Prólogo
Estas muerta. Lo sientes porque no sientes nada en absoluto. Lo sabes porque es la única certeza que hay en tu mente.
No sabes hace cuanto estas así, en la nada, siendo nada.
Pero llega un momento confuso en el tiempo -porque tú ya has perdido la noción de él- en el que eres capaz de sentir algo.
Una gélida y putrefacta masa que comprendes que es tu cuerpo -el cual ya no recordabas poseer-, un cosquilleo inundando tu piel, un fuego renaciendo de algún lugar, abrasador y vivaz, sustituyendo toda frialdad.
Dolor, la primera sensación que puedes recordar.
Y bum.
Tu primer latido después de tu muerte.
