Aquí ando otra vez traduciendo… esta historia también es de Alicia Blade (psst! Por si no lo han leído, les recomiendo leer la traducción de Luna Versión 4.2). La autora hace muchas referencias a cuentos de hadas (regularmente los de los hermanos Grimm), aunque no es necesario que tengan un conocimiento extenso en el tema. También debo hacerles notar que "La espina de la rosa" es el nombre original en español de "La Bella Durmiente" o "La Princesa durmiente".

Espero que la disfruten! Los reviews serán bien agradecidos, los usare para endulzar mi chocolate caliente :) que tanta falta hace en los días de invierno.

Como siempre me duele decir que yo no soy dueña de Sailor Moon.


La casa en la calle Thornrose: Un cuento de los Grimm

Capítulo 1: El gato con botas

"Escuche," dijo el gato, "no hay necesidad de matarme cuando lo único que obtendrá será un par de guantes con mi pelaje. Mejor mándame a hacer unas botas. Entonces seré capaz de salir, mezclarme con la gente, y ayudarlo antes de que lo note." de El gato con botas


"¡No vas a creer lo que pasó en química!"

Serena cerro su casillero y le echo un vistazo a su mejor amigo, Melvin, desde el rabillo del ojo. Estaba a su lado saltando emocionado una vez con cada pie, casi una pulgada más alto que la pequeña forma de Serena. "¿Explotaste algo?"

Melvin arrugo la nariz. "Por supuesto que no. Química es mi materia número uno."

"Claro," murmuro ella. "Está bien, me rindo. ¿Qué paso en química?"

Empujando sus lentes de botella sobre su nariz, Melvin anuncio con orgullo, "¡Escogimos compañeros de laboratorio!"

Poniendo los ojos en blanco Serena se colocó su mochila sobre el hombro y se recostó sobre la pared de casilleros. "Melvin," le dijo pacientemente, "recuerdas la plática que tuvimos sobre las cosas en que la gente no estaba interesada, como tus lepi— lepid—"

"Lepidópteros."

"¿Colección de lepidópteros? ¿Y el hecho de que estudias cuarenta horas a la semana y tienes un promedio de 4.2? Melvin, a mí me importa todo eso, y estoy feliz de que estés tan emocionado de tu compañero de laboratorio, pero—"

Moviendo las manos frente a ella para que terminara de regañarlo, Melvin dijo abruptamente, "¡Es Darien!"

Las palabras que ella había estado pensando se disiparon a la mención de ese nombre y se dio cuenta que su corazón latía notablemente más rápido. "¿Disculpa?" dijo en un gritito.

Asintiendo orgulloso con una gran sonrisa en su rostro marcado por acné, Melvin continuo, "Te dije que era algo emocionante."

"Melvin, ¿cómo—porque—? ¿Darien Shields?"

"¡Por supuesto! ¿No lo ves Serena? ¡Esto es perfecto! ¿Qué mejor excusa que darle información acerca de ti?"

Poniéndose pálida, Serena rápidamente negó con la cabeza. "Oh no, uh-uh, ¡no harás nada de eso! ¿Me estas escuchando, Melvin Edward Gimmerson?"

Melvin hizo una mueca. "Odio cuando me llamas así."

Arrugando su nariz, Serena puso sus manos sobre sus caderas. "¡Estoy hablando en serio! No quiero que le menciones nada de mi o que le des pistas o cualquier cosa."

"Pero Serena, ¿Por qué no? ¡Solo has estado enamorada de él desde quinto grado! Esta es tu oportunidad perfecta. Ya lo tengo todo resuelto. Primero le diré de lo maravillosa y hermosa que eres—"

"Melvin…"

"¡No, escúchame! ¡Luego, cuando ya esté intrigado, inventare alguna historia sobre tu novio mayor quien juega futbol, es italiano y a quien le ha dado el mal de las vacas, por lo que ahora necesitas una cita para el baile y voila! ¡Te consigo una cita!"

Cerrando sus ojos, Serena golpeo varias veces su casillero con la cabeza, luego suspiro. "Melvin, ¿Qué parte de ese tu enorme cerebro con promedio de 4.2 piensa que esto es una buena idea?"

"Bueno, investigaciones científicas han demostrado que la parte más importante del cerebro—"

"Olvidado. Solo… no. No voy a intentar conquistarlo con un montón de mentiras evidentes, y ciertamente no voy a dejar que tú las digas. Además, eres un terrible mentiroso."

"¿Y eso que tiene que ver? ¿Pasaras toda la vida esperando para que el venga y te rescate en su corcel blanco? Esto no es un cuento de hadas, Serena."

Serena se enfureció. "Eso lo sé."

"Ah, lo siento, Sere. No es eso… me refería… tu sabes, podría pasar. Los cuentos de hadas pueden hacerse realidad. Y si lo pensamos mejor, también las películas de miedo, pero tú sabes…"

"¡Allí esta!" Serena inhalo rápidamente y Melvin no tuvo que voltear a ver para saber que el chico de tercer año, Darien Shields, y el rompe corazones de la Secundaria Crossroads, estaba caminando por el pasillo.

Apretando los labios, Serena intento esconderse entre los casilleros y mantener un ojo sobre él por el tiempo que fuera posible. Por supuesto que realmente no tenía que verlo, ya se había memorizado su estatura, la manera en que sus hombros se movían al caminar, los tonos fríos de sus ojos azules, su cabello revuelto que parecía que siempre estaba desordenado pero lucia sexy sin verse descuidado.

Trago saliva, un poco de su vergüenza llegándole a las mejillas, y lo vio pasar. Él no la notó, y ella estuvo tanto como agradecida como decepcionada. Estaba segura que se hubiera cambiado de escuela si él se enterara que ella siempre lo observaba cuando se encontraba a la vista.

Al final del pasillo Darien se encontró con un grupo de sus amigos y todos salieron al patio, desapareciendo de su vista. Serena finalmente soltó la respiración y el mundo volvió a brillar de vida de nuevo.

"¿Vas a esperar toda tu vida para que él te rescate en su corcel blanco, no es así?" le pregunto Melvin por detrás de ella, mientras que ella se daba un manotazo mental por olvidar que él aún estaba allí.

"Por supuesto que no," le dijo, sin sonar tan segura, y le sonrió ampliamente a Melvin. "En realidad me conformaría con cualquier príncipe. Lo que pasa es que él es el más cercano que he encontrado. Vamos." Enlazando su brazo libre alrededor del brazo de Melvin, se dirigieron a una salida diferente.

"Así que, ¿Cómo lograste convencerlo de que fuera tu compañero de laboratorio?"

"Yo no le dije nada," respondió Melvin, acomodándose de nuevo los lentes. "El me pregunto."

"Quizá quería ser tu compañero para asegurarse de obtener buenas notas," sugirió Serena, haciendo un listado de las razones por las que el popular Darien Shields querría ser compañero de su mejor amigo nerd.

Melvin hizo la cabeza para atrás para observar el cielo lleno de nubes. "Al principio también pensé eso, pero Darien tiene la segunda nota más alta en nuestra clase, después de mi por supuesto, y es el quinto mejor promedio de la escuela."

Serena frunció el ceño. "Melvin, ¿de dónde sacas toda esta información?"

"¿No es conocimiento general?"

"No, no lo es. Además, si alguno de los dos lo va a acosar, ¿no debería ser yo?"

Ignorando la broma, Melvin respondió a la defensiva. "¡No lo estoy acosando!"

"Quizá quiere estar con alguien tan listo como él para que nadie se pueda aprovechar de su inteligencia. Odio cuando tengo que hacer yo todo el trabajo de grupo."

"Honestamente Serena, ¿Cuándo ha pasado eso?"

"¡Hey, ha pasado! Bueno, por lo menos podría pasar. Si alguna vez me emparejaran con alguien tan perezoso como yo."

Burlándose, Melvin se encamino hacia su casa, que se encontraba a tres puertas de la de Serena. "¿Quieres entrar para comer un bocadillo? Mi mama menciono algo sobre ciruelas en la mañana."

"Nooo gracias," dijo Serena, sacando la lengua en signo de repugnancia y se dirigió hacia su casa, pero Melvin gritando su nombre hizo que volviera la atención a él.

"¡Casi se me olvida! Dejaste esto en mi casa ayer." Después de buscar dentro de su mochila, Melvin saco un grueso libro de color azul con letras doradas y resaltadas en la cubierta.

Serena soltó un grito y se lo quito de las manos. "¡Ni siquiera me di cuenta que lo había olvidado!" grito con alegría.

"Probablemente estabas demasiado ocupada pensando en el Señor Shields." Melvin recibió una mirada de furia, pero aun así sonrió ampliamente y pregunto. "Se me olvidaba, ¿Hay algo que quieres que le pregunte mañana? Por lo menos puedo jugar a ser detective, ¿o no?"

Riendo, Serena se metió el libro bajo el brazo y con su mano libre tiro de una de sus idénticas coletas sobre la cabeza. "¡Claro! Pregúntale si prefiere que se le llame 'Príncipe Encantador' o 'Caballero de Armadura brillante'."


Serena observaba mientras que Melvin desaparecía al entrar a su casa, negando con la cabeza. Se dio la vuelta y se dirigió a su propia casa, sus ojos pegados a su hermoso libro. Era su más preciada posesión, un regalo de su abuela para su cumpleaños número seis: una antigua copia de los cuentos de hadas de los hermanos Grimm, publicado en 1857, y aun en buena condición. Por lo menos lo estaba cuando se lo regalaron. En los nueve años que pasaron después de eso, Serena había leído y releído las historias. Ahora, las páginas estaban algo rotas y la mayoría del grabado de oro de la cubierta se había desvanecido. Aun así no le importaba; era el libro más hermoso que hubiera visto.

El lomo del libro, que estaba un poco roto, inmediatamente se abria en la historia de "La espina de la rosa" también conocido como "La bella durmiente", su cuento favorito y el cual se sabe de memoria.

"Erase una vez que vivían un rey y una reina," murmuro enigmáticamente a sí misma, "quienes deseaban un hijo. Luego, un día, la reina dio a luz a una pequeña niña y el reino entero se regocijo. La llamaron Preciosa Rosa…"cambio de página. "Preciosa Rosa toco el huso del hilar y cayó en un profundo sueño. El reino también dormía junto con ella y por cien años soñaron mientras que los espinos crecieron y rodearon el castillo… cuando el príncipe vio a la princesa durmiente, inmediatamente quedo prendado de ella y no pudo evitar besarla con un beso de verdadero amor. Preciosa Rosa abrió los ojos y se enamoró del príncipe que tenía delante… y vivieron felices para siempre."

Con una enorme sonrisa, Serena cerró el libro y lo apretó contra su pecho por un momento. Contenta, lo metió en su bolso, su usual escondite, y se encamino hacia su casa, estirando los brazos sobre la cabeza y bostezando con entusiasmo, la bolsa colgando de sus dedos. "Ah, y ahora solo tengo diecisiete horas más antes de regresar al colegio." Moviendo sus brazos de manera jovial, comenzó a pensar que opciones tenía para una refacción después de clases. Casi al llegar a su casa, pensando en si comer Doritos o galletas Oreos con leche, escucho un maullido en el jardín de enfrente. Deteniéndose, frunció el ceño y se agacho cerca del árbol de maple japonés de su madre, encontrándose con un pequeño gato gris sentado y tranquilo a la par del tronco.

"Hola tú," Serena le dijo al gato, quien parpadeo con sus enormes ojos rojos, sus orejas en posición alerta. "¿Estás perdido?"

Serena podía ver el collar rojo alrededor del cuello de gatito, con una pequeña campanita plateada y un talismán que esperaba tuviera una dirección. Ofreciéndole su mano, llamo la atención del gato con su voz más dulce. Por un tiempo, el gato permaneció sentado con la cola enroscada alrededor de sus patas analizando a Serena con una mirada calmada y estudios. "Bueno, vamos," le dijo Serena con una pizca de agitación. "No te hare daño. Ven conmigo." Finalmente el gato se levantó, se estiro y sosteniendo la cola en alto con orgullo camino tranquilamente hacia Serena sobre sus delicadas patas blancas.

"Bien, tomate todo el tiempo que quieras," murmuro Serena cuando el gato finalmente se acercó lo suficiente para que ella lo tomara en brazos. Instantáneamente el gato comenzó a ronronear y Serena lo sostuvo contra su pecho con una mano— cabía perfectamente en su palma— revisando el talismán plateado con su otra mano. "Ah, Gato con Botas ¿sí?" dijo, leyendo el nombre en la plaquita con una risita. "Siempre quise tener un gato para llamarlo así. ¿Dónde está tu familia de buen gusto?" le dio la vuelta al talismán, emocionada al ver que si había una dirección, pero rápidamente se decepciono. "¿La calle Thornrose? ¡Pero está del otro lado de la ciudad! ¿Cómo llegaste hasta acá?" Gato con Botas la miro con inocencia, antes de pegar su húmeda nariz contra su barbilla como si estuviera pidiéndole que le rascara detrás de las orejas. Serena acepto con un suspiro. "Está bien, pero primero deja que guarde mis cosas, ¿sí?"

Un minuto después, Serena salió de la puerta de su casa con el gato sentado satisfecho en sus brazos, y ella contenta de haberse deshecho del peso de su mochila. Había considerado llamar a Melvin y preguntarle si quería dar el paseo con ella, pero sabía que él estaría estudiando y no quería distraerlo.

Era una caminata de cuarenta y cinco minutos y Serena estaba agradecida por el clima nublado de septiembre, notando que el cielo era del mismo color que el pelaje del gatito, además de que no había señales de que llovería. Esperaba que aun fuera de día cuando viniera de regreso a su casa.

Finalmente, Serena encontró la calle Thornrose, una calle que alguna vez había sido hermosa y llena de gente. Ahora había caído en deterioro—aunque no lo suficiente como para preocuparse, pero si para que Serena se sintiera nerviosa al estar contando los números de las casas. El gatito parecía ponerse nervioso mientras que caminaban, maullando en los oídos de Serena y tocándole el pelo. "Casi llegamos a casa," dijo Serena, finalmente encontrando el número de casa que coincidía con la dirección en el collar del gato. Se encogió del miedo; la casa lucia más como una choza.

El jardín estaba rodeado de una valla baja de madera, a la cual le faltaban algunas tablas y parecía que lentamente estaba siendo destrozada por los arbustos de moras. Donde alguna vez había habido grama, ahora crecían dientes de león. Musgo cubría el techo y la alcantarilla junto con piso estaban cubiertos de manzanas comidas por gusanos provenientes del único árbol que había. Bajó la mirada hacia los ojos redondos del gato, ojos rojos, y sintió un poco de culpa. "No puedo culparte por intentar huir." Le dijo, rascando una vez más a Botas. "Pero quizá espera a que estés un poco más grande ¿está bien? El mundo es un lugar enorme y aterrador. Nunca sabes cuándo te encontraras con un ogro."

Suspirando, se encamino hacia la entrada, pateando algunas de las manzanas en el camino. Antes de tocar la puerta, Serena reviso el pequeño buzón pegado a la pared, esperando que quizá se hubiere equivocado de casa y Botas realmente pertenecía a una casa hermosa de color amarillo con persianas blancas a unas calles de allí. Sin embargo respiro con dificultad cuando leyó el letrero pintado sobre el buzón, no por los números (que aun coincidían con lo que decía su collar), pero por el nombre que estaba escrito.

"¿Grimm, J.?" susurro para sí, bajando la vista hacia Gato con Botas, quien parecía verla con un brillo travieso en sus ojos. "Que genial. Supongo que tu nombre viene de algo más que tus piecitos blancos," murmuro Serena, lentamente llamando a la puerta.

Podía escuchar crujidos provenientes de pasos que se dirigían a la puerta. Escucho el ruido sordo del cerrojo y luego la puerta se abrió unas cuantas pulgadas, una cadena dorada pegada al marco de la puerta que prevenía que se abriera más. Un hombre anciano casi tan alto como Serena se encontraba parado al otro lado, viéndola con sus ojos marrones, casi negros, uno de los cuales tenía un solo lente grueso, agrandando el ojo que la observaba.

Botas maulló una vez y comenzó a ronronear fuertemente, acariciando el cuello de Serena.

"Erm, hola. Creo…" dijo Serena con duda, "encontré este gato y…"

El hombre expreso su indignación y cerró la puerta. Serena podía escuchar como quitaba la cadena de la puerta antes de que esta se abriera y el hombre se hiciera a un lado, haciendo un gesto con su brazo, que parecía ser más de hábito que de bienvenida.

"Supongo que querrás entrar para tomar un poco de té."

"Um, no, está bien, en serio," Serena dijo amablemente, y aun así sus pies la llevaron hacia dentro de la habitación. "Solo quería regresar al gato y regresar a casa. Antes de que oscurezca," añadió rápidamente, dando un brinco cuando la puerta se cerró bruscamente detrás de ella y el hombre se movía ajetreado cerca del horno antiguo que había en una esquina. Limpio el desorden y lleno una tetera de cobre con agua de un chorro que también se miraba sucio, colocándolo sobre la hornilla.

Moviéndose incomoda sobre sus pies, Serena coloco a Botas sobre la alfombra. El gato maulló y levanto la vista hacia ella, asintiendo levemente como en agradecimiento, un gesto que parecía tan extrañamente humano que le dio a Serena piel de gallina. Se tomó un momento para mirar la habitación. Parecía ocupar casi toda la casa, y solo una puerta llevaba a otra habitación, la cual asumió era el dormitorio. Los muebles eran escasos, solo un par de libreras casi vacías y un escritorio que tenía algunos libros en pilas tan enormes que alguna vez llenaron las libreras vacías. Una alfombra redonda cubría la mayoría del piso de madera, luciendo tan sucia como si nunca hubiera sido aspirada, y tan destrozada que se imaginaba a Botas usándolo para limarse las uñas. No había fotos en las paredes o cortinas en las ventanas, y tampoco había una mesa o sillas, excepto la que estaba cerca del escritorio. Se imaginó que el viejo comía junto con sus libros.

Luego el hombre comenzó a hablar y ella se sobresaltó nerviosa.

"Siempre está trayendo a jovencitas idealistas como tú, ¿sabes? Piensa que está ayudando."

Apretando los labios, Serena dio un paso hacia la puerta y puso sus manos detrás de la espalda. "Gracias por su hospitalidad, pero creo que…"

El hombre suspiro ignorándola, y rebusco en una caja de zapatos lleno de pequeños paquetes. Serena supuso que eran bolsas de té. "Es que desde que regresamos, parece que está muy solo. Ofrecí regresarlo a casa, pero siente que tiene alguna clase de obligación hacia mí. Siempre intentando encontrar un guardián mas, una princesa más, un hechicero más." Se detuvo y levanto la vista, ajustando su monóculo mientras que le echaba otro vistazo. "Parece que no logra entender que no hay princesas o príncipes o magos o guardianes por allí. Ya no hay mucho afuera."

Botas maulló y Serena se sorprendió de verlo justo a la par de ella, viéndola con esos enormes ojos rojos. Se encontró sintiendo simpatía por el viejito todo solo con sus libros y su gato, pero se deshizo del sentimiento, creyendo que los ermitaños prefieran eso.

Era un hombre algo apuesto, en realidad, y parecía mucho más limpio que el lugar en donde vivía. Vestía pantalones de tweed color café (que probablemente nunca habían conocido una plancha) enganchados a unos tirantes con toques dorados, y una camisa blanca abotonada hasta el cuello. Serena se preguntó momentáneamente si tenía nietos, o siquiera hijos. Recordando el nombre en el buzón, se preguntó si alguna vez le había leído cuentos de hadas.

La tetera silbo y el hombre se apresuró para dejar caer el agua hirviendo en dos tazas de porcelana. Tenía la cabeza algo calva, noto Serena, y su monóculo colgaba de su collar, listo para ser usado a conveniencia. Cuando le ofreció una taza, ella la tomó pero no bebió nada.

"Gracias, pero realmente debería irme ya."

El hombre sostenía el monóculo, observándola de nuevo, casi con sospecha.

"Sin embargo hay algo sobre esta," murmuro, luego frunció el ceño y hablo un poco más fuerte. "¿No sabes porque te trajo hasta acá, o si?"

"¿Gato con Botas?" chillo Serena. "En realidad fui yo el que lo trajo—"

"¿Alguna vez te has imaginado lo que sería estar en un cuento de hadas?"

Serena pestañeo, sus manos sudaban. Lamiéndose un poco los labios, asintió con la cabeza algo nerviosa. "Cada día de mi vida," murmuro diciendo la verdad.

El hombre sonrió y se dio la vuelta, al parecer regresando a su amigable conducta. "Si," dijo. "Yo también." Soltando una risita, cojeo hacia su silla y se dejó caer en ella, pareciendo tener casi cien años en la oscura habitación. "Pero una vez si lo estuve. Un gran cuento. Un mundo lleno de grandes cuentos." Serena lo observaba mientras que sus oscuros ojos se dirigían a la ventana pelona, mirando algo lejano. Estaba en trance y ella no sabía si romper el hechizo que había caído sobre el tan repentinamente, aunque las sombras en la habitación le decían que ya debería de estar de camino a casa. Puso su taza de té sobre una librera vacía. "Todo estaba lleno de color, de vida y de canciones. Cada damisela era hermosa. Cada caballero era valiente. Hay días en que daría lo que fuera para regresar, sabes. Pero no puede ser." Regresos sus ojos a Serena, sorprendiéndola un poco; pensó que se había olvidado que ella estaba allí. "Veras, tuve que irme para proteger las historias. Era la única manera. Si llegara a regresar, todos estarían en peligro, y luego… no habría mas cuentos." Su voz se fue apagando, dejando a Serena moverse con incomodidad.

"Señor, se está haciendo tarde, necesito regresar a casa. Mi mama estará preocupada."

El afirmo con la cabeza, sus labios curvándose, pero sus palabras no parecían estar interesados en su educada suplica. "Me gustaría mucho saber qué es lo que está pasando en ese mundo. Quizá… ¿quizá tú puedes ir en vez mía? ¿Y luego regresar y contarme todo? Solo… para saber, una vez más. Te escribiré una historia, si quieres."

Serena quería decirle que no tenía idea de lo que estaba hablando. Quería decirle que estaba loco. Quería preguntarle si ella podría ayudarlo a encontrar sus medicamentos. Pero simplemente sonrió lo más amablemente que pudo, recordando como su madre siempre le había enseñado ser amable con los ancianos, y escucharlos porque ellos tenían mucho más que contar que los demás.

Estaba comenzando a pensar que este señor no tenía nada interesante que decir, pero tampoco dijo eso, ni siquiera en su mente.

"Claro," dijo ella finalmente. "Pero otro día ¿está bien? Cuando no sea tan tarde." Ella no estaba segura de regresar a esa pequeña cabaña, aun cuando estaba diciendo que lo haría. Se imaginó que el hombre la olvidaría mañana en la mañana. Sintió a Botas ronroneando contra su pierna y se preguntó si el gato también la olvidaría.

El hombre rio suavemente y levanto su monóculo una última vez. "Estas familiarizada con todos los cuentos de hadas, supongo. Botas solo trae a la casa a chicas que se saben todo sobre los cuentos. O quizá…" hizo una pausa y se inclinó hacia ella, apretando los ojos en especulación. "Quizá tu eres la elegida después de todo… ¿ya han pasado dieciséis años?"

"Tengo que irme," susurro Serena, su corazón comenzaba a latir fuertemente.

"Si, ve niña. Eres una buena chica. Estarás bien. No te vayas por mucho tiempo ¿está bien? No te vayas por mucho tiempo."

Asintiendo con un suspiro de alivio que la hizo sentir un poco avergonzada, Serena acerco la mano a la manija de la puerta. Casi sintió que debía hacer una reverencia al hombre antes de irse, o decirle algo para prometer que regresaría, o aunque sea decirle adiós decentemente, pero estaba demasiado agradecida de escapar de su presencia. Estaba tan agradecida que dejo la casa demasiado rápido, de manera ruda, abriendo la puerta y respirando aire hondamente dejando que se somatara detrás de ella mientras que un sentimiento extraño la llenó.

El sentimiento de estar en una montaña rusa encima de una colina y sentir tú estomago en la garganta.

Grito y dio un paso atrás hacia la puerta, colocando su brazo sobre sus ojos pues una brillante luz los invadía. Esperaba que desapareciera, como un rayo o la luz de un foco, pero la luz no desapareció.

Apretando los ojos, Serena quito su brazo.

Estaba soleado.

Era un día soleado de verano.

Pero eso no fue lo que hizo que Serena temblara de repente.

Ya no estaba en la calle Thornrose.

Ni siquiera estaba en una ciudad. O pueblo.

El jardín lleno de dientes de león y rodeado de la baranda de madera podrida había desaparecido. Solo el porche parecía no haber cambiado. Ahora, extendiéndose en todas las direcciones en que mirara, había granjas llenas de espigas doradas que crecían más altos que ella.

Parecía como trigo, aunque ella solo lo había visto en una foto o en la caja del cereal. El cielo sobre ella era de color azul pálido, sin una nube a la vista y el sol sobre ella señalando que era el medio día. El azul era el único color que Serena parecía ver además de los campos dorados. La tierra era plana y estaba desierta, con solo los altos tallos dorados decorando el paisaje.

Serena trago saliva, su corazón latía fuertemente contra su pecho y comenzaba a sudar por la frente.

Alzando la mano hacia la puerta de manera, busco la manija, cerró los ojos y le dio vuelta.

Pero el picaporte de la puerta no se movió. La puerta estaba con llave.