Siempre llegaba aquella época del año. Poemi la odiaba, Emalf la odiaba, cuando Rieta estaba con ellos, era la que más la odiaba. Cierto día del año, en el infierno que era iluminado por los volcanes, una especie de brillo extraño bañaba por completo aquel mundo sin gracia: brillante, cálido, y más que nada, nostálgico. Aquello siempre solo ocurría una vez al año, cuando la tierra del sol celebraba el cumpleaños de su amado dios Siralos. Nunca recordaban cuando la fecha se acercaba, normalmente por culpa de sus ocupaciones, no están muy pendientes al paso del tiempo. Y más ahora, que tenían que preocuparse por el bienestar de su diablo, y la llegada de un nuevo miembro a la familia, Licorice. Para este último, el comportamiento de su madre le resultaba extraño. Su mirada era más triste que el resto de los días, y aunque no era especialmente cariñoso por naturaleza, su temperamento frio le causaba cierto pavor al pequeño. Sus pensamientos empeoraron al preguntarle a sus hermanos. Parecían haberse contagiado del humor de su madre, notando en sus ojos un vacío que le rompía el corazón al pequeño. Es cierto que su ambiente familiar no era el mejor, más aun tomando en cuenta la peste de padre que tenía, el cual siempre lo arruinaba. Pero el problema es, que el motivo de esa tristeza no era su padre. Llevaba desaparecido un par de días sin que ninguno de ellos supiera su paradero (lo cual era perfecto), por lo que pasaron unos días verdaderamente tranquilos como familia. Entonces, ¿Por qué?, ¿Cuál era el motiva de aquella tristeza? Licorice quería saberlo, pero no lo entendería.


Por su parte, el diablo de Pitch black había por fin regresado de su viaje. En realidad, no había sido nada de gravedad. Siendo el diablo de un mundo tan grande y basto como el pitch black, es normal recorrerlo de vez en cuando a ver cómo anda las cosas, un diablo debe saber que ocurre en su mundo después de todo. Sin embargo, el motivo de su tardanza no fue por ningún problema en su mundo, sino por una búsqueda. Después de una conversación con su querida maquina 4545, había decidido comprarle un regalo a su cucarachita para enfriar las cosas. De cierta manera, quería que fuera una forma de empezar de cero, o al menos lograr una pequeña sonrisa de agradecimiento de su amado diablo. De todos modos, estaba tan ansioso por entregarle el regalo a su amado que al llegar a su castillo, le lanzo sus maletas a Envi y salió disparado hacía el mundo flama.

Al llegar, noto que el ambiente estaba un poco apagado, algo curioso tratándose de un mundo de fuego. La soledad de las calles era inquietante. Es cierto que no contaba con muchos habitantes, pero hoy especialmente, parecía más solitario de lo normal. Igual, no le importaba mucho si habían cientos o unos pocos habitantes en ese mundo, solo le importaba uno, y era él la razón por la que se encontraba haya, por lo que simplemente ignoro todo esto y se dirigió al castillo de su amado.

El ambiente de fuera no tenía nada que envidiarle al del castillo. Solo vivían cuatro personas, y aun así, aquel castillo siempre estaba tan vivo como si vivieran unas cincuenta. Al menos, así era hasta ese día. Satanick caminaba despacio por los pasillos, buscando la causa de aquel ambiente fúnebre.

-Y yo que creía que Victor estaba muerto…

Sabía que el lugar no estaba vacío. Podían sentir la presencia de todos los entes de la casa, entonces, ¿Por qué se sentía tan muerto?

-¡A la mierda todo eso!

Harto de ese lúgubre ambiente, Satanick se transportó rápidamente a la habitación de Ivlis. Ivlis se encontraba sentado en el borde de su amplia ventana, mirando al cielo tan concentrado que ni siquiera noto la presencia de Satanick. Por su parte, el diablo del pitch black estaba molesto, ¿Por qué precisamente el día que había regresado tenían que ponerse todos tristes? Incluso cuando estaba tan ilusionado con darle su increíble regalo a Ivlis, ahora solo quería que quitara esa estúpida cara depresiva de su rostro.

-Y después soy yo quien arruina las cosas-susurró molesto Satanick, sin saber a quién culpar del ambiente en la habitación.

Por fin, el diablo de ojos violetas tomo de los hombros a Ivlis y lo sacudió con fuerza.

-¡Cucarachita, estoy devuelta!

Sujetando velozmente los bordes de la ventana para no caerse, Ivlis respiro de manera acelerada para calmarse.

-Vaya vaya, de solo tocarte ya estas emocionado, eso es lo que amo tanto de ti.

Ivlis siempre se mostraba molesto ante las acciones de Satanick, sin embargo, esta era la primera vez que le dedicaba una mirada tan cortante que ni el despistado de Satanick pudo pasar por algo. Soltó sus hombros con cuidado y le permitió alejarse de la ventana. No le gustaba para nada esa mirada fría sin razón aparente, de ser otro día, lo más probable es que lo hubiera golpeado por ser tan cruel con él sin motivo, pero quería que hoy fuera diferente.

-Sabes, tuve un viaje muy agotador. Cada minuto que oía los tontos problemas de los demonios solo pensaba en que quería estar de regreso con mi cucarachita, ¿Me extrañaste?-sonriendo de manera traviesa, mientras pinchaba una de las mejillas de Ivlis.

Ivlis solo suspiro exhausto y se alejó un poco de Satanick.

-¿Solo viniste para decirme eso? En realidad no estoy de humor para esto hoy...

-¿Y eso porque?-curioso Satanick.

-No es de tu incumbencia.

Ahí estaba el problema. Cada vez que intenta averiguar algo, la más mínima cosa sobre Ivlis, recibía ese tipo de respuesta. Le molesta, más que muchas tonterías que decía Ivlis en varias ocasiones, le molestaban de sobre manera esas respuestas cortantes cuando trataba de conocerlo mejor. Estaba perdiendo la paciencia.

-Hey, no seas así cucarachita. Mira,-sacando una bolsa de su saco, Satanick acerco el presente a Ivlis-¡Te traje un regalo!

El estómago de Ivlis rugió por las náuseas. Ciertamente, llevaba un tiempo sin recibir un regalo del diablo, y se alegraba muchísimo por esto. Más que regalos, era objetos de tortura para él, los cuales usaba uno o dos días y luego quemaba para no tener que volver a verlos. Ivlis no deseaba ningún regalo de su torturador, mucho menos aquel día tan deprimente.

-No lo quiero, llévatelo.-dijo desviando la mirada.

Satanick apretó la bolsa en sus manos. Una sensación desagradable comenzó a recorrer en el pecho del diablo, como si unas ramas envolvieran su corazón y los apretaran poco a poco. Sentía que iba a explotar.

-Vamos, no seas así cucarachita, ¿Por qué de tan mal humor?

-No me pasa nada, solo no quiero tu regalo.

Las espinas de las ramas comenzaban a clavarse en el corazón del diablo.

-Ni siquiera los haz visto, no sabes si te gustara.

-Nada que venga de ti puede gustarme, ahora vente.

Algo extraño comenzó a crecer dentro del corazón del diablo, como una semilla que comienza a crecer.

-Oye, enserio me esforcé buscando esto para ti, déjate de tonterías y acéptalo.

-No lo quiero.

-¡Maldita sea!, ¡¿Por qué tienes que actuar así hoy?!-gritando esto último con ira, Satanick asusto a Ivlis haciéndolo caer frente a él.

Hasta ese momento no lo habría notado. Durante toda su conversación, Ivlis no había dejado de hacer un puño con su mano izquierda, ¿La razón? Estaba ocultando algo, y ese algo rodo a los pies del diablo de ojos violetas, logrando que esté entendiera todo lo que estaba ocurriendo. A sus pies, se encontraba la insignia del sol de Siralos, la cual Ivlis guardaba desde el día en que había sido desterrado. Una malévola sonrisa se embozo en los labios de Satanick, quien no dudo en tomar rápidamente la insignia antes de que su dueño lo hiciera. Los ojos de Ivlis se llenaron de horror. Su posesión más preciada, su tesoro, se encontraba en las manos de la persona que más despreciaba en este mundo.

-Ufufu, ahora entiendo, ¿Hoy es el cumpleaños de Siralos verdad? Rayos, que descuidado de mi parte el no haber ido.

Un fuerte ardor recorrió el pecho de Ivlis.

-¿A que te refieres?-pregunto Ivlis poniéndose de pie.

Satanick comenzó a dar vueltas por la habitación, lanzando la insignia al aire tal cual moneda de la suerte.

-Siralos siempre me invita en su cumpleaños, dice que soy su "invitado de honor". Pero no es de extrañar, le encantan mis regalos después de todo.

La sonrisa en los labios de Satanick al decir esto último hizo temblar a Ivlis. Conocía perfectamente la amistad de ellos dos, sabía que Satanick tenía interés por Siralos, incluso que Siralos se divertía con este, pero nunca se había puesto a pensar a qué punto se "divertían" ellos dos. Ivlis no quiso pensarlo. Quería recuperar su insignia, echar a Satanick a patadas, y golpearse en la cabeza hasta olvidar aquella conversación. El problema era que Satanick no tenía intenciones de callarse.

-Sabes no te pierdes de nada. Sus fiestas no son tan buenas. Las mías son mucho mejoras, te garantizo que la pasarías mucho mejor conmigo que con él.-Ivlis ya no sabía si se refería a la fiesta u otra cosa, ni le interesaba saberlo.

-Satanick, devuélvemela, ¡y lárgate!-saltando como un niño pequeño por su juguete, Ivlis intento arrebatarle la insignia, resultando inútil.

-Awwww, te ves tan lindo saltando así, me gustaría verte saltando más ¿Sabes?

"Tan repugnante, tan insensible, tan molesto, ¡es simplemente desagradable!".-los pensamientos de Ivlis cada vez se volvían más violentos. Sus emociones estaban ardiendo.

-No lo entiendo.-el semblante de Satanick se volvió serio, tomando a Ivlis por sorpresa.- ¿Por qué te importa tanto?, ¿Acaso él no te desterró? ¿Qué no lo odias?

Esa última pregunta había sido intencional. Satanick no conocía los sentimientos de Ivlis hacía Siralos, o al menos eso creía el diablo de fuego. Sus sentimientos hacía Siralos eran algo intimo para él, la única cosa que se permitía guardarse para el solo. Para Emalf y Poemi, lo que extrañaba era su mundo, no a Siralos, cuando era todo lo contrario.
Con la cabeza baja, Ivlis dijo entre dientes:

-Esa insignia... trae muchos recuerdos de mis antiguos subordinados, que fueron asesinados por Siralos-mintió-por eso la guardo, para no olvidar sus memorias y recordar porque estoy luchando.

Aquella fue la gota que derramo el vaso. Satanick no esperaba que le dijera la verdad ni mucho menos, ¿Pero escudarse de sus camaradas muertos por un tonto amor sin sentido? Y aun cuando mentía, ¿No tenía el valor de decirle esto a la cara?

-Ciertamente... eres una cucaracha.

Crash. En las manos del diablo del Pitch Black, yacían los restos de la destruida insignia de sol, por sus propias manos. Como un simple trozo de basura, Satanick dejó caer los pedazos frente a Ivlis. Las rodillas de Ivlis flaquearon, cayendo estrepitosamente contra el piso, justo al frente de los trozos de su ya destruida insignia.

"¿Por qué la cosas tuvieron que acabar así?"-pensó Satanick.-"Yo no tuve la culpa, la culpa es de él por actuar de esa manera"

-Tu…-con los diminutos fragmentos en sus temblorosas manos, Ivlis sentía como toda su ira se rebosaba-¿Por qué hiciste eso?

No obtuvo respuesta.

-¡Te pregunte porque lo hiciste!-grito desesperado, reflejando sus emociones en el intenso brillo de su cabello-¡Eres un ser despreciable! ¿Tienes idea de lo que significaba para mí?

-Solo era una insignia inútil, déjate de tonterías.

-¡Por supuesto que no!-las lágrimas amenazaban salir de sus ojos, pero no lo permitiría.-Te odio, te odio, ¡te odio!

-Cucarachita, relájate-Satanick coloco su mano izquierda en su hombro.

-¡No me toques!-el cuerpo de Ivlis ardió en llamas, dejando fuertes quemaduras en el brazo de Satanick. Esto se estaba saliendo de control.-Ni siquiera el hecho de que eres un diablo justifica tu rancia existencia. Y aun así…-el brillo en su cabello se tornaba más intenso, Satanick nunca lo había visto así-¿Por qué el Señor Siralos te permite estar a su lado?

-Eso es simple, Siral-

-¡No tiene sentido que te amé a ti y no a mí!-esas palabras sorprendieron a Satanick, ¿Amor?, ¿De qué demonios estaba hablando?-"Un demonios caído de la gracia", así me llamo el Señor Siralos, ¿Pero tú? Eres una criatura repulsiva que ni siquiera la ha conocido. No recibes ni el amor de tus propios hijos, ¿Entonces porque merecer el del Señor Siralos? ¡Lo único que mereces es sumergirte en la más oscura y cruel oscuridad, donde nadie tenga que volver a sufrir por tu culpa!

-¡Tú no tienes derecho a decir eso!-Satanick estaba nervioso. Las palabras de Ivlis le dolían y no parecía querer detenerse.- ¿Acaso antes de llegar a mí no intentaste asesinar a un diablo y a toda su gente con tal de obtener sus poderes? No eres el más indicado para juzgarme querido.

-Lo hice por el Señor Siralos.-dijo sin ningún remordimiento-Con tal de volver con el Señor Siralos, no importa lo que tenga que hacer o quien deba sufrir.-las pupilas de sus ojos se veían dilatadas. Un escalofrió recorrió todo el cuerpo de Satanick.

Esto debía parar. Incluso con todos los males que Satanick le ha hecho a Ivlis, el solo pensar en Siralos puede derrumbarlo cien veces más rápido.

-De acuerdo, mejor olvidemos todo esto ¿Si?-El sudor se escapaba de su frente por los nervios.-Siralos es un imbécil, desterrar a un criatura tan hermosa y leal como tu es una tontería. Pero no te preocupes-con cuidado, volvió a acerca la bolsa de regalo a Ivlis-yo te daré el amor que mereces.

Aquellas últimas palabras fueron las más sinceras que Satanick le había dicho hasta ahora. Por desgracia, no era el momento indicado para decirlas. La cabeza de Ivlis comenzó a dar vueltas, sin poder entender lo que había escuchado. ¿Satanick?, ¿Darle el amor que merece?

-Tu… -Ivlis sentía como su respiración se alteraba, muchas emociones encontradas nublaban su mente.- ¿Darme el amor que merezco?-Acercando su mano despacio, Ivlis tomo la bolsa extendida. Y la envolvió en sus llamas.

Satanick no sabía cómo reaccionar. Por instinto, lanzo la bolsa a lo lejos revelando el contenido. Una mullida bufanda negra se quemaba poco a poco. 4545 le había dicho que no buscara nada en específico, sino que caminara por su mundo hasta encontrar algo que le recordara a Ivlis. Y así había sido, cuando cruzaba por una desolada tienda, vio aquella suave bufanda que ahora ardía en llamas. Ivlis no le dejo asimilar la escena. Antes de que Satanick actuara, rodeo su cuello con sus escamosas manos ardientes, cayendo sobre el mientras lo ahorcaba.

-¡Lo único que puedes hacer por mí es morir de una vez por todas!

El cuerpo de Ivlis desprendía un calor atroz. Cada centímetro de su cuerpo estaba cubierto por unas pequeñas llamas, las cuales parecían estar entre los 300º o 400º. Si Satanick no moría ahorcado, las llamas derretirían su cuello. Era morir o morir.

-De-ten…-trato de alejar al diablo con sus brazos sombra, pero solo se desintegraban ante el calor.

-Muere, muere, muere, muere, muere, muere, muere, ¡muere!, ¡muere!, ¡muere!, ¡muere!, ¡muere!, ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡MUERE! , ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡MUERE!, ¡SOLO MUERE DE UNA MALDITA VEZ!-Sus gritos se escuchaban por todo el castillo.-Llévatelo, llévate todo el dolor que me causaste, llévate mis pesadillas, llévate el odio del Señor Siralos, llévate mi destino, llévate mis pecados, ¡Llévatelo todo y muere de una vez!

Satanick no sabía que decir o que hacer. La falta de aire no lo dejaba pensar, más aun las palabras que decía Ivlis. ¿Tan horrible era su existencia para él?

-Ivlis…te…am-las garras de Ivlis se clavaron en su cuello antes de terminar la oración.

-Es mentira, es mentira, es mentira, es mentira, es mentira, es mentira, es mentira, es mentira, es mentira, es mentira, es mentira, es mentira, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRA, , eS mENtIRa eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRA, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRA, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRa, eS mENtIRa.

Sus ojos parecían dar vueltas como espirales, no había rastro de cordura en ellos. La vista de Satanick empezaba a nublarse. Estaba harto de esa agonía, pero aun así, no encontraba las fuerzas para luchar. Se había rendido. Si iba morir, al menos sería en manos de la persona que amaba.

-¿Por qué?-el agarré de Ivlis se volvió tembloroso-¿Por qué tengo que sufrir todo esto?

No sabía a qué se refería, si el que estaba sufriendo en ese momento era él, pero a Satanick no le importo mucho y lanzó con todas sus fuerzas a Ivlis del otro lado de la habitación, bañando está de un intenso humo negro.

Satanick intento respirar. La piel de su cuello estaba rostizada y parte de sus brazos habían sufrido fuertes quemaduras. Acelero su regeneración lo más que pudo, intentando volver a respirar. Dirigió su mirada hacía el causante de aquellas heridas, pero no podía ver nada por el humo en la habitación. Camino poco a poco tratando de alejar el humo.

-Ivlis…-dijo apenas con su garganta destrozada.

Lo que encontró no fue nada agradable. El brillo de ira ya no estaba en su cabello, junto con cualquier rastro de color. Su hermoso cabello gris y rojo ahora era negro como el carbón, mientras que sus expresivos mechones parecían tristes hileras de humo. Sus cuernos estaban descolorados, tomando una tonalidad grisácea, al igual que su cola. El cuerpo de Satanick temblaba.

Ivlis estaba de espaldas a él, en silencio, entre aquel espeso humo. Satanick acerco su mano y toco ligeramente su hombro, asustándose por la fría temperatura de su cuerpo.

-Hey…Ivlis…-lo llamo, asustado por lo que estaba a punto de ver.

Un grito ahogado se escapó de los labios del diablo.
Satanick amaba muchas cosas de Ivlis, su misma existencia le parecía preciosa, pero si debía decir que era lo que más amaba, eran sus brillantes y dorados ojos. Los mismos que ahora no eran más que simples agujeros negros; sin vida, ni fondo. Una sola lagrima se escapó de su ojo derecho, la cual Satanick limpio con cuidado. Esa lágrima era el último resto de vida que quedaba en Ivlis.

Aquella llama llena de vida que era Ivlis, se había convertido en un simple carbón apagado, que con el tiempo solo sería cenizas. Satanick lo llamo varías veces, y aunque este lo miraba, sentía que verdaderamente no lo estaba viendo, que no estaba viendo nada. Lo que Satanick no había roto no fue una simple insignia, sino al mismo Ivlis.

Satanick cayó de rodillas frente al inexpresivo Ivlis. Sus ojos se dirigieron a las cenizas de lo que antes fue su regalo. Vaya destino tan cruel. Haber ido ahí para hacer feliz a Ivlis, cuando ahora jamás lo sería. Una sensación extraña, pero conocida surgió en el pecho del diablo, como si algo en su corazón creciera.

-Ah… tenías razón.-Despacio, Satanick tomo la fría mano de Ivlis.

Cerrando sus ojos, un pequeño hilo de sangre purpura abandono los labios de Satanick. Y usando sus manos de sombra, los sumergió a ambos en la eterna oscuridad.