-Ven...
-Oh, qué diablos...
Y volvió a caer.
Gaara estaba de visita nuevamente en Konoha. Si bien sus misiones se habían reducido drásticamente al asumir como Kazekage hacía un buen tiempo atrás, ello no significaba que no se pudiera tomar vacaciones. Al menos, así lo había planteado en el Consejo, donde -a la fuerza- le aprobaron una semana de descanso. A fin de cuentas, sin Shukaku volvía a ser una persona normal, pero no por eso menos poderosa. Lo que había ganado eran horas de sueño, más estabilidad en su carácter y más cartas de admiradoras (y admiradores) secretas.
Había decidido ir a la aldea de la hoja nada más porque le había entrado en mucha gracia que Naruto tuviera que hacer el examen de chuunin ante una comisión especial -que él integraría también- para igualar a sus compañeros, aunque él era de la opinión que podría ascender al chico a jounin sin mayores dificultades antes de que se lanzara nuevamente contra el tarado de Sasuke, que tenía todavía rencores contra la aldea.
Respiró hondo, y se levantó por fin. Había tenido una noche de sueño espectacular, así que se sentía de muy buen ánimo para dedicarse a turistear por la aldea aliada. La Godaime había sido muy amable con él, al igual que toda la gente. Pero más lo había sido un chico fuerte de cejas encrespadas.
Había que hacer una visita a primera hora.
Lee estaba entrenando -era que no- en el dôjo de la aldea, mientras daba clases a unos cuantos alumnos de la academia. Muy paciente, corregía posturas, recibía golpes muy débiles y daba órdenes. Se estaba preparando para ser admitido como maestro de taijutsu en aquel lugar, y quizá lo mandarían de intercambio un par de meses a Sunakagure, donde se estaba implementando el mismo sistema educacional para los ninjas.
Sintió un leve hormigueo en la nuca y se volteó, mirando a la entrada.
Gaara acababa de llegar, y lo saludaba con la mano. Él levantó la suya en respuesta y siguió haciendo la clase por dos segundos más. Luego, procesó finalmente quién le había saludado y quedó de piedra. Volvió a girarse, y lo vio en el mismo lugar, con una sonrisa de medio lado.
Terminó apresuradamente la clase, y corrió a saludar al alto mandatario.
-Gaara-sama, qué gusto verlo!
-Hola, Lee... buena clase, no?
-Eh? Ah, si! Me tienen de ayudante mientras tanto...
-Sí...
Siguió un incómodo silencio.
-Eh...-dijeron al unísono. Rieron un poco, y Lee tomó la palabra.
-Hasta cuándo se queda?
-No te he dicho ya muchas veces que no me gusta ese trato tan formal?-le dijo el pelirrojo, acercándosele.
-Gaara... este lugar es público...
-No me importa-le dijo casi en un susurro, frente a él, mientras lo atraía por la espalda y lo besaba lentamente. El chico pronto estuvo desarmado, así que lo arrinconó contra la pared. Iba a continuar, pero sintió pasos no tan lejos.
"Mierda",pensó, y resignado, liberó de su embrujo al chico, para transportarse a algún lugar donde no fueran interrumpidos.
La primera vez que se besaron fue cuando Lee tuvo que mandar unas cuantas medicinas -regalo de la Godaime- para la total recuperación de Gaara. Hacía poco lo habían salvado de las manos de Akatsuki, por lo que aún estaba muy debilitado. Tsunade, sabiendo eso, y considerando el bien del orgullo de la otra aldea, había mandado un cargamento de medicinas, suplementos vitamínicos e ingredientes para otras cosas necesarias allá como un signo de buena voluntad.
En esa ocasión, el pobre se insoló porque quiso llegar a la aldea de la arena en 1 día, en pleno verano, y con su cantimplora vacía por descuido. Así que cuando llegó finalmente a su destino, lo único que hizo fue entregar el cargamento y caer directo al hospital por deshidratación e insolación. Quedó allí por un par de días, a los que-terminando- fue a visitar al Kazekage, que lo había mandado llamar.
Gaara estaba recostado en el sillón que había mandado instalar en su despacho. Ahora que era un mortal nuevamente, había descubierto el placer de una siesta, y había logrado demostrar la eficiencia que ésta conseguía en el procesamiento de todo el papeleo al que estaba sujeto.
Lee entró a la sala, pero al verlo con los ojos cerrados y pareciendo dormitar, quiso retirarse.
-No te vayas- oyó que le murmuraron cuando se había vuelto para marcharse.
-¿Kazekage?
-No estoy dormido aún...-
-...-el pelinegro volvió y quedó de pie junto al bello durmiente.
-Siéntate, hombre...
-Va-vale...-obedeció, sentándose cerca de él, aunque dejando la reserva de un cojín de por medio.
Tenía que reconocer que se le hacía muy raro que Gaara le tratara con tanta confianza, aunque había oído rumores de que se había vuelto mucho más abierto de carácter y que su personalidad había cambiado un tanto.
-Tu recuperación ha sido satisfactoria?
-¿eh? Sí, sí... me han tratado muy bien en el hospital...
-Qué gusto me da oír eso. Hace algunos años, nuestro centro médico era bastante pequeño y con muy poca especialización. Gracias a los nexos con Konoha, hemos podido modernizarlo y adecuarlo a todas las necesidades de nuestra población.
-Qué bueno...
-Sí... le debemos tanto a tu aldea...Pero bueno, tiene garantizada nuestra lealtad por mucho tiempo.
El cejudo quedó en silencio, mirando por la ventana. El cielo se veía diáfano.
-Es hermoso...-dijo Gaara, de repente.
-¿Qué?
-El cielo... es hermoso. Es tan calmo, tan limpio... Antes sólo había descubierto la belleza de la arena, pero ahora me tiene embelesado el cielo. Nunca me había dedicado a considerarlo siquiera...
-La verdad, yo tampoco...
Ambos quedaron en silencio. Sin previo aviso, el pelirrojo se giró y acortó la distancia entre ambos.
-Tengo una deuda contigo- musitó.
-¿Q-qué?- Lee se había sonrojado bruscamente. Esos ojos demolían en condiciones normales, pero ahora lo estaban derritiendo.
-Sí, tengo que confesarte algo... en el examen de Chuunin, de hace 6 años, cuando estabas en el hospital, traté de matarte.
-¿QUÉ?
-Sí.... no es algo de lo que me sienta precisamente orgulloso ahora, pero tenía que decírtelo. En aquel entonces, todavía estaba lleno de odio para todos, y... bueno, luego de eso conocí a Naruto, me abrió una puerta de salvación y... heme aquí, un poco más civilizado- terminó, sonriendo.
-Bueno, Naruto-kun es... muy particular...Cambia a todas las personas, y es un muy buen amigo...
-Sí.. pero eso. Tenía que decírtelo. En ese momento, no tengo idea porqué quería acabar contigo, pero ahora estoy intentando redimir mis culpas... Esto de volver a ser humano tiene sus problemas...
-¿Porqué dice eso?
-Porque como ahora duermo, mi subconsciente se encarga de traer a mis sueños todo lo que he hecho... a veces tengo unas pesadillas...-se estremeció.
-Pero las pesadillas se van si uno reza y se toma un vaso de leche tibia... o eso me decía Gai-sensei...
-¿Vivías con tu maestro?
-No, pero a veces me despertaba a mitad de alguna misión con una pesadilla horrible. O lo hacía Neji... Aunque él es un poco más histérico... se despertaba gritando improperios a medio mundo....
-Hum... no se me hace difícil imaginarlo...
Ambos se largaron a reír.
-Lee, no sólo por eso te mandé llamar...
-Ah, no? Qué necesita entonces, Gaara-sama?
-No me trates tan formalmente... si me he tomado la libertad de tutearte, pido lo mismo para mí.
-Bu-bueno...
-Te quería pedir que te quedaras conmigo una semana, a modo de vacaciones.
"¿Conmigo?"
-Es que necesito unas clase de taijutsu, porque con esto de que mi defensa absoluta se fue al suelo sin Shukaku, tengo que entrenarme en otras cosas también. Como sé que eres muy bueno en eso...
"¿Me está pidiendo que sea su maestro?¡Esto es un sueño!"
-¡Cuente conmigo!
-Muy bien... pero ahora, ¿te puedes quedar conmigo? Es que quiero dormir una siesta y tengo claro que tendré pesadillas... La última vez se lo pedía a Temari, pero algo pasó que no quiso quedarse más conmigo...
"¿Más?¿Qué habrá pasado?"
-No hay problema. Duerma tranquilo.
-Lee...
-Ok, ok... duerme sin problemas- dijo, recalcando.
El mandatario se acomodó en su rincón del sillón nuevamente, y rápidamente se sumergió en los brazos de Morfeo. Lee lo miró, impresionado de la paz que transmitían los rasgos del hombre, dulcificados por el sueño. Se veía tan indefenso, tan...débil, que su instinto protector no tardó en llegar.
No habían pasado ni diez minutos, cuando el Kazekage comenzó a revolverse, murmurando cosas ininteligibles en un comienzo. Su cara transmitió un miedo en ascenso, por lo que el de Konoha se alarmó. Se le acercó (pues había permanecido en su propia esquina todo el tiempo) y trató de despertarlo con suaves toques en su hombro. Como no funcionó, quiso dirigirse a la entrada para llamar a alguno de los hermanos, pero su mano fue retenida débilmente. Gaara aún no estaba consciente, pero temblaba como un niño. Ahora Lee podía entender lo que murmuraba, aunque a medias. Lo único que sacó en limpio era que mencionaba a su tío con desespero, pidiendo disculpas.
Se sentó a su lado, y lo volteó en su dirección, haciendo que se recostara en su fuerte pecho. Así, tenía más libertad para abrazarlo y tratar de calmarlo. Con tranquilos movimientos, comenzó a acariciar su cabeza, hasta que sintió que los temblores-y las palabras- cesaron, y que de nuevo la calma abundaba en el sueño del pelirrojo. O eso creyó.
De pronto, y sin previo aviso, el ojiverde lo abrazó también, tratando de recorrer la línea de su cuello en movimientos casi instintivos. Lee se desesperó un poco, pues aunque trató, no pudo lograr que lo soltaran, y el sentir la boca del de la Arena por su cuello lo estaba desconcertando y poniendo MUY nervioso. Logró alejarse un poco del chico a punta de doblar su cuello lo más lejos del otro, pero perdiendo así su equilibrio. Cayó de espaldas sobre el sillón, situando-para su desespero- a Gaara parcialmente sobre él. Este, aún dormido, sintió el terreno libre, y murmurando quién sabe qué, siguió ascendiendo por el cuerpo contrario, hasta que logró posar sus labios sobre los del otro, que quedó de piedra.
Sintió esos labios sobre los suyos demandando respuesta, y casi por reflejo movió los suyos al ritmo. Entonces el otro se acomodó sobre sí y comenzó a bambolearse levemente.
Lee tuvo pronto todos los colores en la cara y trató de sacarse al chico de encima, a sabiendas que la única alternativa que tenía era botarlo del sillón. Inspiró como pudo, pues su boca seguía en poder del jefe, y lo botó.
El costalazo logró hacer que Gaara medio abriera los ojos y se preguntara qué diablos.
Miró hacia el techo, que se le hizo un tanto más lejano de donde lo recordaba, y de inmediato notó que alguien lo miraba recostado desde el sillón, que estaba más alto que él. Frunció el ceño y apoyó finalmente los codos en el suelo, irguiéndose.
-¿Qué pasó, Lee?
Sólo tuvo por respuesta un sonrojo profuso por parte del otro, que balbuceó sin ser capaz de dar una respuesta, y luego el sonido que hizo el pelinegro al lanzar su rostro contra el sillón nuevamente.
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-Con razón Temari no quería cuidarme nuevamente...
Había pedido una gran jarra de café a su despacho, una ingente cantidad de dulces variados -cosa que alarmó a Baki, quien sabía que sólo cuando algo muy chocante o desesperante pasaba, Gaara los comía- y prohibición total de molestias por el resto de la tarde.
Lee estaba aún en estado de shock por lo sucedido. De partida, le parecía un sueño completamente surrealista el estar tuteando en un minuto al hombre más poderoso de la aldea más fiel a su propia tierra, y luego acunándolo y siendo besado (exquisitamente, había de reconocer) por el mismo tipo. El no era homofóbico ni reacio a experimentar en su vida, pero había que tener una amplitud de criterio bastante mayor a la que poseía para entender, comprender y aceptar de sopetón todo lo ocurrido.
-...quién sabe qué le habré hecho a la pobre...-oyó que seguían hablando. Se concentró -o trató de hacerlo- y posó su mirada primero en los labios (inconscientemente) y luego en los ojos de Gaara.
-Pero lo que yo quiero saber... es qué estaba soñando exactamente...
-No lo recuerdo muy bien... Creo que sobre mi tío, un poco sobre mamá.... y luego sólo recuerdo un éxtasis impresionante y una dulce sensación en mis... Oh, mierda...-El Kazekage se sonrojó. Había recordado una cálida sensación en su boca y una urgente necesidad de ir al baño a tranquilizar cierta parte de su espectacular anatomía. Se levantó presto y pidió a Lee se sirviera café mientras él iba al baño. Allí, aplicó mano dura a sus necesidades hormonales y pronto salió.
Al regresar, Lee estaba junto a la ventana, mirando el exterior con una taza de café entre las manos. Gaara se dio el lujo de examinar a placer durante unos minutos el cuerpo del chico, dado que aún no se percataba de su presencia.
Alto, musculoso pero sin perder las formas naturales, el pelinegro era un cuerpazo en excelente forma. Se había cortado el cabello hacía poco, por lo que sus facciones ya no eran tan caricaturescas. Tampoco vestía la malla verde, o no al menos en aquel momento. Llevaba puesta encima una túnica y unos pantalones de lino color ocre, que lo mantendrían fresco en el desierto. Frente a la luz, ta tela traslucía ligeramente, revelando los firmes contornos de sus muslos y su espalda.
Gaara hacía mucho que sabía que las mujeres no eran lo suyo, así que no fue un desagrado el saber el pequeño incidente ocurrido en su siesta.
Se le acercó sigiloso, y sonriendo de medio lado, dio un ligero toque en la mitad de la espalda del de Konoha, que se erizó sobresaltado.
-¡Gaara-sama! No lo sentí llegar...Oh, diablos-dijo el chico,mirando su túnica, recién manchada con el líquido.
-La gracia de ser ninja es ésa, ¿no crees?
-Sí...-respondió el otro, distraído. El traje se lo había comprado esa misma mañana, ¡y ya lo había ensuciado!
El pelirrojo, al notar que no era precisamente el centro de atención, se acercó peligrosamente al otro. Había decidido continuar con lo que en sueños había comenzado.
-Puedes quitar esa mancha sólo si lavas de inmediato la tela... Ven, en el baño puedes hacerlo.
-¡¡Gracias!!-le respondió Lee, agradecido. No tenía planeado usar sus mallas verdes en el Desierto ahora que estaba lejos de su querido maestro, a quien la falta de ellas desagraviaría impresionantemente.
Entró al tocador y sin delicadezas se quitó la túnica, metiéndola bajo el chorro del agua y frotándola. Así, su torso medianamente moreno quedó a la vista de todo aquel que quisiera verlo. Y Gaara sí quería. Se deleitó con la visión de un concentrado cejudo lavando la ropa, quien no se percataba de las lujuriosas miradas de las que era objeto.
Cuando se cercioró de que la mancha ya no existía, la colgó del dosel de la cortina de la ducha y se volteó para agradecer. Pero al hacerlo, se encontró con que el pelirrojo había estado todo el tiempo en la entrada de baño, mirándolo. Y de súbito se sintió desprotegido y semidesnudo -literalmente - ante la penetrante mirada del otro.
-Gra-gracias- balbuceó, absorto en esos ojos.
-No hay de qué- tuvo por respuesta. El Kazekage volvió al salón y se apoyó frente a la mesa, cogiendo distraídamente unos cuantos papeles de ella.
-¿Sabes, Lee? Siento mucho lo que pasó. Fue un hecho ciertamente penoso -dijo, aún de espaldas al chico, que se había sentado -¡incauto!-en el sofá nuevamente-pero no por ello desagradable.
Se giró lentamente, con los ojos clavados en el pelinegro,y calmo avanzó.
Lee sentía su corazón latir desbocado, como preparándose para una carrera.
Gaara llegó frente a él, y tomando su rostro con firmeza, le susurró:
-¿Porqué no mejor lo repetimos plenamente conscientes?
Acto seguido, lo besó.
Lee quiso resistirse en primer momento, pero muy pronto cayó desarmado ante esos labios dulces, firmes y rítmicos que se adueñaban con firmeza de su boca. Gaara lo hizo levantarse, y a tropezones lo hizo llegar a la pared, donde lo aprisionó. A sabiendas de la escasa guardia que mantenía el chico (por no decir inexistente), comenzó lentamente a recorrer ese torso esculpido a fuerza de trabajo duro y constancia.
Lee se estremeció al sentir los fríos dedos del otro recorrer su piel, pero aunque quisiera, no podía oponer resistencia. Por ello, decidió poner de su parte y comenzó a responder enérgicamente tanto los besos como las caricias. Sumergió sus manos entre la túnica del jefe, llegando a su espalda y comenzando a arañarla suavemente. Ello hizo gemir quedamente al pelirrojo, lo que dio como fruto una voracidad inusitada en los ósculos, que se volvieron medio besos, medios mordiscos.
Luego de un rato en ello, Gaara se impacientó y lo condujo nuevamente al sofá, donde lo logró dejar bajo sí. Sin dejar de besarlo en ningún momento, comenzó a moverse lenta pero rítmicamente sobre el chico, chocando sus caderas levemente. Lee gimió y se revolvió, cooperando en un comienzo, pero luego tratando de frenar.
Logró zafarse de los labios del chico, y murmuró entrecortadamente:
-No... Gaara, hay que...ah...parar...-mientras seguía sintiendo las caderas del otro sobre las suyas, mucho menos protegidas. Se armó de fuerza de voluntad y logró voltear las posiciones, quedando él arriba esta vez. Quitó como pudo la túnica, dejando al chico en camiseta-algo más fácil de manipular- y con un cuello altamente tentador a la vista. Como revancha comenzó a atacarlo, a besos y a mordiscos, lo que logró unos estremecedores gemidos justo en su oído. Con la conciencia debatiéndose entre continuar y seguir exitándose -porque eso era francamente lo que le estaba pasando- o frenar y mantener un poco de orgullo, decidió parar para poder seguir vivo en caso que alguien se le ocurriera entrar en el despacho por sorpresa.
-Gaara... ya basta....
-¿No te gusta?- le inquirió el aludido, provocando espasmos en el otro al mantener controlada su espalda.
-No...ah...no es eso... es...mmm... es discreción.... Es...Oh, por... el primer día que estoy fuera del hospit—ah... y debo... debo mantenerme tranquilo y...Gaara, no me estás ayudando... quiero parar porque si no esto va a terminar en algo incorrecto...
-Me tienes vuelto loco....
-Por lo mismo... además....¡apenas me conoces y ya quieres...!
-Qué, ¿hacerte mío? Sí, sí, lo quiero, porque...
Lee no resistió y prefirió tirarse al suelo para librarse de las caricias y los besos que estaba recibiendo en ataque contra su cuello.
Justo a tiempo, alguien golpeó la puerta pidiendo hablar con el jefe de manera urgente. Gaara cargó todo su odio al mirar la puerta, y murmurando que se la estaba debiendo, se arregló y salió a abrir. Lee, en tanto, corrió a recoger su túnica y se escabulló por la ventana, corriendo a conciencia por entre los tejados de la aldea para llegar a su alcoba del hotel y tratar de tranquilizarse. Obviamente, tendría visitas más tarde, así que debería tomar los resguardos necesarios. Aún así, no pudo quitarse la sonrisa de la cara.
