Resumen: Hay una sola cosa que Draco desea para esta Navidad. ¿Será posible que este año reciba aquello que tanto anhela? DRARRY
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de Rowling y Warner Bro.
Notas de autora: ¡Hola a todos! ¡Feliz atrasada Navidad! Espero que aún me recuerden. Quizás algunos se estén preguntando el motivo de mi larga ausencia. Lo cierto es que este año ha sido muy duro para mí. He tenido problemas gravísimos de salud, de los que aún estoy recuperándome y los cuales me impedían escribir, literalmente. En fin, no quiero aburrirlos mucho con esto. Sólo lo he mencionado para aclarar que no he podido estar activa dentro de este fandom por ello y no porque lo haya abandonado.
Como acostumbro, aquí les dejo el fic navideño de cada año. Está inspirado en la canción "All I Want For Christmas Is You" de Mariah Carey.
Va dedicado especialmente a Comodín, como regalo atrasado de su cumple. Y a cada lector que, después de toda esta larga ausencia mía, aun esté presente para leer este One-Shoot.
All I Want For Christmas Is You
24 de Diciembre de 2005
Una intensa ráfaga de aire se cuela por entre los gruesos cobertores de mi cama, provocando que fuertes escalofríos ataquen mi cuerpo, despertándome de un profundo y agradable sueño. Maldigo internamente a cualquier deidad que esté escuchándome, por arruinar lo que avecinaba ser un más que placentero sueño húmedo. Extiendo mi brazo derecho para tomar mi varita de la mesa de luz y siento como si cientos de agujas me taladraran. El frío en esta habitación es casi palpable, por lo que me apresuro a alcanzarla y lanzar un hechizo a la chimenea para que se encienda. El cambio en la temperatura es inmediato y suspiro con satisfacción al percibir delicadas oleadas de tibio aire envolverme.
Conjuro un Tempus y me relajo al ver que aún es temprano, todavía tengo tiempo de sobra para remolonear en la cama. De alguna inexplicable manera, el sueño que estaba teniendo antes de ser bruscamente despertado se cuela en mi mente. No puedo evitar dejar salir un frustrado quejido. ¿Por qué tuve que recordar justamente esto? Pero más importante aún… ¿Por qué tuve que soñar con ÉL de entre todas las personas del mundo? ¿Por qué siempre tiene que ser él?
Porque sí, esta no es la primera vez que irrumpe mis sueños, haciéndome vivir en ellos las escenas más eróticas y lujuriosas que jamás haya experimentado. Llevo la vista hacia la zona sur de mi cuerpo y un exasperado suspiro escapa de mi boca al encontrarme con la imagen de una incipiente erección. Con furia retiro todos los cobertores, los cuales parecen querer ahogarme en estos momentos y me dirijo hacia el cuarto de baño, una única idea cruzando mis pensamientos… eliminar con una ducha fría cualquier rastro de esta humillante reacción de mi cuerpo.
No consigo retener un agarrotado grito cuando mi piel entra en contacto con la helada agua. Sin embargo, no doy un paso atrás y continúo enjabonando mi cuerpo. Para estas alturas, cualquier vestigio de excitación ha muerto y me congratulo a medias por ello. Debido a que he cumplido con mi objetivo principal, pero también me he quedado con una gran frustración sexual recorriéndome las venas. Ahora es cuando sé que hoy mi mal humor será terrible.
Cierro el grifo antes de que el estar expuesto tanto tiempo al agua fría me provoque un resfrío y comienzo a secar mi cuerpo. Una vez cambiado, observo mi reflejo en el espejo de cuerpo entero de mi habitación y me sorprendo de la imagen que me es devuelta. ¿En qué momento me convertí en lo que soy? No es que no me guste lo que veo, es sólo que no puedo evitar pensar que, a pesar de haber pasado más de siete años desde el fin de la guerra, inconscientemente aún trato de llamar su atención… fallando miserablemente en el proceso.
Un doloroso nudo se instala en mi garganta, impidiéndome respirar con normalidad. Lanzo un enfadado golpe contra la pared y me reprendo por ser tan idiota de no reprimir estos estúpidos e irritantes sentimientos. Debo dejar de pensar en ello… Tengo que entender de una vez por todas que jamás tendré una posibilidad con él.
Intento por todos los medios levantar mi máscara de indiferencia y frialdad, ocultando al resto del mundo todos estos depresivos pensares que se cuelan en mí. Cuando creo estar lo suficientemente listo para que nadie se percate de mis verdaderos sentimientos, dirijo mis pasos hacia el comedor. Como todos los días, mis padres ya están allí tomando el desayuno. Suelto un leve suspiro e internamente ruego porque ninguno de ellos pretenda indagar en el porqué de esta máscara que llevo puesta.
─ Buenos días. ─ Tomo asiento a la derecha de mi padre e inmediatamente los elfos domésticos comienzan a servirme. Lucius a penas dirige un asentimiento de cabeza en mi dirección, sin siquiera despegar su mirada del periódico que está leyendo. Mi madre, en cambio, sonríe con calidez.
─ Buenos días, cielo. ¿Dormiste bien?
Esa simple pregunta me irrita más que la indiferencia de mi padre. Porque no, no he dormido bien. De hecho, no he dormido bien en meses, gracias a esos calientes y más que frustrantes sueños. Aquellos que tienen a cierto Auror como protagonista. Madre parece percatarse de mi dilema interno y carraspea con delicadeza, devolviéndome a la realidad. Levanto la vista y asiento, mientras llevo la taza de café a mis labios y bebo con un poco de ansiedad esa amarga infusión. Nadie dice nada más, pero aún puedo sentir la preocupada mirada de mi madre sobre mí.
¿Qué se supone que diga? Ni ella ni mi padre pueden ayudarme en esto. Y aunque pudieran, yo no dejaría que ellos se involucren. Esto es algo que sólo me concierne a mí y que debo resolverlo por mí mismo. Apuro mis últimos tragos de café y agradezco que mi padre esté lo suficientemente entretenido leyendo la sesión de finanzas, como para llamarme la atención por mis modales. No podría soportar uno de sus típicos discursos de "cómo debe comportarse en la mesa un respetable y poderoso Malfoy".
─ Con su permiso. Me retiro.
─ ¿Sólo eso vas a desayunar? ─ Pregunta mi madre, dirigiéndome una preocupada mirada. ¿Acaso piensa que voy a desnutrirme por sólo haber tomado un poco de café?
─ No tengo apetito, madre. Además, no puedo perder tiempo. La próxima semana tengo una reunión con el ministro de Francia y quiero tener todo listo para antes de su llegada.
─ ¿Y qué hay de la fiesta de Navidad? ¿Estarás presente o volverás a quedarte "trabajando" hasta tarde como el año pasado?
La fiesta de Navidad… ¿Cómo pude olvidarme de que hoy es nochebuena? Es cierto que en el Ministerio hemos estado bastante atareados últimamente, más aún en mí departamento. Después de todo, que Inglaterra sea sede del mundial de Quidditch requiere mucha organización y trabajo. Con lo cual no es de sorprender que haya olvidado que, como todos los años, mi madre realizará su típica fiesta en la mansión para celebrar la Navidad. Y como es habitual, suelo dar cualquier excusa para no tener que asistir. No es que no aprecie todo el esfuerzo que mi madre pone en ellas, es sólo que detesto tener que socializar con personas que en un principio supieron hacernos a un lado, sólo por haber estado en el bando equivocado durante la guerra y las cuales fueron las primeras en volver a intentar entablar lazos, una vez que nuestra reputación comenzó a incrementar.
Y desde mi nombramiento como Jefe del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, esto sólo ha empeorado. Todos parecen querer congraciarse conmigo, con el único fin de obtener un poco más de respeto en la alta sociedad. Si no fuera porque mi padre suele concretar grandes negocios en ellas, ya le hubiera pedido a mi madre que deje de realizarlas.
─ ¿Y bien? ¿Cuento con tu presencia este año, Draco?
La pregunta es formulada con un tono que, para cualquier otro, sonaría hasta casi indiferente. No obstante, yo he notado la encubierta amenaza en él. Conozco en demasía a mi madre, como para saber que tomará represalias si llego a faltar. Además, no es como si pudiera dar alguna escusa convincente de todos modos, ya las he agotado todas en el pasado. A pesar de que es cierto que tengo mucho trabajo por delante y que si algo sale mal, la responsabilidad recaerá en mí al ser el jefe del departamento… aun así eso no me librará de esta odiosa velada que se avecina.
Entendiendo que nada puedo hacer al respecto, suspiro mentalmente y le hago saber que, muy a mi pesar, asistiré.
─ Sí, madre. Allí estaré.
Ella parece satisfecha con mi respuesta y hasta algo emocionada por ello, lo cual me preocupa un poco. ¿Qué tendrá planeado esta vez? Sólo espero que no intente volver a jugar a ser una Celestina y pretenda que salga con el hijo de una de sus amigas, como ocurrió en la pasada cena de beneficencia del Ministerio. Sólo Merlín sabe lo incómodo que fue tratar de ignorar, de cualquier forma, los atrevidos avances de ese tipo. Avances que se extendieron toda la noche.
Un desagradable escalofrío recorre mi cuerpo con este recuerdo, así que decido que he tenido suficiente y salgo del comedor. Ya en el salón, mi elfo personal está esperándome con un abrigo negro y una bufanda gris perla en sus manos. Tomo las prendas y me las coloco, asegurándome verme lo más imponente posible. Una vez listo me dirijo a la chimenea, tomo un puñado de polvos flu de una vasija y exclamo con voz clara mi destino, esperando que el día mejore un poco.
Veo pasar cientos de chimeneas a gran velocidad, mientras que mi cuerpo parece girar junto a estas imágenes. Después de unos segundos, aterrizo con gracia en mi destino. El Ministerio es un completo caos a estas tempranas horas de la mañana. Magos y brujas corren de un lado a otro, llevando consigo pergaminos, plumas, objetos encantados y en ciertos casos hasta algunas criaturas mágicas. Los ascensores se abarrotan de trabajadores del Ministerio y memorándums, que viajan por todos los pisos entregando mensajes.
Sin duda detesto tener que pasar por esto todos los días. No soporto estar encerrado en un habitáculo tan pequeño con tantas personas. Es sumamente indigno y asqueroso. Recorro con la mirada los distintos ascensores, intentando descifrar cuál parece estar más vacío. A lo lejos veo uno que lleva a unos pocos magos, entre ellos a mi secretario. Sin poder creer mi fortuna, me apresuro a llegar hasta allí, antes que las puertas se cierren. Sólo entonces me pateo internamente al haber creído, muy ingenuamente, que mi jodida suerte me daría una tregua. Sólo verlo a ÉL en el fondo del ascensor, hace que quiera darme la vuelta y esperar por el próximo. Sin embargo, no puedo hacer eso. No sólo porque ese accionar es excesivamente cobarde e infantil, sino que además mi asistente ya me ha visto y lo que menos deseo es darle la impresión de que su jefe puede ser perturbado con facilidad. No dejaré que esto arruine mi reputación, no importa cuánto me afecte la cercanía de ese condenado y sexy Auror.
Levantando mi mejor máscara de frialdad y superioridad, aquella que me hace ver como el rey del mundo, entro en el ascensor dando pasos firmes y con una postura erguida, que poco tienen que ver con cómo estoy sintiéndome por dentro.
─ Buenos días, Christian. ─ Saludo a mi secretario y dudo si saludarlo a él, pero cuando creo haber tomado la decisión de fingir no haberlo visto, mi lengua escupe una simple palabra que me hará maldecirme internamente, por dejar de nuevo que mis sentimientos tomen el control. ─ Potter.
Potter parece sorprenderse por un momento de que lo haya saludado, como si no estuviera seguro de haber escuchado bien. Abre su boca para decir algo pero nada sale de ella. Y es en ese momento, donde cualquier rastro de esperanza que hubiera quedado dentro de mí se hace añicos. Porque ahora veo que él jamás dejará de verme como un malvado Mortífago, el cual sólo pudo librarse de Azkaban gracias a un extraño capricho del destino. Tal es así, que ni siquiera es capaz de devolverme el saludo, demasiado avergonzado de que alguien lo vea dirigirme la palabra.
No puedo seguir sosteniéndole la mirada, por lo que me giro y poso mi atención en cualquier otra cosa, intentando deshacer este doloroso nudo que ha vuelto a formarse en mi garganta. Tratando de distraer mi mente, para que no vea en sus verdes orbes el claro disgusto de tener mi presencia tan cerca. Afortunadamente, Christian está allí y puedo utilizarlo como una vía de escape, logrando mantener mi cerebro ocupado en algo más que querer hechizar a Potter o besarlo hasta la inconsciencia. Lo que primero ocurra.
─ ¿Ya has enviado los permisos al Departamento de Transporte?
─ Sí, señor Malfoy. Y están de acuerdo con su propuesta acerca de los trasladores. Cuando usted lo ordene, pondrán a su disposición el personal adecuado para realizar la tarea encomendada. ¿Desea que les confirme una fecha, señor?
A pesar de que fui yo quien hizo la pregunta, no he escuchado ni una sola palabra de lo que Christian ha respondido. Simplemente no puedo dejar de pensar que estoy tan cerca y a la vez nunca me sentí tan lejos de él. Por suerte regreso a la realidad a tiempo para escuchar la pregunta final y no quedar como un completo imbécil.
─ No. Todavía debo retocar algunos detalles.
El ascensor llega a la quinta planta y agradezco a Merlín el poder salir de ese asfixiante lugar. Comienzo a recorrer el corredor con la frente en alto, como si el mismo me perteneciera por el simple hecho de pisar los límpidos azulejos con mis costos zapatos. Detrás de mí, escucho los torpes pasos que Christian da, intentando seguirme el ritmo. Y rio amargamente en mi mente ante este hecho, porque estoy tan perdido por él que hasta he contratado a alguien que camina de forma similar a la suya. Patético, ¿verdad?
Una vez que llegamos, Christian se sienta y comienza a trabajar con todo el papeleo y memorándums que aguardan en su escritorio. Me felicito internamente por haberlo escogido como mi secretario. Es un joven muy competente, educado y capaz de seguir mi exigente ritmo a la perfección. Realizo una nota mental de darle un merecido aumento por su desempeño. Dirijo mis pasos hacia mi oficina, pero antes de abrir la puerta giro y hablo con voz clara.
─ Christian.
─ ¿Sí, señor? ¿Desea que le lleve una taza de café como siempre?
─ El café estaría bien… pero no era eso lo que quería decir.
Veo la confusión impresa en los azules ojos de mi asistente. Confusión que rápidamente se convierte en miedo y comprendo el motivo. No suelo pedir nada más hasta que no he bebido mi taza de café, por lo que podría apostar mi fortuna a que cree que voy a despedirlo. Decido apiadarme de él, después de todo es un buen empleado y además es nochebuena. Ni siquiera yo soy tan cruel como para dejar que siga creyendo eso.
─ Tranquilo, no voy a despedirte. Sólo has saber que no estoy, a quienquiera que venga a molestar hoy a mi oficina.
─ Sí, señor Malfoy. Como usted ordene.
─ Ahh, casi lo olvido… Puedes retirarte más temprano si gustas. Es nochebuena y seguramente querrás llegar a tiempo para cenar con tu familia.
─ Muchas gracias, señor, por su gentileza. En seguida le llevaré su café.
Simplemente asiento, para hacerle saber que lo he oído y entro en mi oficina. Una vez sentado detrás de mi escritorio, intento terminar de ajustar algunos detalles de la reunión con el ministro francés, fallando miserablemente en el proceso. Me es imposible concentrarme cuando lo único que hago es traerlo a mis pensamientos. Y sigo preguntándome cómo es que él puede hacerme sentir de esta manera. ¿No se supone que somos rivales y que debemos odiarnos? Entonces… ¿Qué es lo que tiene su mirada que parece desnudar mi alma? ¿Por qué tengo unos deseos insoportables de besarle? ¿Por qué no puedo odiarlo, cuando sé que jamás podrá corresponderme? ¿Por qué tuve que enamorarme de él?
Cuando este último pensamiento arremete en mi mente, comprendo que ya no tengo escapatoria. No hay forma en que pueda olvidarlo. Ningún hechizo, poción o ritual oscuro podrá hacer que deje de amarlo. Pondría en juego mi vida a que Potter no tiene ni la más mínima idea del porqué de ello. Después de todo… ¿Por qué debería saber que cuando un Slytherin se enamora, lo hace para toda la vida? Y no, no me refiero a una simple y burda atracción sexual, sino a lo que muchos llaman "amor verdadero". O lo que los muggles conocen como "encontrar a tu alma gemela".
A pesar de que los Slytherin somos las personas más astutas, ambiciosas, de gran poder y hasta podría llegar a decirse algo frías, poseemos un gran punto débil… somos capaces de enamorarnos una sola vez en la vida. ¡Qué cruel e irónico suena todo esto! Especialmente cuando jamás podré saber lo que se siente encontrar la felicidad a su lado. Al parecer, inconscientemente, he seguido los pasos de mi padrino. Él, más que nadie, supo lo que es vivir una vida de agonía, sabiendo que jamás podría hacer que la mujer que amaba le correspondiera. Al igual que yo nunca podré hacer que él sienta algo más que odio y rencor hacia mí.
Una rabia irreprimible comienza a formarse desde lo más recóndito y oscuro de mí. Siento deseos de gritar y destruir todo, ansiando con ello arrancar de mi corazón cualquier vestigio de este desgarrador sentimiento. No lo pienso, simplemente arrojo a la pared lo primero que encuentro a mi alcance, resultando ser un tintero. La fuerza del estruendo provoca que éste se haga añicos al instante, derramando sobre la blanca pared todo su contenido. Un camino de tinta negra comienza a deslizarse hacia el suelo y no podría importarme menos. Tanteo sin ver sobre la mesa y tomo en mis manos una costosa pluma, con la intención de arrojarla también… pero soy interrumpido al abrirse la puerta.
─ ¿Está todo bien, señor Malfoy? Oí ruidos. ─ Pregunta mi secretario con preocupación, mientras recorre la oficina con su mirada para hallar el origen de aquel sonido. Su vista parece haberse clavado a la pared manchada y un rastro de preocupación se aprecia en sus ojos. Obviamente debe creer que algo extremadamente malo está pasando, para que haga reaccionar de esta forma al imperturbable de su jefe.
─ ¿Qué quieres? ─ Respondo más brusco de lo normal, pero poco me importa ahora. Necesito descargarme con alguien y él es la persona que tengo más a mano.
─ Yo… Yo sólo venía a…
Los nerviosos balbuceos de Christian están haciéndome perder la minúscula paciencia que me queda, por lo que me dispongo a echarlo de mi oficina antes de que le lance una maldición. Recién ahí, noto que aun sostiene una taza de café entre sus manos y consigo detenerme a último momento.
─ Déjala en la mesa, por favor. ─ Respondo con un tono más moderado. Christian parece relajarse un poco ante este cambio y se acerca en silencio a mi mesa para dejar la infusión. Cuando creo que está a punto de emprender la huida, antes de que mi humor cambie e intente hechizarlo, posa un instante su mirada en la manchada pared y volviéndose a mí, hace honor de su valentía. Porque sólo alguien perteneciente a la casa de los leones, se atrevería a permanecer cerca de una furibunda serpiente.
─ ¿Desea que limpie la pared, señor?
─ No. Déjala así. Y ya sal de mi oficina. Antes de que reconsidere el haberte contratado.
─ Sí, señor. Lo siento.
Christian cierra la puerta y yo dejo escapar un largo suspiro. Ya más calmado y con el inconfundible aroma del café inundando mis fosas nasales, me reprendo por haberme mostrado tan desequilibrado frente a un empleado. ¿A caso no había aprendido nada de las enseñanzas de mi padre? Claro que lo había hecho, pero el simple recuerdo de Potter hace que todo pase a un segundo plano, donde no importan las apariencias ni el poder.
Decidiendo que esto no me llevará a nada más que tener otro arranque de locura, dejo que un poco de caliente café se deslice por mi garganta y reanudo mi trabajo. Esperando con ello, poder concentrar mi mente en algo más que lo miserable que se ha vuelto mi vida. Dejo salir un suspiro y el último pensamiento que me permito tener, antes de meterme de lleno en el pergamino frente a mí, es que todo lo que desearía para esta Navidad es a ti, Potter. Y eso… es justamente lo único que no tendré.
Pierdo la noción del tiempo transcurrido, sólo sé que debe ser bastante tarde y probablemente el Ministerio esté prácticamente vacío. Dejo la pluma sobre el escritorio y masajeo mi adolorido cuello, producto de una ininterrumpida tarde de trabajo. Recorro la sala con mi mirada y mis ojos captan de inmediato la gran mancha que ha quedado en la pared. Siento mi cara enrojecer con vergüenza por ese desmedido accionar. Siempre he sido una persona fría, calculadora y que jamás muestra sus verdaderos sentimientos, ni deja que éstos tomen el control. Por lo que no consigo evitar preguntarme qué extraña magia ha realizado Potter en mí, que hace caer todas mis máscaras. Desentrañando y exteriorizando sentimientos que jamás me he permitido sentir.
Gimo con frustración y me repito a mí mismo que estoy completamente perdido. No sé qué es lo que se supone que debo hacer a partir de ahora. No tengo idea de cómo salir adelante y fingir que nada ocurre. No encuentro la forma de regresar a esa grandiosa comodidad, brindada por la ignorancia de mis verdaderos sentimientos hacia Potter. Todo se ha vuelto extremadamente doloroso desde que acepté que me enamoré de él y temo nunca poder volver a sonreír con honestidad.
Tampoco es como si pudiera preguntarle a alguien cómo sobrellevar este suplicio. La única persona que podría haberme ayudado está muerta. Con aflicción, comprendo que debí haberle pedido a Severus que me explicara cómo hacía para soportar todo esta desazón, en caso de que a mí me ocurriera algo parecido. ¡Pero no! ¿Por qué iba dignarme a indagar en esos temas? ¿Quién sería tan estúpido como para rechazar a un Malfoy? O lo que es aún peor… ¿Por qué sería tan idiota de enamorarme de alguien que no me corresponde? Una vez más, mi arrogancia me había jugado una mala pasada y ahora estoy pagando las consecuencias de ello.
Cubro mi rostro con mis manos y me fuerzo a no dejar salir ni una sola de estas traicioneras lágrimas que amenazan con emerger. El nudo en mi garganta se vuelve imposiblemente doloroso, pero aun así no sucumbiré. Debo ser fuerte. Saldré de esta. Porque como todo buen Slytherin, soy un sobreviviente.
Un suave golpeteo en la puerta me saca de este estado de desolación. En menos de un segundo ya tengo todas mis máscaras puestas en mí y no queda rastro alguno de mi momento de debilidad.
─ Adelante.
─ Disculpe que lo moleste, señor Malfoy. Llegó esta carta de su madre.
Christian me entrega un sobre con el sello del escudo de mi familia y sé que en ella debe ir una última advertencia a asistir a la fiesta de esta noche. De todos modos no importa, porque no iré. No estoy de humor para esto, ya ni siquiera me interesa la posible venganza de mi madre. Algo debe haberse traslucido en mi mirada, pues mi asistente se apresura a aclarar.
─ Su madre ha estado aquí, señor. Me pidió que le haga saber que primero lea la carta, antes de quemarla.
─ ¿Quemarla? ─ Respondo con una ceja en alto, intimidando al joven frente a mí. Sin dejar de asombrarme de lo bien que me conoce mi madre, porque justamente eso iba a hacer.
─ Sí, señor. Yo solo repito lo que su madre dijo.
─ ¿Eso es todo?
─ Sí, señor.
─ Bien. Si ya terminaste con tu trabajo, puedes retirarte por hoy.
─ ¡Muchas gracias, señor Malfoy! ¡Que tenga una feliz Navidad!
─ Gracias, Christian. Igualmente para ti. Saluda a tu esposa e hijo por mí.
─ Lo haré, señor. Buenas noches.
Cuando la puerta se cierra, observo con curiosidad el sobre que tengo en mis manos. ¿Qué es eso tan importante que mi madre quiere decirme, que incluso se tomó la molestia de venir a traerla en persona? No es algo relacionado con su fiesta, eso es seguro. Ya que de haberlo sido, hubiera ingresado a mi oficina para "convencerme" de que asista. No resistiendo más la tentación y sin poder descifrar el contenido en ella, rompo el sello y quito la carta del sobre. Una vez en mis manos, comienzo a leer la estilizada letra de mi madre.
Draco,
Estoy segura de que tu intención es, al igual que cada año, ignorar por completo la fiesta de Navidad y encerrarte entre las cuatro paredes de tu oficina, compadeciéndote de lo que tú supones un "amor no correspondido".
Al principio creí que lo hacías porque todo era muy reciente para ti y no podías ver más allá del descubrimiento de tus verdaderos sentimientos. Es por ello que lo dejé pasar y no interferí, dándote la oportunidad de que te sinceres con él. No obstante, después de seis años viéndote sufrir en vano sólo porque te niegas a ver la realidad, me vi forzada a intervenir. Aun así, te negaste a actuar.
Es por ello que este año no habrá sutilezas como las de la cena de beneficencia del Ministerio. Considera esto como tu regalo de Navidad de parte de tu padre y mía. Y como prueba de nuestra aprobación hacia la persona que has elegido como tu compañero.
No necesito desearte una feliz Navidad, porque de seguro la tendrás. Disfruta de tu regalo.
Con amor,
Narcissa Malfoy
Termino de leer la carta y mi confusión es evidente. ¿A qué demonios se refiere con que no habrá sutilezas? Si es cierto que mis padres saben que Potter es de quien me he enamorado, entonces… ¿Qué quiso decir con eso de "disfrutar mi regalo"?
Un sudor frío recorre mi cuerpo ante el simple pensamiento de lo que pudo llegar a haber hecho. Sé de lo que esa mujer es capaz y tiemblo ante la simple idea de que haya hablado con Potter. De sólo imaginar a mi madre manipulándolo para que acepte salir conmigo, provoca que mi nerviosismo alcance niveles insospechados.
No estoy seguro de qué hacer. ¿Enviarle una carta a Potter pidiéndole disculpas por el accionar de mi madre? ¿Decirle que todo fue una simple broma de mal gusto? ¿Y si mi madre no se refería a Potter y yo arruino todo al disculparme con él por algo de lo que ni siquiera está enterado?
Estos interrogantes sólo hacen que mis nervios continúen aumentando. Mis temblorosas manos sacuden la carta que aun sostengo y mi cerebro parece haberse desconectado por completo. Cuando creo que nada ni nadie podrán sacarme de este estado de desesperación, oigo que alguien toca a mi puerta. Y es entonces cuando mi mundo se cae a pedazos. Potter viene a pedirme una explicación a todo esto. Explicación que no tengo y que de tenerla… no le gustaría oír.
Los golpeteos se reanudan y ya no puedo evadirlo más, debo enfrentar lo que sea que me depare el destino. Eso sí, no dejaré que me vea como un patético Hufflepuff despechado. Si debo sincerarme y esperar el más que obvio rechazo, lo afrontaré como todo un Slytherin. Rápidamente levanto mi máscara de arrogancia y frialdad, a la vez que elevo mi postura. Dejo salir un último suspiro y ruego a Merlín porque esto sea lo más rápido posible. A último momento, se me ocurre que quizás fingir un poco de sorpresa minimice el enfado del moreno
─ Adelante. ¿Qué se te olvidó, Christian?
─ No soy "Christian". ─ El filoso y enfadado tono con el que Potter escupe esas palabras, me estremecen por dentro. Su disgusto es grande y hace que mi corazón se quiebre en miles de fragmentos. Mas no puedo hacer otra cosa que seguir manteniendo las apariencias, evitando demostrar lo devastado que me siento en el interior.
─ Buenas noches a ti también, Potter. Por favor, pasa y toma asiento.
¿Qué demonios pretendo al indicarle que se siente? Es como si estuviera invitándolo a tomar el té o algo por el estilo y no a declarármele. La situación es por demás bizarra y se vuelve aún más extraña cuando Potter se descoloca con mi respuesta. Sus expresivos ojos muestran una gran confusión y no parece saber qué hacer. Yo tampoco sé cómo proceder ahora. No puedo simplemente soltar a bocajarro lo que siento por él, sería algo irrisorio. Por fortuna, Potter parece decidirse y camina en dirección a mi escritorio, mas no se sienta.
─ Mi jefe me ha pedido que te entregue esto, Malfoy.
Rebusca entre su túnica con nerviosismo, lanzando una maldición entre dientes por no poder sacar la carta del bolsillo. Quisiera reír por su torpeza, pero sé que el que reirá al último será él, una vez que me confiese. Después de muchos intentos, consigue tomarla entre sus manos y me la tiende. Por unos segundos, nuestros dedos se tocan al realizar el intercambio y siento una placentera descarga recorrer todo mi cuerpo. ¡Por Merlín bendito! Si un simple roce de manos genera tales reacciones en mi cuerpo… ¿Qué se sentirá al hacer el amor con él?
Decido no seguir indagando en ello, ya que sólo me traerá tristeza y una incómoda erección. Aparto cualquier impúdico pensamiento de mi mente y me fuerzo a concentrarme en lo que está ocurriendo a mi alrededor. Potter ha venido a mi oficina en calidad de mensajero de su jefe, no para pedirme alguna explicación sobre lo que siento por él. Una parte de mí suspira con alivio y agradece a mi madre el no haber acertado en la identidad de la persona que amo. Por otro lado, me pregunto con pesar si debería terminar con esto de una vez por todas y simplemente decir lo que siento, renunciando así a todos esos "¿Y qué hubiera ocurrido si…?" que carcomen mi mente todo el tiempo.
Me obligo a regresar a la realidad y observo el sobre en mis manos. Mi alma se cae a mis pies al ver el escudo de mi familia en el sello. Por fortuna, mi imperturbable máscara permanece intacta, ocultando cualquier rastro de nerviosismo. Esto solo comprueba que mi madre sí había acertado con la identidad de Potter.
─ ¿Estás seguro de que tu jefe fue el que te entregó esto? ─ Le pregunto suspicazmente. Intentando averiguar cómo se las ingenió mi madre para hacer que Potter me trajera esta carta.
─ La miopía no me impide reconocer a mi jefe, Malfoy.
Ese mordaz comentario me enfurece. Estoy tratando de ser todo lo más paciente que puedo, para contener estas terribles ganas de partirle la boca de un beso y hacerle el amor sobre este mismo escritorio… Y todo lo que recibo son venenosas respuestas a simples preguntas. Una gran irritación comienza a formarse dentro de mí, pero me veo forzado a reprimirla. No es conveniente que empecemos otra de nuestras famosas riñas infantiles. En especial, porque no sé cómo reaccionaré al tener su cuerpo tan cerca del mío.
Finjo no haber oído su comentario y mantengo mi voz firme.
─ Lo decía porque el sello de este sobre tiene el escudo de armas de los Malfoy. Si el jefe de Aurores me hubiera enviado esto, llevaría el sello del Ministerio.
La cara de confusión de Potter es todo un poema. Sus mejillas se tiñen de un ligero sonrojo y no entiendo el porqué de este. Abre la boca para decir algo pero, al igual que esta mañana en el ascensor, nada sale de ella. Suelto un suspiro y me pregunto qué debo hacer ahora. ¿Echarlo de mi oficina? ¿Quemar la carta por si acaso? Por fortuna, Potter parece encontrar su voz y me evita el tener que tomar una decisión.
─ Deberías leerla. Supongo que debe ser algo importante, porque de otro modo mi jefe no me hubiera pedido que me asegurara que la leyeras.
Frunzo mi ceño ante lo que acaba de decir y no encuentro otra cosa más que hacer que abrir la condenada carta. Cuando comienzo a leer la breve misiva, mi máscara de frialdad finalmente se quiebra. Ahora sí que estoy completamente jodido.
Draco,
Como te dije en mi anterior carta, no habría sutilezas este año.
Con amor,
Narcissa Malfoy
PD: Sólo en caso de que intentes volver a escapar, debo advertirte que la puerta de tu oficina permanecerá cerrada hasta mañana. No hay hechizo que pueda abrirla e intentar derribarla es inútil. Confío en que sabrás aprovechar esta oportunidad.
Siento mis manos temblar y no puedo hacer nada al respecto. Una sensación de ahogo se extiende por mi cuerpo, impidiéndome respirar. ¿Qué se supone que haré ahora? Potter de seguro va a matarme cuando se entere, porque ya no hay forma de ocultar esto.
─ Malfoy… ¿Te encuentras bien? Estás muy pálido. ¡Draco, responde!
Consigo calmarme al escuchar salir de su boca mi nombre de pila. Levanto mi rostro y busco su mirada. En ella distingo algo que parece ser preocupación, pero eso no puede ser. ¿Verdad? Rápidamente aparta sus ojos de los míos y los posa en la pared a su izquierda. La gran mancha de tinta llama de inmediato su atención y no logro evitar sonrojarme.
─ ¿De qué es esa mancha?
─ Tinta.
─ ¿Tinta? ¿Quieres que la limpie?
─ ¿Por qué todo el mundo tiene una extraña obsesión con limpiar mi pared? Christian también me preguntó lo mismo.
Una mueca se forma en el rostro de Potter, similar a haber tragado un limón. Por más que lo intento, no puedo encontrar el motivo del cambio de su actitud. No tengo tiempo para indagar más en ello, ya que el Gryffindor se da la vuelta y dirige sus pasos hacia la puerta. El pánico comienza a crecer en mi interior. ¿Qué se supone que haga ahora?
─ Potter, espera. ¿Qué haces?
─ ¿Qué no es obvio? Me voy. Mi misión era entregarte esa carta y asegurarme que la leyeras, por lo que ya no tengo nada más que hacer aquí.
─ Espera, no puedes… ─ No finalizo mi advertencia, cuando Potter ya ha alcanzado la perilla y no consigue abrir la puerta.
─ Já, já. Muy gracioso, Malfoy. Abre la puerta.
─ No puedo.
─ ¿A qué te refieres con que no puedes? ¡Deja de bromear, idiota! ─ Grita con enfado, sacando su varita y lanzando un Alohomora, sin obtener ningún resultado. Me levanto de mi sillón y doy los pasos necesarios hasta estar a su lado. ─ Abre la maldita puerta, Malfoy.
─ ¡Ya te dije que no puedo! ¡Está cerrada y permanecerá así hasta mañana!
─ ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué está ocurriendo?
Potter parece más calmado, pero eso no durará mucho cuando sepa el motivo por el que estará encerrado conmigo toda la noche. Antes de que pierda el poco valor que me queda, contesto sus preguntas, posando mi mirada en cualquier lado menos en él.
─ La carta que me trajiste decía que no podríamos salir de aquí hasta mañana. No importa qué hechizos realicemos, ni cuanto intentemos derribarla, nada funcionará.
─ Espera un segundo. ¿Estás diciendo que estaré encerrado hasta mañana… contigo?
La desesperada pregunta hace que mi corazón se termine de romper. La sola idea de quedarse aquí conmigo debe de repugnarle y eso duele más que estar bajo los efectos de la Cruciatus, mas no dejo que mis emociones traspasen mis barreras.
─ Sí, así es. Lamento que tengas que pasar nochebuena con un malvado y asqueroso Mortífago, San Potter. Pero no hay nada que podamos hacer. ─ Dejo salir con el mayor rencor posible, alejándome de él.
─ No… no es eso lo que yo… ─ Sus avergonzados balbuceos se escuchan como un suave murmullo, pero aun así llegan hasta mi lugar junto a la manchada pared. Cuando creo que finalmente dejará de hablar, realiza una pregunta que estoy seguro volverá a enfadarlo. ─ ¿Quién envió la carta?
─ Mi madre.
─ ¿Pero por qué? ¿Por qué querría tu madre encerrarte junto a la persona que más odias?
Su pregunta es realizada con un deje de tristeza, algo que jamás creí escuchar de él. Al menos no referido a mí. ¿Será posible que yo no le sea tan indiferente? No lo sé. Lo único que puedo hacer es sacarlo de su error.
─ Tú no eres la persona que más odio, Potter.
─ ¿No? ─ Por un momento su verdes ojos reflejan alegría, que rápidamente es remplazada por angustia. ─ Pero aun así me odias.
─ ¡Yo no te odio, imbécil! ¡Y dudo que alguna vez lo haya hecho!
Cuando dejo salir esas palabras mis nervios vuelven a alterarse. Prácticamente me le he confesado y ni siquiera esa era mi intensión. Cierro mis ojos y trato de juntar valor de donde sea, para poder decir aquello que he guardado con recelo por años.
Una vez que reúno la mayor confianza posible, abro mis ojos y me sorprendo al encontrar a Potter frente a mí. Me pregunto en qué momento se movió de la puerta. Su tibio aliento hace que me percate de lo cerca que estamos uno del otro, tal es así, que de sólo inclinarme un poco más podría capturar sus labios entre los míos. Su esmeralda mirada no parece querer apartarse de mis ojos y está haciendo estragos en mí.
Es ahora o nunca. Mi cuerpo no resistirá más esta cercanía. Suspiro por última vez y me obligo a dejar salir esas palabras que me han estado torturando.
─ Potter, yo…
No obstante, acalla lo que iba a decirle al juntar nuestros labios. No puedo creer que estemos besándonos. Un agradable calor comienza a extenderse por todo mi cuerpo y se hace más intenso al acercar aún más nuestros cuerpos, si es que eso es posible. El simple roce de labios no es suficiente, por lo que tomando la iniciativa, coloco mis manos en su cintura y lo atraigo hacia mí, logrando que nuestras erecciones se rocen. Potter suelta un gemido y es allí cuando aprovecho a intensificar el beso.
Nuestras lenguas se enredan y batallan para tomar el control, mas ninguna parece tener ventaja sobre la otra. Finalmente, se dedican a explorar cada cavidad de nuestras bocas. Potter lleva sus manos hacia mi cabello y juguetea con él. El calor en la habitación se vuelve sofocante, pero no podría importarme menos. No cuando cierto Auror parece querer fundirse conmigo en este apasionado beso. Después de lo que parecen ser horas, el aire comienza a faltar y debemos separarnos. Jadeantes, intercambiamos miradas, aun manteniendo nuestros cuerpos lo más cerca posible.
─ ¡Dios, Draco! No tienes idea de cuánto tiempo deseé hacer eso. ─ Dice en un susurro, uniendo nuestros labios en un ligero beso. Y continúa así durante toda su declaración. ─ No sabes lo difícil que es para mí soñarte cada noche y despertar todas las mañanas completamente solo en mi cama. Lo nervioso que me pones cada vez que estás cerca de mí. ¡Si ni siquiera pude devolverte el saludo hoy! No sabes las ganas que tengo de asesinar a cualquiera que intente flirtear contigo, como ocurrió en la cena de beneficencia, cuando ese imbécil no paraba de insinuársete. No hay forma en que sepas cuánto te amo.
Al terminar su confesión, Harry cierra los ojos y suspira contra mis labios. Mi felicidad es inexplicable, mi corazón se acelera y un placentero calor recorre mi cuerpo. No puedo evitarlo, vuelvo a unir nuestros labios en un intenso beso, demostrándole con él lo que siento. Lo mucho que lo he deseado todos estos años... Lo difícil que fue creer que él jamás podría corresponderme por mi oscuro pasado… Lo mucho que yo también lo amo.
─ Harry…
Gimo su nombre cuando nos separamos y eso parece despertar algo en él, ya que vuelve a besarme. Esta vez de forma tan intensa que pierdo la noción de la realidad. El tiempo pasa y nuevamente debemos apartarnos para recuperar el aliento, aunque en ningún momento dejamos de tocarnos.
Algo detrás de mí parece llamar la atención del Gryffindor, pero no deseo girarme para ver qué es. Estoy demasiado cómodo en esta posición y temo que al hacerlo, el momento se arruine.
─ ¿Seguro que no quieres que quite esa mancha de la pared? Podrías ensuciarte la túnica.
─ Si te soy sincero… lo que menos me importa ahora es que mi túnica se estropee, Potter. Descuida, mañana haré que Christian la limpie.
El rostro de Potter se contrae en una irritada mueca. Antes de que pueda hacer algo, se aleja de mí. No comprendo el motivo de su repentino enfado. Hasta hace dos segundos atrás estuvo besándome como si la vida se le fuera en ello y súbitamente se ha disgustado. Nada parece tener sentido. Es como si la simple mención de Christian lo hubiera molestado en demasía. Es entonces, cuando todo se aclara y me golpeo internamente por no haberlo visto antes. La respuesta estuvo clara frente a mis ojos todo el tiempo.
─ Estás celoso de Christian. ¿Verdad? ─ Un fuerte sonrojo cubre el rostro de Harry y se apresura a negarlo todo, mas no dejo que siga con sus mentiras. ─ ¡Sí lo estás! Oh, Merlín esto es hilarante.
No puedo evitarlo y comienzo a reír como no lo he hecho en años. La simple idea de que Christian y yo tengamos algo es más que ridícula. Y el que Harry hierva de celos por ello, hace que mi corazón de un agradable vuelco.
─ ¡Ya deja de reírte, idiota!
─ Lo siento… es sólo que esto es tan…
Respondo entre carcajadas, mientras el moreno parece querer fulminarme con la mirada. Después de unos minutos logro detener mi ataque de risa y componerme nuevamente. Dando los pocos pasos que nos separan, lo acorralo contra mi escritorio y junto nuestros cuerpos. Harry intenta soltarse, no obstante, aprovecho ese movimiento para apresar sus manos a cada lado de su cuerpo.
─ Eres un idiota, Potter. ¿Lo sabías? ─ Harry se remueve intentando volver a huir, sin embargo, mi agarre se mantiene inflexible. ─ ¡Por Salazar, no puedo creer que estés celoso de mi asistente! ¡Él ni siquiera es gay!
─ ¿Qué…?
─ Tiene esposa y un hijo de un año.
La cara de estupefacción que presenta es todo un poema. Un intenso rubor cubre por completo su rostro y eso hace que mi excitación se eleve más que una escoba de carreras. ¿Se sonrojará de la misma forma al tener sexo? No puedo retenerme más, por lo que acerco mi rostro hasta su oreja derecha y en ella susurro con la voz más firme y sensual de mi repertorio.
─ ¿De verdad necesitas que te diga con palabras que al único que deseo es a ti?
─ Draco…
─ ¿En verdad debo explicarte lo mucho que quiero quitarte ese condenado uniforme y hacerte mío sobre este mismo escritorio?
Mis palabras tienen un efecto hipnótico en él y a los pocos segundos lo tengo temblando contra mí, tratando de girar su rostro para unir nuestros labios. Mas no le doy el gusto y continuo susurrando con este tono de voz cadencioso, asegurándome de que mi aliento choque en esa sensible piel.
─ ¿Tienes idea de cuánto soñé con tenerte sólo para mí, gimiendo mi nombre una y otra vez, rogándome porque no pare?
─ Draco, por favor…
─ No, no lo sabes. Como tampoco sabes que yo… también te amo.
Al dejar salir estas últimas palabras, Harry saca fuerzas de quién sabe dónde y consigue liberarse de mi agarre. Tomando mi rostro entre sus manos, junta nuestros labios en un beso posesivo y lleno de frustración sexual. La cual no mantendremos por mucho tiempo, ya que cuelo una de mis manos entre la túnica de Auror, forcejeando para quitársela. Olvidadas quedan la puerta que no podrá abrirse hasta mañana, la fiesta de Navidad de mi madre e incluso la Navidad misma en sí. En estos momentos, en lo único que puedo pensar es en lo bien que se siente la lengua de Harry al recorrer mi cuello.
Una vez más, mi madre tiene razón. Sin lugar a dudas disfrutaré de mi regalo. Un último pensamiento se cuela en mi mente, antes de que nuestros cuerpos descarguen toda esta pasión en una primitiva y sensual danza. Todo lo que quería para Navidad… es a ti, Harry. Y eso… es precisamente lo que he tenido.
oOoOoOo
Aclaración dentro del fic: el personaje Christian es de mi invención.
Notas finales: si han llegado hasta aquí, se los agradezco mucho. Espero que lo disfrutaran tanto como yo lo hice escribiéndolo.
Tenía pensado escribir otro capítulo más, pero esta vez desde el punto de vista de Harry. ¿Qué les parece? ¿Quieren que redacte los pensamientos de Harry? Cualquiera sea su decisión, me la dicen en un comentario. ;)
Ahora sí, ojalá hayan pasado una feliz navidad, llena de amor, alegría y regalos (porque a todos nos gustan los regalos). Y que este 2015 nos traiga mucha más felicidad que el año que nos deja.
Besitos y ya nos leeremos.
