1.
Killua resopló levantando los mechones blancos de su frente con su suspiro.
Sentado frente a la ventana con los pies apoyados en el alféizar y los brazos cruzados tras la nuca, veía pasar un nuevo día en Isla Ballena. Debía admitir que adoraba llegar a ese lugar luego de una gran aventura, descansar en casa de Mito-san, comer su deliciosa comida y especialmente pasar las tardes con Gon bajo los árboles. Era un lugar mágico donde se olvidaba todo tipo de problemas y el contacto con la naturaleza hacía perderse en el infinito.
Estaba aburrido; Gon había partido muy temprano al puerto para recibir a los otros dos chicos del grupo que por primera vez llegaban a casa de Mito-san, y no había tenido la amabilidad de despertarlo, simplemente le había dejado una nota pegada en la frente que decía: Voy por Kurapika y Leorio, nos vemos a la hora del almuerzo (no olvides ordenar el cuarto o Mito se enojará) Gon F.
Se sentía un poco extraño e invadido, Isla Ballena era como su refugio y aunque el rubio y el médico eran sus amigos, no podía dejar de pensar en que quizás no les correspondía llegar allí.
Sin embargo, en cuanto los divisó bajando por la colina se levantó ligeramente encaminándose hacia ellos, de todas formas los extrañaba.
Salió de casa casi corriendo y se detuvo a metros de la entrada saludándoles con la mano en alto y una sonrisa.
Leorio le respondió con la misma sonrisa pícara cargando una maleta, Kurapika-correcto como de costumbre-le sonrió decorosamente haciendo un gesto con la mano, llevaba un bolso cruzado en el pecho sobre un traje rojo con líneas blancas que hacía mucho tiempo Killua no veía en él, por alguna razón le agradó verlo con ese atavío otra vez.
Gon venía hablándoles animadamente pero dejó de hacerlo cuando llegaron ante el albino, quien miró a sus amigos con ojos caprichosos notando la expresión adulta y madura de Leorio que lo desconcertaba un poco.
-ahora ya puedo llamarte viejo ¿verdad?-le sonrió estrechándole la mano
-soy solo unos años mayor que tú
-unos 7-agregó contando con los dedos
Kurapika soltó una risita mientras le estrechaba la mano cordialmente. El rubio se veía algo más recuperado que la última vez que lo vio, pero seguía con aquella expresión cansada y triste a pesar de estar prácticamente feliz.
-¿Gon…?-inquirió de pronto una voz femenina desde el camino haciéndolos voltear hacia el bosque Era una mujer adulta de ojos azules y cabello castaño que llevaba grandes bolsas llenas de comida. No podía ser otra que Mito-san. Le fue inevitable sonreír al conocer al fin al resto de los amigos de su hijo.
-hola-le dijo Gon sin demorar en ayudarla a cargar las bolsas que traía
-¿no era que tus amigos llegaban mañana?-preguntó sorprendida
-sí, bueno…se adelantaron un poco-le sonrió
- ¿por qué no me dijiste?-le susurró molesta-no he preparado nada, acabo de ir al mercado
-a ellos no les importará-le aseguró el moreno entrando a la casa mientras su tía recibía a sus amigos con esa dulzura maternal que inundaba todo el hogar.
-los chicos me han hablado mucho de ustedes-venía diciéndoles al entrar-¿Cuánto tiempo se quedarán?
-un par de semanas-dijo Kurapika
-ya veo-dijo con una sonrisa planeando dónde los mandaría a dormir
Sería una tarde agradable, Leorio y Kurapika no habían tenido inconvenientes en familiarizar con la tía de Gon mientras le ayudaban a preparar la comida. Gon y Killua se dedicaban a ordenar los platos dentro de la estantería aunque no se veían muy animados, el albino había notado de inmediato la expresión preocupada de su mejor amigo y la emoción que inundaba sus ojos ¿acaso los chicos habían llegado por casualidad o a pasar vacaciones? Lo dudaba; Leorio acababa de recibirse de médico solo medio año atrás, debería viajar a su país natal como lo tenía planeado y Kurapika aun peleaba un último par de ojos rojos ¿Por qué razón descansarían cuando estaban tan cerca de cumplir sus metas? Seguramente Gon ya lo sabía y su silencio lo delataba, era obvio que moría de ganas por decírselo pero tal vez sus amigos no lo habían autorizado.
-¿de qué se trata?-le preguntó en susurro cuando fueron solos a la tienda de Mito detrás de la casa
-¿qué cosa…?-se desentendió su amigo moreno subiéndose a una silla para sacar una caja de platos y vasos que había sobre la estantería de vidrio
-lo de Kurapika y Leorio ¿Por qué están aquí?
-Killua, solo vienen de vacaciones
-no es cierto. Puedo creer que Leorio quiera darse un año sabático pero Kurapika jamás, menos ahora que solo le queda un par
-los chicos te contarán
-lo sabía-sonrió triunfante-¿qué debemos hacer?
-nada-respondió simple cargando la pesada caja en sus brazos-al menos esta semana, nada
-¿es peligroso?
El moreno bajó de la escalera y suspiró dejando la caja sobre una mesa, luego cerró la puerta y se acercó a su amigo hablando casi en silencio con mirada especulativa como si fuese a contarle el secreto de su vida. Siempre tan simple e infantil.
-Kurapika requiere de nuestra ayuda-le dijo con ojos llenos de emoción-tiene un plan pero no sabe si funcionará
-¿aún persigue al Ryodan?
-¿Ryodan? Esa cosa ya no existe-sonrió-solo queda el jefe y de él se encargará Kurapika
-¿y nosotros qué?-Killua se apoyó en la mesa mostrándose confundido
-nos toca obtener esos ojos rojos, están en otro lugar…
-no suena difícil
-no, por eso le dije que estábamos de acuerdo
-¿qué…?
-lo siento, pero tuve que hablar por ti-le sonrió con inocencia
-Gon…-lo miró enfadado-¿Por qué hiciste eso? Yo quiero disfrutar las vacaciones
-lo sé, pero piénsalo, tenemos que hacer lo más simple de todo-le sonrió-será como ir a pescar, lo pasaremos bien y ayudaremos a Kurapika
-contigo no se puede-chasqueó tomando la caja
-¿acaso no irás?
-me obligas a hacerlo
-que buen amigo eres-le sonrió abriendo la puerta para volver al interior de la casa
-pero no vuelvas a comprometerme sin preguntar
-está bien, está bien, no te molestes
-¡Gon, los platos!-le llamó Mito
Ambos chicos apresuraron el paso hasta llegar a la cocina donde el intenso olor a estofado les hizo aguar la boca, no tardaron en ordenar los servicios y ser los primeros en sentarse a la mesa.
Fue un almuerzo placentero, Mito comprendió de inmediato el lazo que unía a los 4, a pesar de tener diferentes edades se llevaban muy bien porque todos buscaban "algo" para ser felices, cada uno con una personalidad distinta y diversos modos de comprender la vida; solo con verlos distinguía la visión servicial y atenta de Leorio, la sutileza y mentalidad fría de Kurapika, el Carpe Diem de Gon y la inestabilidad de Killua. El último y mejor amigo de su sobrino era quien más le llamaba la atención, a pesar de llevar años recibiéndolo en casa sentía que nunca acababa de conocerlo, siempre ocultaba un misterio mayor en ese par de ojos azules llenos de dulzura y ternura que se perdían tras un velo de frialdad. Ella misma era quien a veces llegaba a lo más hondo de él al tratarlo como a un hijo, con respeto y amor y no con la brutalidad que a veces indicaba su mirada. A Mito le gustaba tenerlo en casa, a Gon le hacía bien y sabía que la ayuda era recíproca, las pocas veces que su sobrino había llegado sin el albino, había estado triste, aburrido y no tardaba ni una semana en volver a partir, mas, cuando llegaba con Killua, los días se hacían cortos para los dos.
-…mi barriga…-soltó Gon echándose hacia atrás en la silla-…gracias Mito-san…
-voy a explotar…-rió Killua
-me alegra que estén satisfecho…-sonrió ella-¿me ayudan a levantar los platos?
Gon asintió obediente y se levantó ayudando a su tía mientras los chicos apilaban los platos en la mesa.
Killua miró a sus dos amigos mayores un poco receloso, Kurapika le sostuvo la mirada un poco incómodo y decidió ayudar a Gon para no tener que responder preguntas del albino, con los años se le hacía difícil hablar sin ser descifrado por él.
-Gon ¿Por qué no nos llevas a conocer el lugar? Me gusta mucho la vegetación que hay aquí-le dijo Leorio-es relajante
-podríamos ir a pescar-respondió su amigo menor-y acampar en la colina, las estrellas se ven enormes desde ahí
-estupendo-sonrió Kurapika
-les prepararé algo para llevar-dijo Mito
-gracias-le sonrió Gon antes de acompañar a sus amigos a beber un refresco fuera de la casa
-¿Cuándo nos necesitas?-preguntó de pronto Killua como si preguntara cuándo llovería. Kurapika dio un respingo y miró a Gon con ojos delatores y resignados. Leorio resopló y se echó sobre el pasto mordiendo una pajita para disfrutar del sol, al menos él ya no quería más problemas.
-la próxima semana-respondió el rubio sabiendo que no tenía caso ocultar información o mentir
-ya veo ¿Dónde tenemos que ir?
-a la ciudad de Keb, cerca de York
-Gon me dijo que teníamos que robar…
-"robar" es una palabra inadecuada, es "recuperar"
-ok, ok…como quieras… ¿a quién tenemos que robar?-preguntó soltando una risita junto a Gon aunque callaron al instante, al rubio no le gustaban ese tipo de bromas
-solo vayan y traiganlos conmigo; yo estaré cerca
-¿estarás peleando?-Gon lo miró sin dejar de preocuparse-podemos ayudarte, podemos luchar junto a ti
-necesito que me ayuden en lo que les pido-dijo el rubio sentándose junto a Leorio-¿lo harán?
-está bien-dijo Gon algo preocupado.. Killua resopló obviando la situación.
-estaremos alerta si te vemos en aprietos-dijo el albino sin mirarlo. No le gustaba demostrar su afecto.
-gracias. Pero por ahora…-suspiró echándose sobre el pasto y mirando el cielo-creo que puedo descansar
-…demente...-susurró Killua antes de bostezar y terminar de beber su jugo-hey, Leorio ¿Qué harás tú? ¿Irás de flojonazo?
-Kurapika necesitará alguien que lo cuide hasta llegar al hospital-repuso el médico acomodándose los lentes de sol-a menos que muera, en ese caso no tendré nada que hacer
Ambos jóvenes se miraron sorprendidos por ese tono tan indiferente e impropio de él. Quizás estaban al borde de perder a un amigo por primera vez y ninguno parecía muy compungido.
-como sea, de todas formas haremos algo distinto…-dijo Killua echándose hacia atrás en su silla con los pies en alto-¿Qué pasa, Gon?
-…nada-repuso el otro con seguridad. El albino supo de inmediato en lo que pensaba. No importaba todo lo que dijese Kurapika, de todas Gon iría a arriesgarse por él y Killua tendría que acompañarlo.
-podríamos ir a pescar como dijo Gon…es divertido
El albino resopló sintiendo el aire fresco en su cabello blanco que le hacía sentir despreocupado y pensó resignado que de todas formas debía ir a Keb, sin saber, que en esa ciudad, su vida tomaría un color muy distinto al que estaba acostumbrado.
-¡cuídense!-había dicho Mito-san aquella mañana cuando salieron de casa dirección al puerto.
Llevaban un par de horas viajando en el tren. Leorio y Kurapika conversaban animadamente discutiendo sobre el libro que el médico tenía en sus manos; Killua miraba el paisaje saboreando una paleta de manjar mientras Gon dormía apoyado en él como si fuese su mejor almohada, no le molestaba, estaba acostumbrado.
Durante el viaje se le coló una extraña sensación de angustia, extraños recuerdos fluyeron a su mente acorralándolo en sus sentimientos. Recordó cuando vivía en casa de sus padres en la montaña Kukuru y las miles de cosas que no quería volver a vivir o ver. Quizás no había nacido para seguir el trabajo familiar como asesino profesional o tal vez sí, aun no estaba claro. Llevaba años sin poder contestar aquella pregunta, no quería hacerlo, le asustaba la decisión y lo que pudiera traer consigo, no tenía ganas de alejarse de Gon y a veces sentía que era lo mejor para él, eran dos mente completamente distintas y temía contaminarla o hacerle daño, aunque ya llevaba algunos años sin apartarse de su lado y Gon seguía siendo el mismo.
Un rato más tarde, el tren se detuvo en una escala donde bajaron a tomar un poco de aire, aun quedaban 6 horas de viaje y necesitaban estirar las piernas. Comieron el almuerzo que Mito-san había preparado para cada uno y volvieron al tren donde decidieron sentarse los cuatro en el mismo vagón para aclarar detalles de lo que harían. Gon estaba emocionado, Leorio preocupado, Kurapika nervioso y Killua un poco aburrido de ver todo el tiempo el mismo paisaje.
-tenemos solo 3 horas-dijo Gon al albino-debemos ir, tomar los ojos y salir
-tienen prohibido asesinar a cualquier persona-dijo Leorio
-ni que fuésemos asesinos-se defendió Killua un poco débil. No se sentía plenamente seguro de no serlo.
-no es eso, Killua-dijo Kurapika-si se encuentran con alguien en el camino, pueden ponerse nerviosos y atacar sin pensar
-entiendo-dijo Gon-¿Cómo sabes que Kuroro estará ahí?
-larga historia…-suspiró-pero ustedes solo harán lo que les pido, yo me encargaré de él
-¿y si estás en problemas? Queremos ayudarte
-estaré bien
-no puedo quedarme tranquilo si lo dices así
-escuchen, por nada del mundo irán a ayudarme, solo hagan lo que les pedí, saben que son los únicos en los que confío
Killua suspiró sin mirarlos, el paisaje había tenido un breve cambio de desértico a vegetación, pronto entrarían a la ciudad y faltarían solo un par de horas para llegar a Keb.
-queda menos…-susurró Leorio intentando concentrarse en el libro que estudiaba. Miró de reojo a Kurapika y notó sus ojos llorosos ocultos bajo un libro, nunca creyó que realmente le tuviera miedo a la muerte.
-¡mira, la ciudad!-saltó Gon apegándose a la ventana por sobre Killua
-hey, ten cuidado…-alegó el albino echándolo a un lado-como si nunca hubieses visto un edificio
-…es que…es tan lindo el lugar…-sonrió emocionado por la mezcla perfecta entre naturaleza y civilización que se veía alrededor
Los chicos rieron y observaron la vista que les daba el atardecer.
Tres horas más tarde, dos jóvenes de 17 años descendían del tren junto a otros dos, uno menudo y rubio y el otro alto y de expresión altiva que parecía ser el hermano mayor.
Caminaron lentamente hacia el centro de la ciudad en medio de la noche. Los dos adolescentes se sentaron en la pileta hablando con sus compañeros, el rubio revisaba cada cierto tiempo su reloj delatando su ansiedad mientras los otros disimulaban charlando y riendo. Parecían solo conversar como un grupo de amigos normales, mas, cada uno tenía sus sentidos más que en alerta y esperaban el minuto indicado para actuar.
-dos minutos-dijo Gon teniendo en la mira la mansión que se veía tras un oscuro jardín de donde había salido una joven mujer con sus hijas. Killua sonrió, entendía por qué Kurapika lo tenía todo cronometrado, no quería dañar a esas personas inocentes.
-yo estaré en la cafetería-dijo Leorio
-no, vendrás conmigo-repuso Kurapika cambiando de planes
-¿estás loco? No quiero morir
-de todas formas me ibas a seguir
-vamos…-dijo Killua poniéndose de pie-buena suerte, nos vemos en el hospital
Kurapika rió y suspiró conteniendo sus nervios antes de tomar la dirección contraria de sus amigos junto a Leorio quien a regañadientes le seguía por el oscuro callejón mientras el par de mejores amigos caminaba lenta y disimuladamente hacia el jardín del fondo de la avenida.
-¿Quién nos sigue…?-susurró Gon con las manos en los bolsillos fingiendo indiferencia
-¿de qué hablas?-mintió sin mirarlo a la cara sintiendo ese par de ojos grises tan conocidos sobre su anatomía
-no me digas que no lo has notado, es una chica
-debes estar soñando, Gon
-Killua…-lo miró sorprendido de su falta de percepción
-estás nervioso-rió-haremos esto rápido e iremos donde Kurapika ¿verdad?
-claro que sí, está loco si piensa que lo dejaremos solo
-deberías dejar de lado tu sentido de la amistad con él, Gon
-¿qué? Killua no digas esas cosas
-…Gon…no seas estúpido ¿no te das cuenta que Kuroro lo matará?
-¡eso no es cierto!
-contigo no hay remedio…-dijo impaciente acercándose a la verja
El chico lo miró con el ceño fruncido y confusión en sus ojos, luego suspiró y ambos limitaron su aura en zetsu para ocultar sus esencias y saltar la verja dentro del jardín directo hacia la puerta principal de la mansión. Ni siquiera los perros ladraron.
-¿Dónde están?-preguntó Gon mientras Killua abría la puerta con la copia de la llave que Kurapika le había entregado. Se sintió aliviado, la chica que los seguía había decidido quedarse atrás y podía respirar un poco menos nervioso.
-ven, en el segundo piso…el primer cuarto a la izquierda, sobre un estante de madera pulida
Ambos chicos entraron a la mansión sin observar mucho a su alrededor, solo tenían un objetivo en mente y no se detuvieron hasta estar frente al receptáculo de vidrio que contenía el par de ojos rojos.
-me dan un poco de miedo-susurró Gon tomándolos en sus brazos
Killua quiso hablar, pero una fuerte estocada en el pecho le hizo palidecer viendo frente a sus ojos miles de escenas de su infancia. Se apoyó en una mesita y respiró hondo intentando calmar su mente.
-¡Killua, qué tienes!-gritó Gon dejando en el suelo el receptáculo de vidrio para verlo mejor
-no…no es nada, Gon…vámonos, rápido
-¿estás bien? ¿Seguro?
-sí, sí…vamos…-dijo cogiendo los ojos en sus brazos para huir corriendo por las escaleras.
Tenía los ojos desorbitados y la respiración agitada ¿acaso Gon no lo había notado? Esa explosión de nen cualquier inepto con nociones básicas de aura podría haberla sentido. No podía ser cierto lo que estaba pensando.
-¡maldición, no!-gritó corriendo por el jardín hacia la entrada donde una menuda figura de cebellos blancos temblaba de pies a cabeza dándole la espalda.
Gon iba tras él sin entender las reacciones de su mejor amigo.
-¡Arhel!-llamó Killua saltando la verja y cogiéndola fuertemente de un brazo para mirarla a la cara-¿Qué demonios haces aquí? ¿Eh…? Responde, mocosa
Gon detuvo su andar y clavó sus ojos en la chica que lloraba silenciosamente ante la mirada molesta del albino. Seguramente era la misma que los había seguido desde la estación de trenes.
Resubido.
Al fin podré terminar este fanfic basado en las ideas de mi amiga Taikano.
Besos desde Chile!
