Capítulo 1

La puerta se abrió, chirriando. El olor a humedad y encierro le hizo suponer que donde le dirigían era un sótano o un trastero. Tenía los ojos vendados y las manos atadas a su espalda, por lo que bajar las angostas escaleras le estaba resultado un poco difícil. Estuvo a punto de tropezarse un par de veces, pero en ambas ocasiones alguien tiró de él en el último segundo, evitando la caída.

Contó quince escalones cuando la persona que le guiaba le empujó hacia delante, haciéndole caer sobre el suelo de madera. Le dolió el golpe, pero al menos dejó de sentir el cañón de la pistola presionando sobre sus riñones.

-Oye, Kendra, no tienes por qué hacer esto.

-Cállate.

-Sólo digo que tú no quieres hacer esto.

-¿Te crees muy listo, verdad? Pero no lo eres. Por eso estás aquí, Patrick Jane, porque no eres tan listo como te crees.

-¿Ahora vas a decirme que todo esto es porque estafé a tu padre hace más de quince años?

-No vas mal -dijo la mujer, escupiendo las palabras- Deberías descansar, te espera un día bastante duro.

Grace Van Pelt vio amanecer desde su puesto en la oficina. No es que quisiera ganar puntos ante los jefes, o que llevase trabajo atrasado, sino que para ella el trabajo era la mejor de las terapias. El día anterior se había enterado de la reciente paternidad de Wayne, y aquello era superior a ella. Si alguna vez mantuvo las esperanzas, aquel embarazo las tiraba todas por tierra. Conocía a su ex lo suficientemente bien como para saber que, enamorado o no, le pediría matrimonio a Sarah. Quizá no inmediatamente, pero sí a la larga. Y también sabía que su sentido de la responsabilidad le llevaría a no cortar con ella hasta que el pequeño -o pequeña, aún no lo sabían- fuese lo suficientemente mayor como para entenderlo. Suspiró pesadamente y dio gracias al cielo porque Jane no estuviese allí, metiéndose en su cabeza.

Se levantó a por un café, la noche en vela le estaba pasando factura y necesitaba cafeína en vena. Y mucha. Estaba preparándolo cuando escuchó a Lisbon entrar en su despacho. Por el ruido de sus pisadas, enérgicas y espaciadas sabía que se había levantado con mal pie, así que ya que estaba, le preparó una taza.

-Buenos días, jefa -dijo desde la puerta con las dos tazas humeantes.

-Por decir algo-murmuró mientras rebuscaba algo en sus cajones- ¿Qué pasa, Van Pelt?

-Nada, sólo te traía un café, pero si molesto...

Fue entonces cuando levantó la vista y sonrió ante el gesto de su compañera- Perdona, Grace, es que no he dormido bien. Gracias por el café, me salvas la vida. ¿Cómo es que estás aquí tan temprano? Aún no es la hora.

-Terapia ocupacional. ¿Y tú?

-Solucionar los problemas de Jane. El muy idiota ha llamado al fiscal del distrito analfabeto lameculos. Y lo he suavizado. Por cierto, ¿dónde está?

-Ni idea, ¿has mirado en el desván?

-Sí, y no está.

-Supongo que estará durmiendo en una cama normal, o de camino. En un rato le tendremos por aquí, dando guerra como siempre.

El dolor de cabeza le martilleaba las sienes y los brazos estaban entumecidos, pero aún así intentó tantear las paredes en busca de algo con lo que rasgar o cortar sus ataduras, pero no encontró nada. Seguía con los ojos vendados, pero calculó que era temprano. Le habían capturado sobre las cinco de la madrugada, cuando, harto de sí mismo en el motel, decidió ir a casa del sospechoso para colarse y buscar pruebas. No se había dormido y justo en aquel momento le estaba empezando a entrar hambre, por lo que calculó que no serían más de las ocho de la mañana. "Bien -se dijo a sí mismo- En un rato Lisbon y los chicos me echarán de menos y me buscarán" Luego maldijo su puñetera manía de no avisar nunca dónde iba, pero recordó que su equipo era el mejor de toda California y eso le hizo mantener algo de esperanza.

Pensó también en Kendra Rogers. Nació en una familia con posibles, su padre era uno de los grandes empresarios de Los Ángeles, un tipo racional hasta que murió su mujer y empezó a "notar su espíritu". Entonces empezó a inclinarse más por el lado espiritual de la vida y recurría a él con frecuencia para ponerse en contacto con su difunta mujer. Al principio sólo se contentaba con sus dotes de médium, pero poco a poco empezó a depender de él más de lo aconsejable. Kyra, su mujer, solía aconsejarle en temas laborales, así que ahora le tocaba a él inventarse los consejos de su mujer. El problema era que su mujer era economista, y él, no.

Al principio tuvo suerte, pero falló en una de las predicciones, haciéndole perder al señor Rogers una suma considerable de dinero, amén de unos cuantos clientes e inversores importantes. Después de aquello, no le quedó más remedio que vender su empresa al mejor postor. Aquel varapalo fue demasiado para él y varios meses después moría, dejando sola a su hija.

Rigsby se movía inquieto en su asiento, exasperando a Cho. Aún estaba asimilando que iba a ser padre. ¿Cómo iba a poder ser él buen padre si el suyo era un desastre? Y lo peor de todo es que él siempre pensó que formaría una familia basada en el amor, y no en el sentido de la responsabilidad. Por supuesto que quería a Sarah, pero no estaba enamorado de ella. Instintivamente levantó la mirada para encontrarse con el ceño fruncido de Van Pelt. Miraba algo en el ordenador y no se percató de que la observaba, así que aprovechó para mirarla un poco más.

Llevaba el pelo suelto, pero ella se lo había echado a un lado, dejando al descubierto parte de su cuello. Se había puesto aquella camiseta verde de punto frío que tanto le gustaba y mordía nerviosa el capuchón de su bolígrafo. "Sarah nunca será así de sexy" -se dijo, avergonzado por sus propios pensamientos.

Grace recibió una llamada personal y salió a contestar, con una sonrisa en la cara que dejó intrigado a Rigsby.

-¿Con quién hablará?

-¿Eso importa? -respondió Cho, con la vista fija en sus papeles.

-No. Bueno, Grace es mi amiga, me preocupo por ella.

-Entonces pregúntale.

-No puedo hacer eso.

-Pues no le preguntes.

-¿Y cómo voy a saber con quién habla?

-Pregúntale a Jane cuando vuelva.

-Y hablando de Jane, ¿dónde está? Van a dar las once. Él a veces llega tarde, pero nunca tanto.

-Estará metiendo a Lisbon en algún problema.

-Eh... ¿chicos?

Van Pelt había vuelto a su puesto, y cuando lo hizo se le borró la sonrisa de la cara. Alguien había colgado en el servidor un vídeo en el que se veía a Jane con los ojos vendados y maniatado en un lugar oscuro y sucio. "A los gatos les gusta jugar con la comida antes de devorar a sus presas. ¿Estáis dispuestos a salvar a esta rata?"