SIN AMOR
Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Historia sin fines de lucro... etc. Etc. Etc.. ¿Qué más puedo decir? Una disculpa de antemano...
¿Sería la luna quién me instó a escribir esto?...
El Gran Concilio.
Señores Terratenientes humanos y los Generales youkais bajo un mismo techo. Trataban de, por algún medio, llegar a un tratado de paz. El medio estaba siendo cuestionado justo en ese escabroso momento...
-Jamás – la voz, modulada pero terrible, traslucía furia- jamás casaré a mi hijo primogénito con su princesa...
-¿Entiende que es la única forma de acabar esta batalla? –inquirió, tranquilamente, el anciano jefe- ¿Por qué se niega?
-Es mi hijo mayor. Según nuestras leyes, él heredará todo lo que es mío –Inutaisho miró al suelo, pensativo- no puede casarse con...
-¿Una simple humana? –el anciano lo observaba con recelo
-No es eso –Por fin una iluminación llegó al Gran Señor- pero tengo una solución...
Minutos después, un gran murmullo se elevaba de entre las filas de guerreros de ambos bandos. Por fin, tras seiscientos años, la paz había llegado a sus agotadas vidas.
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- Es que no entiendo, madre... ¿Por qué yo? – la negra cabellera se agitaba de un lado al otro acompañando los gráciles movimientos de la chica- ¿No había otra manera?
-Querida mía –la señora se aproximó a ella, tomándola de las manos – sabes que eres la única hija que tenemos. Sabes que para tu abuelo esto fue terrible...
La misma escena se desarrollaba al mismo tiempo, en otro lujoso lugar...
-Pero Padre... ¿Acaso bromeas? – el muchacho se levantaba de un salto, y hablaba a gritos - ¿Cómo es esto posible?
-No debes cuestionar mis decisiones, muchacho- el pavoroso hombretón ocupaba todo el alto del dintel de la puerta- es por un fin..
- La mejor parte, es que no importa tu opinión –otro hombre, joven y de complexión atlética le miraba desde un diván- así que cuando sea yo quien gobierne...
-Nuestro padre aún no muere, hermano –susurró el otro, sibilante- así que deja de hacer planes...
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Un templo adornado fastuosamente, derramando todo el lujo y poderío de ambas familias. Un muchacho alto, cejijunto y molesto, vestido de gala, esperaba en la puerta. Llegaba la carroza con la princesa. Entre las flores y los millares de trocitos de papel rojo que flotan a su alrededor, solo se alcanza a distinguir el fino vestido rojo bordado en hilo de oro, oculto hasta el talle bajo un velo de seda de un rojo aun más profundo.
Una gran recepción. Vino y manjares fluyen como manantiales. Los anfitriones, tratan de inducir a la pareja a conversar, o al menos, a sonreír. El recién casado está muy molesto. Tiene ya varias horas unido a esa mujer, y aún no conoce su rostro. Sabe su nombre solo por accidente...
-¿Es hora, padre? – el muchacho se inclina hacia el aludido- ¿Debemos irnos?
-Sí... pero antes, acompáñame un momento – Inutaisho se levanta, seguido de su hijo. Se alejan a un punto solitario del gran palacio
-¿Ocurre algo, padre?- se atreve a preguntar el joven, en cuanto se encuentran solos
-Inuyasha, hijo mío –Inutaisho se siente algo cohibido- hay algo que debes saber...
-¿Qué cosa? –
-Este matrimonio DEBE ser consumado –el Gran Señor lo mira a los ojos, y el chico se ruboriza hasta la punta de las peludas orejas que coronan su plateada cabeza- es parte del tratado. No puedes desatender esta obligación...
-Pero padre –una palidez de muerte reemplaza al anterior rubor- ¿Por qué...?
-Inuyasha, debes saber también que te elegí a ti por que sé que tu hermano jamás será capaz de tratar con gentileza a una hembra de esta especie tan frágil...
-¿Por eso fui yo el sacrificado? –el joven parece más triste que molesto
-Hijo... aprenderás a apreciarla –Inutaisho le pone la mano en el hombro- tal vez hasta como yo quise a tu madre...
-Pero Padre...
-Confío en tu buen juicio –el señor le sonríe- sé que has dejado satisfechas a tus esclavas... no dudo que serás igual de amable con ella...
- Ese no es el problema –pero Inuyasha al fin se tranquiliza. Poseerla no es una tarea demasiado ardua - ¿Es hermosa?
-Mucho –le contesta el Gran Señor, antes de alejarse de nuevo hacia el banquete – mucho...
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En la lujosa recámara, se encuentran los dos, por fin, frente a frente. Ella se ha quitado el velo. La mirada que él le dedica la aturde.
Es hermosa, con unos enormes ojos castaños, cabello de brillante ébano, y una piel que parece alabastro, luminosa, suave, y una boca de beso. El exagerado atuendo nupcial apenas disimula su silueta, esbelta y delicada.
El muchacho posee los atributos físicos de su familia: todo músculo, pelo plateado, y ojos de oro... Ella había visto algunos de estos detalles antes, pero en ese hombre, todo parece haberse unido en una sola perfecta unidad. Es un ser hermoso, fuerte, que destila una virilidad que ella desconocía.
-¿Te encuentras bien? –por fin, el joven ha roto el silencio - ¿quieres que nos presentemos formalmente?
-Sí, gracias –ella sonríe "Presentarnos", piensa... "y ya estamos casados"- estoy bien... solo un poco.. nerviosa...
-Entonces, como sabes, mi nombre es Inuyasha –Se inclina levemente en una elegante reverencia- soy el segundo hijo del Señor de estas tierras... y tu marido...
-Yo soy Kagome –contesta la muchacha – Espero... espero que no... yo... espero no haberlo desilusionado...
-Descuida –Algo se ha despertado en él, algo amable al verla temblar- no te lastimaré. Deja de temer.
-Deberá perdonarme, pero no puedo evitarlo –ella mira hacia todas partes, nerviosa -¿dónde dormiré? Estoy tan cansada...
-¿Dónde dormirás? – Inuyasha sonríe. Eso ilumina sus ojos dorados- Conmigo, por supuesto... ven...
Le toma del brazo, y la guía hacia una puerta a su izquierda. Al abrirla, queda al descubierto una enorme cama con dosel. Un modelo curioso y demasiado femenino para el gusto del muchacho. Enormes cortinajes de seda translúcida cuelgan alrededor, desde los dorados postes engarzados de gemas.
Kagome comienza a temblar de nuevo...
No es que no sepa lo que va a pasar. Todas las chicas de su edad lo saben o al menos, como en su caso, tienen una vaga idea. Pero siempre imaginó que eso ocurría de otra forma. Tal vez con mas dulzura... con expectación... con amor. Y ahora debe entregarse a esta fabulosa criatura que prácticamente acaba de conocer. No tiene ni idea de cómo se portará... ha durado toda su vida guardada, en extremo protegida, rodeada de damiselas y sirvientas... tiene miedo...
-Sé lo que estas pensando -dice él en su oído, y de algún modo resulta tan sensual que le arranca un suspiro- pero puedes estar segura que no te haré daño...
Inuyasha se para detrás de ella. En un gesto íntimo, lentamente lleva su diestra hacia el largo cuello de la mujer, acariciando suavemente la curva que forma hacia la delicada nuca con sus dedos terminados en garras. Lentamente, con calma, desprende las horquillas y peinetas que sujetan el cabello en un intrincado peinado.
-Hermoso – susurra, al tomar las perfumadas guedejas en sus manos- mejor así, suelto...
Ella tiembla, pero en ésta ocasión, él percibe, con su fino olfato, que el olor que emana ya no es totalmente de miedo... en ese temblor hay otra cosa. Sonríe.
Aparta el sedoso cabello, para dejar nuevamente el cuello al descubierto. Aproxima sus labios apenas rozándola. Suavemente, traza con los labios entreabiertos un camino desde la nuca hacia los hombros y de regreso, sosteniéndola por el talle. Su mano ha quedado justo al ras de los senos de la mujer, quien se queja levemente.
-¿Ves que no te lastimo? –susurró nuevamente- te sentirás bien... lo prometo...
-Yo... señor... –ella gime entrecortada, al sentir como le desabrochan con habilidad el latoso vestido
Los botones son desprendidos y los lazos, deshechos. Ha pesar de la creciente urgencia que Inuyasha comienza a sentir, sabe que debe hacerlo con toda calma, so pena de aterrorizarla tanto, que la unión resulte dolorosa.
-No te preocupes por nada –nuevamente, habla seductoramente a su oído, abriendo cuidadosamente el vestido, para deslizárselo por los hombros- estarás más cómoda así...
Por fin, Kagome se encuentra cubierta solo por la fina camisa interior de hilo. Es tan delicada que resulta transparente. Inuyasha suelta un leve gemido al verla. No esperaba que fuese tan bella. Los perfectos hombros, unos hermosos y enhiestos senos con pezones de un canela claro que se muestran tensos. La cintura estrecha y las largas piernas...
Arroja a su costado el vestido arrugado. La observa de arriba a abajo descaradamente.
Poco a poco se acerca nuevamente a ella, pero esta vez, de frente. Con un brazo rodea la cintura, y con el otro, toma una de las rojas mejillas. Despacio deposita suaves besos en las blancas sienes, en los ojos cerrados, y en la punta de la nariz de Kagome. Se acerca inexorablemente a sus labios.
Cuando al fin alcanza su boca, ella no sabe como responder...
-Abre la boca –ordena él con tono cariñoso- te enseñaré...
Ella obedece. La boca de Inuyasha se abre también, haciéndola soltar un gritito cuando la lengua del hombre invade la suya. Poco a poco, los movimientos y el sabor particular de ese aliento que la llena, la obligan a actuar de forma ardiente. Aunque algo en su mente le dice que esa conducta no es propio de una dama, todo en su cuerpo le exige que se porte todavía peor...
Es en ese instante que se percata.
Las manos del muchacho han abierto el amplio escote, dejando completamente al descubierto uno de sus pechos. Lo toma por el satinado pliegue, levantándolo un poco, mientras el pulgar roza su pezón. Comienza a formar círculos alrededor del mismo, atormentadores y deliciosos círculos, que la hacen sudar. Se separa de su boca, para recorrer con la lengua el corto camino desde su cuello hacia su blanco pecho expuesto dejando a su paso un brillante camino de humedad...
Sin dejar de mirarla retadoramente, abre los labios justo encima del sensible y duro pezón, para exhalar levemente antes de tomarlo entre sus dientes. Ella se queja, cerrando los ojos y abrazando la plateada cabeza. Lame con firmeza, muerde levemente... recorre dejando un rastro de saliva en todo el pliegue, finalmente descubre el otro seno, para efectuar las mismas atenciones con él. Es obvio que ella no resistirá mucho tiempo de pie. Así que la toma en brazos, asustándola un poco, y la lleva a la cama.
Tras acostarla con gentileza, se reclina a su lado. De nueva cuenta besa los delicados hombros, la curva de su cuello, el hueco entre sus senos. De nuevo sube por los turgentes pechos para succionar las sensibles puntas, que al parecer le gustan tanto. Levanta el borde de la camisa para acariciarle las piernas, el interior de los muslos, y, levantándola con cuidado, las firmes nalgas de la muchacha. Ella solo gime bajo, y se deja hacer.
-Creo que debería quitarme la ropa –comenta él, con ligereza, poniéndose de pie ante ella. Sabedor de su propia apostura, se quita el pesado saco y la camisa. Su torso musculoso y blanco es observado al detalle por la mujer. Se desabrocha los pantalones, con la mirada divertida ante los ojos de espanto de ella. Ha visto que hay un punto elevado en ellos. Y ahora "eso" queda completamente visible ya que ha saltado al frente. -¿No habías visto uno?
-No –responde ella, avergonzada –solo niños... pero... esto...
-Comprenderás que nada me queda de niño – se burla de ella, y se divierte con su desazón- aunque debo decir que me alegra... tu desconocimiento...
-¿Te duele? –la pregunta de Kagome, primero hace que abra los ojos sorprendido... Luego le hace soltar una sonora y feliz carcajada. Pero ella parece preocupada de verdad -¿Qué te hace gracia?
-No. No me duele – se le acerca, aún sin dejar de reír- mira... siéntate
Se acerca al borde de la cama. Ella lo sigue con los ojos.
-Dame tu mano –dice Inuyasha. En cuanto ella obedece, él la toma, para guiarla hasta su miembro- tócame...
-¡No! –grita ella, asustada- te lastimaré
-No, no lo harás –vuelve a reír. Se siente contento- tócame... anda...
Al fin, la pequeña y tibia mano se cierra en torno a su hombría. El contacto lo hace estremecerse. Ella lo recorre lentamente, conociendo, descubriendo. Al fin, los castaños ojos buscan los dorados de él. Se miran largamente.
-¿Qué debo hacer? –pregunta ella, quedamente
-¿Quieres hacer algo? –aturdido por las caricias que aún le prodigan, imagina mil escenas- me gustaría...
-¿Qué... que cosa? – pregunta, ansiosa
-No... es muy pronto- al fin, decide retomar lo empezado- ya habrá mucho tiempo...
-Es que yo –ella baja la cabeza, y lo suelta – siento que debo hacer algo... pero no sé que es
Molesto por que ya no lo toca, la observa con detenimiento. Entonces decide que sería algo bueno. Se acerca todavía más a ella, que se sonroja muchísimo.
- Tómalo en tu boca –ella abre la misma, incrédula, otra carcajada del muchacho la hace dudar- vamos, hazlo... ¡Pero no muerdas!
-Bien –ella se aproxima. Sus labios se cierran alrededor de él. El gime. Imitando lo que antes hiciera el muchacho con ella, forma círculos con su lengua. Lame, acaricia. No sabe muy bien si está en el camino correcto, pero él no se ha quejado, o al menos, los sonidos que emite no parecen de molestia, así que prosigue.
Inuyasha pierde el control. Le toma la cabeza con las manos, obligándola a seguir un ritmo. A pesar de todo, no lo lleva demasiado profundo, por temor a causarle una arcada. Es inexperta. Él lo sabe, y lo recuerda.
Poco antes del clímax, la aparta un poco de sí, para impedir el final. Quiere acabar dentro de ella. Vamos, la sola idea le excita profundamente. Así que, con un movimiento veloz, la recuesta de nuevo.
Kagome se asusta ante lo que ocurre, pero al mismo tiempo, un insistente palpitar entre sus piernas da paso a una cálida y resbaladiza tibieza. Desea por sobre todas las cosas saber lo que se siente. Ese hombre... no... no, él es más que un hombre...
Inuyasha sube en ella, la besa una y otra vez. Ella aprende rápido. La besa toda, baja lentamente por su vientre plano, la línea de las costillas, el pequeño ombligo... baja hasta sus piernas, lamiendo el interior de sus muslos, mientras una de sus manos pellizca los erectos pezones de la mujer, y su lengua deja un rastro húmedo en su ingle.
Kagome lanza un gemido ahogado cuando la lengua del muchacho encuentra su intimidad. Ha llegado a su punto más excitable dando enérgicas lengüetadas. Succiona y acaricia con dos de sus dedos su piel mojada. Inuyasha sonríe, y ella siente la sonrisa en su piel sensibilizada. Poco a poco algo en su interior se tensa, se hincha, sus caderas se elevan mientras Inuyasha sigue tocándola. Los dedos del hombre se introducen gentilmente en ella sin dejar de atender su intimidad...
Ella grita...
Grita de placer, mientras su vientre se rompe en pedazos, toda la tensión llega a su máximo para desplazarse en oleadas y oleadas de la sensación más maravillosa que jamás pensó que existiera...
Poco a poco, las oleadas disminuyen. Lentamente se deja caer, desmadejada, con los ojos cerrados sobre los almohadones.
Inuyasha sube en ella.
La besa de nuevo, colocando su erecto miembro en la estrecha entrada de ella. Está tan mojada y resbaladiza que no duda.
Kagome le ha rodeado el cuello con los brazos, mientras se miran a los ojos largamente. Una de las manos del muchacho baja hacia sus pechos para estrujarlos nuevamente con pasión. Empuja un poco, para abrirse camino.
-No te preocupes –dice él sin dejar de empujar adentro- no te preocupes...
-Estoy bien, mi señor- contesta ella entre gemidos- lo necesito dentro...
-¡Ah! Kagome –murmura con voz ronca, esas palabras de la joven lo hacen perder toda compostura... si antes la deseaba, ahora desea traspasarla con todo su ser
Empuja nuevamente. Esta vez, en su embiste, a pesar de intentar hacerlo con ternura, ha ganado el deseo. Pero ella no parece sufrir, sino que lo mira con una sonrisa. Colmada, se concentra en la sensación de tenerlo dentro. El leve dolor que experimentó no fue suficiente para distraerla.
Duro, caliente, y suave al mismo tiempo. Todo eso se siente en su interior. Ahora los ojos dorados escrutan su rostro. Siente su propio cuerpo envolviéndolo. Calor.
Se mueve. ¡Cuánto placer!... ¡Que magnífica Sensación!... dentro de ella, el cuerpo de él toca un punto que la hace lanzar grititos de puro gusto, suspiros y gemidos. Ahora también él gime audiblemente, mientras pronuncia su nombre. Los empujes se vuelven cada vez más veloces, más profundos...
Él grita, y se levanta sobre sus propios brazos, penetrándola tan profundamente como puede. Alza el rostro en un grito mudo, donde un intenso e irrefrenable éxtasis se revela. Explota dentro de ella, mientras ella grita en su propio orgasmo. Siente las palpitaciones, siente la semilla de él inundándola. Siente como Inuyasha se desploma en su pecho, sin aplastarla. Ambos respiran agitadamente. Como después de una larga carrera.
Inuyasha se desplaza hacia el costado. Baja de ella sin dejar de tocarla. Ella mira al techo con una inocultable mirada de felicidad.
-¿Estás bien? –dice él, al percibir el olor de la sangre de ella- ¿Te dolió?
-Un poco –comenta ella, aún en la luna- estoy perfectamente...
-¿En que piensas? –pregunta el hanyou, sonriéndole
-Nunca imaginé que sería así- Kagome lo mira a los ojos- y sobre todo... sobre todo...
-¿Qué cosa? –ahora parece arrepentida, e Inuyasha se intriga- termina.
-Sobre todo, que ha sido sin amor – Kagome suspira, y cierra los ojos, para ponerse de lado.
Inuyasha no puede responder a eso. No sabe cómo.
La deja dormitar mientras piensa. "Sin amor"... eso es lógico. Él es incapaz de amar. Al menos eso cree. No importa. Ella ha quedado satisfecha, al igual que él. Por lo demás, ya vería como arreglárselas. Ahora era su mujer, y la protegería contra todo. Incluso contra él mismo.
Mientras tanto, a través de una secreta mirilla en la pared, Inutaisho ha atestiguado el acto, como su padre hiciera con él, y el padre de su padre... la unión fue consumada satisfactoriamente. En cierto modo, y a pesar de sentir un poco de culpa por ello, se siente orgulloso de su muchacho... logró colmar a la mujer, y no solo una vez... nada mal para ser la primera vez de una inexperta y poco conocedora chica (esos humanos... se atreve a pensar)... ahora solo le quedaba lidiar con su otro hijo.
Su hermoso, poderoso e insensible hijo. Ya vería la manera.
Definitivamente, no había nada de que preocuparse...
O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O-O FIN