Autor: Don Jaimico de la Torre

Nota: vuelvo a escribir otro fanfic, esta vez de mi heroe favorito el Zorro, y les aviso que no volveria a escribir un fanfic de Hellsing.

La idea del Zorro solo pertenece a Johnston McCulley, y personajes como el sargento Garcia y el cabo Reyes pertenecen a Disney.

Capítulo 1

En el año 1820 en la California española, vivía una joven morena y bella, aunque era muy seria, que se la pasaba trabajando en las tareas rurales para poder ayudar a su familia.

Valeria, como se llamaba, era muy valiente y si alguien le faltaba el respeto a uno de los integrantes de su familia, ella cerraba los puños y lo ponía en su lugar.

Solía ser el centro de atención de muchos de su gente, incluso de los miembros de la elite cuando la veían pasar, pero su corazón a nadie le pertenecía, ya que en su corazón solo estaba su familia.

Una vez, el joven don Diego la vio en el pueblo cuando estaba de compras, y su sirviente mudo Bernardo noto que cuando la miro, Cupido le flecho, aunque su amo trato de resistirse y seguir con lo suyo, pero Valeria solo le sonrió.

Aunque en la comandancia militar del pueblo de Los Ángeles estaba a cargo el despótico Velázquez, que era la mano derecha del vanidoso alcalde Enrique, del cual también se apoyaba en el capitán Fernando y del teniente Francisco, que al mandar a los soldados hacían el trabajo sucio, como aprisionar morosos y castigar a los que se ponían remolones.

Sin embargo esa tarde, la joven Valeria no se lo esperaba, ni siquiera su familia que estaba ocupada en las tareas del campo: un grupo de soldados comandados por el mismo Velázquez iba hacia los campesinos para cobrar los impuestos.

Al aparecer los soldados que llevaban sombrero circular incluyendo a su comandante, comenzaron a gritar a los campesinos que debían pagar los impuestos, pero uno de ellos les encaro y rugió:

-Ustedes no son más que ladrones que nos exprimen con sus impuestos y no nos dejan nada para alimentar a nuestras familias, atajo de miserables.

Pero de repente, uno de los soldados le dio la muerte disparándole, y el comandante les grito:

-Ahora por esto serán castigados y aprenderán a respetar a los soldados.

Mientras algunos se enfrentaban a los campesinos, aparecieron Fernando y Francisco con refuerzos y atropellaron a los civiles, algunos perecieron por los disparos y los sablazos.

Los hermanos de Valeria enfrentaron al comandante, pero este les dio la muerte con su sable; el padre quiso dispararle con su escopeta, pero el teniente lo mato de un disparo de su pistola; la madre quiso ayudar, pero el capitán la atropello con su caballo.

Después de vencer a los campesinos, los soldados requisaron las cosechas y los animales y se retiraron.

Al volver del pueblo, Valeria se impresiono al ver a su aldea destrozada, pero lo que más le impacto fue ver a sus familiares asesinados, lo que causo su llanto desconsolado.

Cuando los sobrevivientes recuperaron sus fuerzas, acomodaron sus hogares y enterraron a sus muertos, pero en Valeria despertó una gran ira y pronuncio:

-Juro por mis padres que en paz descansen que no voy a parar a destruir al malvado tirano y a sus secuaces.

Recordando al famoso Zorro, Valeria decidió vestirse para entrar en acción y ayudar a los campesinos contra la tiranía; se vistió con botas y ropa adecuada para poder actuar y huir, tapando su rostro con un pañuelo y solo mostrar los ojos, y armada con unas pistolas y un sable, incluyendo un látigo.

Si aparecía el Zorro le ayudaría, porque lo conocía y lo admiraba, para sí poder ganarse el cariño de los pobres a quienes va a defender.

Al volver al cuartel con el botín, el alcalde se puso contento porque era avaro, y además Velázquez regaño al sargento García y al cabo Reyes de estar ausente en servicio:

-¿Dónde han estado ustedes?-Pregunto el capitán.

-En la taberna-Respondió el sargento bajando la cabeza.

-Saben que es delito ser incompetente, de ahora en adelante les suspenderemos los días de descanso y se quedaran en sus puestos-Dijo enojado Velázquez.

Después de que el dúo se retirara, el alcalde les dio permiso a Fernando y a Francisco de ir a la taberna, y como era de su costumbre, nunca pagaban y al verlos los civiles le tenían miedo, incluyendo el posadero.

Aunque también el asunto del Zorro seguía estando, ya que el alcalde ansiaba capturarlo, incluso el comandante, que soñaba por atraparlo y matarlo.