ESTE FANFIC NO ES MÍO. ES UNA TRADUCCIÓN.
La historia original en inglés es obra de MurkyMuse y se llama "The Runaway and the Dragon". Lo tiene publicado en la página "Archive of Our Own". Cuento con su permiso para hacer esta traducción y publicarla en esta página. El link a la página del fanfic original está en mi perfil, porque no me dejaban escribirlo aquí.
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Notas de Narutinachan:
Este fanfic fue escrito antes de que se diera a conocer a Kaya en el manga, por eso la historia es diferente a la original. Pero aún así me pareció un fanfic bonito para traducir.
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Notas de MurkyMuse:
Inspirado en un tumblr de que Yoon es una reencarnación de la esposa de Zeno. Y un agradecimiento especial a koizumichhi por animarme a escribir esto.
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Capítulo 1: Encuentro.
El aire de la montaña era frío. Sin embargo Yoon ni se inmutó por él mientras estaba de pie al lado de la fogata. Él estaba removiendo la olla con el guiso, el olor flotaba en el aire y llamó la atención del pozo sin fondo. El dragón rubio rondaba como un niño impaciente, saltando en su sitio de un pie a otro. Yoon le miró con una expresión escéptica.
"¿Cómo es que alguna vez estuviste casado?"
Zeno se rió. "Todo el mundo se está agarrando a eso."
"Es difícil de imaginar." Yoon frunció el ceño. "¿Cómo era ella?"
La sonrisa que se formó en el rostro de Zeno fue una llena de cariñosos recuerdos y afecto espontáneo.
"Ella era increíblemente inteligente. No era diferente de ti, muchacho."
Un leve rubor coloreó las mejillas del chico. "¿Eh? ¿Qué se supone que significa eso?"
"¡Parece que la comida está lista! ¡Zeno va a hacérselo saber a los demás!"
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Hace aproximadamente mil años…
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Las viejas hojas del otoño pasado crujían bajo sus pies, mientras que el viento ondeaba a través de su largo pelo. Sus pulmones comenzaron a arder. La joven mujer se lanzó de repente hacia la izquierda, agachándose debajo de un arbusto en una grieta de un árbol muerto. Momentos más tarde tres hombres –que vestían uniformes de oficiales de la cuidad cercana- la alcanzaron. Ellos se separaron, buscándola apresuradamente. Un oficial se giró y pareció mirar hacia ella. La mujer se paralizó, demasiado asustada para respirar siquiera.
"¡Tú!" Gritó el oficial. "¿Has visto a una mujer pasar por aquí?"
Unos pasos sonaron desde los arbustos por los que ella acababa de pasar. La ansiedad se apoderó de su corazón, y inconscientemente se agachó más abajo agarrando fuertemente su bolsa. Una voz desconocida y extrañamente alegre habló.
"Una dama se fue en esa dirección hace unos minutos."
Su corazón latía tan fuerte que estaba segura de que ellos lo oirían. Se escuchó el sonido de pisadas, pero en vez de hacerse más fuertes se estaban desvaneciendo. La mujer parpadeó. Los oficiales se estaban marchando.
"Es seguro salir ahora, señorita."
La mujer salió a toda prisa de su escondite sacudiéndose la suciedad de su vestido y mirando sospechosamente al que la había ayudado. El desconocido tenía un pelo rubio rebelde y ojos azules. Su ropa estaba andrajosa de viajar, y llevaba un medallón con un diseño de dragón alrededor de su cuello.
"¿Por qué no les dijiste dónde estaba?"
"Zeno ha escuchado algunos rumores desagradables sobre el Lord local mientras estaba de paso." Declaró simplemente como si eso fuera suficiente para responder a su pregunta.
La mujer entrecerró los ojos, su color verde pálido resplandeció. Sin decir ni una palabra, ella se giró sobres sus talones y se dirigió en la dirección opuesta a la que habían ido los oficiales. Las pisadas del extraño –lo suficientemente altas como para que lo estuviera haciendo a propósito- hicieron eco detrás de ella. Ella no se molestó en mirarle.
"¿Por qué me estás siguiendo?"
"Zeno está un poco curioso, pero sobre todo está preocupado de que los oficiales vuelvan a aparecer."
"¿Siempre ayudas a extraños al azar?"
"Cuando la situación lo requiere."
Se hizo el silencio mientras continuaban hacia delante con un ritmo acelerado. Después de unos diez minutos llegaron a un callejón sin salida en un acantilado con vistas a un río. El río era rápido y agitado, y ciertamente no era un lugar para ir a nadar. La mujer se detuvo cerca del borde del acantilado y comenzó a hurgar en su bolsa. Ella sacó un pequeño frasco que contenía un líquido rojo oscuro y espeso. Cuidadosamente pintó con el líquido sobre una roca afilada. Podía sentir los ojos del extraño a su espalda.
"Estás fingiendo tu muerte."
"Esa es la idea. Zeno, ¿no?"
"¡Sí!"
"Date la vuelta y no mires hasta que yo te diga que puedes hacerlo."
Zeno hizo lo que le ordenó, alejándose del acantilado y mirando en la otra dirección. Mientras tanto la mujer se quitó el vestido rápidamente y le tiró descuidadamente. Poco a poco este descendió hacia abajo y cayó al agua; la corriente le arrastró río abajo. También arrojó una zapatilla al agua de abajo, mientras que la restante la colocaba a una distancia apropiada de la roca ensangrentada. Sacó otra ropa de su bolsa, un traje que solían utilizar los chicos. Con sus pechos atados se deslizó en las ropas y en las botas. Por último agarró un pequeño cuchillo. Mechón a mechón se cortó su pelo largo y oscuro. Este también fue arrojado por el acantilado y llevado río abajo.
Una vez terminada su transformación, la mujer ahora disfrazada dejó el acantilado para unirse a su inesperado cómplice. Un suspiro de alivio escapó de su garganta cuando vio que él se había colocado detrás de un árbol de modo que le resultaba imposible verla.
"He terminado. Puedes mirar ahora."
El rubio se giró con una expresión seria.
"La señorita estaba yendo bastante lejos para escapar."
"El plan es ir por lo menos a tres ciudades de distancia." Le respondió ella de forma equivocada a propósito.
"A pesar de que ahora te ves como un chico te confundirán mucho con una chica." Afirmó con una sonrisa.
"¿No tienes ningún otro lugar en el que estar?"
"¡No! ¡Zeno es un vagabundo sin rumbo!"
La mujer le lanzó una breve mirada. Ellos volvieron a caminar por el bosque en dirección a la ciudad de al lado. Los únicos sonidos eran el de las aves y el susurro de las hojas. El sol pasó lentamente sobres sus cabezas. Cuando este se acercaba al horizonte occidental, Zeno se detuvo en medio de un pequeño claro.
"Deberíamos acampar aquí esta noche." La aconsejó.
La mujer disfrazada miró desde el rubio hasta el cielo oscuro. Ella se mordió el labio, dividida entre llegar tan lejos como pudiera tan rápido como fuera posible y el conocimiento de que atravesar el bosque de noche era peligroso. Con un suspiro de resignación dejó caer su bolsa al suelo.
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La luz de la luna se vertía a través del dosel hasta el claro. Habían renunciado a hacer una fogata por si acaso la búsqueda aún estaba en curso. A pesar del clima cálido de primavera, la mujer había envuelto una manta alrededor de ella. Su bolsa hizo mejor de almohada que el terreno plano. El agotamiento pesaba sobres sus párpados. Sin embargo, luchó contra el sueño mientras miraba la espalda del joven hombre.
Excepto porque él no parecía tan joven en ese momento. Zeno estaba sentado lejos de ella, mirando hacia la luna. Su rostro estaba oculto por las sombras. La desesperación, la tristeza y el cansancio se adueñaron del aire a su alrededor como una espesa niebla, mientras agarraba con una mano el medallón que estaba alrededor de su cuello como si se tratara de un salvavidas arrojado a una persona que se estaba ahogando.
"Myeong." Su voz escapó de sus labios antes de que ella se diera cuenta de lo que estaba haciendo.
El rubio giró la cabeza como si acabara de recordar que ella estaba allí.
"Mi nombre es Myeong."
Zeno sonrió suavemente. "Ese es un nombre bonito, señorita."
Myeong se encogió de hombros y se dio la vuelta. Ella no le entendía en absoluto. Unos minutos más tarde el cansancio finalmente la pasó factura, arrullándola para dormir. Zeno observó el constante alzamiento y caída del pecho con su respiración mientras pensaba en los acontecimientos del día.
"Qué chica más aterradora."
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Myeong tenía ocho años cuando sus padres fueron enterrados en la fría tierra. Ella aún no quería dejar la tumba, pero su tío tiró de su brazo rudamente y la arrastró lejos. La chica le dio una patada en la espinilla y se retorció para liberarse. Corrió y corrió. El mundo se volvió oscuro. Myeong tropezó. Cuando levantó la vista volvía a ser mayor. El Lord de la cuidad, con su babosa sonrisa y su cabeza clava, apareció ante ella. Él la agarró de la barbilla, dejando un moretón en su piel y obligándola a mirarle a los ojos.
"¿No eres una joya?"
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Sus ojos verdes se abrieron de golpe. El azul claro del cielo de la mañana estaba por encima de ella. Myeong se sentó, la manta se deslizó hasta su cintura. Ella bajo la mirada hacia sus manos temblorosas.
"Otra pesadilla…"
"¡Buenos días, señorita!"
Zeno prácticamente saltó a la vista, con una brillante sonrisa en su rostro como de costumbre. Myeong parpadeó. Con la luz de la mañana el sueño estaba comenzando a desvanecerse.
"Buenos días, Zeno."
Habían pasado dos días desde la estrategia de su falsa muerte y su encuentro oportuno con el rubio. Después de la primera noche habían caído en una fácil camaradería. Zeno era tan alegre que era difícil que no te gustara. Myeong se estiró para desperezarse y entonces rebuscó en su bolsa. A partir de la noche anterior las raciones que había empaquetado habían desaparecido. Después de todo solo había traído suficiente para una persona. Ella tenía algunas especias y se las había arreglado para llevarse con ella un recipiente de hojalata. También había un arroyo cerca.
"Zeno, ayúdame a encontrar algunas verduras silvestres."
"¡Está bien!"
No mucho más tarde preparó una sopa sencilla. El rubio se tragó su parte mientras irradiaba un aura de pura felicidad. Myeong le miró mientras bebía de su propio cuenco.
"Te ves como si te hubieras muerto e ido al cielo."
"Si el cielo es así, a Zeno no le importaría morir."
"Eres raro."
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Según el bosque disminuía, la siguiente cuidad quedó a la vista. Era un poco más grande que la ciudad natal de Myeong. Los edificios estaban construidos sólidamente; y la gente estaba animada. El mercado estaba lleno de comerciantes que vendían todo tipo de artículos: suministros, mapas, hierbas, medicinas y pomadas, telas y ropa, joyas, y-
Myeong se detuvo el secó al ver un puesto que vendía unos pocos libros. Ella se abrió paso entre la multitud de forma zigzagueante para llegar a él y luego miró con avidez la selección. Había una guía de las plantas locales, dos libros de remedios básicos, la leyenda del Rey Hiryuu, y otro cuento de ficción.
"A la señorita la gustan los libros, ¿eh?"
"Sí." Le respondió distraídamente mientras hojeaba uno de los libros sobre remedios. "Mi tío no creía que las mujeres debieran saber leer, así que tuve que robar libros. He tenido acceso a la biblioteca del Lord, si me hubiera casado-"
Ella de detuvo, dándose cuenta de la información que se la había escapado. Zeno se puso de pie a su lado con una expresión indescifrable. Myeong suspiró y se giró hacia el dueño del puesto.
"Señor, me gustaría comprar este libro."
Tuvo lugar una rápida batalla de regateo. Minutos después Myeong y Zeno continuaron por el mercado con el libro a buen recaudo en la bolsa de Myeong. La mujer disfrazada se retorció internamente mientras miraba la sonrisa indescifrable del rubio. Con el tiempo su decisión se derrumbó.
"¡Está bien! Solo ¿quién querría casarse con un hombre viejo y sucio cuyas tres esposas anteriores murieron por causas misteriosas? Pero no es como si pudiera decir que no y seguir con mi vida. Cualquier persona que le desagrade tiende a terminar muerta en un callejón." Despotricó ella rápidamente y rematándolo con un resoplido.
"Así que finalmente lo has sacado todo." Zeno sonrió suavemente. "¿Ahora te sientes mejor?"
Myeong parpadeó. Toda la tensión acumulada en sus hombros había desaparecido repentinamente. Por primera vez en semanas se sentía en paz.
"… Sí."
La cuidad tenía una pequeña posada que estaba constantemente ocupada. Cuando los dos viajeros llegaron solo quedaban dos habitaciones libres. Myeong consideró por un momento conseguir habitaciones individuales, pero eso sería demasiado caro. La habitación en sí era pequeña y desnuda con una ventana con vistas a la calle. Caminando a través de la puerta, dejó la bolsa deslizarse hasta el suelo. Zeno se dejó caer, se estiró, y luego se quedó dormido rápidamente. Myeong sonrió débilmente al verle y luego recogió su libro nuevo. Un poco de lectura antes de que el sol se pusiera sonaba como una buena idea.
En algún lugar entre la cubierta delantera y la trasera la mujer morena se quedó dormida. El sol se puso y la noche descendió. La ciudad se silenció en un momento de calma. Discretos movimientos pillaron a Myeong en un estado entre el sueño y la vigilia.
"Fue un placer viajar contigo." El suave murmullo no fue suficiente para revolverla. "Adiós, señorita."
Myeong se despertó lentamente y levantó una mano para frotarse el sueño de los ojos. Fue entonces cuando se dio cuenta de la manta que estaba sobre ella y el libro colocado a su lado. Teniendo en cuenta cómo se había quedado dormida no tenía sentido.
"Zen-"
Una rápida mirada alrededor de la habitación la reveló que el rubio se había ido. La despedida como un vago sueño parpadeó en su mente.
"Se fue…"
Myeong frunció el ceño. Esto no la sentó bien. Él la había dicho que era un vagabundo; y, solo se conocían de unos pocos días. No es como si ella hubiera pensado que viajarían juntos mucho tiempo. Sin embargo, Zeno la había ayudado. Él engañó a los oficiales y luego había sido una presencia calmante. Ella no quería que él simplemente desapareciera así.
Ella se puso de pie y rápidamente guardó la manta y el libro. Colgándose la bolsa sobre el hombro, Myeong salió corriendo de la posada. El amanecer acababa de empezar, el cielo seguía siendo de un color morado oscuro. Una segunda decisión la hizo correr a la salida norte de la ciudad. Esta resultó ser una decisión afortunada cuando vio a Zeno cerca de la salida en una calle vacía.
"¡Zeno!"
El rubio se dio la vuelta, la sorpresa estaba grabada en su rostro. Myeong se detuvo a un par de metros de distancia para recuperar el aliento.
"Quería darte las gracias…" Ella hizo una pausa tratando de ordenar sus pensamientos. "… Y no quiero quedarme en esta ciudad. Tal vez esto sea egoísta por mi parte, pero ¿te importaría si viajamos juntos un poco más?"
Su expresión se volvió ilegible. Myeong se mordió el labio, cuestionándose en silencio si había traspasado una línea. Lentamente una sonrisa brillante resplandeció como el sol después de un día nublado.
"¡Está bien!"
Myeong dejó escapar un suspiro de alivio. Con eso eficientemente arreglado, su mente cambió rápidamente de tema.
"Antes de irnos, quiero comprar algunos suministros más." Declaró mirando a su nuevo compañero. "¿En qué estabas pensando, marchandote solo con tu ropa a la espalda? No sé cómo te las has arreglado hasta ahora."
La respuesta de Zeno fue reírse.
