente, pero las circunstancias lo han querido así. Sakura, usted es proveniente de una gran riqueza, desde su nacimiento. Debo informárselo, porque está en todo su derecho. Es la única heredera de los Harunos, la única sobreviviente de sangre directa. Sangre real.

La única que puede reclamar lo que le pertenece.

Pero aún no es el tiempo. Solo le pido paciencia y fuerza. Pronto tendrá la verdad en sus manos y podrá manipularla a su antojo. Sé que lo único que quiere es ser feliz, junto a su abuela. Y pronto podrá hacerlo. Solo espere y verá.

Feliz cumpleaños.

H. K."

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La tinta comenzó a derramarse provocando manchas negras en el papel blanco. Todo eso a causa de mis lágrimas. A penas había comenzado a leer la primera línea y un nudo se había instalado en mi garganta. Había perdido la noción del tiempo cuando el mar de sentimientos confusos había invadido mi mente. ¿De qué se trataba todo esto? ¿Era alguna mala broma de mi hermanastro? Al recordar su rostro serio y sin ningún rastro de burla, esfumé aquel pensamiento.

Releí unas diez veces más la carta, intentando entender las palabras de aquella persona. Era alguien que me conocía desde pequeña y sabía mucho de mí. Incluso de la existencia de mi abuela. Sin embargo, era un desconocido para mí. Todo me parecía tan extraño e irreal.

Mis pensamientos habían dado un vuelco de 180 grados, ¿Sakura Haruno heredera única de los Harunos? ¿Era posible? Pequeñas risitas nerviosas se me escapaban de mis labios. Estaba en el dilema de creer o no creer.

Mis ojos cayeron ante las últimas iniciales escritas en el papel: "H. K."

¿Quién rayos era?

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Los meses pasaron rápidamente, y junto a ello mis esperanzas se fueron acabando. Todos los días me levantaba con la ansias ganas de recibir alguna carta o indicio, algo. Pero nada. Aquel que quizás podía sacarme de mis dudas, había desaparecido. Petroccio, mi hermanastro, jamás lo volví a ver, no volvió a aparecer por la casa. Era como si la tierra se lo hubiera tragado.

En el hogar todo siguió su curso, normal, monótono, aburrido, solitario. Cada día era la misma rutina. Y yo, ya no sabía qué hacer.

Me escabullía en la gran biblioteca de la oficina de mi padre en busca de información, me sumergí en la escritura de antiguos libros donde hablaban sobre los genes de las grandes familias de la época, y más de antaño todavía. Pero nada. Recorrí todas las bibliotecas que estaban a mi alcance en la ciudad, visité unas cuantas páginas en la internet, incluso visité aquellos hogares de ancianos con la esperanza de qué me dieran a conocer sus conocimientos sobre las familias más importantes o transadentales de los últimos tiempos. Pero ninguno daban con lo que yo quería escuchar, ninguno conocía a los Harunos.

Finalmente, decidida a tirar la toalla, fui hasta donde mi padre. Era la única opción que me quedaba, sin embargo a la que no quería llegar.

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Cuando entré a su oficina o más bien, refugio, su concentración yacía en los papeles que tenía en sus manos, que releía unas cuantas veces, como sí se tratará de algo de suma importancia. Podía prever que dudaba en marcar su firma en aquella hoja, si fuera lo correcto o no. Sonreí para mis adentros y lo miré con ternura, al fin y al cabo, siempre terminaba haciendo lo correcto. Pero entendía que un hombre tan importante como él, imponente y serio para su trabajo, tenía sus dudas.

Al sentir mi presencia, quitó sus lentes de leer y fijó toda su atención en mí. Su sonrisa perfecta me encogió el corazón.

-¿Qué pasa Sakura?- Preguntó de forma suave. Di unos cuantos pasos y tomé asiento en una butaca de terciopelo rojo. Nerviosa, agarre los pliegues de mi vestido apretándolos fuertemente. Mi padre al parecer lo notó porque añadió:

-Tranquila, ¿Quieres hablar de algo?

De todo. De muchas cosas. De mi pasado.

Me contuve al querer soltar todo de una buena vez, pero sabía que debía estar tranquila. Suspiré y cuando me mentalicé correctamente, lista para abrir la boca, alguien me interrumpió.

Nuestra ama de llaves dio unos suaves golpes a la puerta de roble, captando la atención de mi padre.

-Señor, tiene una importante llamada en la línea.

-Lo atiendo enseguida.- Fue su respuesta y fijó sus ojos en los míos, expresaban disculpa, más yo le sonreí e intente decirle que no se preocupara, que su llamada era más importante que cualquier cosa.

Antes de marcharme, pude escuchar su apacible voz decir:

-Todo estará bien hija, todo llega en el momento indicado.

Mi respuesta solo fue una sonrisa vaga, y me fui de aquel lugar con sus palabras en mi mente. Algo me decía que él lo sabía todo, pero a la vez algo le inquietaba, pude leerlo en su mirada. Y yo debía seguir su consejo, costará lo que me costará. Pero debía admitir que algo en mi interior se había tranquilizado. Y le di gracias por ello.

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Pasó el tiempo, los meses volaron rápidamente cumpliendo así un año desde que recibí el dichoso sobre. Hace un año había recibido una importante noticia, que a cualquiera le hubiera cambiado la vida, pues enterarse de que eres dueño de una herencia y único sobreviviente de tu familia no es algo que se veía todos los días. Sin embargo, en mí causo gran impacto, pero no el cambio que creí que podía avecinarse. Lamentablemente me había ilusionado. Y derrotada, dejé de buscar convenciéndome que todo fue una broma de mal gusto, e intenté seguir con mi vida.

Con la monotonía de mi vida.

Al igual como hace tiempo atrás, bajé las escaleras y de inmediato un par de brazos me envolvieron en una cálida muestra de cariño, felicitándome por mi décimo noveno cumpleaños.

La multitud gozaba, disfrutaba, compartían entre sí. Brindaban por lo afortunados que eran, por todo el dinero que poseían y claro, le deseaban el bien al otro. Pero cada uno de ellos sabía que debajo de esa mascara de simpatía, se escondía las verdaderas intenciones. En cada frase irónica demostraban superioridad, envidia y codicia. En cada gesto la ambición y desinterés. Y en cada abrazo, la conveniencia.

Aburrida y alejada de todos, observaba sin nada mejor que hacer a esas criaturas que creían que tenían el mundo a sus pies. Y me convencía aún más de cuanto aborrecía a los humanos.

A aquellos que creían que el dinero lo era todo en la vida.

No aguanté más y me refugié en mi habitación.

A penas entré un sobre blanco reposaba en mi cama, quieta y sin asimilar muy bien el hecho me fijé por varios segundos sin reaccionar. El mismo sentimiento de hace un año me invadió, cuando mi hermanastro dejó aquel sobre en mis manos. Apreté los dientes, ¿Acaso era otra estúpida broma? Miré a los lados e incluso me escabullí en el pasillo, no había nada. No había rastros de nada ni nadie. Alguien jugaba conmigo y con mis sentimientos. ¿Sería Petroccio participe de todo esto? Dudé, no lo había visto por ningún lugar aquella noche. Admitiría que lo busque incesantemente para obtener respuestas, pero nada. Definitivamente se lo había tragado la tierra.

Temerosa abrí el sobre, la misma escritura negra y curvilínea estaban presente.

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"Para Sakura Haruno:

Me ha sido difícil escribir esto, los días han pasado volando pero el sentimiento sigue intacto. No creo que una disculpa remedie por todo lo que ha pasado este último tiempo. No ha sido fácil para nadie, debe saberlo.

Hace un año le escribí y quise decirlo todo, pero como más adelante comprenderá, no estaba en el deber de hacerlo.

Como la única heredera de los Harunos, Sakura, es hora de reclamar lo que le pertenece. Solo usted tiene el poder de exigirlo todo.

El reloj corre rápido. El tiempo se acaba. Todo depende de usted, lamentablemente eh de decir que sin su presencia todo podrá caer en las manos equivocadas. Y sé que no querrá ni permitirá que aquello ocurra.

Es tiempo de ser libre.

Feliz cumpleaños, Sakura.

H.K."

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Arrugué con fuerzas el papel, todo lo escrito parecía sacado de alguna novela de ficción. ¿Cómo creer en algo donde no tenía ni la más mínima idea de que se trataba? ¿Quién escribiría todo aquello? Indague en mis recuerdos intentando recordar a alguna persona con las iniciales "H.K." Pero nada.

"El tiempo se acaba".

¿Por qué yo? Ya no sabía qué hacer, busqué hasta en los más pequeños rincones de toda la ciudad, pero nada.

La rabia me apoderó y sin más salidas, encontré mi única opción.

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Ya estaba. Toda la información había salido de mi boca, modulando y con movimientos de manos, propio en mí, exhalé todo lo que tenía en mi interior, y lo que me amargaba día a día. Expliqué una y otra vez como habían ocurrido los hechos. Casi exigiendo una respuesta, una respuesta que sabría que iba a llegar a mis oídos.

Y supe que no me equivoque cuando mi padrastro me miró con dolor y culpabilidad.

Cuando abrió la boca no supe en ese instante que se avecinaba a mi vida, pero siempre se lo agradecí.

Siempre de corazón.

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Uf, una historia guardada en los archivos prohibidos de mi pc. Yaya, okey, estaba en los archivos del olvido. Pero eh decidido darla a conocer! El comienzo de una historia linda, que aún no tengo escrita, pero linda, losé. Todo esta en mi cabeza y lo único que me hace falta es un empujoncito, algo así llamado "motivación"? O Review? *o*

Solo queda en sus manos y haber que tal, ehehee

BesooOoOtes!