Arrojaba una bolita de papel tras otra al cesto de basura, harto de su rutinaria y aburrida vida laboral. ¿Es que acaso no había nada interesante en esa jodida oficina? Todo el día, todos los días era exactamente lo mismo. Llegar, sentarse, firmar contratos y clausulas, tomar un café y comer un emparedado, volver a firmar, sentir el trasero entumido, aburrirse y, finalmente, irse. A sus 23 años, para Hana Asakura, heredero del magnate Yoh Asakura y de toda su fortuna, la vida no era más que "trabajar" y seducir mujeres para después llevárselas a la cama, nada nuevo.
Alguna vez encontró atractivo su trabajo, o bueno…más bien a las empleadas, hasta que todas, o por lo menos la mayoría, disfrutaron de su "experiencia laboral" Por tanto, el Asakura era conocido como todo un Don Juan. No era para menos, el joven era atractivo, millonario y galante… ¿qué mujer podría decirle que no?
-Hey, Hana-Kun-el cuatro-ojos hacía su aparición-¿Tú sabes por qué hay tanto escándalo en el primer piso?
-¡No me digas que no lo sabías!-intervino un chico de cabello bicolor antes de que Hana pudiera hablar-Es por la nueva directora del departamento de Relaciones Públicas. Dicen que es una verdadera belleza.
-¿En serio?-cuestionaron los otros dos al mismo tiempo.
-Así es…-asintió el pecoso-Escuché por ahí que es Estadounidense, exactamente de California. Creo que acaba de llegar, y por lo que escucho, su entrada es todo un éxito.
-Pues ni modo-suspiró Hana-Tendré que conocer a la "belleza americana" más tarde. Ahora estoy muy ocupado.
-¿Arrojando bolitas de papel?-cuestionó Yohane un tanto divertido.
-Cállate, yo sé en qué empleo mi tiempo.
-Como gustes, Hana-Kun-el hombre de gafas sonrió-al menos iré a darle la bienvenida. ¿Me acompañas, Gakko-Kun?
-De acuerdo-respondió el aludido siguiendo a su amigo, mientras que Hana, quien había dejado de arrojar papeles al basurero, observaba la ventana.
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La chica caminaba tranquilamente sin darle mucha importancia a todas las miradas que estaban sobre ella, unos alababan su belleza, otros criticaban, pero la rubia tenía cosas mil veces más importantes en qué pensar.
Tomó asiento en una de las muchas mesas desocupadas de la enorme cafetería del lugar, aun indecisa de qué pedir. Observaba el menú, pero elegir algo era difícil…todo se veía tan delicioso.
-Ten…-una voz la sacó de sus pensamientos. Miró hacia atrás, encontrándose con un vaso de café. Lo tomó con un dejo de desconfianza mientras su mirada ascendía, encontrándose a un muy atractivo hombre de rubios cabellos que le dedicaba una seductora sonrisa.
-¿Y esto es…?-cuestionó la joven, él se mostraba seguro.
-Es una tradición de la empresa-le respondió, firme y galante como siempre-Cuando alguien se incorpora en nuestro equipo, le regalamos un vaso de café por parte de todo el personal. Aquí lo llamamos "El café de bienvenida"
-¿Café de bienvenida, eh? Pues muchas gracias-dijo la rubia mostrándose segura de sí misma-¿Y puedo saber quién lo prepara?
-Yo, personalmente-le extendió la mano derecha, aún sin dejar de sonreír-Hana Asakura, es un placer.
-Vaya, vaya. ¿El hijo de Yoh Asakura?-fingió sorprenderse.
-El mismo. A sus órdenes, mi bella dama-respondió besando la mano de la joven mujer, quien le veía con cautela.
-Te comportas como todo un caballero-ella rió, extendiendo su mano derecha también-Alumi Niumbirch, encantada.
El rubio no pudo evitar sonrojarse… ¿sonrojarse? ¿Acaso era un mocoso de 15 años para sonrojarse así? Bueno, a decir verdad no era para menos. La mujer era bellísima, de largo y lacio cabello rubio, tez bronceada, alta, de cintura breve, caderas anchas, piernas largas y torneadas, trasero voluptuoso y un delicado, hermoso y fino rostro adornado por un par de increíbles ojos de un profundo color azul. El único "defecto" que podría encontrarle a tan exquisita dama era, tal vez, el tamaño de su busto, que no era tan grande como el de otras mujeres que ya había seducido, pero comparado con todo lo demás no tenía importancia. Definitivamente ella sería su siguiente objetivo.
Ella le miraba de pies a cabeza. Nada mal…su rostro era de facciones ligeramente finas, pero sin dejar de ser varonil, en apariencia, su cuerpo era delgado, pero con los músculos bien marcados, pero lo que más le había llamado la atención eran esos ojos color miel que le miraban atentamente, invitándola a perderse en ellos. Un hombre atractivo, en toda la extensión de la palabra…pero tenía prioridades, y definitivamente, fijarse en hombres no era una de ellas.
-Alumi Niumbirch, ¿eh? Creo que he escuchado ese apellido antes-tomó asiento a lado de la mujer, quien comenzaba a mostrarse nerviosa, cosa que no pasó desapercibida para el rubio-Oh, vamos, no te pongas así. No muerdo…a menos que tú lo desees.
-Vaya, con ese comentario acabas de arruinar la buena impresión que tenía de ti-le dio un sorbo a su café sin darle mucha importancia a las palabras del hombre.
-Jaja, ignora esa pequeña broma. Sería incapaz de coquetearle una compañera, y mucho menos en horario laboral.
-¿En serio?-arqueó la ceja, viéndolo directamente a los ojos-Porque esa reputación tuya dice todo lo contrario. No creas que no lo sé.
-¿Reputación?-maldita sea, eso le haría perder puntos con esa hermosura-¿Y se puede saber que has oído de mí?
-Oh, nada malo, solo que te has acostado con varias de tus compañeras, y con otras mujeres fuera de la empresa, y yo no seré la siguiente ¿entendido?-se puso de pie, viéndole severamente-Pero debo admitir que haces un buen café. Debo irme, hay cosas que hacer, y no quiero que ambos perdamos el tiempo en coqueteos inútiles. Con permiso.
La mujer se fue, dejándolo atónito. Esa era la primera vez que alguien lo rechazaba, pero eso no se quedaría así. ¡No señor! Alumi Niumbirch no escaparía a sus encantos, y de eso se aseguraría.
