Los personajes utilizados no me pertenecen a mí sino a Nintendo y a los creadores de The Legend Of Zelda
Hola a todos, subo mi primer fanfic espero que les guste ^.^
Trataré de seguir una de las interesantes teorías acerca del maestro Stalfo de Twilight princess. ¡Espero que sea de su agrado y sin más a leer!
Capítulo 1: La eterna maldición.
Estaba completamente solo aunque eso no era ninguna noticia, el tiempo era algo que no corría allí, en ese lugar que aun siendo tan sombrío me parecía hermoso. Algunos dirían que estoy loco, pues cuando acabé mi aventura contra la maldad que amenazaba a mi tierra y encima teniendo a una hermosa princesa como amiga, que insistía en darme todo lo que quisiera… irte era una estupidez para muchos, y lo habían comentado cuando había tomado la decisión, pero ella solo había mirado el piso con tristeza, sabedora de que ese momento había llegado finalmente. Tras derrotar a Ganondorf me había quedado con ella, y había sido su guardia personal durante muchos años, hasta que mi cuerpo había madurado lo suficiente para verme como un hombre adulto… y por esa misma razón había recordado a mi amiga de la infancia, a mi compañera fiel, a Navi, y en ese entonces me había lamentado por no seguir buscándola tras todo lo que había echo por mí… tenía que hacerlo ahora. Me despedí de la princesa con pesar, sabiendo que probablemente esa sería la última vez que volviese a admirar sus hermosos ojos llenos de bondad y a su cálida sonrisa… porque nunca había pensado que tuviese una mínima posibilidad de tener éxito… y hasta ahora así era.
¿Dónde se había metido Navi? Eso era algo que ni el viejo y sabio árbol Deku podría haberme respondido en sus mejores días, no, tenía que buscarla a ciegas y solo se me ocurría un lugar en el que podía estar: en el bosque Kokiri, no precisamente donde mis antiguos hermanos habitaban, no, eso habría sido muy fácil, y a mi la vida no me regalaba mucho más que un poco de suerte a veces, las cicatrices en mi cuerpo comprobaban eso. Así que finalmente lo hice, tomé mis pocas pertenencias básicas para sobrevivir y viajé al sur, hasta la aldea de mi niñez y tras despedirme de las eternas almas juveniles me interné en el bosque perdido, prohibido para todo aquel que no desease una muerte horrible o algo peor; entré en el laberinto de árboles interminables sin mirar atrás ni un solo momento, ni por el hogar que dejaba atrás, ni por las personas, ni por Zelda, ni por los niños del bosque que lloraban a mis espaldas… no, no podía hacerlo, tenía que cumplir la promesa que me había echo a mí mismo aunque fuese lo último que hiciese. Tenía que buscarla.
¿Cuánto tiempo había pasado? Me volvía a preguntar a menudo, cuando en un claro la luz de la luna me iluminaba el rostro y a veces las lágrimas… no me importaba estar solo, ya no, y a penas recordaba ya los rostros que había dejado atrás… ese bosque tenía algo maléfico, pero no podía descubrir que era, no eran las criaturas que intentaban matarme mientras dormía, no era el misterioso susurro de las hojas cuando no corría ni una brisa de viento, no eran las malas pasadas que me jugaban los ojos al ver rostros horrorosos en troncos torcidos… no, no tenía nada que ver con esas cosas… o quizás el bosque no tenía nada de malo y solo era yo, que con cada día que pasaba mi mente más se hundía en tinieblas. Caminando por inercia en busca de alguien que sabía jamás iba a volver a ver aunque no fuese a aceptarlo nunca.
En ese momento, con la luna a mis espaldas, vi seis pares de ojos en la penumbra, ojos rojos como la sangre observándome con una profunda e incomprensible ira, y desenvainé mi espada y a mi escudo una vez más, esos demonios ya habían estado cerca de abatirme aunque por suerte solo habían logrado quebrar una de las puntas de mi casco, de rasgar mi cota de malla, y además una suerte de golem de rocas había trizado mi escudo circular e incluso a mi espada semanas atrás... algo que no le habría pasado a mi vieja amiga, la espada maestra, que yacía en su pedestal desde hacía mucho tiempo.
-Ya se los dije, jamás me vencerán, demonios.
Por toda respuesta retumbó un coro de gruñidos espectrales hasta que arremetieron contra mí una docena de Stalfos bien armados ¿miedo? Jamás, lo había superado años atrás y ahora ya no lo sentía, ni tampoco mucho más… es más, a veces me preguntaba si en realidad seguía vivo porque no sentía muchas cosas, solo la urgencia de seguir caminando y de toparme con mi hada para que me gritase una vez más que la escuchase y que no fuera cabezota… pero no era momento para eso, y la distracción me costó un corte en el brazo derecho que dejó mi miembro inutilizado y a mí sin defensa. Me moví con soltura dando giros y volteretas, usando técnicas que había creado yo mismo a lo largo del tiempo en este mismo lugar y de las que solo los escasos pájaros podrían vivir para contar, pues todos los enemigos habían sucumbido ante mis técnicas, y ahora mismo los Stalfos fueron cayendo unos tras otros en montones de huesos, y cuando al fin acabó aunque sabía que no por mucho, respiré jadeante un par de veces ya libre de ellos, envainé mi espada y volví a la espesura mientras curaba mi brazo, no tenía mucho tiempo antes de que se levantasen y yo me había quedado sin bombas no mucho después de entrar.
¿Meses, años, me importaba realmente? El tiempo seguía corriendo, eso sí lo sabía, y ya no era más que un susurro molesto entre las raíces marchitas y entre el crujido de las hojas.
No estaba, no hallaba mi meta, no encontraba lo que había ido a buscar… y una voz se hacía presente cada vez más seguido, un skullkid que no era mi viejo amigo, no, este era mucho peor…
-¿No quieres descansar? Solo sería un minuto o dos.
No respondí, nunca lo hacía y eso no podía cambiar, porque un miedo me atenazaba el corazón, y era que yo sabía que ese no era lo que yo creía ver… estaba seguro de que comenzaba a volverme loco, yo simplemente estaba seguro de que él era yo mismo, una parte de mi mente que surgía y se alzaba ante todo, una parte de mí que había aceptado la derrota y que luchaba contra lo que me hacía seguir andando paso tras paso inútilmente.
-Tú sabes que jamás vas a encontrar esa hada…
-¡Cállate!
-¿Por qué la buscas? ¿Nunca te has parado a pensar que fue Navi quién te abandonó porque no deseaba seguir estando contigo?
-¡CÁLLATE!-grité, desesperado, caminé apretando la mandíbula directo hacia la sombra, decidido a golpearlo… pero cuando llegué y le planté el puño en la cara este se encontró con la corteza rugosa de un árbol.
-Navi te dejó, y si lo hizo no quería que la buscases… escúchame, tú crees que yo soy un tirano, pero no es así…
-Si dices una palabra más, te mataré.
-Navi te dejo por una simple razón que tú jamás comprendiste.
-¿A sí, y esa razón sería…?
-Tú ya no le necesitabas, habías completado tu misión, habías crecido y ya no la necesitabas como guardiana ¿cómo crees que se sintió? Ese era su propósito como hada, cuando lo vio cumplido ya no tenía razones para estar a tu lado. Un Kokiri nunca crece y siempre va a necesitar de su hada, y tú eres un Hylian.
-Mientes.
-Tú sabes que no… cuidado.
Espabilé y ante el susurro del viento me volteé con las armas en las manos, esta vez no estaba alerta y me atacaron sin dudarlo, rechacé una espada con el escudo y me protegí la cabeza alzando la espada, podía ver a los esqueletos atacándome pero no los estaba viendo, no, mi mente era azotada por esas últimas palabras ''no la necesitabas… era su propósito… no tenía razones para estar a tu lado…'' Me estaban destrozando, porque sabía que tenía razón, lo sabía… y a cada lacerante herida que surcaban en mi piel me quedaba más claro. No lo soporté y por primera vez en mi vida corrí, corrí desgarrado en lágrimas y tropecé cuando una mano esquelética agarró mi tobillo, no me importaban los esqueletos, ya no, porque el terror que me consumía era otro… ya no tenía un propósito, estaba perdido, literal y metafóricamente perdido y tendría que sufrir el castigo del bosque por ello, conocía la maldición para aquellos que no encontrasen la salida.
No tuve ningún aviso, de pronto sentí el peor dolor físico que hubiese podido apreciar en mi vida, y grité agarrando mi rostro sangrante, pateé a mi agresor con fuerza y me levanté para correr… apretando con una mano la cuenca de mi ojo derecho que no dejaba de sangrar y con la otra evitando estrellarme contra el piso por la imprecisa vista que ahora tenía.
Me detuve… y podía jurar que ese claro ya lo había visitado antes a pesar de que esa sensación jamás me había acompañado en ese lugar, caí de rodillas entre el césped y supe que todo había acabado… los sentí rodearme y no me importó, ya no tenía ningún propósito que me impulsase y era eso lo único que me había protegido hasta ese momento de la maldición del bosque perdido.
Cuando volví a abrir mi ojo lo único que seguía igual era mi armadura dorada desgastada… vi en el reflejo de mi escudo que la piel y la carne habían abandonado mis huesos, y la fiera mirada que hubiese ostentado se había extinguido en una única centella de carmín.
He aquí el primer capitulo, espero que les haya gustado.
^.^
¡Gracias por leer y por los reviews!
