Oraciones

Disclaimer: todo pertenece a Rick Riordan.

Esta historia participa en el reto Limpiando el Ático de los Retos del foro el Monte Olimo con el reto Medias Naranjas.

Atenea siempre había estado orgullosa de su serenidad, de su capacidad para ver las cosas en frío sin dejarse influir por estúpidas emociones. Secretamente, o quizá no tanto, siempre se había sentido por ello superior a otras diosas como Perséfone, Afdrodita y Hera. Ella no dejaba que el amor, o el desamor, le hicieran perder la cabeza. No por nada era la diosa de la sabiduría.

Hasta que empezó a oír esa voz en su cabeza. Era una de tantas, el rezo de un semidiós para que lo ayudara a afrontar alguna prueba. Le pedía inteligencia para afrontar su misión, construir templos para los dioses olvidados, para saber por cuáles debía empezar y cuál era la manera correcta de hacerlo. Le pedía también fuerza, no fuerza física sino fuerza de voluntad y sobre todo que lo guiara tanto en el sentido de la justicia como en la práctica de la arquitectura.

Tuvo que reconocer que se había sentido muy satisfecha porque alguien, aunque fuera un romano, le rezara con tanta devoción y fe, aún más cuando el rezo volvió a repetirse al inicio de la construcción del siguiente templo.

De nuevo Atenea se sintió complacida y respondió satisfactoriamente a los ruegos del semidiós. Con la tercera oración su curiosidad empezó a crecer. Quería saber más de aquel chico. Comenzó a observarlo mientras trabajaba, generalmente solo, en ocasiones con otros campistas, con sus amigos o con su novia, la hija de Afrodita. Jason Grace era listo, generoso, un líder nato y sobre todo justo y trabajador. Todo lo que ella admiraba en una persona.

Continuó observándolo, aprobando en silencio los pasos que iba dando. Comenzó incluso a enviarle visiones en sueños con nuevas formas para los templos. Quería ayudarlo. Quería ver la expresión de orgullo y felicidad que se reflejaba en su rostro cada vez que uno de aquellos edificios estaba terminado y sobre todo, quería oír de nuevo su voz en su cabeza, su oración, su fe y sus palabras de gratitud.

Atenea siempre se había enorgullecido de su frialdad. Sin embargo, allí estaba, dando vueltas y más vueltas por los jardines de su palacio, nerviosa como una adolescente antes de su primera cita, esperando la nueva oración de Jason Grace y deseando en secreto que la gratitud y la fe se convirtieran en algo más, en amor.