Bien, un nuevo intento de fic está ante su nariz...

Advierto que ni los personajes ni la canción me pertenecen, sino que a JK Rowling y a Rata Blanca respectivamente.

Eh aquí la historia...

LA LEYENDA DEL HADA Y EL MAGO

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Cuenta la historia que un mago

Un día en su bosque encantado lloró

Porque a pesar de su magia

No había podido encontrar el amor

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Estaba solo.

Él lo sabía.

No es que no tuviera amigos, de echo tenía muchos y apreciaba realmente su amistad.

Pero eso no impedía que se sintiera solo.

Ya era un Mago poderoso, tenía dinero y muchos aliados. No tenía por qué sentirse mal.

Si bien, la situación actual no era de felicidad y armonía en el mundo, ya estaba casi acostumbrado a ello. Con Lord Voldemort a la espera de un momento adecuado para poder hacer su mayor ataque, no podía esperarse menos.

Su destino era derrotarlo, y tenía que concentrarse en ello.

Pero le estaba resultando muy difícil últimamente.

Se había alejado del castillo, quería pasar unos días sólo en el bosque. Ese lugar oscuro y tenebroso era casi su hogar ya.

Luego de la muerte de Sirius, pasó mucho tiempo entrenando allí.

Vaya... La muerte de su Padrino... Parecía que hubieran pasado siglos desde su muerte. Hacía bastante ya que había decidido no pensar más en ello. Seguía culpándose a sí mismo constantemente y eso no lo dejaba concentrarse y seguir adelante, así que se obligó a olvidarlo.

Caminando entre los árboles se sentía más sereno. Más libre. Más solo.

Todos tenían una pareja ya... Ron, Ginny, incluso el idiota de Malfoy. Algunos incluso se habían casado.

Pero no él. Y no porque disfrutara de su soltería. Simplemente estaba muy encerrado en sí mismo como para fijarse en alguien más. Sus problemas iban en aumento a medida que pasaban los años y no tenía tiempo ni ganas de que alguien estuviera atado a él. Sabía cual sería el destino de aquella persona: La Muerte.

Muchos de sus amigos estaban en constante peligro sólo por estar con él.

Su Padrino murió en la lucha.

Algunos de sus profesores se encontraban ahora en el Hospital San Mungo...

Incluso el mismo Ron (su mejor amigo y el más cercano) había sido víctima de varios atentados por su culpa. Por suerte, él siempre se las había ingeniado para salir airoso de esas situaciones (es decir, nada que la magia no pudiera curar).

Su responsabilidad sobre la vida de sus amigos y seres más queridos, pesaba fuertemente en su espalda...

No era momento de buscar un amor.

Y sin embargo...

Tan solo si la persona adecuada se hubiera cruzado en su camino... Si ella se hubiera lanzado a sus brazos...¿Habría tenido la fuerza de alejarla de si? ¿Hubiera podido él alejarse?

La soledad es muy sombría. Es una fuerza poderosa que embriaga tus sentidos y te lleva a perder la razón... Y para colmo de males, sólo se cura con amor: una fuerza poderosa que también embriaga tus sentidos y te hace perder la razón... La solución, es casi igual al problema. Pero el amor, al contrario de la soledad, no es sombrío sino que es cálido y alegre.

O por lo menos, eso era lo que él suponía.

Cada vez se internaba más en el bosque... Alguna ramas rasgaban su túnica, nada que no pudiera arreglar con magia luego.

Escuchaba como algunas criaturas mágicas se acercaban a verlo pasar. No le harían daño, ya lo conocían... ¿Cuántas veces se había internado en el bosque ya? Nunca llevó la cuenta, pero seguro que más de cien.

Pero no tenía ganas de encontrarse con nadie, o nada, así que sólo siguió su camino a través de la oscuridad.

Su mano sostenía firmemente su varita. Apuntaba con un lumos hacia el suelo. Era noche cerrada y no tenía ganas de tropezar.

Sus cabellos negros se enredaron con algunas telarañas, pero ni siquiera intentó sacárselas.

Quería llegar a su claro inmediatamente, una vez allí podría descansar.

No tardó demasiado en encontrarlo. Había recorrido ese camino tantas veces...

Había encontrado el claro en el bosque un par de años atrás, y desde ese entonces, le había parecido un lugar lleno de magia. Siempre a pesar de ser de noche o de día, invierno o verano, tenía varias flores abiertas a la luz (proporcionada por el sol o la luna). Flores que no había visto nunca en ningún otro lugar que no fueran pesados libros de herbología avanzada. Y la verdad que estos no hacían honor a su belleza.

Estaba rodeado por árboles enormes, que parecían proteger el claro de extraños invasores, pero que permitían que la luna bañara todo el lugar con su claridad. En el piso había dos enormes troncos tirados que servían de asientos, y para finalizar, estaba alfombrado de un musgo verde un poco húmedo pero muy suave al tacto.

Harry volvió a contemplarlo un pequeño lapso de tiempo, asegurándose de que todo estuviera como él lo había dejado. Luego se acercó a uno de los troncos, mientras deshacía el conjuro de su varita.

Se sentó cómodamente y su túnica se esparció sobre el musgo.

Revolvió sus cabellos con su mano distraídamente, topándose con algunas telarañas, mientras observaba la luna.

Lo sentía por su querido profesor Lupin, pero él adoraba la luna.

Su extraño brillo lo atraía y le generaba extraños pensamientos... A su vez, lo calmaba como cuando un niño se estrecha entre los brazos de su madre luego de mucho tiempo de no verla.

Le recordaba a sus padres, si.

Siempre los recordaba cuando contemplaba la luna. Por eso creía que ella era su confesora.

Sólo la luna era testigo de su alma. Sólo ella sabía que era lo que él estaba sintiendo y pensando.

Era su amiga.

Y ese claro le dejaba vagar libremente los ojos sobre la superficie de la luna sin interrupciones.

Lo dejaba sentir que a pesar de estar solo, todavía había oportunidad para su persona. Que una vez que acabara con Lord Voldemort podría dejarse encantar por alguna chica cautivadora sin tener que estar pensando todo el tiempo en que podría pasar con ella.

Era horriblemente cierto. Su deber estaba por mucho, antes que sus deseos. Debía acabar con su enemigo y luego podría pensar en él.

Pero es que se sentía tan solo...

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La Luna, su única amiga,

Le daba fuerzas para soportar

Todo el dolor que sentía

Por culpa de su tan larga soledad

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