Summary: Sleepy Hollow, un apacible y tranquilo lugar asolado por el espectro de un Jinete Decapitado que acostumbra cortar las cabezas de los pobladores. Para Brago, solamente es otro enemigo.
Disclaimer: Zatch Bell™. Todas las versiones del Jinete sin Cabeza, ya sean animadas o actuadas, están basadas en la novela de Washington Irving. Este fic no es la excepción; además, está inspirado en varias de las antes citadas versiones sacadas de esa novela, incluido un toon de Disney que seguramente vieron sus padres, sus abuelos y tal vez sus bisabuelos; una película de Fox Entertainment hecha por computadora y la increíble película en la que actuó el siempre grandioso Johnny Depp. (¡Te amo Johnny Depp!) Perdón, ¿quién dijo eso?
Antes de dejarlos leer este fic en paz (o sea, sin tener que soportarme), les presento una cita de mi escritora favorita:
No supo comprenderme, Hastings. Lo que yo quise decir es que creía en la terrible fuerza de la superstición. Una vez se ha establecido firmemente que una serie de muertes fueron sobrenaturales, se puede apuñalar a un hombre a plena luz del día, y su muerte será atribuida a la maldición… tan arraigado lleva la naturaleza humana el instinto de lo sobrenatural.
Hércules Poirot.
Del libro "Poirot Investiga"
La Aventura de la Tumba Egipcia.
Agatha Christie Mallowman.
Y ahora si, al fic:
SleepyHollow.
El Jinete sin Cabeza.
Capítulo Uno.
Bienvenidos a SleepyHollow.
Era completa y totalmente imposible que no hubiera ni siquiera una miserable habitación disponible en todo el maldito pueblo.
Pero así era. Al menos eso era lo que les habían dicho.
Aunque Sherry estaba segura de que no era cierto.
El pueblo no era ningún centro turístico y, a menos que hubiera una convención de vendedores de seguros de vida o algo así, no se explicaba la falta de sitios donde pudieran alojarse.
Miró a su compañero molesta.
Si se lo explicaba.
Los habitantes del pueblo tenían pinta de ser terriblemente supersticiosos y el aspecto de Brago no era, lo que se dice, tranquilizador.
En todos lados era lo mismo.
Sin embargo, Sherry no culpaba al mamodo.
Así era él y no había nada que hacer al respecto. Y, de todas formas, no era malo una vez que se llegaba a conocerlo bien.
Aunque eso requería de mucho tiempo, paciencia, dedicación y constancia.
Sherry suspiró.
Los libros se juzgan por sus portadas, Sherry Belmont lo sabía bien.
A ella siempre la habían tratado de la mejor manera posible mientras que a Koko…
Sherry sacudió la cabeza y se obligó a apartar sus pensamientos de ese camino.
No debía pensar en eso; debía concentrarse en ganar peleas y obtener el poder para salvar a su amiga.
En un intento de liberar la frustración que bullía en su interior, le dio una patada a uno de los neumáticos.
Había sido una pésima suerte que el auto se estropeara precisamente en ese pueblucho olvidado de Dios. Aunque habría sido peor que hubiera ocurrido eso en mitad del bosque.
No. Habían tenido mucha suerte de que el motor decidiera incendiarse en aquel pueblito casi Amish en el que se seguían utilizando caballos y carretas, en donde no había ninguna refaccionaria o un mal mecánico que pudiera echarle un vistazo al auto y decirle que podía arreglarlo, después de cobrar un precio ridículamente alto, claro está.
Todo lo cual resultaba increíble considerando que Nueva York estaba a tan sólo unas cuantas horas de viaje o, como dirían los pueblerinos, algunos días a caballo.
Finalmente habían averiguado que un autobús hacía el viaje de Nueva York a Sleepy Hollow y de regreso una vez a la semana, y que el dia agraciado era precisamente aquel (¡Qué buena suerte!). Así que Albert se había ofrecido voluntario para ir a la ciudad y conseguir un mecánico u otro auto.
Y allí estaba el dúo oscuro: varado en un pueblucho ubicado en el centro exacto de la nada sin medio alguno de comunicación con el mundo exterior que no fueran señales de humo o un viaje de largas, aburridas, pesadas y tediosas horas en un autobús de mala muerte.
-¿Y ahora qué? –gruñó el mamodo oscuro, recargado contra la limusina.
-Supongo que tendremos que acampar –dijo la chica a regañadientes y con una expresión resignada pintada en el rostro.
Lo cierto era que la idea de otra noche a la intemperie no la seducía en lo más mínimo.
Podrían quedarse en el auto, pero eso sería una tontería. Era peligroso dormir en un lugar en donde no circulara el aire y por las miradas que les habían dedicado los pueblerinos, a Sherry no le costaba ningún trabajo imaginarse una turba enardecida armada de antorchas, trinchetes y azadones…
Era más seguro acampar en el bosque.
Sherry abrió la puerta de la limusina y sacó sus cosas.
-Vamos.
Humana y mamodo se encaminaron juntos a la salida del pueblo.
La chica miró el cielo y apretó el paso.
Faltaba poco para que oscureciera.
Tendrían que darse prisa en encontrar un buen lugar para pasar la noche.
-Señorita, ¿a dónde va?
Sherry se dio la vuelta y se encontró con un viejo campesino; a pesar de sus ropas llenas de tierra ofrecía un aspecto benévolo y apacible con su cabello y barba plateados veteados de blanco, sus ojos de azul porcelana con esa mirada franca y jovial y un abultado vientre que evidenciaba su gusto por la comida. Tenía aspecto de ser una buena persona.
-Vamos al bosque –respondió Sherry.
-¿Al bosque? ¿A estas horas? –se sorprendió el anciano-. ¡Espero que regresen antes de anochecido!
-Pues no. Tenemos pensado acampar allí.
-¡Pero eso es una locura! –exclamó el viejo-. ¡De ninguna manera puedo permitir que hagan eso!
-No tenemos otra opción –explicó Sherry educadamente-. No hay ninguna habitación disponible en todo el pueblo.
-¡Pamplinas! –gruñó el viejo-. ¡El hostal está completamente vacío! ¡No hemos alquilado ni una sola habitación en todo el mes!
El anciano refunfuñó una serie de palabras ininteligibles y luego anunció:
-Acompáñenme. Yo me encargaré de darles alojamiento.
Belmont intercambió una mirada con su acompañante.
-¿Qué opinas?
El mamodo la observó fijamente con sus ojos de pupilas color sangre.
Sherry meneó la cabeza.
¡Era un verdadero alivio contar con la opinión de Brago!
-De acuerdo –accedió la rubia.
Y así fue como Brago y Sherry consiguieron hospedaje en la pequeña aldea de Greensburgh, también conocida como Tarry Town, ubicada en lo alto de la ribera del río Hudson, en un ensanchamiento al que los viejos marineros holandeses solían llamar Tapan Zee.
El dúo del libro negro siguió al anciano a través del pueblo. Sherry se mantuvo bastante ocupada, ignorando las miradas y los cuchicheos que los persiguieron a lo largo del trayecto. Brago caminaba con el seño fruncido y los ojos en blanco, ajeno a cuanto sucedía a su alrededor.
Una sensación extraña flotaba en el ambiente, un algo indefinible, perturbador, como la presencia de algo corrupto y prohibido por la naturaleza. El mamodo de la oscuridad nunca había oído hablar de Sleepy Hollow; un valle rodeado de altas colinas y cruzado por un arroyuelo que se ubicaba a tan sólo unas millas de la aldea; una tierra envuelta en una atmósfera de ensoñación y calma densa… pero percibía claramente a las extrañas fuerzas que lo habitaban.
Los lugareños adjudican aquella situación al hechizo de un doctor alemán que estuvo allí junto con los primeros colonos; otros culpan a un antiguo jefe indio, considerado mago o profeta por los suyos. Lo cierto es que los habitantes de la región y cualquiera que permanezca en el valle por un tiempo sufren a menudo de visiones fantásticas, caen en trance y escuchan voces; en el aire flotan voces y música que no son de este mundo. Los fenómenos celestes se repiten con regularidad en el valle, más que en cualquier otra parte de la región.
Y para un mamodo, un ser ajeno a nuestro mundo, aquellas percepciones fantásticas resultan tangibles, aún más reales que otras cosas llamadas "reales".
De igual modo los espectros hijos de la noche sienten a los mamodos y otros demonios con perfecta claridad…
Con-Perfecta-Claridad.
Próximamente:
Capítulo Dos.
La Leyenda del Jinete Sin Cabeza.
