Disclaimer: los personajes aquí utilizados no me pertenecen, todo lo demás es de mi autoría.
Esta historia participa en"Calendario de parejas y personajes" del Foro "The Vampire Diaries: Dangerous Liaisons".
Secuela del capítulo 4 de Live and Let Die, "Masquerade", fic de mi autoría que podéis encontrar en mi perfil.
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La Sonrisa del Diablo
capítulo 1
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Caroline bajó los escalones de su apartamento. Tenía colgada al hombro una bolsa de deporte en la que llevaba el uniforme de policía, solo vestía los pantalones del uniforme, el resto de su ropa era la típica que llevaría cualquier chica joven. Nadie que la viera y no la conociera sospecharía que era la subinspectora de la Comisaría de Policía de Chicago. Llegó al rellano de su edificio y sostuvo la puerta para salir, sin derramar ni una gota del vaso de café que llevaba en la misma mano. En la otra mano llevaba el informe de la muerte de su compañero Tom Avery. Continuó andando por la calle enfrascada en el informe, intentando descifrar alguna pista o intentar entender quién podría haber hecho una cosa así.
Cuando llegó a su coche abrió la puerta del conductor de forma automática y puso su bolsa de deporte en el asiento contiguo. Dando un último vistazo al informe y poniéndose el cinturón de seguridad encendió el motor. En cuanto arrancó el pequeño coche urbano se obligó a despegar la mirada de los papeles, suspirando; después de todo ella no era una máquina, y pese a lo que sus compañeros creyeran, tenía sentimientos, tal vez demasiados.
Eran apenas las seis y media de la mañana y todavía faltaba casi una hora para que su horario de trabajo empezara oficialmente. Tal vez… tal vez podía relajarse. Sí, le sentaría bien, notaba un nudo de angustia e incomprensión a la altura de la garganta y agradecería borrar de su mente por un momento el rostro de Tom Avery. Encendió la radio, y una rítmica canción de pop hizo que alejara su mente del recuerdo. Bien.
Incomprensiblemente, casi veinte minutos después su cuerpo frenó el vehículo sin que ella lo pretendiera. Dios… no se había dado cuenta de su respiración angustiada. ¿Dónde narices estaba? Es decir, sabía que estaba en Chicago, pero estaba varias manzanas más allá del centro. Caroline suspiró. Sí, había pretendido ir a la comisaría una hora antes, necesitaba analizar el informe de Avery con detenimiento, pero su mente inconscientemente la había llevado a patrullar las calles con su coche.
Caroline se enderezó en el asiento del conductor y tomó el volante con más fuerza; necesitaban interrogar a los delincuentes habituales, así es que buscaría sospechosos por los alrededores. Tenía tiempo de sobra. Bajó algo el volumen de la radio y continuó mirando a su alrededor con disimulo. Atravesó todo West Loop y no vio ninguna cara habitual, simplemente uno o dos tipos con multas de velocidad, nada importante. Se adentró por United Center y lo recorrió entero, donde sólo vio a un chaval que pertenecía a lo más bajo de la Gemini, un simple camello de poca monta; con seguridad ni siquiera sabía quiénes eran sus jefes.
—Joder —masculló Caroline golpeando el volante ligeramente. Su hora de trabajo se acercaba y no tenía a nadie a quién interrogar, ningún hilo del que tirar, ninguna pista útil en el caso de asesinato de un policía.
Respiró hondo y se dijo a sí misma que debía tranquilizarse; está bien, se dirigiría a la comisaría y mandaría a sus patrullas a buscar sospechosos. Caroline alargó la mano hasta su vaso de café, se lo llevó a los labios y lo inclinó para dar un sorbo. Mierda, gruñó comprobando que no quedaba ni una gota. Está bien, compraría un café Large –con una gota de leche y un poco de nuez moscada-, y entonces iría a la comisaría. Sí.
Condujo un par de manzanas más hasta que encontró una plaza de aparcamiento frente a una cafetería en el barrio de Little Italy. No se molestó en ocultar su bolsa de deporte, ese no era el centro de la ciudad pero no era un mal barrio, y paseó con rapidez por la calle. Abrió la puerta de la cafetería con desinterés, al mismo tiempo que rebuscaba por su bolso intentando encontrar la cartera. Llaves de casa, toallitas, pañuelos, botellín de agua, llaves del coche, crema de manos, loción antibacteriana, pintalabios, llaves de la comisaría, placa… ¡Por fin, cartera! Sonrió al tiempo que chocaba contra alguien.
—Perdona —pronunció con cierta vergüenza, recogiendo su cartera del suelo.
—Perdone, agente Forbes —canturreó ante ella un hombre alto y corpulento.
Caroline tragó saliva. Niklaus Mikaelson. Ese era el chico ante ella, el hombre que manejaba el entero clan Gemini: Niklaus Mikaelson. Por si no hubiera sido suficiente el modo totalmente intrusivo en que la miraba, y su sonrisa socarrona para darse cuenta de que la había reconocido, la había llamado por su nombre. Al menos por el nombre que él conocía. Un segundo después la subinspectora se dijo que no debería dejarle ver su sorpresa y mucho menos el impulso de alejarse de él que sentía. Se dio cuenta de que probablemente no tuviera otra oportunidad de encontrarse con el cabecilla de la Gemini fuera de los barrios, por lo tanto no tendrían otra oportunidad de interrogarlo por voluntad propia.
De cualquier modo, necesitaba que colaborara, sí, pero también que no olvidara que ella era la ley. Así es que tragó saliva y adoptó una actitud algo altiva para intentar parecer más profesional, o al menos para ocultar el… miedo que le despertaba aquel sujeto.
—Mikaelson —soltó ella a modo de saludo—. Qué oportuno encontrarnos. Tengo un caso menor y estamos haciendo algunas preguntas a las caras habituales en comisaría. Nos vendría bien tu participación. ¿Sería un problema para ti? —comentó quitándole importancia al asunto, intentando parecer casual, rezando porque de esa forma le acompañara por su propia voluntad.
Ante ella y a cada palabra que Caroline iba diciendo Klaus clavaba más su mirada en ella y engrandecía su sonrisa, haciendo que la cicatriz que tenía en la comisura se hundiera más en su rostro, alargando su boca, haciéndolo aún más terrorífico. Se cruzó de brazos.
—Así que, agente Forbes —rasgó su voz en un tono de infinita diversión y sarcasmo—, ¿intenta decirme que tienen un caso que los tiene con el agua al cuello y como no tienen ni puta idea de quién es el culpable están interrogando a los delincuentes habituales? Yo diría que están jodidos, pero... acepto. Cualquier cosa por ayudar— volvió a sonreír el muy cretino, fingiendo una benevolencia eterna.
Caroline no pudo evitar pestañear intentando defenderse de ese tipo. Mikaelson la había pillado al vuelo, claro, y además no tenía pelos en la lengua ni escrúpulo alguno para hacérselo saber. Al contrario, parecía que aquel mafioso disfrutaba poniéndola nerviosa.
—Gracias. Y… y no estamos "jodidos" —matizó Caroline con retintín, poniendo su cara de sabionda. Necesitaba reafirmar su postura de policía, si no aquel delincuente la tomaría por el pito del sereno.
—No, amor, a ti nadie te "joden"—murmuró Klaus con la voz ronca, dando un paso hacia ella, haciendo de eso algo totalmente íntimo e intrusivo.
El mafioso la miraba fijamente a los ojos con intensidad, y Caroline rezó en su interior por no haberse sonrojado, porque había entendido perfectamente el matiz sexual que acababa de darle ese tipo a la frase que ella misma había usado. Tragó saliva manteniendo el tipo.
—Si no es demasiada molestia debes llevar puestas las esposas durante todo el proceso, es el protocolo —le informó Caroline con amabilidad, fingiendo que no se había dado cuenta de lo que quería decir.
Klaus soltó una leve carcajada, consciente de las intenciones de la rubita. Pero a él no podía engañarle, él podía leer en su mirada y su rostro lo abochornada que se sentía. Bien. Eso estaba muy pero que muy bien.
Caroline dio gracias al cielo de que aquel tipo le tendiera las muñecas sin más necesidad de palabras, a pesar de que no dejara de atravesarla con la mirada.
—Eh… Las-las llevo en el coche. Si me acompañas por favor —habló con aplomo. Al tiempo que se dio la vuelta y salió de la cafetería sin darle tiempo a responder. Debía parecer decidida.
Por suerte Niklaus la siguió hasta su coche sin faltar a su palabra y sin hacerle perder la única oportunidad que tendría de interrogar al jefe de la Gemini. Y por suerte ella era lo suficientemente maniática como para haber instalado rejas a la parte trasera de su pequeño coche. Haciendo posible que llevara a un sospechoso si era necesario.
Le colocó las esposas intentando no rozarle la piel, pero en un descuido sintió el tenue roce de sus dedos contra la muñeca de Niklaus, de piel morena y varonil.
—Disculpa—musitó a media voz, maldiciéndose al instante siguiente. A lo mejor él ni siquiera se había percatado.
—Ha sido un placer —la provocó Klaus, al tiempo que ella le ayudaba a entrar en el coche, obligándose a mantener la compostura y no darle un empujón o insultarle, como estaba deseando hacer.
Si ese tipo no le aterrara sus palabras tal vez hubieran despertado su interés, tal vez incluso la hubieran hecho temblar, pero le tenía miedo, y con razón. En cuanto Caoline se sentó en el asiento del conductor y se puso en marcha pudo observarle por un momento a través del espejo retrovisor. Niklaus Mikaelson era musculoso, y una camiseta y una cazadora de cuero negras le cubrían el torso y los brazos, pero ella sabía que estaban cubiertos de tatuajes. Así lo decían las fotos que tenían de una de sus estancias en la cárcel. Sin embargo sí que podía ver la totalidad de su cuello surcada por dibujos de tinta negra: enredaderas, telarañas, una mujer, un corazón, una calavera, lo que parecía ser una medalla militar en la nuca, y una corona claramente tatuada con una G en el centro a un lado de su cuello. Por si fuera poco una lágrima negra tatuada bajo su ojo izquierdo. Dios mío…
Caroline sintió que Niklaus se había percatado de su mirada, y podía jurar que la observaba con diversión, pero ella ya había apartado sus ojos hacia la carretera que tenía delante. Sabía lo que aquella lágrima tatuada significaba, y era consciente de que Niklaus Mikaelson había matado a muchas personas, pero ver aquella muestra de que se enorgullecía de ello… Volvió a dirigir la mirada al retrovisor fingiendo que se trataba de una cuestión de vigilancia. Sí, no había duda, los ojos azules de Niklaus la examinaban con escrutinio y diversión. Eso, además de la cicatriz que tenía en la comisura derecha dibujando una inquietante sonrisa eterna en su rostro, lo hacía parecer totalmente terrorífico. Y aunque el hoyuelo de su barbilla y su pelo rubio ligeramente revuelto pretendieran darle un aspecto de ángel ese tipo sólo podía parecer un ángel caído. Un demonio.
To be continued...
el siguiente y último capítulo está casi preparado, mañana verá la luz.
se agradecen vuestros reviews, opiniones y demás.
