N.T. Hola a todos. Aquí empiezo la traducción de un nuevo fic kurtbastian, cuyo original en inglés podéis encontrarlo aquí / s / 9386962 / 1 / China-Cups-and-Top-Hats. Su autora es Nalasan y es uno de mis fics kurtbastian favoritos.

Es un fic de época, está ambientado en la Inglaterra victoriana del siglo XIX, por lo que es muy AU, pero los personajes, tanto Kurt como Sebastian en carácter son muy canon, y eso es algo que me gusta mucho, porque para mi es cómo sería si Kurt y Sebastian hubieran vivido en esa época en lugar de en el presente y como me gustan las historias de época, para mi es un fic perfecto.

Quiero también dar las gracias a la autora original del fic, Nalasan, por darme permiso para traducir esa preciosa historia que en su original está muy bien escrita. Intentaré estar a la altura con la traducción.

Bueno, sin más dilación, os dejo con el prólogo.

K&S


Nadie que hubiera conocido a Kurt Alfred Hummel a los dieciséis años habría supuesto que él estaba destinado a ser el héroe de una historia; por no hablar de una que más tarde sería recordada por la aristocracia inglesa como el Gran Escándalo de 1852.

A la edad de dieciséis años, no había nada que pareciera notable en él. Creció en Chawton, donde, Chawton Manor, la majestuosa casa de Lord Shaftesbury, se encontraba. Su padre había pasado toda su vida en Chawton, sirviendo como lacayo en la casa de Lord Shaftesbury durante casi veinte años. Él era un hombre tranquilo, muy religioso, diligente; y respetado y valorado por los otros sirvientes, así como por el propio Lord Shaftesbury.

La madre de Kurt, Elisabeth Earnshaw, vino a Chawton Manor a la edad de veintiún años, para servir como una de las dos institutrices, cuya tarea era instruir a las tres hijas de lord y lady Shaftesbury en la pintura, la literatura, tocar el piano, el francés, el alemán y el baile.

La familia de Elisabeth había pertenecido al círculo de la clase media alta de Norfolk, donde creció como hija única de una amorosa, aunque dominante madre y un padre afable. Desafortunadamente, poco después de que Elisabeth cumpliera veinte años, su padre, equivocado por los consejos de un amigo, había invertido gran parte de la riqueza de la familia en una especulación en el extranjero. Cuando los tres barcos en los que había invertido se hundieron poco antes de llegar a la costa del Cabo de Buena Esperanza, su familia lo había perdido casi todo.

Su padre, culpándose por la catástrofe, nunca había recuperado su buen humor. Su cuerpo había sido encontrado un par de semanas después de recibir la mala noticia, destrozado en el fondo de una pendiente. Aunque la familia había declarado que fue un accidente, las especulaciones y rumores sobre él acabando intencionalmente con su vida se habían esparcido con éxito a través de los círculos más altos de Norfolk. Este escándalo había sido la última gota para finalmente romper el alma de la señora Earnshaw, y ella había muerto poco después del funeral de su marido, de lo que Elisabeth siempre se refirió como "corazón roto".

Una vez sola, sin parientes ni mucho dinero, Elisabeth se vio obligada a ganarse la vida, y a través de la recomendación de un amigo de la familia, ella asumió el puesto de institutriz en Chawton Manor, donde conoció al padre de Kurt. Él no era joven cuando conoció a Elisabeth, pero su honestidad y fidelidad (tanto en su religión como con las personas a su alrededor) fueron suficientes para que ella aceptara su propuesta seis meses después de su llegada a Chawton.

La pareja abandonó el hogar de Lord Shaftesbury, y se instaló en el pueblo cercano, donde el padre de Kurt abrió una pequeña tienda de tabaco. Kurt nació en el verano de 1833, el mismo día que el Parlamento aprobó la Ley de abolición de la esclavitud.

Kurt siempre pensaba en los años de su primera infancia como el momento más feliz de su vida. Él creció siendo un chico alegre, curioso, inteligente y profundamente apegado a su madre. Elisabeth Hummel tenía lo que la Señora Shaftesbury siempre se refería como "puntos de vista tremendamente progresistas sobre la vida" : ella creía que una buena educación era la mejor y más segura manera de tener éxito en la vida, sin importar de dónde venías. Por eso, tuvo mucho cuidado en instruir a su hijo en la literatura y las lenguas, dejando nada más que las lecciones de latín a la atención de su padre. Ella le leía la poesía de Keats y Wordsworth, de Byron y Blake, y aunque Kurt la mayoría de las veces no entendía las palabras, o no podía entender el significado detrás de ellas, le encantaba el sonido de las frases, el ritmo en la voz de su madre mientras leía sonetos y romances - siempre sonriendo para sí misma, porque no había nada que ella amara más que la poesía.

Cuando Kurt tenía diez años, la fiebre tifoidea se extendió por el país. Fue una de las peores epidemias de la década, y pronto llegó a Chawton. En el espacio de una semana, veinte personas del pueblo estaban muertas - una de ellas Elisabeth Hummel.

Fue la cosa más horrible que ocurrió en la vida del joven Kurt, y lloró durante días, agarrado a su volumen preferido de los poemas de Wordsworth. Entre las hojas de papel, aún podía distinguir el tenue olor de la loción que su madre había usado en sus manos en los meses de invierno, y se aferró a ese libro, desesperado por mantenerla en su vida el mayor tiempo posible.

Su padre trató su muerte de manera bastante opuesta: incapaz de lidiar con el dolor de su pérdida, vendió todo lo que podía recordarle a ella, todo, menos sus libros, que dejó a Kurt. Como no quería quedarse en la casa que les había servido de hogar durante más de diez años, cerró la tienda y regresó a la casa de Lord Shaftesbury, que siempre se había interesado en el bienestar del joven de la familia, y estuvo más que dispuesto a tomar a él y a Kurt a su servicio.

De aquí en adelante, Kurt creció bajo el cuidado de las criadas y otros lacayos; y el mayordomo, el señor Gardiner, que tenía mucha simpatía por el joven, asumió la responsabilidad de enseñarle todo lo que él tenía que saber para algún día convertirse él mismo en un lacayo. A medida que Kurt creció, tomó gradualmente los deberes de un sirviente, y sin duda, habría pasado toda su vida en Chawton sin ni siquiera acercarse a experimentar la historia de la que había nacido para ser el héroe.

Pero la mayoría de las veces, no somos dueños de nuestro propio destino, y en la primavera de 1849, un evento ocurrió en Chawton Manor que cambiaría la vida del joven para siempre: otra epidemia, llevándose consigo no sólo a Lord Shaftesbury y a un mayor número de habitantes del pueblo que nunca antes, sino también al padre de Kurt.

Su pérdida dejó a Kurt devastado: la pérdida de la última persona a la que se sentía profundamente apegado era casi imposible de soportar, y cada vez que encontraba tiempo pasaba las horas en el cementerio, mirando a la tumba fresca junto a la de su madre, con lágrimas silenciosas corriendo por sus mejillas. Lo único que le consolaba era la preocupación y simpatía de los otros sirvientes, que le recordaban que tal vez, posiblemente, incluso sin una familia, no estaba destinado a estar solo después de todo.

Esta primavera, las cosas cambiaron en Chawton Manor. El hijo y heredero del difunto Lord Shaftesbury se había casado recientemente con una baronesa de las regiones del norte de Inglaterra. La novia, la única heredera de una familia muy rica, traería algunos de sus propios criados con ella a Chawton Manor, para reemplazar algunos de los actuales, y Kurt no podía engañarse a sí mismo: él sabía que iba a ser uno de los sirvientes que tendría que marcharse.

Casi dieciséis años y con varios años de experiencia, habría sido cualificado para la posición de lacayo técnicamente, si no hubiera sido por su apariencia. Kurt no era tonto, sabía que no era ni lo bastante alto ni lo bastante guapo para servir en la casa del nuevo Lord. Él sabía que el viejo Lord lo habría mantenido por el afecto a su padre, pero su hijo no compartía este sentimiento. Y mientras el viejo Lord había disfrutado de su vida recluido en la casa de campo, rara vez visitando a otras familias o recibiendo visitantes, su hijo era conocido por tener un gran número de amigos y conocidos, a los que le gustaría impresionar organizando sólo las fiestas más elegantes - con sólo los lacayos más elegantes para servir.

Con su pelo castaño claro, sus mejillas todavía ligeramente rollizas y su altura mediana, Kurt sabía que no tenía ninguna posibilidad de continuar sirviendo en Chawton, y tanto como la idea de dejarla le lastimaba, él sabía que tenía que buscar empleo en otros lugares.

Fue la señora Norris, el ama de llaves, quién hizo consultas entre sus parientes, y pronto un primo le respondió por escrito que el Señor Smythe de Bradley Hall estaba contratando nuevos sirvientes para la sede de la familia en Wiltshire, y ella pasó las referencias de Kurt al ama de llaves. Pronto, Kurt recibió una carta firmada por una tal señora Seymour, en la que se le pedía que fuera a Bradley Hall, tan pronto como le fuera posible para presentarse a su nuevo puesto de lacayo.

El 13 de octubre del 1849, Kurt Alfred Hummel salió de su casa para comenzar lo que llegaría a ser el viaje de un héroe inusual.

Octubre de 1849, Somerset, Inglaterra.

Kurt miraba por la ventanilla del carruaje, disfrutando de las nubes oscuras en el horizonte. Hacía demasiado frío para esta época del año, y Kurt estaba agradecido de que no había empezado a llover todavía. La lluvia haría su viaje mucho más incómodo, ya que la carretera por la que actualmente estaban conduciendo parecía ya consistir principalmente en barro.

Al volver la cabeza, Kurt miró brevemente a las otras personas en el carruaje. A su lado se sentaba un hombre bien entrado en sus cincuenta, con su bombín torcido en su cabeza, que había estado leyendo una carta durante la última media hora, con los ojos entrecerrados para descifrar las palabras en la penumbra del carruaje.

Frente a él había dos jovencitas, hermanas, presumiblemente, y una mujer que parecía ser su institutriz. Las chicas, que no podían ser mucho mayores que Kurt, le sonreían tímidamente de vez en cuando, pero cada vez que Kurt intentaba devolverles la sonrisa se encontraba con la mirada venenosa de la institutriz, y por eso renunció a mirar por la ventana.

Acababan de pasar una vieja y abandonada vicaría, cuando el carruaje se detuvo abruptamente, haciendo que Kurt y el resto de los viajeros de aferrasen a los mangos de madera para mantenerse sentados. La puerta se abrió, y la voz gruñona del conductor anunció: "Bradley Hall."

Kurt parpadeó durante un segundo, y luego se quitó el sombrero y sonrió brevemente a las damas antes de salir del carruaje. Miró a su alrededor, respirando el aire puro del campo inglés. A su izquierda se veían un par de árboles, y él creyó detectar un pueblo en el lejano horizonte. Aparte de eso, no había nada a su alrededor, excepto campos verdes.

"Le pido me disculpe", dijo, volviéndose hacia el carruaje donde el conductor estaba ocupado quitando su maleta de debajo de lo que parecía ser la sombrerera de una dama, "Pero, ¿dónde estamos exactamente?"

"Bradley Hall", repitió el hombre, empujando con impaciencia las piezas de equipaje. Kurt tomó una respiración profunda para contenerse de pronunciar la dura respuesta que ya estaba esperando en la punta de la lengua, y dijo, con la voz todavía cortés: "Bueno, me parece que no puedo divisarlo."

El hombre finalmente tuvo éxito en la liberación de la maleta, y la dejó caer al lado de los pies de Kurt en el barro. Algunas salpicaduras aterrizaron en los pantalones de Kurt y sintió su ceja tirar hacia arriba. Si había algo que odiaba, era la gente que simplemente no tenía respeto por la ropa de las otras personas - o de la suya propia, para el caso.

"Tienes que seguir ese camino de allá abajo", el hombre dijo, ya subiendo al asiento del conductor de nuevo. "No se puede ver desde aquí, pero la casa está justo detrás de la colina." Hizo un chasquido con su lengua y en un segundo, el carruaje se deslizó por la carretera de nuevo.

Kurt sólo se quedó allí por un momento, mirando el vehículo hacerse más y más pequeño, hasta que tomó una respiración profunda y tomó su maleta, se dio la vuelta y se dirigió por el camino que esperaba lo llevaría a su nuevo hogar.