¡Hola!
He decidido reescribir esta historia que había empezado a componer en el 2013. He visto los errores e inconsistencias que tenía esta historia, además de las horribles composiciones que habían en ellas además de su ortografía.
Pido disculpas por el largo hiatus que tuvo esta historia, aclarando de que he decidido tratar de terminar dicha historia sin importar el tiempo que me tome lograrlo.
~Importante~
En esta historia para separar algunas acciones para los personajes, los he puesto de esta manera:
Texto en negrita: denota un pensamiento de un personaje.
Texto en cursiva: representa el diálogo de los personajes.
Bueno sin hacerlos esperar aquí empiezo esta historia….
[Capítulo I: El Nacimiento]
En los pasillos del hospital en dirección al quirófano, a lo largo se llega a escuchar gritos de desesperación y dolor. Siendo estos más fuertes y pesados, pertenecientes a una mujer joven, cada vez siendo éstos más agudos que el anterior y a la vez jadiantes, denotando el cansancio debido al esfuerzo por un largo lapso de tiempo.
En la entrada de aquella sala se hallaban dos hombres preguntando por una mujer. En ellos se podía denotar la fatiga delatada en sus hinchados ojos, señalando días sin conciliar sueño, además, desesperación en sus temblorosas voces. Deseando tener respuesta alguna a su preocupación.
-Any, ¡¿dónde se encuentra?! – preguntó uno de los dos hombres. Aquel hombre sin pensamiento alguno y por inercia, entró despavorido a aquella sala, tomándo poca importancia a las voces que gritándole le decían que éste fuera paciente y esperara afuera de aquella sala.
-Señor, por favor le pido que se calme y me pueda explicar que desea saber – preguntó una de las enfermeras manteniendo la cordura y tratando de sostener del brazo aquel hombre desesperado por entrar en aquella sala.
-Mi hermana está en labor de parto hace cinco días. No he dormido en días sabiéndo que ella tuvo un embarazo delicado. No sé como está, por favor sin importar cuál sea la circunstancia en que ella se encuentre deseo saber su estado. Es mi única hermana, además de que aquella criatura que lleva en estos momentos es su primera. He preguntado durante estos cinco días y me han negado saber el estado de ella. ¡Por favor se lo pido! – dijo aquel hombre apunto de estallar en lágrimas.
- Señor por favor relájese, primero que todo ¿su hermana es Annette Rose? – preguntó aquella enfermera. Ésta era una señora en sus cincuenta años, delatados en su cara y sus notables pequeñas arrugas. Aquella era una coneja, ojos zafiros y pelaje ámbar. Llevaba puesto una camisa blanca al igual que su pantalón, ambos de tela, y zapatos blancos cerrados.
-Sí, ella es mi hermana – respondió aquel hombre tratando de mantener la compostura.
- Su hermana en estos momentos está estable, días atrás tuvo complicaciones pero fueron tratadas a tiempo y pudo manternerse en buen estado de salud. En estos momentos está en labor de parto, le pido que tome asiento en la sala de espera, el doctor los llamará cuando todo haya concluido – aclaró aquella enfermera.
- ¡¿Me pide que me relaje sabiéndo poco lo que sucede?! Estaba hace unos segundos escuchando sus gritos y me pide…¡¡que me relaje!! – respondió aquel hombre, siendo este un erizo blanco. Sus ojos color avellana denotaban frustración.
-Señor por favor, no ayuda en nada tomando este tipo de conducta. Le repito que por favor tome asiento en la sala de espera, si se presenta alguna complicación en el parto de su hermana el doctor le llamará y mantendrá informado acerca de lo que le suceda. Trate de tomar las situaciones un poco más relajadas, no hay necesidad de gritos y espectáculas fuera de la sala, no queremos tomar medidas más severas por esto – respondió la enfermera ofuscada por la conducta de aquel hombre.
Resignado, aquel hombre obedeció a la enfermera, reuniéndose con aquel hombre que lo acompañaba en la sala de espera. Los dos tomaron asiento. Su otro compañero tenía la vista perdida, sus ojos escabeche sólo miraban hacia el suelo, dándo ni un sólo pestañeo. Se notaba que estaba con la cabeza grande. Éste llevaba una chaqueta ajustada color negro, pantalones marrón a la cadera y zapatos negros sin medias con sus cordondes un poco desajustados. De los dos éste era el más preocupado aunque guardáse una actitud callada y reservada, al escuchar la discusión de su cuñado con aquella enfermera lo alteró más dejándolo sin ninguna palabra por articular. Sabía que su cónyugue estaba en la sala, no sabía su estado por varios días, además que en días anteriores su trabajo le impedía poder estar al tanto de ella. Teniéndo horarios no tan flexibles que le posibilitaran la asistencia al hospital, y tratando incansables veces de preguntar por ella, teniéndo como respuesta un "se encuentra estable" para su inconformidad.
A su alrededor la sala estaba repleta y la mayoría de los presentes en aquella sala denotaban rostos de intriga, miedo y preocupación, causados por la desesperación por saber el estado de salud de sus familiares. Otros rostos denotaban un poco más de tranquilidad, seguro el estado de sus familiares no era tan grave.
Repentinamente al lo largo de la sala se escucha el sonido de las puertas abrirse, a lo que sale de ella una doctora.
-Los familliares del joven Francisco – dijo la doctora en un tono alto y fuerte. Siendo esta una zorra. Por su aspecto denotaba que estaba en su época dorada de los 40, aquella mujer tenía pelaje color claro caoba hasta su cola. Vestía una camisa mangas largas color rosa claro abotonada hasta su cuello, pantalones negros ajustados y lucia tacones altos de punta negros. Acompañado a todo portaba una bata blanca de mangas largas hasta la mitad de sus muslos saliendo un poco por sus muñecas las mangas de la camisa rosa claro que portaba, además de largos pendientes y maquillaje ligero. Ésta tenía una contextura "slim" y no tan curvilínea.
Al instante del llamado de la doctora, una pareja se levantó de un salto de las sillas, contestando con un rápido "Nosotros".
Aquella doctora les pide que los acompañase mientras que las personas presentes en la sala contemplaban como aquella pareja caminaba hasta que perdieran vista de aquellos, volviéndo con sus caras largas.
Poco después entra un doctor a la sala. Éste era un oso, por su apariencia y cara notaba que estaba en sus medios cincuenta. Teniéndo contextura gruesa, pelaje marrón y frondoso y ojos negros. Portaba una bata blanca hasta sus rodillas sólo dejando ver el color negro de sus pantalones anchos de seda hasta sus tobillos. Llevándo consigo medias color olivo con zapatos negros de cordones y en sus manos guantes blancos.
Se notaba un poco alterado y preocupado.
-Los familiares de la joven Annette Rose – preguntó el doctor tratándo de ocultar su angustia.
Al llamado los dos hombres, desesperados, se dirigen hacia el doctor. Al unísono contestan ambos "nosotros".
Al llegar donde se encontraba éste pudieron notar la vista perturbada de aquel hombre que los había llamado. Temiéndo la noticia que iban a presenciar, esperaban con desesperación las palabras de aquel doctor.
-¿Podrían decirme su parentesco con la paciente Annette? – preguntó el doctor un poco más calmado.
- Yo soy su hermano – respondió el erizo blanco.
- Y yo soy su esposo – respondió el erizo rosa.
-Les informo de que este tipo de situaciones pueden suceder cuando presentamos un embarazo con alto riesgo y estoy seguro que ustedes dos tienen presente esto - A esto el oso mira a los dos hombres con apatía.
-Lo siento mucho pero el parto se complicó – dijo el doctor sin agueros ni rodeos.
A esto los dos hombres presentes quedan petrificados y pálidos. Tanto los dos tenían sus pequeñas esperanzas de que el parto pudiera salir exitoso. Temían por la vida de Annette. No se dejarían vencer por el dolor, sabrían que esta podría salir airosa de todo esto. Estarían en casa con la pequeña nena en brazos, acompañados de su madre.
-¡¿Qué le sucedió?! ¿Qué hizo que se complicara? ¡¿Cómo está mi hermana?! – preguntó el erizo de tes blanca.
- Por favor tome calma señor, la joven Annette como tengo entendido tuvo un embarazo complicado. Tuvo problemas con su presión arterial, a lo que le causó una preeclambsia. Esto es más que una hipertensión arterial durante el embarazo que daña a los riñones provocando la pérdida de proteínas por la orina. Si no se controla, sus complicaciones pondrán en peligro a la madre y al feto – informó el hombre de bata blanca.
-¿Y podrá recuperarse? ¡¿Mi mujer estará bien?! ¿Tendré a mi niña?! – preguntó el erizo rosa. Sus nervios estaban alterados, sentía que el destino le estaba jugando una broma de muy mal gusto. No podía aceptar la realidad.
-No sé como encontrar palabras para decirles esto pero…su esposa sufrió de un fracaso renal. El daño en los riñones fué tan grande que dejaron de funcionar. Adicional a ello sufrió una rotura hepática en la que se produció hemorragias dentro del hígado. Su esposa está muy débil y ha perdido mucha sangre – dijo el doctor con un tono melancólico.
-¡¡Esto es su culpa!! ¡¡¿¿Cómo no pudieron controlar el estado de mi esposa?!! Estamos en el siglo XXI donde las mujeres no se mueren por dar a luz. Ustedes jamás quisieron decirme como se encontraba, siempre me contestaban que se encontraba estable… y ahora ¡¿la perderé?! – respondió el erizo rosa al doctor, ofuscado. Estaba derrumbado, sentía el sonido de sus latidos en sus oidos. Sentía que no percibía bien su exterior, que todo era una alucinación, alguna falasia. Trataba de contener la ira pero era imposible.
-¡Basta Max! Por favor…Ellos no tienen la culpa – respondió el erizo blanco. - ¡¿Crees que esto no me está destrozando?! Sé que es duro pero no podemos hacer nada… sólo nos queda esperar – trató de terminar el hombre de pelaje blanco.
-Lo siento pero tienen que decidir quien salvar. La criatura o su madre – dijo el doctor.
-¿¡Cómo se atreve a preguntarme por quién decidir?! ¡Yo quiero a mis dos mujeres! – respondió Max ofuscado. Sentía unas insaciables ganas de golpear a aquel doctor. Esto no podía estar sucediendo, su mujer no lo puede estar abandonando. La amaba mucho para perderla.
-¡Cálmate por favor! Sé que es duro… pero no tenemos más opción – abatido respondió el erizo blanco.
-Sé que si mi hermana estuviera en su sano juicio ella hubiera escogido a su hija. Lo sé, lo presiento. Doctor salve la vida de la pequeña – dándo su último veredicto a todo este problema. Estaba destrozado, jamás pensó que su hermana la perdería de esta manera, pero sabía bien que para Annette nada era más valioso que su pequeña nena.
El doctor observó a ambos erizos – Entonces la vida de la criatura – el doctor asiente y se retira de la sala de espera.
Max al escuchar la decisión de su compañero hacia el doctor lo mira con desprecio, su mirada implicando que le diera una explicación.
- Ella me pidió que si sucedía algo, que la cuidara y velara por ella. Como si fuera mía, yo se lo prometí y lo cumpliré. Ella estuvo de acuerdo, no le negaré sus últimos deseos – explicó el erizo blanco con voz temblorosa. Sus ojos se humedecieron, brotándo pequeñas lagrimas que caían sobre sus mejillas. Decían que "los hombres no lloran" pero su corazón estaba totalmente destrozado por ello. Abatido y sin más ganas de seguir discutiendo tomó rumbo hacia la sala de esperas, sentándose y mirándo lejos.
[En el Quirófano]
El doctor algo ofuscado entra a la sala de operaciones. Al entrar está aquella mujer en la cual su vida estaba abandonando su cuerpo. Tenía tubos tanto en su boca como sus fosas nasales, agujas en sus muñecas y brazos y sus látidos cada vez eran más débiles. Aquella mujer era una eriza de pelaje blanco, sus ojos estaban entre cerrados, pudiéndose ver que eran color esmeralda y su cara denotaba dolor. Viéndo el estado de aquella mujer, lo deprimía. Dejaría a una niña huerfana de madre; sentía que la culpa era de él pero sabía que no le quedaba mucho tiempo por aquella mujer. Dándole una última mirada aquella mujer, abatido, se dirigío hacia sus asistentes para empezar la operación.
Poniéndo manos a la obra el doctor toma una segunda bata y nuevos guantes. A esto llama a las enfermeras de la sala.
- Hagamos esto rápido, sus familiares decidieron la vida de la criatura, no nos queda mucho tiempo por ella – afirmó el doctor.
Las enfermeras asintieron dando a entender que estaban deacuerdo con él. Una de las asistentes se acercó a una pequeña mesita donde estaban todos los instrumentos, otros estaban preparando aquella mujer para la operación que se venía venir, uno de los presente avisa al doctor y sus compañeros que la paciente está lista para la operación y dan paso adelante con ella.
- Pasaros el bisturí – pidió el doctor. A continuación este agarra el bisturí y empieza hacer una incisión por debajo del abdomen de la mujer; posterior, mete sus manos dentro de la incisión buscando a la criatura. Seguido logran sacar a la pequeña criatura cortándo el cordon umbilical que unía a ésta con su madre, luego el doctor pasa la pequeña a uno de sus asistentes llevándola a una pequeña mesita donde le dan una pequeñas nalgaditas a lo que ésta responde con un llanto a todo pulmón.
- Muy bien, hemos salvado a la nena – confirmó el doctor. Éste ordenó a que la revisaran, para confirmar si ésta gozaba de buena salud y no padeciera alguna complicación.
- Esta pequeña nena goza de muy buena salud – afirmó una de las enfermeras de la sala. A esto el doctor asiente, y sale del cuarto de operaciones.
El doctor regresa a la sala de esperas, preguntando otra vez por lo familiares de Annette Rose, a lo que los dos hombres que anteriormente habló llegaron en un santiamén. Pudo notar sus caras mustias, lo peor para él era decirles que la joven no sobrevivió.
- La pequeña nena está estable, nació saludable y está en excelentes condiciones…. Lamento la pérdida de la joven Annette, no pudimos estabilizarla… y la perdimos…lo siento mucho – Explicó el doctor.
Los dos erizos estaban destrozados por la pérdida de su ser querido. El dolor de saber que nunca tuvo la dicha de ver a su pequeña, nunca supo como era, se fué , desapareció… sabían que sufrió mucho.
- Acompañenme por favor. La pequeña está en el cuarto de maternidad – dijo el doctor. Los dos erizos asintieron, siguiendo al doctor hasta la sala de maternidad.
-Su pequeña es esa – afirmó el doctor señalando una enfermera que sostenía a una pequeña criatura de tes rosa, amamantándola.
Dejándo las penas de lado, los dos hombres se asomaron hacia la ventanilla para ver a la pequeña más cerca. Dentro de la sala estaban madres primerizas amamantando a sus criaturas y otras enfermeras ayudaban.
Una vez la enferma terminó de amamantarla dió paso a que entraran los familiares de aquella criatura, sólo con la condición de que fuera uno primero y luego el otro.
Una de las enfermeras sale y pregunta quién iría primero a verla, a lo que el padre de la pequeña se apunta primero. Sus ojos brillaban de curiosidad, pero dentro de él sufría el dolor de la pérdida de sus esposa, tenía miedo del futuro sin ella. ¿Qué le diría a esa pequeña criatura cuando crezca?…¿cómo murió tu madre?... sentía pena por ella. En esos momentos pedía fortaleza a los cielos para poder continuar su vida sin ella, sabía que tenía una hija en quién cuidar, velar, proteger, pero aún así sabiéndo que no iba estar vacio por la presencia de su hija tenía presente que se sentiría solo por la ausencia de Annette. Los dos habían planeado una vida juntos, él pensaba que después de este día saldrían con sus dos mujeres fuera de aquí…. Pero el destino parece darle otra cara.
- Donde quieras que estés cariño, ten presente que siempre te amaré, jamás te olvidaré, trataré de ser lo mejor para mi pequeña, no la desampararé…pensó éste.
[Max POV]
Al entrar a la sala veo que el aire aquí es un poco más caliente que en la sala de espera. Viendo al final aquella enfermera que nos llamó, llego a donde estaba la ésta para presentarme a mi hija.
Aquella enfermera agarra a mi pequeña, esta estaba envuelta en una manta rosada, asi como pude notar un poco que su color es…rosa… - igual que yo – pensé.
Seguido la enfermera me entrega a mi pequeña en brazos… y no sabría explicar como sentirme.
Empezé a ver cada rasgo de su pequeña cara, viéndola tan pequeña, sus ojos esmeraldas, su pequeña naricita… Sus ojos se parecen a los de Annette – pensé. Pude notar que tenía tres mechones que sobresalían de su cabeza. Mire sus pequeñas manitos, las movía mucho, era una niña muy inquieta . ¿Será que pudo notar que soy su padre?...
Mientras la tenía en mis brazos, quise quitarle un poco de la manta de su cuerpo quería ver como era… al sentir la pequeña que la estaba moviendo mucho, ésta hizo el intento de abrir sus ojos un poco mejor para sentir quien la estaba moviendo. Al abrir sus ojos y posar sus pequeños ojos con los mios… sentí como si algo se sacudió dentro de mi. Esta pequeña nena era idéntica a Annette. Cúanto hubiera deseado que hubiera visto a nuestra nena. Ella era perfecta. Sin aguantar le dí un beso en su frente y en su pequeña mejilla. Agarre sus pequeñas manos y le planté un pequeño beso. Mi niña, mi pequeña…Mi hermosa Amanda...
Quedé tan anonadado con mi pequeña que no tomé cuenta del tiempo… no quería separar mi mirada sobre ella. Cuando de repente llega una de las enfermeras informándome que llega el turno de Anderson. Miré hacia la ventanilla y ahí estaba, mirándome, denotando en su rostro un gesto de "apurate". Pude notar que se quitó su chaqueta marrón, quedando solo con su camisa blanca. Al notar de que estaba desesperado en ver a mi hija, la miré un segundo más y le dí un beso en su mejilla…Te amo, mi pequeña…
[Final POV]
Despidiéndose el padre de la pequeña con dos besos, Max entendió que su turno había acabado. Entregándole la pequeña en brazos a Anderson.
[POV Anderson]
El instante que sentí la pequeña nena cuando era entregada a mis brazos, sentí una inmensa alegría con ella.
Veía cada detalle de ella, tenía un parecido a su madre pero su pelaje no era parecido al de ella. Sus ojos esmeralda lo decían todo para mí, ella era mi pequeña hermana.
Sentir como sus pequeñas manitos se movían y ver lo tan inquieta que era, me hacía recordar cuando yo mismo cargué a mi propia hermana años atrás. Me hizo recordar la misma promesa que le hice a mi propia madre de recordarle que siempre velaría por ella y sé que con esta pequeña haré lo mismo.
En el instante que recordé a mi madre, un poco de angustia entró dentro de mí.
¿Podrá mi madre aceptar a esta pequeña?...
¿Cómo le diré que mi hermana murió en su momento de parto?...
Sabía bien que mi madre no aceptó jamás el matrimonio entre mi hermana y Max por razones que para mí son y serán absurdas: Las diferencias de clases sociales. Ella tenía esa idea arcaica de obligar a todos sus hijos a casarse con personas de alta estirpe como "nosotros".
Mi madre al nacer de sangre azul tenía esa manera despectiva de despreciar e insultar a las personas humildes, así que por obvias razones no aceptaba a Max como pareja de mi hermana.
Al ver que mi hermana hizo caso omiso a sus ideologías retrógradas, hechó a mi hermana de nuestro hogar diciéndole que se fuera con él si era "tan feliz", al igual que recordándole que no le pidiera ninguna ayuda económica ya que si quería vivir como tal gente debía de acoplarse a una vida sin "recursos". Yo también terminé siendo hechado de mi hogar por apoyar a mi hermana en su matrimonio. Mis otros hermanos tienen el cerebro lavado por mi madre, así que por obvias razones no nos buscan, pero sé que dentro de ella sufre por la ausencia de sus dos hijos. Para mí no los considero mis hermanos, jamás y que recuerde jamás tuve alguna ayuda de alguno de ellos, me buscaban a mi pero jamás estaban cuando les pedía alguna ayuda. No tengo idea si habrán cambiado pero eso ahora no le tomo importancia. La única que consideraré mi hermana es Annette, siempre estuvo ahí y siempre nos teníamos el uno al otro.
Sólo espero que mi madre pueda aceptar a su nieta y sepa que ella no tiene la culpa de las decisiones de sus padres. Ella es inocente de todo lo que ha sucedido.
Pensando tanto, el tiempo transcurrío tan rápido que al mirar a mis alrededores noté que venía una enfermera hacia mi, diciéndome que mi tiempo había finalizado.
[Final POV]
Una de las enfermeras entra en la sala de maternidad indicándo que el tiempo de Anderson había caducado.
Aquella enfermera pidió que se la entregara y que esperara afuera.
Al salir Anderson de aquella sala, vió a Max sentado en una de las sillas con su cabeza baja. Sabía que estaba sufriendo la pérdida de su hermana. Él trataba de tapar su dolor pero sabía que era una bomba de tiempo.
Sumergidos en sus angustias, aquella enfermera que estaba en la sala de maternidad llama a los responsables de la pequeña nena.
-Disculpenme si los interrumpo, pero les informo que la pequeña le daremos salida mañana. Deseamos hacerle más examenes para descartar cualquiera anomalía – informó la enfermera.
-Por favor cuide bien de mi nena – le contestó Max a la enfermera.
-Claro que sí, estará en buenas manos, nosotros le informaremos de inmediato cuando la pequeña este lista para ir a casa – contestó amablemente ésta. Aquella enfermera era delgada y joven, entre sus treinta cuanto mínimo. Portaba una camisa y pantalón violeta, ambas de tela y zapatos blancos. Ésta era una zorra blanca de ojos zafiros.
-Antes que se retiren ¿podrían decirme el nombre de la pequeña? – preguntó la enfermera.
-Mi esposa decidió ponerle Amanda – respondió Max.
La enfermera al escuchar su respuesta, llena el documento para luego entregarlo a los acudidos de la pequeña.
-Tengan un buen día y nos vemos mañana – contestó la enfermera.
Los dos hombres asintieron y agradecieron aquella mujer para luego retirarse.
[Al próximo día]
Por el atareado horario del trabajo de Max, éste se le imposibilitó ir a ver a su hija, quedándo Anderson de recorgerla y traerla a casa.
Mientras éste iba en camino hacia el hospital, pensaba en su hermana y la promesa que le pidió meses atrás. Recordaba sus ojos mustios y húmedos, le pidió que si algo sucedía que jamás dejara a su pequeña.
Al llegar al lugar lo primero que realizó fueron los papeles sobre la defunción de su hermana.
Max le había informado que no tenía el valor de verla y menos en el estado que estuvo al final. Le pidió que fuera él el que reclamara su cuerpo.
Al igual él tampoco deseaba hacerlo pero viéndo la situación, era lo único que podía hacer. Pero dentro de él quería verla por última vez no importando como estuviera.
Viéndo como una de las asistentes terminaba el papeleo, Anderson le pide si puede ver a su hermana a lo que ésta asiente y le informa su horario de estancia de visita.
Fué dirigido por una enfermera hasta la morgue donde le informó todo lo que no debía hacer dentro de aquella sala. Diciéndole que no tratara de tener ningún contacto físico con el cuerpo por razones de salubridad a lo que éste asintió.
[POV Anderson]
Al terminar de escuchar las directrices de aquella enfermera, me dirigí a dicha sala. A medida que mis manos se iban acercando a la puerta para abrirla, iba entrando en mis pensamientos todo lo que hubiera podido suceder si Annette hubiera sobrevivido. Mi mente trataba de negar su muerte, que mi hermana estaba en casa descansando esperando que regresara con Amanda. Llegó un momento en que no quería abrir dicha puerta, salir huyendo… pero tenía que aceptar mi realidad.
Al abrir la puerta la ví, estaba recostada sobre una camilla de metal. Reconocí que era ella por su pelaje blanco. Ella solía tener un pelaje radiante pero verla que estaba pálida me retorcía. Sus brazos negros de tantas agujas que recibió, su cara denotaba una expresión de dolor. En ese instante mi corazón estaba exprimido, sentía una presión en pecho, sentía ganas de vomitar, no podía creer lo que tenía ante mis ojos.
No era lo que solía recordar. Aquella mujer de cabello largo blanco, ojos esmeralda brillantes y penetrantes, sonrisa de oreja a oreja ya no estaba. Lo que tenía presente a mis ojos sólo era una mujer demacrada llena de dolor.
Nunca pensé verla de esta manera y mucho menos que la vería muerta antes que yo.
Sentía las ganas de agarrarla y abrazarla, pedirle que regresara por su familia, por mi…por su hija…
-No ha pasado ni un día de tu muerte y siento que te has ido hace miles de años. Jamás olvidaré tu sonrisa, tu manera de ser, las veces que te regañaba cuando no hacias algo bien, las veces que te felicitaba por tus logros, fuistes una hermana maravillosa, tanto así que ponías la vida de tu propia hija antes que la tuya. No sé como le diré a nuestra madre que ya no estás con nosotros… no encuentro el valor para poder decirle. Estás últimas horas me he preguntado porque nos abandonastes, porque me dejastes… pero… sabía que estabas sufriendo y te quedabas callada para no incomodarnos. Me duele no haberte ayudado más de lo que hize. No dudes que cuando tu pequeña Amanda crezca no dejaré ni un solo instante de hablarle de ti, lo maravillosa que eras y que cuanto la amas. Adiós hermanita, ten presente que te amo mucho… me harás muchísima falta…Adiós mi Any-
Al decirle mis últimos deseos a mi hermana, me desahogue, llorando todo lo que aguanté ayer. Al calmarme sequé mis lagrimas y salí de aquel cuarto… sabiéndo que esa iba ser la última vez que hablaría tan cerca de ella.
[Fin del POV]
Después que Anderson salió de la morgue se dirigió a la recepción preguntando sobre su sobrina. A lo que la recepcionista asintió informándole donde estaría la pequeña.
Al llegar al lugar asignado, llega una enfermera indicándole que los examenes de la pequeña han salido satisfactorios y que dicha bebé goza de una muy buena salud.
Entregándosela a su acudido y retirándose los deja solos en la sala.
-Hola mi pequeña princesa. Hoy vendrás a casa con tu padre y conmigo. Te prometo que te cuidaré y trataré que nada te haga falta – dijo con fervor y amor Anderson hacia la pequeña. La pequeña como respuesta le agarra la nariz y le da una pequeña sonrisa.
Al ver su reacción éste le da un pequeño beso en su frente.
Luego de terminar los papeleos y los últimos arreglos, aquel hombre lleva a la pequeña a casa donde empezaría un nuevo comienzo tanto para ella como su padre y tío.
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Cambié muchos aspectos de esta historia en este capítulo, además de describir las emociones de los personajes principales en la historia. Quería que fueran más largos para no sentir la historia muy breve. Espero que haya sido de su agrado esta historia. Seguiré corrigiendo y escribiendo más capítulos para la historia.
Hasta la próxima...
¡Bye! 3
