Autora: Kayazarami

Pareja principal: Sesshômaru/Naraku

Otras parejas: InuYasha/Kôga (establecida), Sesshômaru/Miroku (juego), Naraku/Jakotsu (juego), Sesshômaru/InuYasha (pasado), Naraku/Byakuya (pasado), (más).

Advertencias: yaoi (romance entre dos hombres), lemon, contenido bastante sexual, menciones de incesto (no realizado), romance, drama, tragedia, angustia, nadie muere, espero que final feliz, UA como una casa.

Notas: No debería publicar esto, pero está siendo una historia de escape de mi actual estado emocional. Voy a centrarme en esta historia hasta que la termine y luego espero pasar a mis pendientes, como Unrequited Love. Sí, a partir de ahora publico una a una hasta terminar, si no, no acabaré nunca.

Resumen: La "relación" tan particular de Sesshômaru y Naraku no les afecta solo a ellos, ya que su principal regla es que, en su juego, todo vale. Ambos renunciaron a la felicidad en el pasado, pero quizás sean capaces de encontrarla el uno en el otro, inesperadamente.

Tipo de historia: Long-fic de capítulos muy cortos. Para compensar, publicaré 5 para empezar.

Disclaimer: No persigo fines comerciales/monetarios, los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi.

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THE GAME

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Capítulo 1.

Llega al apartamento agotado. Es viernes y el trabajo de oficina es más cansado que nunca desde que cada semana tiene que despedir a un trabajador. Y es una tarea que, como vicepresidente, no puede delegar en nadie más.

No es que le duela hacerlo, más bien le resulta divertido. Pero luego está el tedioso papeleo y la seguridad de que el antiguo trabajador demandará a la compañía. Y no hay cosa que más aborrezca que los juicios o los tribunales arbitrales.

Al entrar al pasillo se percata de que la luz del despacho blanco está encendida.

Es extraño, así que se asoma para encontrarse a su compañero de piso enfrascado en un enorme volumen sobre leyes. No lleva la chaqueta del traje y la corbata ha desaparecido. Usa unas gafas que no le gustan, pero que prefiere ponerse mientras lee que no usarlas en absoluto y luego necesitarlas todo el tiempo.

Hace una mueca y continúa por el pasillo, sin anunciar al otro su presencia.

Sabe que, cuando está así, podrían llover truenos y no se enteraría.

Se desviste en la enorme habitación y toma una ducha larga. Luego se sienta y desenreda su larguísimo cabello negro ondulado. Es un fastidio tratarlo y sería mucho más cómodo cortarlo, pero no es capaz de hacerlo, no con una apuesta de por medio.

Cortarlo es como perder. Y él odia perder.

Se prepara algo de cenar y después come mientras ve una película.

Le vibra el móvil en el bolsillo y sonríe ligera, sarcásticamente, mientras saca el aparato y compone un mensaje de respuesta en el chat correspondiente de WhatsApp. Ni siquiera necesita leer el mensaje que ha recibido para saber que decir.

No puedo dejar de pensar en ti. En tu cuerpo, en tus ojos, en tus hermosos labios. Cada segundo lejos de ti es un segundo desperdiciado.

Lo envía y no tarda en recibir una avergonzada respuesta.

Este es difícil. Le está costando más que de costumbre, porque está muy roto.

Por supuesto, es de sus favoritos.

Cuanto más complicado, mejor.

Pasa un rato más enviando y recibiendo mensajes y, cuando se cansa, se despide acarameladamente y apaga el televisor.

Al pasar de vuelta a la habitación ve que la luz del despacho continúa encendida y recuerda el último fraude fiscal del ministro de cultura que ha salido en los periódicos.

Más que probablemente su compañero está metido en el caso y le quedan muchas horas de trabajo.

Indiferente, se mete en la cama y apaga la luz.

Se queda dormido instantáneamente.


Lo despierta un calor asfixiante en su espalda. Siente los dientes clavarse en su nuca sin piedad, provocándole escalofríos, mientras unos fuertes brazos lo rodean. Sonríe con maldad.

Da media vuelta y choca sus bocas, devorando la contraria. Se posiciona encima de él y, tal como esperaba, su compañero no opone resistencia.

Deben ser las cinco de la mañana, ya no le quedan fuerzas para nada.

—Esta noche me perteneces —susurra, antes de empezar a quitarle la ropa.

Sesshômaru le mira, inexpresivo, bajo su cuerpo.

Y le clava las uñas en la espalda cuando se entierra en él.

TBC…