PROLOGO

Apostándose por el horizonte el naranja celeste moría, y el ocaso aparece con su continuidad e inamovilidad común.

El bosque que rodeaba el palacio se cubría de gritos, cantos y murmullos de las aves que en bandadas ocupaban las cumbres verduscas, mientras a sus pies, los animales diurnos huían despavoridos a sus escondrijos y los nocturnos salían de los suyos dispuestos a amansar a las alimañas que cruzaban por las ya lúgubres rutas. A pesar del peligro de caer en colmillos de un carnívoro, ciertos comerciantes osados o tontos, aprovechaban los desolados caminos para sacarle ventaja a las caravanas. La mayoría de estas personas, terminaban atacados en la brusca oscuridad; debido a eso, el campesino que habita aledaño al bosque, transforma los contados ataques, en crueles asesinatos multitudinarios. Pero aun con esa enarbolada reputación de muerte, los pasos humanos seguían retumbando de entre la penumbra. De manera muy sigilosa, rebotando en los árboles se escuchaban pasos, estos mismos solo perceptible a quienes hayan entrenado sus sentidos; los pasos sollozantes eran algo impropio de los comerciantes, acostumbrados a volver los apacibles pueblos en ferias ruidosas, sin poseer ni un mínimo ápice de afonía. El jefe del equipo de la guardia forestal noto la diferencia de la marcha; y sacando valentía del ombligo desenvaino su espada, advirtiendo del peligro a sus subordinados con un gesto amago.

Los guardias avanzaron de manera dispareja pero en una fila dispuestos a peinar los alrededores; solo logrando que entre sus cuellos se posara el filoso acero de la cuchilla de manera consecutiva y dando de agasajo final un grito ahogado.

El jefe del equipo, hombre fierro de edad madura, bigotudo y muy poblado que sobrevivió solo en ciertas partes al calor de la batalla; noto que eso que se acercaba era justo lo temido. Tiro su espada a sabiendas de que el sonido delataría su presencia, pero el enemigo amerita un arma más de igual, saco de entre sus ropajes una pistola con llave de sílex muy anticuada para los tiempos corrientes, engatillo y apunto al borroso sonido que venía de frente a él. Sudándole hasta el pensamiento, sintió que el tiempo pasó de ser algo omiso a un verdadero pantano donde por cada segundo transcurrido, la presión subía de entre sus piernas, al torso y luego al cuello; apretando el gatillo, lo último que observo fue el keikogi negro y el rostro cubierto de los labios para abajo. La chispa esclareció la escena por un instante. El guardia siendo amordazado mientras su cuello supuraba sangre a causa de una cortada horizontal muy limpia; el brazo entero inmovilizado y apuntando el arma al cielo, mientras que la persona a quien originalmente apunto el recio salvaguarda, le acuchillaba el pecho. Momento de extrema fugacidad y destreza de equipo llevado solo a cabo por personas muy capaces, de gran entrenamiento militar cuyo poder les separa a los gobiernos constituidos en las naciones. Los ninjas.

Aumentando el paso, volvieron a una formación de hilera, decididos a abandonar el bosque plagado de animales que en comparación al peligro propio no significaban nada. Cruzando riachuelos y caminos aparentemente infranqueables, repitiendo el escenario contra cada movimiento humano que fuera sinónimo de peligro. Deteniendo al fin su paso mecánico, solo al toparse con la enorme muralla que daba fin al bosque y comienzo a la extraña mezcla entre fortaleza romántica y palacio tenshu.

Los cuatro jōnin del pelotón, fácilmente identificables por una línea roja alrededor de su brazo derecho, subieron con rapidez la muralla y limpiaron el adarve de presencia militar ajena. Una vez hecha la depuración respectiva de la zona, soltaron sogas para que el resto de los ninjas subiesen. Dando por comenzado el asedio, el destacamento se mueve a través de los pequeños torreones, apagando cualquier cosa que iniciara luz, principalmente antorchas y velas, cumpliendo ese primer objetivo el palacio central era lo único iluminado y altamente diferenciado del resto de las estructuras defensivas por su combinación de energías y materiales modernos con los estilos clásicos, cosa que el shōgun residente era capaz de costear.

Proceso civilizador, que separa a medias el conjunto de la vida dura de la guerra y las lujurias del poder.

Rodeando las plantas bajas, los ninjas, escondidos en las sombras que brindaban esquinas y materos, no podían avanzar de la misma manera debido a la modernidad de la luz. Esperando en escondrijos durante varios minutos, hasta que el sonido de un silbato actuó como liberación de los mismos titanes del tártaro; adentrándose como pilares oscuros en los pasillos, la primera escuadra se encargó de aniquilar a los vigilantes, armados solo con espadas y vestidos con una pobre pechera de latón como principal defensa cayeron en el baño de sangre inicial. Una vez que las plantas inferiores estuvieran controladas, el segundo escuadrón se dirigió al área de máquinas, donde dos portentos enormes llenos de tubos y vapores, dieran vida moderna al edificio.

—Coloquen opiáceos a la ventilación— Exclamo un ninja regordete.

—No hay tiempo— Gruño el jōnin, jefe de esa escuadra —. Explosivos al generador.

La estruendosa explosión derribo gran parte de los pisos bajos del área norte del palacio. El humo y el fuego se fundieron con el sonido de los silbatos como si fueran una orquesta apocalíptica, que recubrían a ritmo espasmódico las paredes con viseras y sangre. Las sombras se fundían en los movimientos difusos. En cada pasillo del inmenso palacio se olía el terror y la confusión, ningún soldado, plebeyo o noble se salvaban de los metales punzantes. Terminando así el shock inicial en la única ruta de acceso a las plantas superiores, unas enormes escaleras que morían en puertas acorazadas, muy bien adornadas con las heráldicas "Hi no Kuni" hechas en oro y ámbar.

—Las ventanas tienen trampas… tardaremos en liberarlas — Sonó el radio.

El ninja con media cara tapada, que era el jefe del pelotón, dio orden de que volatizaran el portalón. Acto seguido a ese segundo estruendo una nueva oleada de sangre emergió en lo alto del edificio, llamando la atención de los jefes de escuadra la presencia de luz eléctrica.

—¡Malditos!... arruinaron la cronometría.

Las dos escuadras que luchaban en la cumbre necesitaban la oscuridad, y más en esas posiciones donde los vigilantes estaban fuertemente armados con chalecos de kevlar y armas semiautomáticas. Pero aun con la velocidad subsónica el proyectil solo en dos ocasiones fue más rápido que los sellos; continuando de esta manera el avance de las dos escuadras solo volvieron a converger en una boca aportonada, pero apenas se preparaban para repetir el acto, las enormes bisagras de hierro giraron y mostraron los cañones de una ametralladora gatling.

—¡Coño!— Grito el ocupante del arma.

Y en un acto de simultaneidad propia del ballet de Moscú, una consecución de explosiones azotó por última vez el edificio. Las luces se esfumaron, los vidrios templados crujieron, las paredes temblaban como si hubiera una carga de caballería.

—Justo a tiempo, buena idea la emboscada por las ventanas— dijo para nada vehemente el ninja con media cara tapada.

—¡Quien sois, que coño quieren!— Chillo lloroso el señor feudal escondido atrás de un fuerte escritorio deroble rodeado de ventanales rotos. Un ninja se acerca al esquelético anciano, que mostraba un rostro cómico, que daba más que lastima asco. Lo tomo por las solapas y de esa manera lo alzó y puso al nivel de su cara.

—Somos tus justicieros— Breve charla cortada por el crujido de los cimientos, dando aviso del cese de los mismos.

—No hay tiempo, nos vamos. ¡Ya!—

Cargando al viejo como masilla sobre los hombros del shinobi, el equipo constituido por tres escuadras, cruzaban por los ya recorridos pasillos; solo que esta vez por cada paso dado un grado de inclinación nuevo había, sumado al desmoronamiento de los suelos y techos. La costosísima maravilla arquitectónica, donde más de un esclavo perdió su vida en su construcción, cedía como tempano de hielo, enterrando consigo cientos de cadáveres, esculturas y tesoros; algunos más invaluables que la propia edificación. Una vez superado un punto, el colapso fue total. Y una enorme columna de humo y polvo se alzaba hasta las nubes. Pero de entre la densa niebla marrón la silueta de los sobrevivientes continuaba su paso continuo.

El pelotón faltante solo de una escuadra y dos hombres, se dirigió a una explanada en medio del bosque, concertada como punto de extracción. Ya lejos del humo y los distractores se procedió a realizar un arquetipo de juicio sumario donde se le acuso al señor feudal de un sinfín de crímenes, y una vez terminado, sin dejar siquiera defensa, el tosco sujeto penetra con su espada las conexiones nerviosas del tronco de encéfalo, pasando con dificultad la cuchilla por la médula y dando fin a la unión de jugos y metal con un corte final atravesando la lengua.

—Que desastre—Mofando con cara de desgano dijo el shinobi con media cara tapada, el jefe del pelotón.

Acto seguido el escuadrón faltante se acercó al resto del pelotón excusando su tardanza a causa de otro juicio. Mientras el chūnin regordete tira la cabeza de madame Shijimi junto a la de su esposo.

Dando por concluido tan cruel acto tomaron rumbo hacia la vía de acceso principal a la ya destruida fortaleza del señor feudal. Múltiples camiones iban y venían por la carretera; columnas de caballería, lanceros, ingenieros, bomberos y toda la parafernalia de recursos que conjugaba un posible rescate de una eminencia. -Ahora.- Exclamo un shinobi, continuado de varios saltos simétricos que colocaron al pelotón en un camión vació que se dirigían por el lado contrario al palacio.

Ya dejada atrás la humareda los ninjas empezaron a desnudarse, mostrando la composición del pelotón, un hombre de edad madura acompañando por otros seis más jóvenes, casi adolescentes o jóvenes adultos. Mientras que el resto del equipo, cuatro mujeres de que aparentaban la misma edad que la mayoría delos jóvenes, menos una tal vez. Tapándose a duras penas por unas finas prendas de algodón.

Desde la cabina del conductor, un aparatoso bolso trataba de salir por la ventana, cosa que facilito una kunoichi, terminando por tomar el bolso. Una vez abierto se mostraban los uniformes y bandanas propias de los ninjas de Konoha.