Disclaimer: En las tierras salvajes de un nuevo continente, en tierras de caballeros, Lord, Ladys, guerreros y vasallos se alzan grandes feudos bajo grandes familias. Dos familias de humanos encontraran algo más que molestias en la presencia del otro cuando los capitanes de ambos se den cuenta de la rivalidad de sangre en sus cuerpos. Licántropo contra Vampiro y una guerra humana que ganar.
Debo decir que me inspire en un sueño y en la ridícula manía que tengo por leer libros históricos románticos, aunque mis favoritos son sobre vikingos, no soy tan experta en la cultura de estos en si para crear algo con mis vicios sobrenaturales XD. Así que espero que lo disfruten, no es que sea una experta en esto, porque no lo soy, pero bueno… yo y mis fantasías medievales XD. Ya saben, todo me pertenece desde el nombre de las ciudades, familias y los seres en si :D. Por el momento es un humano/humano y el licano y vampiro ya lo veremos en el futuro.
Strix: Vampiro Interfector: Asesino Cursos: Lacayo
Caballeros de medianoche
I Asalto: encuentro
El aire era espeso, tan terrible cargado de ácidos olores que sus sentidos de rastreo apenas si podían mantenerse a unos cuantos metros a la redonda.
El ataque se había convertido en una verdadera carnicería. Algo podrido e infernal mientras sus flechas surcaban el cielo en búsqueda de latientes vida que apagar. Escuchaba los jadeos, gruñidos y ordenes de su señor metros más allá mientras su espada silbaba cortando vidas en la búsqueda desesperada de venganza. Porque lo merecía, su señor merecía aquella venganza.
Hacía medio año se había prometido en casamiento con la hija de un rico terrateniente. Y su señor se encontraba en las alturas de su mundana felicidad humana casi desbordante. El terrateniente había muerto y el nuevo señor, el hermano de su futura esposa había roto los esponsales dándole la hermana a un nuevo señor, un viejo y decrepito humano de las tierras altas. El dinero, los hombres y las fronteras que se habían prestado habían sido quebrantados y su señor se había sumido en la humillación y en la venganza.
Se habían enterado de la marcha de la muchacha a su nuevo hogar esta simple media tarde, para recibir el casamiento impuesto en el hogar del viejo, su señor no había demorado, y tomando sus hombres había logrado darles alcance a medio camino. Él había agradecido el manto de la noche desde que el invierno caía con más rapidez aquellas fechas, porque ansiaba estar presente cuando su señor encontrara a su fugitiva novia.
Su espada decapitó a un humano mientras la sangre le manchaba la cota de malla y se giro hacía su señor. Este estaba rojo de furia y cansancio. Tres feroces guerreros le detenían con precisión, negándole el paso libre hacía el centro de batalla mismo.
Los guardias creaban una barrera inquebrantable a unos cincuenta pies del carruaje de la señora. Debía de darles un gran mérito, eran guerreros excepcionales, apenas si eran media centuria de hombres y estaban dándole batalla a los suyos con gran énfasis.
Sus hombres estaban rodeándoles, intentando apretarlos para que se vieran en desventaja, pero estos no cedían y buena parte de ellos intentaban abrir una brecha para sacar a su señora del lugar.
Y él no podía permitir aquello. Los ojos verde diamantinos de su señor fueron a él solo un segundo y sintió la angustia de la perdida. Su señor realmente así lo deseaba. En dos saltos subió a mitad de un árbol en medio de la irritante batalla, tenso su arco dispuesto a matar al comandante de aquella encrucijada, aquel que deseaba traspasar sus fronteras. No demoro en pillarlo, ágil y de movimientos fluidos daba golpes a diestro y siniestro contra media docena de sus hombres. Le daba la espalda.
No había nada glamoroso en atacar a un enemigo de espalda, pero él no dejaría que su señor y amigo sufriera más por la humillación que se le había impuesto. Le ayudaría en su venganza, porque además, ya no soportaba verlo como un maldito humano exánime.
Concentrándose en su punto, levanto, estiro y soltó. La flecha en un arco perfecto iba a arrebatarle la vida al mejor guerrero de la muchacha. Pero fue solo un instante en que saboreo su ventaja cuando el suceso no se produjo, en el último milisegundo como si lo hubiera visto de frente y en lenta llegada, el guerrero se giro con una daga desviando la flecha cual mosquito.
Pero ni su pequeña y larguirucha figura, ni su mascara rayada con plumas, ni mucho menos su ropa le había dejado preparado para captar aquel innato reconocimiento. Entre el ácido olor a sangre humana, el humo, el sudor, la tierra húmeda y el olor a bosque, la bofetada de aquel olor fue como si le quemara la nariz hasta el centro de la cabeza activando lo más brutal de él, su cuerpo reaccionó en un instinto puramente salvaje.
Y cuando notó que aquel sujeto pegaba un respingo y comenzaba a dar ordenes de un lado a otro al fin rompiendo la barrera de sus hombres, supo que él también lo había reconocido. Y estaba en desventaja. Se había metido en sus tierras.
Lo vio tomando un caballo del carruaje, montándose con increíble facilidad perdiéndose por detrás de este por unos segundos, para luego en su espalda llevar a otra figura menuda tapada con una capa. La mujer.
Con sus sentidos al aire notó sus gritos amortiguados por la batalla aun en pie.
— Retiraos al castillo de Milady D'vanchi- dando una ultima vuelta, buscándolo a él aun en la rama con sus instintos a flor de piel, azuzó al caballo que dando unos cuantos tumbos logró ponerse en marcha.
Saltando la distancia del árbol al suelo, sacó de cuajo a un guerrero de su montura, amigo o enemigo ¿Qué importaba? ya su única meta era que no podía dejarlos escapar.
— ¡Milord!- grito mientras su lord se giraba con los ojos verdes llenos de furia. Estiró la mano en el momento en que este sujetaba, saltaba y se posaba detrás de él. Al caballo no le importaba, él apenas si pesaba algo cuando así lo deseaba.
Con un aspaviento del corcel traspasaron la batalla como un rayo. No necesitaba ver el suelo para ver los pasos de un corcel apresurado, el olor cálido y salvajemente arenoso aún estaba impregnado en el ambiente.
Un licántropo.
En sus tierras.
No podía ser.
— No dejes que se escapen, Taillo- susurró su señor mientras intentaba escudriñar en la oscuridad alguna figura en la lejanía.
Él se inclinó y susurró unas palabras en la antigua lengua al caballo, este soltó un relincho rabioso y cruzo los árboles, senderos y pequeños montículo cual caballo de guerra.
Pocos segundos después los vieron cruzar el prado que en su larga extensión llevaba al castillo de las rocas. Una fortaleza de la familia D'vanchi que era famosa por haber ganado una guerra solo por el pasar del tiempo, ya que era una fortaleza natural que podía recibir un sitio por tres años sin problema alguno.
Para su sorpresa, el caballo hizo un extraño movimiento doblando hacía las lindes del bosque. Pudo apreciar extasiado, que el caballo estaba perdiendo fuerzas y necesitaba esconderse.
— Es bosque y el suelo es irregular. Se va a matar- murmuró su Lord.
Entrando en este mismo, lo notó. Su mismo caballo rebajo un poco la marcha, el suelo estaba desnivelado por rocas puntiagudas y sueltas, ni siquiera una cama de hojas hacía de amortiguador.
Apenas a unos cincuenta metros, a una rapidez desequilibrada. El olor tan cálido, tan delicioso hizo que se le nublaran los ojos con la sed de sangre. Pero por un momento dejo de ser un ser de la noche, cuando su señor soltó una maldición en el instante en que el caballo ajeno tropezaba lastimosamente y los jinetes saltaban en el aire.
Noto oscurecido en su resentimiento, el movimiento del licano, en medio aire agarró la chiquilla, abrazándola, para recibir todo el impacto del golpe.
El olor a sangre, del herido allí en las rocas hizo que sus caninos pegaran un saltó de ansias. Pero como una patada en el estomago el olor fue identificable. Su lord bajo del caballo aún en movimiento mientras se acercaba demasiado a la pareja aún en el suelo.
— ¡Muchacha estúpida! Pudiste quebrarte el pescuezo...
La muchacha, de un cabello rubio platinado liso y largo que le rebasaba la cintura digno de un ángel tenía la mano sobre el pectoral de cuero del licano instando a que se quedara recostado.
Cuando aquellos ojos azules medianoche pegaron con los de él detrás de la mascara emplumada, se erizó por el peligro, y como una sombra alcanzo a mover a su Lord cuando la daga casi le corta la garganta.
— ¡Maldita sea!
La licana estaba en pie, en posición de ataque. Con dos dagas gemelas, dignas del más diestro de los herreros. A su espalda la muchacha que veía con ojos dorados nebulosos y asustados lo que sucedía.
Soltó algo en alguna lengua siseante. Que la chiquilla entendió en el momento. El caballo que solo había tropezado pero que no se había lastimado estaba detrás de ella moviéndose nerviosamente al sentir a dos predadores tan cerca.
La muchacha como un rayo se subió al corcel, mientras su lord sacaba su espada con un bramido.
— ¡No!- gritó Witkim a la muchacha que salió veloz en el caballo. La daga chocó contra la espada cuando esta volvió a atacar.
— Milord- lo movió hacía atrás. Tomando su lugar frente a la licana.- este es mío.- siseó mientras su piel se erizaba y sus colmillos se exponían.
— Taillo...
— Ve detrás de ella- siseó arqueándose. Los ojos de la licana fueron al corcel, dispuesta atacar al animal para que su lord no pudiera moverse.
Una estrategia barata que acarreo el primer golpe de su parte. No había espadas, ni dagas. A él le gustaba cazar a manos descubiertas. Sus dedos golpearon su brazo, lo que esta soltó un siseo. Sus manos, dos garras pequeñas pero mortíferas se movieron a las dagas. Su lord se demoró solo un segundo más para apreciar sus movimientos antes de ponerse en persecución.
La licana se lanzó una vez más en pos del caballo de su lord que a paso raudo y veloz en búsqueda de su prometida se interno en el bosque. Él se atravesó, viendo por un segundo, aquella lujosa sangre que desprendía las heridas de la espalda.
— Mis tierras- siseó él observándola. Esta se envaró y soltó un gruñido estrechando los ojos.
— Dejadme pasar, strix- le gruño. La voz sonaba gruesa, asexuada. La mascara hacía aquello.
— Mis tierras corrompidas por un sucio chucho.
— Sanguijuela. Me molestas. Te matare y luego a aquel que llamas amo.
— Me gustaría ver aquello, pequeño perro...
Sus dagas eran fluidas, y debía decir que tuvo uno que otro problema para esquivar. Era maestra en esto, no era solo un chucho entrenado por humanos. Esto era su especialidad. Se movía con presteza, empujándose con piernas poderosas, gruñendo y siseando cuando él lograba darle uno que otro golpe que desestabilizaba sus movimientos. Sus dagas ya habían chocado contra sus cotas de malla salvándolos de varios cortes precisos. Todos iban hacía sus venas, dispuestos a matarlo quitándole sus fuerzas. Lo que le pasaba a ella. El suelo de aquel claro estaba salpicado por sus heridas, y las fuerzas se iban decayendo.
Debilitada. La quería débil para tumbarla y darse el festín que merecía por el desagrado que una licana en varios años entrara a sus tierras.
Cuando esta le dio una certera patada y su daga rompió la malla de su hombro, el frió del acero le hizo sisear mientras le agarra la mano a esta y se la doblaba. Para no quebrarse la mano, la licana dio un giro en el aire y cayendo de espaldas soltó un alarido mientras sus ojos se perdían en el firmamento por el dolor. Él se quitó la daga y la lanzó contra un árbol.
Un segundo después estaba a ahorcajas sobre esta. Sus rodillas haciendo presión en sus muñecas contra el suelo. Viéndose victorioso mientras la sangre caía por su codo.
— Suéltame- jadeo volviendo un poco en si mientras comenzaba a moverse de un lado a otro.- suéltame maldita sanguijuela.- Él atenazo su mano en su garganta, callándola, se sintió de pronto muy sediento mientras veía la vena palpitar con dolorosa rapidez.
Esta se movió furiosamente. Sus ojos tormentosos de aquel azul le miraban con odio. No más del odio que él sentía por ella.
Apretó el cuello dispuesto a ahogarla hasta el desmayo para beber tranquilo. Cuando un sentimiento de curiosidad le invadió al notar ciertas sombras en las esquinas de sus furibundos ojos. Con la otra mano que detenía el sangrado de su herida le arranco la mascara para ver que era lo que ocultaba tan fieramente. Le costó un poco ya que esta volvió a retorcerse con energía. Enterró las uñas en su cuello dispuesto a debilitarla hasta el ahogo.
Al quitarle la mascara, se le heló el cuerpo por completo.
Habían grabado en runas en sus sienes, bajando por sus ojos hasta perderse en el montículo levemente alzado de su barbilla. Runas antiguas y las reconocía.
Era una interfector. Un pueblo maldito de humano convertido en licanos hacía cientos de años atrás que habían sido condenados por un licano purix el día en que los mismos aldeanos habían matado a su pareja. Vivían en una isla al otro lado del mar, pero todos reconocían las ruinas que se habían grabado en sus rostros cuando habían comenzado a desempeñarse como corsarios y asesinos a sueldo.
— Interfector- susurró logrando que esta le mirara con aquellos ojos azules almendrados perdiendo la fuerza de movimiento de golpe. Él saboreo su rostro contraído por el miedo y la estupefacción.
— Cursor- su respuesta con una sonrisa formándose en su rostro rojo por la falta de oxigeno le puso los pelos de punta.
— ¿Cómo te atreves?- pregunto en un gruñido furioso mostrando sus colmillos dispuestos a terminar con esto.
Mas no logró demasiado. La licana enterró los pies el suelo levantando las rodillas, y con una fuerza gloriosa levanto su cadera hacía arriba golpeándolo y levantándolo lo suficiente para que liberar una de sus manos, que dio de lleno en su mejilla jalándolo hacía un lado y liberándose de su peso.
La vio agotada. Por el oxigeno que llenaba sus pulmones contraídos, y la sangre pedida. Su postura era baja con una mano en el suelo dispuesto a atacarle desde allí. La postura de él era muy parecida. Solo un poco más y se desmayaría por la perdida de sangre y el esfuerzo.
— Ya no te quedan fuerzas, chucho- rió encantando.
— No sabes con quien hablas...
La daga atravesó como un relámpago blanco cortando el aire, su mano alcanzo atraparle antes de que se inyectara en su yugular, pero el filo era quemante. Veneno... para humanos.
Un suave piar, un leve e insignificante ruido de aves le alerto. Observó el cielo encapotado sobre él y vio el claro, el crepúsculo.
— Corre, corre a refugiarte, pequeño murciélago- se rió la licana con la voz ronca por su constante apretar, sacando otras dos dagas- o mejor aún, quédate y acabemos con esto.
En aquel momento se sintieron los cascos de caballo. En el silencio de ambos, sin quitarle la mirada de encima, vio a su Lord saliendo de la nada, con un rasguño en la mejilla y enfuruñado. Solo ese segundo para que la licana se perdiera en la espesura del bosque, podía haberla perseguido, pero estaba a punto de morir frito por la luz del sol
— Taillo, muévete- ordenó su buen amigo teniéndole una mano para subirse al caballo.
— ¿Cómo te ha ido?- preguntó observando que el hombre se sujetaba las costillas.
Solo un gruñido recibió de su parte.
Al parecer ninguno de los dos había logrado dar pesca a su caza.
Las puertas se abrieron de golpe mientras los vigilantes avisaban de su llegada, varios hombres se acercaron al verla cojear, muchos de ellos de sus tropas. Algunos malheridos, otro sonriendo al verle llegar. Pero fue un grito salido desde la entrada la que llamo su atención.
"Gracias a los Dioses" pensó mientras el remolino de seda roja llegaba a su lado y besaba sus manos.
— Gracias, gracias, gracias. Tuve tanto miedo. Tanto...
— Lo siento- pidió mientras a su lady Asha le temblaba una mano, sus ojos dorados nublados por las lagrimas.
— No por mí, tonto. Por ti- el caballero, Lord Kitha le tomo de un brazo para pasarlo por sus hombros, apoyándole como haría con cualquier aliado. Gracias a Dios había logrado pescar su mascara.- llevadlo a mí recamara.- le ordenó su señora. Ella casi se atraganta.
— Lady Asha- hablo el caballero de unos cuarenta años sorprendido. Obviamente, todos y cada uno de sus amigos y enemigos creían que él de hecho era un hombre.
— Yo lo atenderé.
— Haced lo que pide mi invitada Lord Kitha. Y enviad por la curandera.
— Sí, mis ladys.
La que hablo fue la señora del hogar. Una mujer en sus treinta años, apenas si embarazada con un tocado digno de su porte. Tenía los ojos negros y el cabello trenzado hasta la cintura. Su semblante era de preocupación, pero con un porte digno de una reina.
— Milady D'vanchi- susurró haciendo apenas una reverencia. Sintió las puñaladas en la espalda por el movimiento y entrechoco los dientes para no gemir tan alto- lamento la llegada tan descortés. Fue una decisión mía el haber caído aquí de pronto.
— Una decisión sabia, mi lord. No os preocupéis me alegra que hubieran podido llegar luego de que aquellos bárbaros os atacaran en el camino. Que vergüenza, que desfachatez. Pero veo que como siempre, siendo tan pocos lograron con sus maestros planes salvarse.
— Hemos hecho lo que podíamos. Mis hombres siguen siendo los mejores- sonriendo detrás de la máscara. Orgullosa de que estos en mayoría pudieran haberse salvado matando en cantidad a los mismo que habían atacado. Que eran el doble.
En aquel momento le temblaron las piernas y lord Kitha dio órdenes rápidas mientras lo llevaban a un cuarto bien iluminado.
Maldito vampiro. Maldita sea, ahora más que nunca tendría que tener cuidado.
Observó su mano mientras la herida apenas se cerraba, obviamente no debería de haberlo hecho si el hubiera sido un simple humano. Pero el veneno de la daga había obviamente retrasado sus propios poderes de curación. Su brazo, del cual la herida había sido mucho mayor, aun se encontraba roja y adolorida.
— Se extiende un rumor enorme en los patios, al saber que mi mejor hombre fue herido, pero...- Witkim le miro con los ojos verdes intensos, una leve barba y el cabello castaño oscuro corto liso y desarreglado le daba a su apariencia una cosa salvaje.- aun algunos hablan que se sienten aún estremecidos al ver frente a sus ojos al capitán de la familia Sions.
— Aquel capitán es en realidad un licántropo.
El rostro de Witkim se puso blanco de golpe, y él sonrió burlón.
— Como crees que me hizo esto.- apuntando con su mano herida el hombro- Como crees que estuvo vivo cuando llegaste a por mí.
— ¿Un licano?¿En estas tierras?
— Y aliado de tu prometida, milord.- comentó burlón.
— Silencio.- soltó el hombre de golpe, llevándose una mano a la cabeza como si le doliera tremendamente.
— Mujer. Dios, la tenia en mis manos, a punto estuve de traerla conmigo al darle encerrona, ¿Pero sabes lo que hizo?, me golpeo con un palo en las costillas y me araño la cara cuando volví atraparla. Una mujer me ha dejado varado. Una pequeña mujer. Dios me siento tremendamente débil.
Él no dijo nada sobre el sexo de la licántropa. Se enfurruño. Poco faltaba para que se desarmara de humillación, una mujer, una licántropa. ¿Qué podía ser peor? Además del hecho de que era una interfector una asesina a sueldo.
La familia Sions vivía a dos días de viaje a caballo hacía el norte. Demasiado lejos para enterarse personalmente de la presencia de un licano. Conocía, por sus hombres y por los forasteros que Lord Sion tenía a uno de los mejores guerreros en sus filas, que le daba a sus hombres entrenamientos dignos de caballeros y que por lo que apreció en la batalla pasada, no eran rumores. Habían perdido varios hombres, tal vez los mismo que la familia Sions, pero ellos habían duplicado sus hombres. Era sin duda, entrenados estrictamente.
— Así que un licano- susurró el hombre llevándose una mano a la barbilla pasando sus momentos de humillante debilidad- ¿Quieres que te consiga algo de plata?
— No. Ya veré como vérmelas con el de nuevo. Ahora lo importante es ver que haremos contigo.- sonrió y miro la elegante pero convertida en salvaje facciones del humano.- ¿Qué tal un viaje a la capital? Allí encontraras suficientes casaderas para hacer un harem. ¿Qué te parece?- como si mil años le hubieran caído encima, el hombre le miró asesinamente.
— La quiero a ella.
— Tanto es la obsesión- susurró molesto.
— ¡No lo es!. Solo... solo es el canje que deseo por todo el dinero, hombres y el tiempo que perdí. Solo eso.
Él no le creyó, no había manera en esta vida, que Lord Witkim, el lord de las tierras salvajes del oeste pudiera a él, mentirle.
Mordió la tela mientras sus dientes crujían por la fuerza, cerró los ojos y apretó las manos en la barandilla de la cama. El dolor era tremendo. No solo porque se había hecho cortes profundo y había perdido gran cantidad de sangre, si no porque las pequeñas rocas y espinas se habían incrustado en el músculo cual mantequilla. Las heridas durante la mañana se habían ido cerrando y su milady había tenido que volver a abrirlas para limpiarlas sin que estas le provocaran una infección.
Respiro profundo cuando la joven le aplicó la sustancia fría y agradable que le calmaba.
— Realmente, realmente como pudieron- susurró la mujer en su espalda terminando de coser una de las heridas más grandes.- ese... ese ¡Bruto! ¿Con que derecho? ¿Con que cara viene a reclamar algo?... debería estar feliz de haberse desecho de mi, ¿No? No es que yo era una molestia andante que solo le entregaría frustraciones. Mi padre le devolvió el favor, ¿Por qué viene ahora a molestar? Como si no tuviéramos ya más problemas con los que lidiar.
— No te sulfures- le recomendó ella apretando su mano al revés como estaba.
— ¡Mira como te haz quedado!- la chica se quedo en silencio y ella sabía lo que pensaba- nunca imagine. Dios- la escucho soltar una oración en un murmullo- os imagináis como hubiera sido si realmente me hubiera casado con él. Nos habríamos encontrado con uno... con uno de...- su pulsó se aceleró.
— No necesitas recordarlo. – "Ni ella tampoco"- de día estamos a salvo.- la mujer mucho menor que ella pero con una cosa maternal tan profunda, le puso una mano en el pelo corto negro y se lo acarició. Ella se amodorró un poco.
— Cuando nos vayamos de aquí...- susurró con nostalgia. Ella envió un respingo y se giro para verla. Se quito la mascara simplemente para hacerle ver aun más su desconcierto.
— No podremos... no así tan simple.
— Claro que si- chilló más acelerada que nunca, y ella se molestó por haberla alterado.- no, no me quedare aquí... ni mucho, ni mucho menos...- sus ojos, aquellos ojos tan bellos como el oro bruñido se llenaron de temor.
— Tendrá que ser encamino, milady. De día no podríamos y de noche...
— Claro que si. Solo, solo tenemos que estar bien seguras. No me abandones ahora.- ella miró aquellos ojos angelicales y asintió atontada.- mi hermano seguramente enviará más hombres cuando se entere del ataque. No podremos hacerlo de camino y solo son cinco días desde aquí.
— Yo lo planeare.- susurró ya completamente colapsada.
— Descansa. Mi caballero favorito- dándole un rápido beso en la mejilla, le ayudo a posar la mascara mientras ella era invadida por la oscuridad- y gracias...
Continuara….
Cap de prueba, depende como le vaya voy subiendo :D
