El recién llegado se detuvo en la entrada, mirando alrededor impertérrito. Como ya estaba avanzada la velada, sus largas piernas se movieron con gracia inconsciente, a un paso mesurado, pero cargado de energía; el traje, de corte perfecto, con el toque necesario de extravagancia del chaleco gris de tela fina se ajustaba con sobriedad a la figura sólida y musculosa. El cabello oscuro y, más largo de lo habitual, tenía leves gotas de lluvia del invierno de Tokio. Por las ventanas aún podía ver la tormenta que no parecía menguar en ningún momento, el cielo del mes de enero se veía tan cargado que resultaba difícil observarlo fijamente. La visibilidad era limitada y corría un fuerte viento del norte.
Cuando recibió la llamada, se encontraba discutiendo el distrito que representaría en las elecciones de ese año, por lo mismo su concentración estaba centrada con sus representantes y colegas. Sin embargo, en ese momento lo único que resonaba en su cabeza eran las palabras de Miroku
–Inuyasha – dijo, con voz suave-, Tv Tokio acaba de dar un avance informativo. Un avión acaba de estrellarse al despegar hace unos minutos en el aeropuerto. –Inuyasha empezó a respirar entrecortadamente, casi inaudible-. Aún no se ha confirmado el número de vuelo, pero creen... "Kikyou" es lo único que pensó el aspirante a senador, le respondió a su amigo
-¿Es el vuelo de mi esposa? -preguntó con voz ronca. Miroku asintió con la cabeza.
En otra parte de la cuidad
Vamos, Sango. Que alguien llame a Kagome casa. Dile que...
-No puede ser. Se va a Kyoto hoy¿recuerdas?
-Me había olvidado- añadió Kouga, volviendo la vista hacia la mujer-. Espera, puede que todavía esté en el aeropuerto. Si lo está, le podemos pedir que busque información antes que nadie. Si consigue acceder a Japan Airleans, sabrá como seguir la pista de la noticia.
-¿Tendremos tanta suerte?- replicó ella.
Sango tratando de seguir con la noticia, no lo escucho y prendió la radio para oír algo nuevo. La adrenalina fluía alocada por su cuerpo. A pesar de eso, no podía sacar de su cabeza que algo malo iba a ocurrir con el viaje de Kagome y por lo general casi nunca erraba en sus intuiciones.
–Kouga ¿puedes llamar al aeropuerto para saber si el vuelo ya salió? – Siento algo extraño, y no me gusta- explicó.
-Ya empezaste de nuevo- exclamó el hombre
Cuándo discaron el número y la operadora habló, ninguno fue capaz de emitir sonido. El vuelo no había sido confirmado y lo peor, no sabían si habían muertos y de ser así la cantidad e identidades; definitivamente aquella noche sería larga y una tormentosa pesadilla.
