Notas Aclaratorias: Esta historia fue escrita por mi querida amiga Hotaru no Hikaru, quien tiempo atrás dejó el fandom pero que de vez en cuando nos hace regalitos y nos los manda para que lo publiquemos en nuestra cuenta. Hoy por este medio le agradezco que se haya tomado la molestia de escribir tan bella historia de época victoriana que me es fascinante y que sobre todo haya utilizado de pareja protagónica a Lita y Andrew, que como muchos saben, ella es mi favorita y el mi amor platónico. Increíble historia querida amiga y de nuevo muchas gracias…
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Los personajes de Sailor Moon pertenecen a Naoko Takeuchi. Universo alterno-One Shot.
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ROSAS EN EL MAR
Por
Hotaru no Hikaru
Un presente para mi querida amiga. Más vale tarde que nunca.
Feliz cumpleaños mademoisellerousseau.
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El hermoso ser alado, es el último vestigio de la opulencia de nuestra familia. Su pétrea y a la vez benévola mirada me reconforta. El cielo carecía de nubes, dejando ver en todo su esplendor un majestuoso tono azul; llevándome a pensar que no estoy tan lejos de ustedes: mis amados padres.
El motivo de mi visita tiene que ver con una decisión que va a cambiar el curso de la vida, a la que he estado acostumbrada. Pese a la incertidumbre de lo que me depara el camino que estoy eligiendo, no tengo miedo al contrario estoy llena de nuevos bríos. Pero no puedo mentirles no sé cuándo volveré a visitarlos. Siento remordimiento al pensar que con el tiempo sus sepulcros se verán abandonados y que las fragantes flores se marchitaran y nadie que no sea yo; va a cambiarlas. Pero les prometo que en la primera oportunidad que tenga volveré a su lado.
Un familiar sonido me recordó que tenía que partir a la estación del tren y vi el reloj de bolsillo que había pertenecido a mi padre. Tome la pequeña valija que contenía lo más indispensable y mis más preciadas posesiones. Di media vuelta y con paso firme me dirigí a la reja de acero del campo santo y vi por última vez hacia la enigmática estatua del ángel que parecía estar rezando y pidiendo por mi felicidad.
Había llegado a tiempo para abordar el vagón del tren, el cual después de dos minutos ya se estaba poniendo en marcha para partir de la estación. Ya sentada vi por la ventanilla una gran multitud de personas despidiéndose, algunas jóvenes lloraban por la partida de sus amados y otras mujeres lloraban por la partida de sus queridos hijos. Por un momento me imagine las diversas historias de las personas que se encontraban en los vagones y en los motivos por los cuales partían de su hogar; como yo.
–Señorita, su boleto por favor –la afable voz del hombre; me saco de mis ensoñaciones y se lo entregue.
–Aquí tiene, y que tenga un buen viaje –me lo regreso y se fue en dirección al siguiente vagón.
–Gracias…
El ocaso impregnaba a los paisajes un aura enigmática, y aún que la noche se acercaba yo no sentía el más mínimo cansancio. Pasaron las horas y no podía dejar de ver por la ventanilla, como me alejaba de mi hogar y me acercaba a mi destino.
Finalmente habíamos llegado, me incorpore del asiento anqué mis piernas estaban un poco entumecidas. Tome mi valija y baje del vagón. Salí de la estación y no me sorprendió que la niebla inundara las calles de la ciudad, ya que aún era de madrugada. De repente escuche la cabalgata de unos caballos sobre el húmedo suelo. Y agradecí que el carruaje viniese vacío. El hombre bajo rápidamente y me ayudo a subir.
–Señor buenos días, por favor lléveme a esta dirección –le entregue el papel al cochero.
Debido a la oscuridad no podía ver con claridad los imponentes edificios.
–Señorita hemos llegado… –detuvo el carruaje enfrente de una tienda.
–Gracias –le sonreí y le pague.
Vi como el carruaje se perdía entre la niebla, a mi alrededor no había rastro de persona alguna. Espere con paciencia a que alguien acudiera a mi encuentro.
Los primeros rayos del sol disiparon la espesa niebla. A lo lejos puede ver que una elegante mujer bajaba de un carruaje, viéndome con curiosidad.
–Disculpe aún no abrimos la tienda –dijo sin siquiera verme y tomo la llave de su bolso para abrir la puerta.
–Disculpe, soy Lita Gray, mucho gusto.
–Usted es la recomendada de la señorita Rei Rumsfeld –me vio de arriba abajo– no la esperaba hasta pasado mañana.
–Lo siento, pero confundí la fecha en que debía presentarme – mentí – espero no causarle molestias.
No podía negar que fue una imprudencia llegar unos días antes, pero las circunstancias lo apremiaban. El banco había embargado la mayoría de los bienes familiares. Y lo poco que quedo lo tuve que vender, para poder subsistir. No tenía pensado ser la pariente arrimada. Rei es una de mis mejores amigas y al enterarse de mi situación me ofreció gustosa que viviera en su residencia. Yo se lo agradecí infinitamente, pero le dije que quería empezar una nueva vida. Ella entendió mis razones y entonces escribió una carta de recomendación a Lady Neherenia, quien solicitaba una empleada para su casa de modas; así tendría un trabajo estable y un lugar donde vivir.
–Es solo que aún no está lista su habitación –dijo secamente.
Entramos a la tienda y vi maravillada los hermosos vestidos, nos dirigimos al fondo del lugar donde se encontraba una puerta de madera la abrió y subimos por los escalones de madera.
La habitación estaba descuidada, en los rincones del techo había telarañas y lo pocos muebles de madera se encontraban llenos de polvo y olía a humedad.
–Esta es su habitación, está un poco descuidada, pero no la esperaba tan pronto –dijo como un sutil reproche.
–No se preocupe y agradezco que aun así me recibiera.
–Dejare que descanse, pero baja en media hora para decirle sus quehaceres.
–Sí y de nuevo me disculpo por llegar antes.
Deje mi valija sobre el suelo e hice un poco de limpieza, abrí las pequeñas ventanas de par en par. Me embargaba la felicidad, que tararee el vals favorito de mi madre, mientras barría. De repente sentí la necesidad de detenerme frente al espejo colgado en la pared y le dije en voz alta a mi reflejo: "Feliz cumpleaños Lita Grey." –sonreí como hacía mucho tiempo no sonreía y me sentí feliz de cumplir dieciseises años.
Al principio mis deberes consistían en barrer el local y hacer limpieza de las vitrinas, pero una costurera enfermo y Lady Neherenia estaba sumamente molesta ya que tenía que entregar un vestido a una exigente clienta. Yo le ofrecí mi ayuda, pero se negó rotundamente, insistí y le dije que me pusiera a prueba. Ante mi insistencia me entrego los patrones de otro vestido. Puse manos a la obra y lo termine a la mañana siguiente. Por el rostro de la mujer supuse que había hecho un trabajo terrible.
–¡Lita, cambiaste el diseño original!
–Lo siento, es que yo creí que…
–Mejoraste el vestido… –aun que era un cumplido se escuchó como reclamo– …dejare en tus manos el vestido de la señora Martin, pero ni se te ocurra cambiarle nada.
Esta habilidad la había tenido desde pequeña, yo creaba los vestidos de mis muñecas de porcelana, y mi madre me ayudaba con gusto, de ella aprendí tantas virtudes. Pero lamentablemente había fallecido por tuberculosis cuando yo solo contaba con diez años.
La exigente clienta quedo satisfecha con el trabajo, con el paso del tiempo me convertí en la mano derecha de Lady Neherenia. Me subió el sueldo, pero aun así no hacia gastos innecesarios. Tenía mis mañas para convertir mis vestidos viejos en modelos actuales. Y estos pequeños sacrificios los hacía para cumplir uno de mis más grandes sueños.
–Me da tanto gusto que vinieras a visitarme.
Mi querida amiga Rei, le había pedido a su marido que la llevara a su viaje de negocios al enterarse que sería por donde yo vivía. Nos abrazamos y nos dirigimos a un café.
–Amiga no sabes cuánto te he extrañado.
–Rei, también te he extrañado y aun no sé cómo agradecerte por lo mucho que has hechos por mí.
–La verdad es que yo no he hecho gran cosa por ti –sonrió tristemente.
–Amiga eso no es cierto.
Sonreímos y el transcurso de la tarde nos contamos las nuevas buenas.
–Lita, si te soy sincera tú preparas los mejores pasteles que he probado. Estoy segura que si tuvieras tu propio café, tendrías un gran éxito.
–Eso se lo debo al recetario que me heredo mi madre. Compartir las recetas familiares es uno de mis grandes sueños, ya tengo ahorrada pero aún me falta, no creo que ningún banco me autorice un préstamo.
–Espero no te ofendas, pero que te parece si Nicholas lo solicita por ti.
–Rei... yo… tu esposo no se molestara…
–Lita, déjame ayudarte… –Rei me lo dijo con la mejor de las intenciones y le dije que sí, pero con la condición de que yo pagaría el préstamo.
Faltaba tan solo dos meses para que mi más grande sueño se hiciera realidad, Rei se había convertido en mi ángel de la guarda. Aun que ya estaba todo listo para la inauguración, tuve que posponer mis planes ya que Lady Neherenia me necesitaba para elaborar el vestido de compromiso y de novia para una joven que se iba a casar. Pero al terminar este encargo había quedado con Lady Neherenia, que sería mi último trabajo. Al principio se molestó, pero después entendió que como ella yo quería emprender mi propio negocio.
–Buenos días, vengo de parte de Lady Neherenia.
–Por favor sígame… –dijo la doncella, que me guio hasta una bella habitación de la gran mansión.
–En un momento vendrá la señorita, para que le tome las medidas
–Gracias –tome asiento en una fina silla.
Pasó media hora y la joven no hacia acto de presencia, el cansancio se apoderaba de mí y bostece, cuando de repente escuche murmullos.
–No puedo creer lo caprichosa que puedes llegar a ser, no pareces mi hija, mira que esconderte en el jardín, recuerda que pronto serás una gran señora y tu esposo no tolerara este tipo de conducta.
–Mamá… –dijo entre sollozos.
La madre abrió la puerta, era muy hermosa y me recordó a alguien.
–Señorita Lita, por favor disculpe la tardanza, le pagare el tiempo extra.
–Señora Marshall, no se preocupe –la hija aun no entraba.
–Serena entra de una vez, no te lo volveré a repetir –dijo con voz firme la mujer.
La joven aparentaba menor edad de la que tenía, yo sabía mejor que nadie cuando años tenía. Al verme ella también me reconoció.
–Me retiro… –dijo la mujer de la cual Serena había heredado su belleza.
–¡Lita! –me abrazo cuando su madre cerró de nuevo la puerta.
–Serena, me alegro tanto de verte, como ha pasado el tiempo. ¡Felicidades por tu compromiso!
Al escuchar mi última frase, se borró todo vestigio de felicidad y lloro entre mis brazos.
–Serena, por qué lloras, dije algo malo.
–Lita que mal que nuestro reencuentro se lleve a cabo en un momento donde soy tan desgraciada.
–Serena, todo tiene solución, y si en algo te puedo ayudar no dudes en pedírmelo –le sonreí y vi sobre la cama de latón; la muñeca que le regale cuando partí del internado.
–¡Lita, por favor ayúdame a escapar!
Dirigí de nuevo mi mirada a mi acongojada amiga.
–Serena yo…
Ella contuvo las lágrimas y me vio con decisión.
–Mis padres han arreglado un matrimonio del cual yo no estoy de acuerdo.
Ese era el triste destino de las jóvenes de la clase social a la que algún día pertenecí. Casarse con alguien a quien no amaban y donde las fantasías románticas de toda joven casadera se derrumbaban.
–Serena yo…
–Se llama Diamond y es el joven heredero de la fortuna de los Black, mis padres están fascinados con este matrimonio. ¡Pero yo amo a otro hombre!
Por un momento temí que todos los que residían en la mansión hubiesen escuchado su firme declaración amor. Ahora me daba cuenta que la Serena de dieciséis años se había convertido en una decidida mujer de veinte años. Recordé con nostalgia como ella se escabullía a mi alcoba ya que le atemorizaban las historias de fantasmas que Rei nos relataba. Y sobre la monja que deambulaba por los pasillos del colegio, llorando por la pérdida de su amado.
–Serena voy ayudarte –dije en voz baja, pero decidida.
Me abrazo y dejamos escapar una sincera carcajada. Ahora solo era cuestión de elaborar un plan.
Paso una semana y Serena me invito a su impuesta fiesta de compromiso, pero aun así logro llevar a cabo un capricho que su prometido gustoso le cumplió, aun que sus padres no estuvieron muy de acuerdo.
–¡Lita te vez preciosa! –dijo Serena divertida mientras se ponía su antifaz.
–¡Parecemos hermanas gemelas! –sonreí al verme en el espejo. Las dos usábamos el mismo vestido plateado, un antifaz con hermosas plumas color perla y un hermoso tocado adornado con rosas blancas que cubría todo nuestro cabello.
De repente escuchamos que alguien llamaba a la puerta. Serena se escondió en el gran armario.
–Pase… –dije con nerviosismo tratando de imitar la voz de Serena.
–Hija, no hagas esperar a tu prometido y baja al gran salón.
–Si madre, en unos segundos salgo.
Cerró la puerta y por poco me desmallo. Serena salió de su escondite.
–Lita no sabes cómo agradezco tu ayuda, desde que me brindaste tu amistad te he considerado mi hermana… –pude ver que sus ojos se cristalizaban.
–Serena, mi gran recompensa será que seas feliz.
Nos abrazamos cariñosamente y ella bajo al gran salón mientras yo me escabullía a uno de los balcones principales, pero que a esa hora se encontrarían desiertos.
Me sentí maravillada al ver el hermoso jardín y el majestuoso laberinto, era una encantadora noche de verano. El cálido viento erizo mi piel, y lo atribuí a mi nerviosismo, qué sucedería con mi querida amiga si el plan no funcionaba. Pero rápidamente me reprendí ante esos pensamientos negativos. De repente un hermoso vals que tocaba magistralmente la orquesta; inundo cada recóndito rincón del jardín y sus alrededores. Sonreí a la luna menguante, al reconocer el vals que tanto agradaba a mi amada madre. Pero como siempre mi fiel amigo me recordaba que la hora del plan se acercaba. Apreté con fuerza el reloj de mi padre, como si este se tratara de un amuleto y respire profundamente.
Me escondí detrás de la gran cortina y espere pacientemente a que Serena y su prometido llegaran al balcón para apreciar los fuegos pirotécnicos. De repente apagaron todas las luces de la gran mansión y fue cuando Serena aprovechó para esconderse en mi escondite y yo lo suplante.
El prometido no pareció notar el cambio y tomo con suma delicadeza mi mano. Los estruendos retumbaban por todos lados, formaban hermosas figuras sobre el cielo. Todos los invitados veían fascinados el bello espectáculo pirotécnico, pero yo disimuladamente veía como Serena bajaba la pequeña escalinata que daba al jardín. Cuando estaba a punto de bajar el último escalón una sombra la intercepto. Por un momento temí que hubiera sido descubierta, pero Serena correspondió el abrazo del joven de cabello rubio, me sentía tan feliz al ver que su amado había llegado la cita.
El suave apretón en mi mano me regreso a la realidad.
–Serena no sabes lo feliz que me hace saber que pronto comenzaremos una vida juntos –me susurro al oído.
Trate de no mirarlo a los ojos, por temor de que me descubriera, pero ese sentimiento fue remplazado por la más infinitiva tristeza. Serena me había comentado que Diamond era un buen hombre, a pesar de que las apariencias lo plasmaban como un frío y calculador hombre de negocios. Serena se había dado cuenta de sus cualidades, pero ella amaba aquel joven. Y como bien dicen: "en el corazón no se manda". Le di un beso en la mejilla, aunque Serena me lo había pedido, yo lo hacía de corazón.
–Me podría disculpar, pero es que tengo un terrible dolor de cabeza… –mire hacia el suelo y gracias al barullo de fuegos artificiales no descubrió que no se trataba de la voz de Serena.
–No te preocupes, yo me disculpare con tus padres para que no te reprendan, descansa "Je t´aime mon amour".
Sabía perfectamente lo que había querido decir, camine sin mirar atrás y al ver que ya no me veía corrí en dirección a la alcoba de Serena. Escondido en el juguetero se encontraba el vestido con el que había llegado a la fiesta, me cambie rápidamente y colgué mi disfraz sobre el perchero de metal. Deje sobre el secretero de madera; dos cartas una estaba dirigida a sus padres y otra a su ex prometido. No sabía el contenido de estas, pero me imaginaba perfectamente los sentimientos que había plasmado; mi querida amiga. Ya por último tome a Rose y la escondí entre mi ropa; así le llamábamos de cariño a la hermosa muñeca de porcelana. Entreabrí la puerta para cerciorarme de que nadie me viera, por suerte aun no terminaba el espectáculo.
Salí con sumo cuidado y camine por los enormes pasillos y me dirigí a la puerta principal. El mayordomo me entrego mi abrigo y finalmente me dirigí en dirección al carruaje.
De repente sentí que alguien tomaba delicadamente mi mano. Y me sorprendí al ver frente a mí al mismo joven que había abrasado momentos antes a Serena.
–Permítame presentarme, mi nombre es Andrew Marchal.
Me pareció extraño que se apellidara igual que Serena; yo solo atine a verlo con incredulidad.
Beso dulcemente mi mano, me sonrió y ante eso mi corazón latió descontroladamente.
–Señorita Grey, le estaré eternamente agradecido, por haber ayudado a mi pequeña hermana.
Me perdí por unos momentos en su celeste mirada, y no podía negar que los dos fueran hermanos y que ese abrazo fuera de despedida.
–No tiene que agradecerme, lo hice con mucho gusto.
Llegue rápidamente al carruaje, me sentía realmente exhausta por los sobresaltos de esa noche. No me di cuenta que con el tacón había pisado donde comenzaba el dobladillo de mi vestido y no pude hacer nada para evitar mi caída. Pero de repente me sentí protegida por los brazos de Andrew, pero mi sorpresa fue mayor al sentir mis labios sobre los suyos.
Continuara…
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Este es mi humilde presente, pero fue escrito con mucho cariño. Tenía pensado terminarlo la semana pasada, pero como te comente tuve bastantes problemas con la laptop y no termine tu regalo a tiempo. La historia se lleva a cabo en la época Victoriana, de la cual no sé nada, pero trate de que fuera coherente.
Me despido Made, y espero te guste, aunque no esté terminado.
Atte:
Hotaru no Hikaru.
